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Perspectiva

La muerte de Mijaíl Gorbachov y el legado de la contrarrevolución estalinista

Mijaíl Gorbachov, ex secretario general del Partido Comunista y presidente de la Unión Soviética, falleció el martes a los 91 años en un hospital de Moscú. Presuntamente había sufrido una enfermedad renal por varios años.

Gorbachov, quien se unió al PC en 1950, fue un leal servidor de la burocracia soviética por tres décadas y media. Fue responsable del último acto de traición llevado a cabo por los parásitos que se impusieron sobre la clase obrera y se alimentaban de ella: la restauración plena del capitalismo y la disolución de la URSS en más de una docena de Estados. Era alguien con quien “se podía hacer negocios”, en las palabras de la archireaccionaria Margaret Thatcher.

El presidente Mijaíl Gorbachov se pronuncia ante 150 líderes empresariales en San Francisco el 5 de junio de 1990 (AP Photo/David Longstreath) [AP Photo/David Longstreath]

La política perestroika (reconstrucción) implementada a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 inició el desmantelamiento sistemático de la propiedad nacionalizada desde la Revolución rusa de 1917. La perestroika eliminó las restricciones al comercio exterior, legalizó las pequeñas empresas, puso fin a los subsidios para las industrias clave, arrojó a la basura los códigos laborales y sumió la economía y la sociedad soviéticas en caos.

Las empresas se vieron repentinamente obligadas a navegar un sistema de “autofinanciamiento”, volviéndose incapaces de obtener los medios necesarios para producir, pagar salarios o financiar los servicios esenciales y los beneficios que habían sido derechos de la clase trabajadora y la base de sus niveles de vida. El Estado les ordenó a los administradores de las fábricas mejor posicionadas que produjeran para generar ganancias, desviando bienes del sector estatal de la economía y vendiendo bienes necesitados desesperadamente sin importar el precio del mercado.

Las reformas iniciaron un proceso de liquidaciones de activos estatales. Los hijos de la élite sacaron provecho de los privilegios legales especiales otorgados a la organización juvenil comunista, el Komsomol, para abrir negocios y vender los activos soviéticos y los recursos a nivel nacional y al extranjero. Apareció una estructura bancaria paralela cuando aquellos con acceso a las cuentas financieras de las empresas establecieron operaciones de préstamos para enriquecerse de la crisis y la desesperación social.

Para 1989, aproximadamente 43 millones de personas en la URSS estaban viviendo a menos de 75 rublos al mes, mucho menos que la pobreza oficial de aproximadamente 200 rublos. Escribiendo en 1995, el investigador John Elliot describió que la época se caracterizó por “el deterioro de la calidad y el desabastecimiento de los bienes, la proliferación de canales especiales de distribución, filas más largas y tiempos de espera más largos, un racionamiento generalizado, mayores precios… el estancamiento virtual del suministro de la salud y la educación y el crecimiento del trueque, la autarquía regional y el proteccionismo local”. Oficialmente, aproximadamente 4 millones de personas estaban desempleadas en 1990, a pesar de que los especialistas argumentan que esa es una gran subestimación y que la cifra real se aproxima a los 20 millones. Con las masas arruinadas, el alcoholismo, uso de drogas y las muertes de desesperación se dispararían en los años siguientes.

Por esto, Gorbachev es amplia y justificadamente odiado en toda la antigua URSS.

Durante la perestroika, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), el movimiento trotskista mundial, fue la única tendencia política que rechazó las afirmaciones de Gorbachov de que estaba generando una nueva era de prosperidad y “justicia socialista” que compensaría a los que se lo merecen y aplastaría a los corruptos. En una declaración de 1987, “ ¿Qué está pasando en la URSS? Gorbachov y la crisis del estalinismo “, el CICI advirtió:

Para la clase obrera en la Unión Soviética y los trabajadores y las masas oprimidas internacionalmente, la política supuestamente reformista de Gorbachov representa una amenaza siniestra. Amenaza las conquistas históricas de la Revolución de Octubre y está ligada a la colaboración contrarrevolucionaria cada vez más profunda de la burocracia con el imperialismo a escala mundial.

El CICI publicó docenas de declaraciones exponiendo a Gorbachov y sus políticas por lo que son. Este extraordinario registro de análisis político se puede acceder aquí (en inglés). David North, presidente nacional del Partido Socialista por la Igualdad y presidente del Consejo Editorial Internacional del World Socialist Web Site, viajó a la URSS en 1989 para intervenir en estos eventos. Habló con los trabajadores, estudiantes e intelectuales sobre los peligros políticos de la fraudulenta agenda de reformas que proponía.

En oposición a cualquier concepción de que la burocracia soviética estaba atravesando un proceso de “autorreforma”, el CICI se opuso a todos los que se decían socialistas y apoyaban y vitoreaban a Gorbachov. A la cabeza de ellos estaban los partidos pablistas, que en 1953 rompieron con el trotskismo sobre la base de que el estalinismo no debía ser derrocado, sino que podía ser presionado hacia la izquierda. Encubrieron y facilitaron los numerosos crímenes del estalinismo contra la clase obrera en el transcurso del siguiente medio siglo. Durante la década de 1980, los pablistas se vieron atrapados por la “Gorbymanía” que aclamaba al líder soviético como un gran liberador del pueblo y a su esposa, odiada en la URSS por sus desvergonzadas muestras de riqueza personal, como una verdadera “primera dama”.

En 1989, Ernest Mandel, uno de los líderes del pablismo, declaró en su libro Más allá de la perestroika: “Desde el punto de vista del pueblo trabajador soviético y del proletariado mundial, Gorbachov es hoy la mejor solución para la URSS”. Solo ese año, según los datos oficiales, la URSS perdió 7,3 millones de días de trabajo por huelgas, en gran parte impulsadas por los disturbios masivos en las minas. Solo durante los nueve primeros meses del año siguiente, esa cifra se elevó a 13,7 millones.

Gorbachov no estaba rompiendo con el estalinismo, como afirmaban los pablistas y muchos otros, sino llevándolo a su conclusión lógica. El CICI fundamentó su análisis en una perspectiva histórica, enraizada en la lucha dirigida por León Trotsky contra el estalinismo y la posterior lucha del CICI contra el pablismo.

Trotsky, quien dirigió la Revolución rusa de 1917 junto a Lenin y más tarde la oposición socialista a Stalin, describió la burocracia que surgió en el contexto del atraso y el aislamiento de la Unión Soviética como algo parecido a una fuerza policial que controlaba quién obtendría las tajadas de un pastel cada vez más grande pero aún insuficiente. Se aseguró de hacerse de la mayor parte.

En conflicto con los principios igualitarios de la revolución y el reclamo de las masas trabajadoras sobre la riqueza producida por su propio trabajo, la burocracia gobernó por la fuerza. El Gran Terror de los años 30, que culminó con el asesinato de Trotsky a manos de un agente estalinista en 1940, exterminó a toda una generación de revolucionarios y trató de reprimir violentamente las demandas del proletariado.

Sin embargo, la brutalidad del Terror no resolvió el problema de la clase obrera para la burocracia soviética. En la medida en que la élite gobernante vivía de la propiedad nacionalizada que surgió de la Revolución de 1917, sabía que los trabajadores de la URSS podían reafirmar sus reivindicaciones sobre lo que una vez habían conquistado y, al hacerlo, expulsar a los burócratas del poder. Como escribió Trotsky en La revolución traicionada, la cuestión era: “¿Devorará el burócrata el Estado obrero, o depurará la clase obrera al burócrata?”. Los repetidos estallidos de ira de la clase obrera contra el estalinismo –en Hungría en 1956, en Checoslovaquia en 1968, en Polonia en 1980-1981— espantaron y aterrorizaron al PC.

Gorbachov estaba ascendiendo en las filas de la burocracia del partido durante este periodo. Ascendió cada vez más en los círculos del partido con el apoyo de los participantes de pleno derecho en el sangriento Gobierno de Stalin, a pesar de las críticas que algunos llegaron a hacer de los crímenes del dictador como parte del deshielo de la era de Jrushchov. Eran defensores absolutos de sus propios privilegios y poder, de sus cómodos apartamentos, casas de vacaciones, chóferes, tiendas cerradas donde solo ellos podían comprar productos especiales, etc.

Con el respaldo de Leonid Brezhnev, Gorbachov pasó a formar parte de la alta élite del PC durante la década de 1970. Era política y personalmente cercano a Yuri Andropov, el jefe de la policía secreta estalinista y el primer arquitecto de las reformas de la perestroika. Incluso pasaron juntos las vacaciones.

Tras la muerte de Andropov en 1984, Gorbachov se convirtió en el principal representante de esa ala del PC que creía que la única forma de preservar sus privilegios era restaurar cuanto antes el capitalismo en la URSS, es decir, convertirse, como predijo Trotsky, en una auténtica clase propietaria antes de que el proletariado pudiera actuar contra ella. Cuando las huelgas de mineros golpearon a la URSS a finales de la década de 1980 y millones de trabajadores de otros sectores de la industria abandonaron sus puestos de trabajo en protesta por las políticas de la perestroika, la burocracia aceleró el proceso de restauración capitalista.

Junto con la perestroika, Gorbachov inició la política de glásnost (apertura). Permitió, por primera vez en muchas décadas, el debate público y la discusión de la historia soviética, incluyendo nuevas revelaciones de los crímenes de Stalin. Sin embargo, el objetivo de la glásnost no era democratizar la sociedad soviética, ni mucho menos dar a la clase obrera el derecho a opinar sobre los asuntos de su propio Estado. Más bien, el objetivo de Gorbachov era crear un grupo de apoyo a la restauración capitalista entre la pequeña burguesía soviética emergente y las capas que pretendían entrar en ella, permitiéndoles tener voz en los asuntos políticos y fomentando una reinterpretación liberal democrática de la historia soviética que era anticomunista y defendía al mismo tiempo el ataque de Stalin a Trotsky. Además de ser objeto de incontables mentiras históricas, Trotsky fue tildado de “fanático de la igualdad”. Mientras se desarrollaba la glásnost, el Partido Comunista promovió un feroz ataque al principio de la igualdad. Se identificó como la verdadera fuente de los innumerables problemas de la URSS.

Fue particularmente vengativo contra la clase obrera, alegando que supuestamente recibía demasiado y hacía demasiado poco. Mientras que muchos antiguos revolucionarios fueron rehabilitados oficialmente durante la era de Gorbachov, Trotsky siguió siendo objeto de odio y falsificaciones oficiales. En su discurso de 1987 para conmemorar el 70º aniversario de la Revolución de 1917, Gorbachov denunció explícitamente a Trotsky como un hereje y “un político excesivamente seguro de sí mismo que siempre vaciló y engañó”. Nunca fue rehabilitado por el Partido Comunista.

En su discurso de 1990 ante el congreso del Partido Comunista, Gorbachov declaró que sus reformas sentaban “las bases materiales para un periodo histórico irreversiblemente pacífico y para la solución del problema global de la humanidad”. Nada de esto ha llegado a buen puerto. La disolución de la Unión Soviética produjo un colapso de la esperanza de vida nunca visto fuera de las guerras mundiales.

El régimen de Putin en Rusia representa una facción de la oligarquía que se enriqueció enormemente mediante la liquidación de los activos del Estado. La gran mayoría de la población de Rusia y de la antigua URSS está empobrecida. Toda la región es objeto de maquinaciones imperialistas. Poco queda de todo el acuerdo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Oriente Próximo y el norte de África están en llamas. Ucrania está siendo destruida como parte de la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia. El mundo está más cerca que nunca de un holocausto nuclear.

Como lo ha argumentado el CICI durante décadas, la liquidación de la URSS por parte de la burocracia soviética no marcó el triunfo del orden capitalista global, sino que fue una señal inicial de su descenso a una crisis cada vez más profunda. Durante las décadas de 1980 y 1990, el sistema de Estados nación de la posguerra se estaba desmoronando bajo la presión de la globalización, y todas las fuerzas utilizadas para contener y acorralar a la clase obrera limitando sus luchas dentro de las fronteras nacionales, como los estalinistas, los socialdemócratas y los sindicatos, se estaban desmoronando. Los imperialistas, que durante mucho tiempo habían dependido de los estalinistas para estabilizar políticamente el sistema mundial, volverían a enfrentarse entre sí, compitiendo por el control de los recursos y los mercados. La apertura de la URSS a los inversores extranjeros aumentó enormemente el tamaño del botín.

El 25 de diciembre de 1991, Gorbachov firmó la declaración que ponía fin a la existencia de la Unión Soviética. Desde entonces, ha habido 30 años de guerras interminables. Poco después de su muerte, el martes, las páginas de la prensa occidental se llenaron de hosannas para el exlíder soviético. Los mismos medios de comunicación que derraman lágrimas por el último contrarrevolucionario de la URSS son también los que aplauden la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia. No exigen el fin del baño de sangre, sino su expansión.

El verdadero legado de Gorbachov no radica en sus declaraciones ingeniosas sobre las supuestas virtudes del capitalismo y de que el imperialismo era un mito, no una realidad. Su verdadero legado es la guerra fratricida, preparada por los EE.UU. y la OTAN, que actualmente está destruyendo Ucrania y que busca desmembrar Rusia.

En cuanto a las proclamas de Occidente de que las reformas de Gorbachov y la disolución de la URSS anunciaban “el fin de la historia” y el triunfo del orden mundial liberal, han sido igualmente desmentidas. La democracia estadounidense se encuentra en un estado de casi muerte. Diecinueve meses después de que un golpe de Estado de extrema derecha casi derribara el Gobierno de Estados Unidos, el presidente Biden se ve obligado a mencionar la amenaza de que colapse la democracia estadounidense. Mientras tanto, la esperanza de vida en Estados Unidos ha caído asombrosamente tres años debido a la respuesta homicida de la clase dirigente a la pandemia.

Pero, así como se equivocaron sobre la victoria del capitalismo global, los burócratas estalinistas y los imperialistas también se equivocaron sobre la lucha de clases y el supuesto fin del socialismo. El aumento masivo de la desigualdad social, el estado grotesco de la política moderna y la brutalidad de la vida cotidiana ponen a decenas de millones en pie de lucha en todo el mundo. Para ellos, el socialismo no murió con la Unión Soviética, sino que está a la orden del día.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 31 de agosto de 2022.)

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