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Jacobin y los morenistas alimentan ilusión en que se puede presionar al Gobierno colombiano para que defienda a los trabajadores

Las organizaciones pseudoizquierdistas de la clase media en todo el continente americano han pasado de respaldar la candidatura de Gustavo Petro en Colombia y glorificar a su compañera de fórmula Francia Márquez a fomentar la mortal ilusión de que los nuevos ocupantes de la Casa de Nariño representan la democracia y es posible presionarlos para que defiendan a los trabajadores y oprimidos.

El presidente Petro con el ministro de Defensa, Iván Velásquez Gómez y los comandantes de las fuerzas de seguridad, 11 de agosto (crédito: Presidencia de Colombia)

De la forma más desvergonzada, la revista Jacobin vinculada a los Socialistas Democráticos de EE.UU. (DSA, por sus siglas en inglés), una facción del Partido Demócrata, hizo campaña ávidamente a favor de Petro y Márquez como “la única fórmula progresista” y “la única alternativa democrática”. Escribieron que Francia Márquez, una mujer negra que ganó fama exigiendo a la industria minera que consultara a las comunidades, “ha logrado articular un discurso emancipador que abarca todas las luchas populares, a todos los marginados y oprimidos de nuestro pueblo, logrando que a través de su rostro podamos vernos reflejados ‘los nadies’”.

Jacobin luego convirtió la victoria electoral de Petro en una razón para votar por los candidatos que la revista respalda en el Partido Demócrata. Afirma que demuestra que es posible “empezar a revertir esta política imperial de los Estados Unidos y comenzar un diálogo continental más igualitario. Un triunfo del progresismo en los Estados Unidos sería clave para comenzar a transitar la verdadera senda democrática del continente entero”.

La afirmación de que el Partido Demócrata, que ha asegurado brutalmente el dominio de Wall Street sobre Colombia y violado repetidamente el país —desde las embestidas anticomunistas bajo Kennedy en los sesenta al Plan Colombia bajo Clinton y Obama— pueda ser influido para que defienda la democracia en Latinoamérica es absurda. Este partido imperialista es responsable de asesinar a decenas de miles de trabajadores, campesinos, jóvenes e intelectuales de izquierda e incontables crímenes de lesa humanidad más a manos de soldados estadounidenses y la policía y ejército colombianos que Washington creó, armó y entrenó.

En el mismo espectro pero a un paso de llamar a votar por Petro, La Izquierda Diario del pseudoizquierdista Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) en Argentina presentó la decisión un par de días antes de la segunda ronda como una entre “El candidato de la derecha Rodolfo Hernández y el mal menor Gustavo Petro”. Escribieron, “Para los que optan por Petro como mal menor, solo podemos decir que no se trata solo de castigar a la derecha y al uribismo en las urnas, sino hacer valer sus propios intereses en las calles”. Es decir que esta supuesta “Historia derrota de la derecha”, en sus palabras, significa que los trabajadores pueden avanzar sus intereses presionando a Petro.

En Colombia, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) cínicamente pidió un “voto crítico” por Petro y Márquez después de escribir que esta última “representa genuinamente una candidatura desde los pobres y oprimidos”.

Después de lograr que fueran elegidos, el PST escribió: ““El paro de 2021 nos enseñó que el único camino efectivo para derrotar los planes de los capitalistas es la lucha en las calles… [para] que un gobierno de Petro vaya más allá… que aplique un programa de cambios radicales que defiendan los intereses de los de abajo, contra los intereses de los de arriba; que expropie a los expropiadores…”.

Esta última declaración es particularmente importante. En 2019-2021, Colombia se vio estremecida por la mayor ola de manifestaciones en su historia, involucrando a millones opuestos a la desigualdad social, la respuesta homicida al COVID-19 y la brutal represión que dejó al menos a 80 manifestantes muertos y cientos desaparecidos. Estas protestas fueron parte de una ola global de “revoluciones sin líderes” en las que participaron cientos de millones en toda América y el mundo. Pero estas “revoluciones” no cambiaron nada y fueron canalizadas en última instancia, como en Colombia, Chile, Honduras y Bolivia, hacia la elección de Gobiernos pseudoizquierdistas.

Petro llamó repetidamente a detener las huelgas y los bloqueos, pero en un audio filtrado del 5 de mayo de 2021 resumió la necesidad política fundamental de la clase gobernante. En una llamada con los burócratas sindicales y políticos del Comité Nacional de Paro que decían liderar las protestas, Petro declaró: “Hay una distancia entre el Comité de Paro Nacional y la gente que está en la calle, digamos no se conocen. La gente que está en la calle es la juventud popular, la juventud barrial que quiere seguir luchando.” En otras palabras, la élite política se ve incapaz de mantener su control sobre los trabajadores jóvenes en las calles ya que se encuentran tan distantes política y socialmente como la luna.

Esta es la razón por la que la intervención de organizaciones que dicen ser “socialistas”, “revolucionarias” e incluso “trotskistas” para alimentar ilusiones en este sistema político rancio y en sus aliados sindicales les ofrece un servicio tan crucial al imperialismo y sus esbirros de la burguesía colombiana. La clase gobernante ha sacado la conclusión de que su dominio depende nuevamente de que tales fuerzas pseudoizquierdistas desarmen políticamente a la clase trabajadora mientras se prepara para reimponer dictaduras militares.

La afirmación de que Petro y Márquez pueden ser presionados para que representen los intereses de los trabajadores no tiene nada que la respalde. Las ilusiones avanzadas por el PTS, el PST y Jacobin se basan en la concepción estalinistas de que es necesario apoyar a este o aquel sector de la élite gobernante nacional para que lleve a cabo la revolución democrática burguesa como prerrequisito para la revolución socialista.

Sin embargo, su paladín Francia Márquez dejó este argumento hecho trizas durante sus repetidas visitas al Instituto para la Paz en Washington D.C., una agencia del Gobierno federal con lazos estrechos al Pentágono. En mayo, cuando le preguntaron específicamente sobre el estatus de Colombia como socio estratégico de la OTAN, prometió “fortalecer esa alianza con el Gobierno de los EE.UU.”. Después de reclamar que el embajador estadounidense insinuara que su campaña estuviera financiada por Rusia y Venezuela, Márquez dijo que esto “rompe la historia de relación de los EE.UU. que no interviene en política que ha respetado la democracia de los procesos políticos electorales”.

Subrayó varias veces que su Gobierno no tiene la intención de “expropiar” a los “latifundistas”, incluyendo a los “uribistas”, quienes usan sus tierras para financiar escuadrones paramilitares que asesinan regularmente a líderes sociales, trabajadores y campesinos.

Al descartar las dos principales tareas democráticas en Colombia y todos los países atrasados —la liberación de la opresión imperialista y la abolición de todos los privilegios feudales de la oligarquía latifundista—, Márquez demostró que todo su discurso sobre derechos democráticos, justicia social, dignidad y paz es pura verborrea. Lo que es más importante, cuando la hegemonía del imperialismo estadounidense depende cada vez más de su control de los ejércitos regionales y su presencia militar directa para contrarrestar su declive económico relativo, Márquez garantizó que su Gobierno “no es una amenaza para América”. Es decir, el bastión de Washington en su “patio trasero” está a salvo.

Cualquier régimen que tuviera la mínima sensibilidad hacia los intereses de la clase trabajadora habría implementado inmediatamente extensas medidas de salud pública contra la pandemia de COVID-19, que ya mató a 180.000 colombianos en 2020-21. Habría renunciado a su vínculo con la OTAN y condenado su campaña de guerra contra Rusia y la OTAN que amenaza con la aniquilación nuclear de la civilización humana. Además, habría impuesto un agresivo control de precios para frenar la mayor inflación en más de dos décadas.

Pero Petro comenzó su Gobierno prometiendo “austeridad” y llenado su gabinete con títeres del imperialismo y la ultraderecha. Por nombrar solo a algunos, el nuevo embajador en EE.UU., Luis Gilberto Murillo, quien acompañó a Márquez durante su foro en Washington, fue asesor de USAID, el Banco Mundial y otras agencias imperialistas. El ministro de Defensa es Iván Velázquez, quien fue jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, una organización respaldada por la ONU y financiada por los EE.UU. para utilizar las acusaciones de corrupción como una herramienta para dictar políticas proestadounidenses. Como ministro de Transporte, Petro eligió a Guillermo Reyes, que fue viceministro del presidente de extrema derecha, Álvaro Uribe. Jacobin, el PST y el PTS han quedado al descubierto como representantes antiobreros de la clase media-alta, que avanzan sus carreras en la política, los sindicatos y la academia ofreciendo a la élite gobernante su ayuda en proteger el statu quo. En el caso del PTS y el PST, estos elementos echaron sus raíces políticas en el legado de Nahuel Moreno, el renegado más notorio del trotskismo en América Latina.

A principios de la década de 1970, en medio de una crisis prerrevolucionaria, Moreno formó el PST argentino declarando abiertamente: “La formación de un partido centrista de la izquierda legal es nuestro principal objetivo político organizacional en este momento. Sabemos conscientemente que la organización es lo contrario a una organización proletaria bolchevique”.

Frente a amenazas golpistas de los militares fascistas y ataques de los peronistas fascistas en los sindicatos, el PST no solo se reunió varias veces con Juan Domingo e Isabel Perón, sino que afirmó repetidamente —como los morenistas lo hacen hoy con respecto a Petro— que el Gobierno ofrecía “democracia” y podía ser presionado para defender a los trabajadores. Esto ayudó a desarmar a los trabajadores radicalizados y abrió la puerta a la instalación, con el apoyo de EE.UU., de un régimen militar que mató a más de 30.000 personas, incluyendo a muchos miembros del PST, mientras Moreno escapó a salvo a Colombia para crear el PST allí.

Como escribió el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) en su análisis del papel de Moreno: “En tal situación, el partido 'izquierdista' que apele al Estado burgués para que proteja a los trabajadores —en vez de llamar a los trabajadores a armarse y aplastar a los fascistas y al Estado que los patrocina— forma parte de todo el orden burgués reaccionario”.

El imperialismo y sus aliados más cercanos entre los fascistas y los militares no son para nada invencibles ni intocables. La clase obrera ha estado luchando con las manos atadas por los sindicatos y políticos procapitalistas y nacionalistas que son hostiles a cualquier afrenta al lucro de la patronal como las huelgas y, sobre todo, la unidad de las luchas obreras a través de las fronteras. El imperialismo sería impotente ante un movimiento independiente e internacionalmente organizado de miles de millones de trabajadores en todo el mundo, como el que se está construyendo a través de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base .

Los trabajadores deben llegar a la conclusión de que sus aspiraciones democráticas y sociales dependen de una oposición inflexible a todos los sectores de la burguesía y a sus subalternos en los sindicatos y la pseudoizquierda y de una orientación internacional de sus luchas. Esto solo es posible construyendo el único partido internacionalista, socialista y revolucionario, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

(Publicado originalmente en inglés el 14 de agosto de 2022)

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