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Cinco años de #MeToo: El New York Times se queja de que el daño no ha sido suficiente

El lunes, el New York Times publicó un artículo del corresponsal de Hollywood, Brooks Barnes, (“After #MeToo Reckoning, a Fear Hollywood Is Regressing”) en el que lamenta el insuficiente daño infligido por la campaña contra las conductas sexuales inapropiadas y pide más.

Los cinco años de la caza de brujas en torno a conductas sexuales han destruido decenas de vidas y carreras en el cine, la música y los medios de comunicación. La campaña ha debilitado los derechos democráticos, incluida la presunción de inocencia, y ha creado una atmósfera en la que imperan la intimidación y la autocensura.

Un puñado de mujeres y afroamericanos, ya privilegiados, han mejorado sin duda su posición económica al acceder a una parte del botín de la industria cinematográfica. Mientras tanto, debido a los procesos económicos fuertemente acelerados por la pandemia, la calidad general del cine de Hollywood ha caído a un nuevo mínimo. El fenómeno de la película “blockbuster” o supertaquillera prevalece como nunca antes. Las voces “independientes” han sido marginadas más que nunca.

La campaña de #MeToo (#YoTambién), “arrolladora” a los ojos de Barnes, no ha hecho nada por la gran mayoría de las mujeres. La desigualdad de ingresos entrelas mujeres, que se ha disparado desde la década de 1970, sigue creciendo, un proceso que solo se intensificará con la la inflación desenfrenada y el ataque al derecho al aborto.

Lo que despierta el apetito de Barnes y del Times es el nuevo juicio en Los Ángeles contra el productor Harvey Weinstein, el próximo estreno de She Said, sobre los orígenes de #MeToo en 2017, y la “fuerte venta de entradas” para The Woman King, una absurda falsificación de la historia en aras de la política de identidades.

El artículo de Barnes, sin duda destinado en parte a apuntalar la base de apoyo del Partido Demócrata en la clase media-alta en vísperas de las elecciones de noviembre, se preocupa por los procesos que puedan impedir que se sigan enriqueciendo estas capas sociales que representa y a las cuales se dirige el Times.

El egoísmo de esta gente queda plasmado en el planteamiento de Barnes. “Los nuevos problemas... se han vuelto una prioridad mayor” que “la diversidad, la equidad y la inclusión”, se queja. Esos problemas incluyen “el recorte de costes generalizado mientras la taquilla sigue teniendo dificultades”. Siempre existe el peligro de que los recién “incluidos” se vean excluidos a medida que las condiciones económicas empeoran. (A este respecto, Barnes cita a un ejecutivo de cine, “un hombre blanco”, que observó que “durante tres años, no contratamos más que a mujeres y personas de color”).

El peligro de la guerra, la amenaza del fascismo, los ataques sistemáticos a los derechos democráticos y a los niveles de vida, todo ello no entra en los cálculos de Barnes. Sin embargo, sin nombrarlas, dice que “las mujeres que fueron contratadas para altos puestos y presentadas como ejemplos triunfantes de una nueva era han sido apartadas, mientras que algunos de los hombres que fueron marginados por acusaciones de mala conducta están trabajando de nuevo”.

El actor Johnny Depp testifica en el Tribunal de Circuito del Condado de Fairfax en Fairfax, Virginia, el jueves 21 de abril de 2022. (Jim Lo Scalzo/Pool Photo vía AP) [AP Photo/Jim Lo Scalzo/Pool Photo via AP]

Elaborando sobre este último tema, Barnes se lamenta luego de que “ya no existe el destierro generalizado para los hombres que han sido acusados de mala conducta”. ¡Qué comentario tan repulsivo, digno de la época de las purgas anticomunistas de los años 50! Ya no se “destierra” indiscriminadamente a los individuos que solo han sido acusados. De hecho, los jurados de los recientes casos judiciales en los que están implicados los actores Johnny Depp y Kevin Spacey han mostrado una seria preocupación por los hechos, y no por las “acusaciones” incendiarias y generalmente infundadas con las que se complacen el Times y el resto de los medios de comunicación estadounidenses.

El corresponsal del Times se refiere con tristeza a las circunstancias del caso de Depp, quien “ganó en gran medida un caso judicial en el que su excónyuge, la actriz Amber Heard, le acusó de violencia sexual y doméstica”. Sí, y Depp acusó a Heard de abuso, y el jurado le creyó. Ahora, escribe Barnes, Depp está “dirigiendo una película”.

La “carrera de actor de James Franco implosionó en 2018 en medio de acusaciones de conducta sexual inapropiada”, del tipo más ambiguo. Cuatro años más tarde, continúa Barnes, “después de un acuerdo de 2,2 millones de dólares en el que no admitió ningún delito, tiene al menos tres películas en fila”. Ni Depp ni Franco fueron acusados de ningún delito, ni mucho menos condenados por uno. Pero ninguno fue apropiadamente “desterrado”.

El artículo del Times da por sentado inevitablemente que el género y la raza forman el eje social en torno al cual gira todo. La idea de que el cine de Hollywood, que en su día produjo Tiempos modernos, Las uvas de la ira, Ciudadano Kane y Los mejores años de nuestra vida, pueda hablar de las condiciones y preocupaciones de la gran mayoría trabajadora de la población no es algo que ni siquiera se plantee.

En su lugar, el cine “progresista” se identifica con “películas como Bros, la primera comedia romántica gay de un gran estudio”, “Domingo de Pascua, una comedia posicionada como un momento decisivo para la representación filipina” y “Ms. Marvel, una serie de Disney+ adorada por la crítica sobre una superheroína musulmana adolescente”. Está claro que Barnes no se opone a que el cine de los estudios estadounidenses descienda al nivel del cómic, simplemente quiere que se haga con la debida ornamentación (y remuneración) respecto a la política de identidades

Y, en cualquier caso, si “algunas películas y programas que muestran abiertamente la diversidad y la inclusión han tenido problemas en el mercado o no han conseguido despegar”, no hay que sacar conclusiones generales: “nadie mira la escasa venta de entradas de una película de Brad Pitt y concluye que nadie quiere ver a hombres blancos mayores en la pantalla”. Este racialismo enfermizo permea todo el artículo del Times.

A Barnes le preocupa que vuelva a ponerse de moda el tipo de película equivocado, refiriéndose notablemente al hecho de que los estudios “también han empezado a asumir más riesgos con el contenido”, es decir, se han atrevido a producir obras que podrían ofender a los obsesionados por la raza y el género. Señala el drama de Netflix sobre Marilyn Monroe, Blonde, “que ha sido ridiculizada por los críticos como explotadora y misógina”, y “una comedia musical de acción real sobre las reparaciones del comercio de esclavos” de Trey Parker y Matt Stone, “las fuerzas creativas políticamente incorrectas detrás de South Park y The Book of Mormon” (en realidad, el rapero Kendrick Lamar también está involucrado).

La censura y la autocensura están a la orden del día. Barnes quiere cortar de raíz cualquier idea de que hubo una “corrección exagerada”, como sugiere uno de sus entrevistados, en 2017 y posteriormente. Cita con evidente desaprobación el comentario de un ejecutivo anónimo de que al principio de la campaña de mala conducta sexual “todos vivíamos con un miedo absoluto... Ese miedo sigue existiendo, pero ha disminuido. Hay más espacio para los grises y para el beneficio de la duda y un poco de escalofrío sobre la prisa por juzgar que hubo en el apogeo del #MeToo”. El Times está en guerra con esas concepciones.

Barnes y el Times retratan falsamente el abuso sexual en Hollywood, el “sofá del casting” y los fenómenos relacionados, como el producto de la dominación de los “hombres blancos”.

Como señalamos en octubre de 2017, “este tipo de extorsión de favores sexuales no es simplemente parte de Hollywood, es parte de la cultura empresarial y corporativa estadounidense en su conjunto, parte de la brutalidad de las relaciones sociales en los Estados Unidos”. Esta es la realidad del capitalismo. Sostuvimos que las agresiones sexuales o la coerción eran “reportadas de manera muy incompleta... en todas las innumerables situaciones en Estados Unidos en las que los débiles se encuentran a merced de los poderosos”.

El WSWS también advirtió ya en 2017 que los escándalos sexuales habían sido invariablemente el ámbito de la extrema derecha. “Nada remotamente progresista saldrá de esto”, escribimos. “Un Código de Producción revivido, una represión del 'libertinaje' en las películas y el cine (que siempre va acompañada de la supresión de las opiniones opositoras), más poderes para los censores, nombrados y autodesignados: esto es lo que probablemente surgirá al otro lado de este miserable proceso. El dominio del poder y la riqueza, fuente de los verdaderos abusos y crímenes, queda intacto”.

Cinco años después, no hay que cambiar nada de ese pronóstico.

(Publicado originalmente en inglés el 27 de octubre de 2022)

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