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Conferencia sobre el centenario de la Revolución Rusa

El regreso de Lenin a Rusia y las Tesis de Abril

Publicamos aquí el texto de la conferencia pronunciada el 6 de mayo por James Cogan, secretario nacional del Partido Socialista por la Igualdad (Australia). Este es la quinta y última de una serie de conferencias internacionales en línea presentadas por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional para conmemorar el centenario de la Revolución Rusa de 1917.

Cuando estalló la Revolución de Febrero en Petrogrado en 1917, Vladímir Ilich Lenin, líder del Partido Bolchevique, estaba en exilio político a unos 2.400 kilómetros de distancia, en Zúrich, Suiza. Habían pasado diez años desde que se vio obligado a huir de Rusia después de la Revolución de 1905, para escapar un eventual encarcelamiento e incluso una sentencia de muerte por parte del régimen zarista.

La líder bolchevique y una de las camaradas más cercanas de Lenin, su esposa Nadezhda Krúpskaya, cuenta que mientras terminaban de almorzar a principios de marzo, según el calendario juliano, el marxista polaco, Mieczyslaw Brónski, entró apurado al apartamento de ellos y les exclamó: “¿No han oído la noticia? ¡Hay una revolución en Rusia!”.

En sus Reminiscencias sobre Lenin de 1933, Krúpskaya escribe:

Después de que Brónski se marchara, bajamos al lago, en cuya orilla desplegaban todos los periódicos apenas salían.

Leímos los informes varias veces. Realmente se había llevado a cabo una revolución en Rusia. La mente de Ilich se puso a trabajar de inmediato. Apenas recuerdo qué pasó en el resto del día y noche. Al día siguiente, la segunda tanda de informes oficiales sobre la Revolución de Febrero encontró a Ilich escribiéndole a Kollontai en Estocolmo: “¡Nunca más en línea con la Segunda Internacional! ¡Nunca más con Kautsky! Desde luego, un programa y tácticas más revolucionarias”. Y siguió: “...como antes, propaganda revolucionaria, agitación y lucha por una revolución proletaria internacional y la conquista del poder por el Sóviet de Diputados Obreros...”.[1]

Geográficamente, Lenin estaba aislado de Rusia, pero eso no significaba que no tuviera influencia. Los líderes bolcheviques que estaban en el exilio en Zúrich, que no sólo incluían a Lenin y Krúpskaya, sino también a otros revolucionarios destacados como Inessa Armand, mantuvieron el mayor contacto posible con la organización bolchevique ilegal en Rusia, principalmente a través de cartas y telegramas que eran enviados a personas de confianza como Alexandra Kollontai en la neutral Suecia y que luego eran introducidos clandestinamente a Finlandia, luego a San Petersburgo y, de ahí, los difundían más ampliamente en Rusia.

Lenin en 1917

En marzo de 1917, Lenin estaba a punto de cumplir 47 años. Sus condiciones eran pobres, para decirlo con gentileza. Krúpskaya señala que vivían “en una vieja casa sucia, construida, creo, en el siglo XVI, y con un patio que apestaba”. Nota que, a fines de 1916, “habíamos reducido nuestros gastos de vida a un mínimo”. Los bolcheviques exiliados estaban plagados por la falta de recursos —un factor que, sin lugar a dudas, contribuyó a los problemas de salud de Lenin.

La respuesta de Lenin a la Revolución de Febrero surgió de la perspectiva internacionalista por la que había luchado a lo largo de su vida política, y especialmente después de la traición en agosto de 1914 de la Segunda Internacional, cuando la mayoría de sus partidos y líderes apoyaron a sus respectivas clases capitalistas en la Primera Guerra Mundial.

Incluso entre los marxistas que se opusieron a esta traición, Lenin estaba en una minoría.

La mayoría de los de la tendencia antibélica, conocida como la Internacional de Zimmerwald tras el pueblo donde se reunieron en 1915, abogaba por una política de presionar a los gobiernos de los países en guerra para que negociaran un acuerdo de paz.

Lenin insistió en que sólo la revolución socialista en toda Europa y en todo el mundo era capaz de asegurar una paz duradera y el futuro de la civilización. Todos los marxistas, los auténticos internacionalistas, tenían que dedicarse a desarrollar la lucha de clases en sus propios países y preparar las condiciones para derrocar a las clases gobernantes —la misma perspectiva revolucionaria que encapsuló con su eslogan “convertir la guerra imperialista en una guerra civil”.

La resolución que Lenin escribió para “La izquierda” en la conferencia antibélica de Zimmerwald en 1915 comenzaba así:

La guerra actual ha sido engendrada por el imperialismo. El capitalismo ya ha alcanzado su nivel más alto. Las fuerzas productivas de la sociedad han superado los límites estrechos de los Estados nacionales individuales... Todo el mundo se está fusionando en un solo organismo económico; se lo han repartido un puñado de grandes potencias. Las condiciones objetivas para el socialismo ya maduraron plenamente mientras que la guerra actual es una guerra de los capitalistas por privilegios y monopolios que podría retrasar la caída del capitalismo.

Finalmente, la resolución de La izquierda en Zimmerwald concluye:

La guerra imperialista está introduciendo la era de la revolución social. Todas las condiciones objetivas de los últimos tiempos han puesto al orden del día la lucha revolucionaria de los obreros. Haciendo uso de todos los medios legales de lucha de la clase obrera, es el deber de los socialistas subordinar todos y cada uno de estos medios a esta tarea de máxima inmediatez e importancia, el desarrollo de la conciencia revolucionaria de los trabajadores, movilizarlos como parte de la lucha revolucionaria internacional, promover y fomentar cualquier acción revolucionaria y hacer todo lo posible para convertir la guerra imperialista entre pueblos en una guerra civil de las clases oprimidas contra sus opresores, una guerra para expropiar a la clase capitalista, para conquistar el poder político a manos del proletariado y realizar el socialismo.[2]

Lenin insistió que esta perspectiva exigía el establecimiento de una Tercera Internacional, compuesta sólo por partidos comprometidos con la revolución socialista mundial. Fue particularmente sobre esta cuestión que Lenin no tenía el apoyo de la Internacional de Zimmerwald. La mayoría se aferraba a la posibilidad de que la Segunda Internacional pudiese ser traída del vuelta a las andanzas del marxismo.

Lenin estaba convencido de que las mismas contradicciones que habían llevado al imperialismo a una guerra mundial impulsarían a la clase obrera hacia luchas revolucionarias y que la tarea primordial de los marxistas era prepararse para ello. Sin embargo, no podía predecir cuándo ni dónde comenzaría la revolución.

De hecho, en enero de 1917, en un discurso pronunciado ante una audiencia de jóvenes marxistas en Zúrich, Lenin concluyó con estas palabras: “Nosotros de la generación anterior puede que no vivamos para ver las batallas decisivas de esta revolución futura”.[3]

Pocas semanas después, estalló la Revolución de Febrero y Lenin vivió para ver e incluso dirigir “las batallas decisivas de esta revolución futura”.

La cuestión central a la que se tuvieron que enfrentar Lenin y los otros exiliados revolucionarios en Suiza era cómo regresar a Rusia. Suiza es un país sin litoral. En ese momento, limitaba con Italia al sur, Francia al oeste, el Imperio austrohúngaro al este, y el Imperio alemán al norte. Rusia estaba en guerra con Austria y Alemania, y aliada con Francia. La clase gobernante francesa jamás iba a ayudarle a una figura de la lucha antibélica como Lenin a regresar a Rusia.

Pero el tiempo era esencial.

Como lo habían anticipado Lenin y los bolcheviques, y como León Trotsky lo había previsto con mayor claridad en su teoría de la revolución permanente, la clase obrera desempeñaría el papel principal de la revolución. A los trabajadores se les habían unido centenares de miles de soldados, quienes provenían en su mayoría de los sectores más pobres del vasto campesinado agrícola de Rusia.

La situación en Rusia era una de “poder dual”. El poder real, en el sentido del apoyo activo de las masas, lo tenían los sóviets, cuya autoridad la defendían los soldados armados y las milicias obreras. Sin embargo, los dirigentes mencheviques y socialrevolucionarios (SR) del Sóviet estaban conscientemente intentando transferir el poder al Gobierno Provisional establecido por los partidos burgueses, que representaban a la clase capitalista y mantenían fuertes vínculos con gran parte del aún intacto aparato estatal zarista.

Milicias obreras el primero de mayo de 1917, conmemorando el Día Internacional de los Trabajadores

Estos partidos insistían que Rusia debía permanecer en guerra contra Alemania y Austria-Hungría, y cumplir sus obligaciones con sus aliados imperialistas británicos y franceses. Exigieron que la discusión de otras cuestiones, incluso de cuándo elegir una Asamblea Constituyente para redactar una nueva constitución, se postergara hasta “una victoria” militar. Para ello, era necesario volver a poner a los soldados bajo disciplina militar y que los trabajadores armados le entregasen sus armas al Estado.

Sin embargo, la clase obrera estaba avanzando sus propias demandas. A través de sus acciones independientes, los trabajadores obligaron a los patrones capitalistas a concederles la jornada de ocho horas. Lograron establecer un cierto grado de control sobre algunas fábricas y lugares de trabajo. Demandaron controles de precios y otras medidas para aliviar sus condiciones. Por encima de todo, los trabajadores exigieron poner fin a la catastrófica guerra, cuyo saldo ya alcanzaba los 1,75 millones de soldados rusos muertos y millones más con traumas físicos y psicológicos.

Al igual que los trabajadores, los soldados también exigían paz. Como señala Trotsky en su Historia de la Revolución Rusa, los soldados campesinos habían llegado a la conclusión que una reforma agraria y libertades democráticas no les servirían muertos.

Los intereses de la clase obrera y de los soldados se reflejaron más claramente en las resoluciones de los sectores obreros y de soldados de influencia bolchevique, quienes les pedían a los sóviets tomar el poder en sus propias manos.

La cuestión de la guerra había alcanzado una importancia central rápidamente. Los líderes mencheviques del Sóviet, quienes se habían opuesto verbalmente a la participación rusa en la Primera Guerra Mundial, como Chjeídze y Tsereteli, junto con el líder socialrevolucionario, Aleksandr Kérenski, quien había aceptado ser ministro del Gobierno Provisional, insistían que la Revolución de Febrero y sus logros habían “transformado” el carácter del accionar militar de Rusia. Ya no era una guerra predatoria por parte de Rusia, sino una por la defensa de la “democracia” y la revolución ante el militarismo alemán y austrohúngaro —una justificación para la guerra conocida como “defensismo revolucionario”.

El “defensismo revolucionario” se dirigía objetivamente a completar la subordinación de las masas y los sóviets al Gobierno Provisional. Es innegable que influenció a miles de soldados campesinos, así como a capas más amplias, quienes apenas habían comenzado sus vidas políticas y tenían un nivel bajo de comprensión y conciencia política. Les pareció tener sentido que los logros de la revolución necesitaban ser defendidos de la agresión externa. Además, los soldados no estarían luchando por los objetivos predatorios del zar. Siendo necesario, lucharían por defender un gobierno que les prometió una reforma agraria, paz y democracia.

El 14 de marzo, el Comité Ejecutivo del Sóviet de Petrogrado controlado por los mencheviques y socialrevolucionarios adoptó un “manifiesto hacia el mundo”, declarando que Rusia quería la paz, pero que “defendería con firmeza nuestras propias libertades”. Llamó a los trabajadores alemanes y austriacos “a rehusarse a servir como instrumentos de conquista y expoliación en manos de reyes, terratenientes y banqueros”.

Como observaría Trotsky más tarde en su Historia de la Revolución Rusa, no se plantearon tales demandas para también repudiar las alianzas imperialistas rusas con Gran Bretaña y Francia, para que los trabajadores británicos y franceses se negaran a servir como “instrumentos de conquista” y, mucho menos, para que hubiese alguna oposición contra los terratenientes y banqueros de Rusia. Sin embargo, el manifiesto fue aprobado por unanimidad por el Sóviet de Petrogrado.

Decenas de delegados bolcheviques del sóviet votaron a favor de este manifiesto el 14 de marzo. Esto siguió una serie de casos en los que los comités bolcheviques se habían adaptado a las posiciones de los mencheviques y SRs, dando su “apoyo crítico” al nuevo Gobierno Provisional, llevándole la contraria a otras furiosas secciones del partido en bastiones obreros como el distrito Viborg de Petrogrado.

Lev Kámenev

Al día siguiente, el 15 de marzo, reflejando las inmensas presiones de clase dentro del partido, el líder bolchevique Lev Kámenev, quien había tomado junto a Iósif Stalin el control del diario del partido Pravda, escribió en un editorial: Mientras que no haya paz, el soldado “deberá permanecer firme en su puesto, contestando a las balas con las balas y a los obuses con los obuses”.[4]

Stalin escribió al día siguiente: “Nuestra consigna no debe ser un ¡Abajo con la guerra! sin contenido —que significaba la desorganización del ejército revolucionario y de un ejército que se estaba volviendo cada vez más revolucionario—. Nuestra consigna debe ser: ejercer presión sobre el Gobierno Provisional con el fin de obligarle, sin falta, abiertamente y ante los ojos de la democracia mundial, a tantear la disposición de los países beligerantes respecto a la posibilidad de entablar negociaciones inmediatamente… Entre tanto, todo el mundo debe permanecer en su puesto de combate”.[5]

La línea de Pravda fue opuesta por algunas secciones del Partido Bolchevique. Pero no hay duda de que se estaba desarrollando dentro de éste una tendencia hacia la aceptación del Gobierno Provisional, la deferencia al control menchevique y socialrevolucionario del Sóviet y hacia la obstrucción de la lucha independiente de la clase obrera.

La línea política expresada por Lenin en sus Cartas desde lejos —ningún apoyo al gobierno burgués, ningún cambio en la oposición del partido a la guerra y continuar la lucha por la toma del poder por los sóviets y la clase obrera— fue ignorada por los bolcheviques. Sólo una de sus cuatro cartas había sido publicada en Pravda, editada de manera sustancial, incluyendo la eliminación de una sección en la que Lenin denunciaba que aquel que apoyara al Gobierno Provisional “traiciona a los obreros, traiciona la causa del proletariado, la causa de la paz y de la libertad”.[6]

El argumento de Kámenev y Stalin era que dicho apoyo crítico al Gobierno Provisional era necesario para consolidar los logros de Febrero y sentar las mejores condiciones para que los bolcheviques pudiesen, en un futuro, luchar por el establecimiento de una “dictadura democrática del proletariado y los campesinos”, que “completaría” la revolución burguesa en Rusia.

Stalin en 1917

Según escribió Trotski: “La facción Kámenev-Stalin iba convirtiéndose cada vez más marcadamente en el ala izquierda de la ‘democracia revolucionaria’ y se plegaba a la mecánica de la ‘presión’ parlamentaria de entre bastidores sobre la burguesía…”.[7]

Para finales de marzo, ya iban avanzadas las discusiones a diferentes niveles sobre una reunificación de las tendencias bolchevique y menchevique, divididas por muchos años, con base en su apoyo mutuo, crítico o no, al Gobierno Provisional y al “defensismo revolucionario”.

Mientras que los partidos en el sóviet procuraban entregarle el poder al Gobierno Provisional, en el trasfondo, algunos elementos dentro de los partidos burgueses conspiraban con antiguos generales zaristas para reprimir sangrientamente a los trabajadores cuando la revolución estuviese lo suficientemente replegada.

Con cada compromiso por parte de los sóviets y, en particular, los bolcheviques, crecía el peligro de la contrarrevolución.

Lenin comprendía profundamente sus responsabilidades y el impacto que podían tener sus decisiones y acciones como líder político. Comprendió la urgencia de la situación. El Partido Bolchevique estaba siendo convertido en un sostén para la clase capitalista y la continuación de la guerra.

A pesar de sus años en el exilio, Lenin conocía la calidad de su partido y de sus miembros. Eran marxistas, políticamente conscientes y estaban comprometidos con la causa del socialismo. Habría esperado que las posiciones de Kámenev y Stalin encontraran alguna resistencia dentro del movimiento bolchevique y sus bases. En todo caso, los acontecimientos en Rusia avanzaban a una velocidad deslumbrante, el Partido Bolchevique estaba en crisis y su propia presencia en Petrogrado era crítica.

En una discusión entre los exiliados rusos en Zúrich el 19 de marzo, el líder menchevique, Julius Mártov, sugirió buscar un acuerdo con el gobierno alemán para que los dejasen atravesar Alemania. Podrían entonces cruzar el mar Báltico hasta Suecia, y llegar a Rusia vía Finlandia. A cambio —propuso Mártov— se comprometerían a solicitar la liberación de prisioneros de guerra alemanes al llegar a Rusia.

Lenin aceptó la idea. Consciente de que los chauvinistas rusos tratarían de difamar a cualquiera que regresara por Alemania por aceptar la ayuda del denominado “enemigo”. Por lo tanto, insistió en que los términos de su tránsito fuesen completamente transparentes y que no implicasen comprometer ningún principio revolucionario.

El marxista suizo, Fritz Platten, entabló la negociación con la embajada alemana en Zúrich.

Relata Krúpskaya que los términos fueron los siguientes:

* Que se les permitiese a los exiliados rusos pasar por Alemania sin importar su posición sobre la guerra.

* Que nadie podía entrar en los vagones del tren sin el permiso de Platten.

* Que no habría una inspección del equipaje de los exiliados ni de sus pasaportes.

* Que los exiliados se comprometían a exigir la liberación de un número correspondiente de internados alemanes y austriacos en Rusia.[8]

El llamado “tren sellado” dejó Zúrich el 27 de marzo, llevando a Lenin y a otros 29 exiliados, incluyendo a los bolcheviques Krúpskaya, Inessa Armand y Grigori Zinóviev.

Inessa Armand

El 31 de marzo, después de cruzar el Báltico, llegaron a Suecia. De allí, cruzaron a Finlandia y tomaron el tren para Petrogrado. Krúpskaya recordó que Lenin “preguntó si seríamos arrestados al llegar”. Sus compañeros, escribió, “sonrieron”.

Lenin llegó a la estación de Finlandia en Petrogrado en la tarde del 3 de abril de 1917.

Lejos de ser arrestado, fue recibido por miles de obreros y soldados que apoyaban a los bolcheviques, entregándole incluso un ramo de rosas. Recibió un saludo en nombre de los sóviets por parte del menchevique Aleksandr Chjeídze, quien le instó apoyar la línea conciliadora del Comité Ejecutivo del Sóviet.

Lenin, en cambio, hizo un apasionante llamado a librar la revolución socialista. En privado, criticó fuertemente a Kámenev por la línea política defensista y proguerra que estaba promoviendo a través de Pravda .

León Trotsky caracterizó lo que siguió como “El Rearmamento del Partido”.

Al día siguiente, el 4 de Abril, Lenin presentó sus “Tesis de Abril” ante una reunión de delegados bolcheviques del Sóviet de Trabajadores y Soldados de Petrogrado; y lo volvió a hacer frente a un combinado de delegados bolcheviques y mencheviques.

¿Qué decían sus Tesis de Abril? El documento constaba de diez puntos. Describían la actitud de Lenin hacia el Gobierno Provisional y la guerra, además de su evaluación sobre el significado histórico de los sóviets como una nueva y más alta forma de Estado. Explicaban las medidas económicas urgentes y objetivamente necesarias para encarar las condiciones sociales de la clase obrera y el campesinado en Rusia. Pedían cambiar el nombre del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia al Partido Comunista.

Por último, y quizá de mayor importancia, Lenin insistió en que los bolcheviques debían tomar la iniciativa y crear una nueva Internacional revolucionaria, no sólo en oposición a los partidos de la Segunda Internacional que habían traicionado al socialismo apoyando a sus respectivas burguesías en la guerra, sino contra todos los “centristas” que se negaron a romper con esos partidos.

Repasaré ahora las Tesis de Abril.[9]

Primer punto: Ningún cambio en la posición del partido hacia la guerra.

En nuestra actitud ante la guerra, que por parte de Rusia sigue siendo indiscutiblemente una guerra imperialista, de rapiña, también bajo el nuevo gobierno de Lvov y Cia., en virtud del carácter capitalista de este gobierno, es intolerable la más pequeña concesión al “defensismo revolucionario”....

Dada la indudable buena fe de grandes sectores de defensistas revolucionarios de filas, que aceptan la guerra sólo como una necesidad y no para fines de conquista, y dado su engaño por la burguesía, es preciso aclararles su error de un modo singularmente minucioso, paciente y perseverante, explicarles la ligazón indisoluble del capital con la guerra imperialista y demostrarles que sin derrocar el capital es imposible poner fin a la guerra con una paz verdaderamente democrática y no impuesta por la violencia.

El contraste que hace Lenin entre las ambiciones depredadoras de la burguesía y la “buena fe” de las masas que adoptan una posición defensista revolucionaria fue crítico. Al hacerlo, se basó en el legado del bolchevismo desde la época de la obra ¿Qué hacer? de Lenin y en el entendimiento de que la conciencia socialista debía ser introducida en la clase obrera en contra de su conciencia espontánea burguesa.

Lenin y los bolcheviques siempre insistieron en que, bajo todas las condiciones, el partido marxista tiene que oponerse a la conciencia burguesa de la clase obrera, “explicarle pacientemente” para convencerla y ganarla al punto de vista socialista. Bajo una mayor presión para dejarse persuadir por los sentimientos predominantes, fue crítico recapitular este entendimiento entre los trabajadores políticamente avanzados, quienes por varias décadas habían sido educados e influenciados por los bolcheviques.

Lo que Lenin les estaba recalcando a los cuadros bolcheviques era que no importaba si el partido representaba una minoría en la actualidad. La tarea era decir la verdad. La lógica de la lucha de clases llevaría a Kérenski y a los mencheviques a exponer su carácter contrarrevolucionario. Al llegar el momento crítico, la intersección entre el programa del partido y la evolución objetiva de los acontecimientos les permitiría a los bolcheviques conquistar al grueso de la clase trabajadora a la perspectiva de la revolución socialista.

Segundo punto: La adopción por Lenin de la teoría de la “revolución permanente” o “ininterrumpida”, asociados sobre todo con León Trotsky.

La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el Poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el Poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.

Lenin había discutido, en contra de Trotsky, que el atraso económico y social de Rusia era una barrera objetiva para que la clase obrera estableciera un gobierno obrero —la dictadura del proletariado. Las masas rusas, el vasto campesinado rural, era una clase pequeñoburguesa cuyas ambiciones se limitaban a la reforma agraria y a los derechos democráticos. No tenían ningún interés de clase esencial en luchar por el socialismo.

Por lo tanto, Lenin teorizó que en Rusia se establecería un tipo de régimen intermediario —una “dictadura democrática del proletariado y los campesinos”— en el que el movimiento socialista obrero tendría que formar una alianza con los sectores más radicales de los partidos campesinos para implementar en la mayor medida posible la reforma agraria y la expansión de la democracia. Esto estimularía un rápido desarrollo económico en el país, el crecimiento de la clase obrera en sí y crearía mejores condiciones para la futura implementación de medidas socialistas.

Lo que no había sido respondido por Lenin era cuál clase y, por lo tanto, cuáles intereses, dominarían dicha “dictadura democrática” y, además, cómo respondería ante la inevitable erupción de conflictos entre la clase capitalista y los trabajadores.

En abril de 1917, Lenin se pronunció claramente a favor del establecimiento de un Estado obrero, que se ganaría la lealtad de la mayoría del campesinado mediante la implementación más completa posible de la reforma agraria y una democracia.

Rusia, aislada, se caracterizaba ciertamente por un atraso económico y social. Pero, a escala mundial, como Lenin lo había evaluado, la guerra imperialista significaba que las condiciones objetivas para el socialismo —una economía mundial integrada— ya habían madurado plenamente. La tarea de la clase trabajadora en Rusia era aprovechar esa ventana que se les había abierto para tomar el poder y utilizarlo para hacer avanzar la causa de la revolución mundial. Como resultado, el desarrollo de Rusia formaría parte del desarrollo de la planificación socialista internacional.

En los debates dentro del Partido Bolchevique, Lenin fue legítimamente acusado de “trotskismo” por esta posición. En lo esencial, la línea de las Tesis de Abril se alineaba con la teoría de la revolución permanente de Trotsky.

Tercer punto: Ningún apoyo al Gobierno Provisional. En una reprimenda condenatoria tanto para la dirección de los sóviets como para la facción Kámenev-Stalin del Partido Bolchevique, las Tesis de Abril declaran sin rodeos:

Ningún apoyo al Gobierno Provisional; explicar la completa falsedad de todas sus promesas, sobre todo de la renuncia a las anexiones.

Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de propugnar la inadmisible e ilusoria “exigencia” de que deje de ser imperialista.

Cuarto punto: Una evaluación objetiva del equilibrio de fuerzas y la importancia de los sóviets.

Reconocer que, en la mayor parte de los Soviets de diputados obreros, nuestro Partido está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos pequeñoburgueses y oportunistas —sometidos a la influencia de la burguesía y que llevan dicha influencia al seno del proletariado—, desde los socialistas populares y los socialrevolucionarios hasta el Comité de Organización (Chjeídze, Tsereteli, etc.), Steklov, etc., etc.

Explicar a las masas que los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas.

Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo la necesidad de que todo el Poder del Estado pase a los Soviets de diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores.

En una organización en la que comenzaba a prevalecer la posición de que había que darle un apoyo crítico al Gobierno Provisional porque aún no existían las condiciones para establecer una “dictadura democrática del proletariado y los campesinos”, estas declaraciones de Lenin tuvieron, como el profesor Alexander Rabinowitch escribió, “un efecto explosivo”.

Lenin no sólo avanzó que el poder debía pasar a manos de los sóviets, sino que la lucha por el poder soviético sólo podía ser desarrollada por los mismos bolcheviques como parte de una lucha contra todas las otras tendencias políticas.

Quinto punto: El sóviet como forma superior del Estado.

Dejando claro que Lenin estaba defendiendo el derrocamiento del Estado capitalista y el establecimiento de una nueva forma superior de poder estatal, la dictadura del proletariado dirigiendo tras ella a los sectores más pobres del campesinado, el quinto punto de las Tesis de Abril declara:

No una república parlamentaria —volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás—, sino una República de los Soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba.

Supresión de la policía, del ejército y de la burocracia.

La remuneración de los funcionarios, todos ellos elegibles y amovibles en cualquier momento, no deberá exceder del salario medio de un obrero calificado.

El resto de puntos detallan la aplicación más radical posible de la reforma agraria, a expensas de los grandes terratenientes, para así ganar el apoyo del campesinado, además del control a manos de la clase obrera del sector financiero, industrial y de distribución a través de sus soviets. A expensas de la clase capitalista.

El sexto punto pide la nacionalización de la tierra y la expropiación de las grandes haciendas de los terratenientes, para satisfacer las aspiraciones y exigencias del campesino.

El sétimo punto llama a fusionar todos los bancos en un solo banco nacional controlado por los sóviets.

En el octavo punto, pide traer bajo control de los trabajadores toda la producción y distribución.

El noveno punto aboga por un Congreso del partido para alinear su programa con la lucha por el poder soviético y por cambiar el nombre del partido del Partido Obrero Socialdemócrata al Partido Comunista.

Décimo punto: Una nueva Internacional.

Declaró simplemente: “Iniciativa de construir una Internacional revolucionaria, una Internacional contra los socialchovinistas y contra el ‘centro’”.

Lenin definió el “centro” como la “tendencia” de la Segunda Internacional “que fluctúa entre los chovinistas (= 'defensistas') y los internacionalistas”. Nombró entre sus exponentes a Kautsky y compañía en Alemania, a Longuet y compañía en Francia, a Turati y compañía en Italia, a MacDonald y compañía en Gran Bretaña, y más explosivamente a Chjeídze y compañía en Rusia —es decir, a los mencheviques, con quienes ya emprendían negociaciones los comités bolcheviques y con quienes, pocos días antes, Stalin abogaba reagruparse.

La impresión de los bolcheviques al oír las Tesis de Abril palideció ante la reacción de los diputados mencheviques del Sóviet. Como lo recordaría el menchevique Sujánov, el informe de Lenin fue etiquetado como “anarquismo primitivo” y “el delirio de un loco”. El líder menchevique Skóbelev declaró que Lenin era un “desfasado que está fuera de las filas del movimiento”.[10]

Lenin no recibió un apoyo inmediato de la dirección del Partido Bolchevique, pero ciertamente no era ningún “desfasado”. Su intervención en la situación política tuvo un impacto decisivo.

El 6 de abril, tanto Kámenev como Stalin se opusieron a Lenin en una reunión del Comité Central bolchevique.

El 7 de abril, las Tesis fueron publicadas por Pravda, aunque con el descargo de responsabilidad de que sólo representaban las opiniones de Lenin.

No obstante, ya estaban en marcha intensos debates y realineamientos dentro del partido.

El mismo día, el 7 de abril, once delegados bolcheviques y tres otros en el Comité Ejecutivo del Sóviet cambiaron su posición de “apoyo crítico” al Gobierno Provisional y votaron “No” contra una resolución de la mayoría menchevique/SR que daba el aval del Sóviet a un “préstamo de libertad” para financiar la continuación de la guerra.

El 8 de abril, Kámenev, en nombre de los editores de Pravda, intentó desafiar las Tesis de Abril de la siguiente manera:

“En lo que respecta al esquema general del camarada Lenin nos parece inaceptable, ya que arranca del reconocimiento de que la revolución democrática ha terminado y confía en la transformación inmediata de esta revolución en socialista…”.[11]

Entre el 8 y el 13 de abril, Lenin escribió sus Cartas sobre tácticas como respuesta a la posición de Kámenev. Fueron circuladas entre los dirigentes bolcheviques en Petrogrado y publicadas en un folleto antes de la conferencia del partido celebrada del 24 al 29 de abril.

En Cartas sobre tácticas, Lenin se enfoca en el cabio que significaron las Tesis de Abril de la perspectiva bolchevique anterior de una “dictadura democrática del proletariado y el campesinos” que defendían Kámenev y otros miembros del partido.

La Revolución de Febrero —insistía Lenin— efectuó el traspaso de poder estatal a manos de la burguesía, en forma del Gobierno Provisional. Hasta este punto, escribió contra Kámenev, la revolución democrática-burguesa “ha terminado”.

Contra los argumentos mecánicos de que el Partido Bolchevique siempre había insistido en que la revolución democrática-burguesa sólo se podía realizar a través de una “dictadura democrática”, Lenin respondió:

Contesto: las consignas y las ideas bolcheviques, en general, han sido plenamente confirmadas por la historia, pero concretamente, las cosas han resultado de otro modo de lo que podía (quienquiera que fuese) esperar, de un modo más original, más peculiar, más variado.

Desconocer, olvidar este hecho, significaría semejarse a aquellos “viejos bolcheviques”, que ya más de una vez desempeñaron un triste papel en la historia de nuestro partido, repitiendo una fórmula tontamente aprendida, en vez de dedicarse al estudio de las nuevas peculiaridades de la nueva y viva realidad.

“La dictadura democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos” ya se ha realizado en la revolución rusa en cierta forma y hasta cierto grado, puesto que esta “fórmula” sólo prevé una correlación de clases y no una institución política concreta llamada a realizar esta correlación, esta colaboración. El “Soviet de diputados obreros y soldados” es ya la realización, impuesta por la vida, de la “dictadura democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos”.

Esta fórmula ha caducado ya. La vida la ha trasladado del reino de las fórmulas al reino de la realidad, haciéndola de carne y hueso, concretándola y, con ello, transformándola.”[12]

Subrayando la insistencia de las Tesis en qué la próxima etapa de la revolución sería la lucha por “poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado”, Lenin escribió sin rodeos:

Quien ahora hable solamente de la “dictadura democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos”, se ha rezagado de la realidad y, por esta razón se ha pasado de hecho a la pequeña burguesía contra la lucha proletaria de clase y hay que mandarlo al archivo de las curiosidades “bolcheviques” prerrevolucionarias (al archivo que podríamos llamar “de los viejos bolcheviques”).[13]

Lenin, en este documento y otros, explicó claramente a qué se refería con la “dictadura democrática” realizada “en cierta forma y hasta cierto grado” en los sóviets.

La burguesía liberal no tuvo un papel significativo en la Revolución de Febrero. Fue iniciada y dirigida por la clase obrera. Sin embargo, su victoria dependió de poder ganar a su lado a las masas campesinas, algo que no fue expresado en forma de levantamientos en el campo, sino de motines contra la autocracia zarista por cientos de miles de soldados que habían sido reclutados del campesinado y lanzados a la guerra imperialista. Ellos se orientaron hacia los sóviets para que les entregasen la paz.

La cúpula del Sóviet se negaba a ejercer el poder que la clase obrera y las masas de los soldados campesinos habían puesto en sus manos. En cambio, como escribió Lenin, “ voluntariamente entre el poder a la burguesía, convirtiéndose voluntariamente en apéndice suyo”, a través de su apoyo al Gobierno Provisional.

Los bolcheviques tuvieron que explicarle pacientemente a la clase obrera que sólo llevando a la revolución a su necesaria “segunda etapa”, la asunción de los sóviets al poder estatal pleno, era posible avanzar sus intereses de clase.

“Los Soviets de diputados y obreros —escribió Lenin— decidirán mejor, de manera más práctica y con mayor acierto qué pasos hay que dar hacia el socialismo y cómo darlos. El control del banco, la fusión de todos los bancos en uno solo no es todavía el socialismo, pero es un paso hacia el socialismo… ¿Y qué es lo que obliga a dar tales pasos? El hambre. El desbarajuste de la economía. La bancarrota amenazante. Los horrores de la guerra. Los horrores de las heridas causadas por la guerra a la humanidad”.[14]

El 10 de abril, Lenin envió para publicación su Proyecto de plataforma para la Conferencia Bolchevique, bajo el título Las tareas del proletariado en nuestra revolución. No se publicó hasta septiembre, pero, al igual que sus Cartas, fue circulado dentro del partido y, como observaría más tarde Lenin, “un lector atento notará con facilidad que mi folleto es, en muchos casos, el anteproyecto de las resoluciones” de la conferencia.

La serie de artículos y comentarios que escribió antes de la conferencia, registra bien cómo argumentó acorde con las Tesis de Abril.

Quiero pasar a la última sección de mi conferencia sobre los dos temas más críticos de las Tesis de Abril, que fueron elaborados con cierto detalle por el mismo Lenin tanto en sus Cartas sobre tácticas como en Las tareas del proletariado en nuestra revolución .

Estos eran, en primer lugar, la importancia de los sóviets y, en segundo lugar, la necesidad de establecer una Tercera Internacional nueva que condujera políticamente la lucha por la revolución socialista mundial.

Lenin evaluó a los sóviets dentro de la herencia de los escritos de Karl Marx y Frederick Engels sobre la importancia histórica y mundial de la Comuna de París, a través de la cual, durante dos breves meses de 1871, las masas populares de la ciudad tuvieron el poder político contra la burguesía francesa.

Los fundadores del socialismo científico, criticando sus logros y las lecciones de sus errores, evaluaron a la Comuna como el primer ejemplo de la nueva forma estatal que defendería el poder político de la clase trabajadora ante los intentos de restablecer las relaciones burguesas. Esta forma de Comuna iba a ser la que presidiría la transición a una sociedad sin clases en la que no habría necesidad de un Estado. Es decir, fue la primera “dictadura del proletariado”.

En Las tareas del proletariado en nuestra revolución, Lenin insiste que, “El marxismo se distingue del anarquismo en que reconoce la necesidad del Estado y del poder estatal durante el período revolucionario, en general, y en la época del tránsito del capitalismo al socialismo, en particular”.

“La revolución rusa comenzó a crear, primero en 1905, y luego en 1917”, escribió Lenin, “un Estado del tipo de la Comuna de París.”[15]

La cuestión para el Partido Bolchevique era hacer consciente a la clase obrera de que los sóviets que había formado constituían precisamente la nueva forma de Estado, una más elevada, que necesitaban para alcanzar el socialismo. Sólo los sóviets podían asegurar el desmantelamiento de la vieja burocracia estatal, impedir el restablecimiento de la policía, abolir el aparato militar y reorganizar la vida económica en interés de la mayoría mediante el establecimiento de la propiedad pública de los medios de producción.

En palabras que resonarán con millones de trabajadores en todo el mundo hoy, quienes se enfrentan a democracias parlamentarias que están tanteando con girar a formas de gobierno militares o fascistas y fortaleciendo sus aparatos militares, policiales y de inteligencia, Lenin escribió:

De la república parlamentaria burguesa es muy fácil volver a la monarquía (la historia lo demuestra), ya que queda intacta toda la máquina de opresión: el ejército, la policía y la burocracia. La Comuna y los Soviets de diputados obreros, soldados, campesinos, etc., destruyen y eliminan esa máquina.

La república parlamentaria burguesa dificulta y ahoga la vida política independiente de las masas, su participación directa en la edificación democrática de todo el Estado, de abajo arriba. Los Soviets de diputados obreros y soldados hacen lo contrario.[16]

En los meses siguientes, Lenin dedicaría gran parte de su tiempo a escribir su monumental obra El Estado y la Revolución, repasando y elaborando la cuestión de un Estado obrero.

Tras haber completado la primera etapa de la revolución y creado los sóviets, la clase obrera, insistió Lenin, no podía permitirle a la burguesía tomar el poder. Su tarea era continuar la revolución.

Esta necesidad no sólo de las condiciones rusas, sino sobre todo de las condiciones mundiales.

En un resumen conciso de la adopción de Lenin de la revolución permanente, su Proyecto de plataforma del Partido Bolchevique declaró:

La guerra es el producto de medio siglo de desarrollo del capital mundial, de sus miles de millones de hilos y vínculos. Es imposible salir de la guerra imperialista, es imposible conseguir una paz democrática, una paz no impuesta por la violencia, sin derribar el poder del capital y sin que el poder del Estado pase a manos de otra clase, del proletariado.

Con la revolución rusa de febrero-marzo de 1917, la guerra imperialista comenzó a transformarse en guerra civil. Esta revolución ha dado el primer paso hacia el cese de la guerra. Pero sólo un segundo paso puede asegurar ese cese, a saber: el paso del poder del Estado a manos del proletariado. Eso será el comienzo de la “ruptura del frente” en todo el mundo, del frente de los intereses del capital; y sólo rompiendo ese frente, puede el proletariado redimir a la humanidad de los horrores de la guerra y asegurarle el bien de una paz duradera.

La revolución rusa, al crear los Soviets de diputados obreros, ha llevado ya el proletariado de Rusia hasta el umbral de esa “ruptura del frente” del capital.[17]

El contenido internacional de la Revolución Rusa y “los deberes internacionales de la clase obrera de Rusia”, como escribió Lenin, estaban al centro de su insistencia en que los bolcheviques, renombrándose Partido Comunista, fundaran inmediatamente una Tercera Internacional.

Lenin denunció mordazmente la tendencia centrista internacional, la cual pretendía estar en contra de la traición de la Segunda Internacional pero, al mismo tiempo, promovía la concepción de que era posible lograr la paz presionando a la burguesía imperialista, negándose a romper abiertamente con quienes habían apoyado a sus burguesías en la guerra, a quienes Lenin calificaba de socialchovinistas.

El “centro”, escribió en el Proyecto de plataforma, “no está convencido de la necesidad de una revolución contra sus propios gobiernos, no propaga esa necesidad, no sostiene una lucha revolucionaria abnegada....”.

Eran “revolucionarios de palabra y reformistas de hecho” y “internacionalistas de palabras, pero, de hecho, auxiliares del socialchovinismo”.

La única tendencia que representaba el internacionalismo y la clase obrera, declaró Lenin, era la de aquellos que se adhirieron a las posiciones defendidas por la minoría de izquierda en la conferencia contra la guerra de Zimmerwald en 1915.

La discusión que siguió a las Tesis de Abril es una clara refutación a la postura antimarxista de que la dictadura burocrática del régimen estalinista emergió orgánicamente del bolchevismo. Lenin no convenció al Partido Bolchevique, ni mucho menos a los millones de trabajadores, por medios burocráticos. Ni siquiera tenía un aparato ni medios de intimidación a su disposición. Los convenció con sus ideas.

La absurda concepción de que el Partido Bolchevique era una máquina política monolítica e inconsciente dominada por Lenin es refutada de forma clara por el resultado de la Conferencia Bolchevique del 24 al 29 de abril. Alrededor de 150 delegados de toda Rusia se reunieron. Según las cifras citadas por Trotsky en La Historia de la Revolución Rusa, representaban a 79.000 miembros del partido — trabajadores, soldados, campesinos, así como intelectuales, profesionales y artistas—. Algunos habían sido revolucionarios por muchos años, pero la mayoría sólo se había unido al partido en los años o incluso meses previos.

Las decenas de miles de miembros bolcheviques representaban colectivamente la vanguardia de la clase obrera, una capa avanzada imbuida de conciencia socialista.

La actitud de las Tesis de Abril hacia el Gobierno Provisional, la actitud hacia la guerra y la perspectiva de que los sóviets tomaran el poder recibieron un claro apoyo mayoritario en la Conferencia Bolchevique de abril. Sin embargo, una resolución que contenía el llamamiento de Lenin para fundar inmediatamente una Tercera Internacional fue derrotada. Se necesitarían varios meses más de discusión antes de que se llegara a un acuerdo sobre la necesidad de romper, no sólo con los mencheviques en Rusia, sino con sus contrapartes centristas a nivel internacional.

A partir de dicha conferencia, los delegados regresaron a sus áreas y lucharon por la línea de “Todo el poder a los sóviets”.

En 1940, reflexionando sobre la compleja relación entre la clase obrera, el partido revolucionario y el liderazgo del movimiento revolucionario, Trotsky escribió lo siguiente:

Un factor colosal de la madurez del proletariado ruso, en febrero de 1917, era Lenin. No había caído del cielo. Encarnaba la tradición revolucionaria de la clase obrera. Ya que, para que las consignas de Lenin encontrasen el camino de las masas, era necesario que existiesen cuadros, por muy débiles que éstos fueran en principio, era necesario que estos cuadros tuviesen confianza en su dirección, una confianza fundada en la experiencia del pasado. Rechazar estos elementos de sus cálculos, es simplemente ignorar la revolución viva, sustituirla por una abstracción, “la relación de fuerzas”, ya que el desarrollo de las fuerzas no cesa de modificarse rápidamente bajo el impacto de los cambios de la conciencia del proletariado, de tal manera que las capas avanzadas atraen a las más atrasadas, y la clase adquiere confianza en sus propias fuerzas. El principal elemento, vital, de este proceso es el partido, de la misma forma que el elemento principal y vital del partido es su dirección. El papel y la responsabilidad de la dirección en una época revolucionaria son de una importancia colosal.[18]

En el mismo documento, Trotsky también señaló:

La llegada de Lenin a Petrogrado, el 3 de abril de 1917, ha hecho girar a tiempo al partido bolchevique y le ha permitido llevar la revolución a la victoria. Nuestros sabios podrían decir, que si Lenin hubiese muerto en el extranjero a principios de 1917, la revolución de Octubre hubiese ocurrido “de la misma forma”. Pero no es cierto. Lenin constituía uno de los elementos vivos del proceso histórico. Encarnaba la experiencia y la perspicacia de la parte más activa del proletariado. Su aparición en el momento preciso en el terreno de la revolución era necesaria a fin de movilizar a la vanguardia y de ofrecerle la posibilidad de conquistar a la clase obrera y a las masas campesinas. En los momentos cruciales de los giros históricos, la dirección política puede convertirse en un factor tan decisivo como el de un comandante en jefe en los momentos críticos de la guerra. La histórica no es un proceso automático. Si no, ¿para qué los dirigentes? ¿para qué los partidos? ¿para qué los programas? ¿para qué las luchas teóricas?[19]

Las preguntas de Trotsky, ¿para qué los dirigentes?, ¿para qué los partidos?, ¿para qué los programas?, ¿para qué las luchas teóricas?, sin duda quedaron resaltadas por el que quizás fue el mayor efecto que tuvieron las Tesis de Abril. Fue este documento el que, después de catorce años de diferencias políticas, unió a Vladímir Lenin y León Trotsky.

Trotsky, en abril de 1917, fue detenido por el imperialismo británico en Canadá para impedir que regresara a Rusia desde su exilio forzado en Nueva York. Debido en gran parte a las demandas incesantes de la clase obrera y los bolcheviques en Petrogrado, el ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Provisional, Miliukov, renuentemente le hizo la petición a Gran Bretaña de dejar libre a Trotsky.

Trotsky fue liberado de la detención británica y abordó un barco en rumbo a Europa el 16 de abril de 1917.

A lo largo de todos los acontecimientos de abril que he repasado, Trotsky estuvo o detenido en un campo de prisioneros o incomunicado en alta mar. Finalmente, llegó a Rusia el 4 de mayo, calendario juliano. No había leído ni las Tesis de Abril ni cualquier otro de los documentos subsiguientes.

Más tarde, Trotsky escribiría en su biografía de Lenin:

El segundo o tercer día después de mi llegada a Petersburgo [Petrogrado], me familiaricé con las Tesis de Abril de Lenin. Era exactamente lo que la revolución necesitaba...

La primera reunión [entre Lenin y Trotsky] tuvo que ser el 5 o 6 de mayo. Le dije a Lenin que no me separaba nada de sus Tesis de Abril ni de todo el curso de acción del partido desde su llegada...”.[20]

Trotsky relata que la discusión que siguió se centró únicamente en la cuestión táctica de cuándo se uniría abiertamente a los bolcheviques. Un conjunto de importantes revolucionarios y alrededor de tres mil trabajadores pertenecían a los Comités Interdistritales. Se oponían a la mayoría menchevique, pero no apoyaban a los bolcheviques, en gran parte por estar de acuerdo con la teoría de la revolución permanente de Trotsky y sus críticas de la perspectiva bolchevique de una “dictadura democrática del proletariado y los campesinos”.

Trotsky creía que estaba bien posicionado para convencer a la mayoría de los Comités Interdistritales a también unirse al Partido Bolchevique. Y eso fue lo que ocurrió. Se fusionaron formalmente con los bolcheviques en agosto de 1917.

Reforzado políticamente bajo el liderazgo, sobre todo, de Lenin y Trotsky, el partido se ganó la lealtad de la abrumadora mayoría de la clase obrera rusa, la cual, apoyada por una vasta masa de soldados y campesinos, estableció el primer Estado obrero explícitamente basándose en la perspectiva de que la Revolución Rusa sería la punta de lanza para la revolución socialista mundial.

La alianza entre Lenin y Trotsky debe figurar entre los acontecimientos más importantes de la historia moderna. Contiene dos elementos críticos que deben ser entendidos por todos los revolucionarios de hoy.

Requirió que Lenin rearmara al partido con la perspectiva de la revolución socialista mundial. Si los bolcheviques hubiesen rechazado las Tesis de Abril y seguido la línea de Kámenev-Stalin de “apoyo crítico” para el Gobierno Provisional y la guerra, Trotsky no se habría unido a ellos.

Sin embargo, esta unidad se basó de igual forma en el reconocimiento de Trotsky del carácter perspicaz que tenía la insistencia de Lenin en que no podía haber compromiso alguno con el oportunismo. La generación actual de revolucionarios tiene que asimilar esto, sobre todo lo demás.

Desde la Conferencia de Zimmerwald de 1915, Lenin había particularizado a Trotsky como uno de esos “centristas” que, a pesar de oponerse profundamente a la traición de la Segunda Internacional y luchar por un programa revolucionario contra la guerra, no había llamado explícitamente a romper con ellos y establecer una Tercera Internacional nueva.

Lenin había insistido desde 1903, en oposición a Trotsky, en que la demarcación completa de todas las tendencias oportunistas, es decir, tendencias burguesas, era esencial para el desarrollo de una conciencia independiente, revolucionaria y socialista en la clase obrera. Fue precisamente la guerra la que convenció a Trotsky a adoptar este punto de vista, al igual que Lenin fue convencido sobre los preceptos esenciales de la revolución permanente.

La transformación del “centro” menchevique en Rusia y de agrupaciones similares en Estados Unidos y Europa Occidental en tendencias abiertamente burguesas, proimperialistas y proguerra le aclaró a Trotsky el significado completo de los esfuerzos de Lenin desde 1903 para romper totalmente con los mencheviques.

Lenin declararía unos meses más tarde que, después de que Trotsky rechazara cualquier posibilidad de reunificarse con los mencheviques tras su regreso a Rusia y aceptara la necesidad de una Tercera Internacional, “no había un mejor bolchevique”.[21]

Por catorce años, Lenin y Trotsky lucharon una batalla teórica. En 1917, llegaron al mismo entendimiento sobre la perspectiva política y naturaleza del partido necesarias para llevar a la clase obrera rusa a tomar el poder en sus propias manos y servir de ejemplo para clase obrera del resto del mundo.

Esa es la razón por la que la Revolución Rusa de 1917 sigue siendo la primera y única revolución socialista exitosa.

Ningún otro intento de la clase obrera para tomar el poder ha sido preparado o desarrollado de una manera comparable, sobre todo debido al papel políticamente criminal del aparato estalinista que usurpó el poder de la clase obrera durante los años veinte y exterminó a un gran número de intelectuales y obreros bolcheviques que habían sido educados políticamente en los años treinta.

La lección de la Revolución Rusa es la siguiente: En todos los países, la clase obrera necesita una sección de un partido mundial que se base en la teoría de la revolución permanente y la perspectiva de la revolución socialista mundial y que lleve a cabo una lucha implacable para demarcar y diferenciarse de todas las tendencias burguesas y antimarxistas.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional es ese partido mundial, y sólo él está preparando a la clase obrera para las revoluciones del siglo XXI.

Gracias.

Notas:

[1] N. Krupskaya, Reminiscences of Lenin, 1933, en el capítulo “Last Months in Emigration”, MIA. [Nuestra traducción al español]

[2] V.I. Lenin, The Draft Resolution of the Left Wing at Zimmerwald, 1915, MIA. [Nuestra traducción al español]

[3] V.I. Lenin, Lecture on the 1905 Revolution, enero de 1917, MIA. [Nuestra traducción al español]

[4] Citado en León Trotsky, La Historia de la Revolución Rusa en el capítulo “Los bolcheviques y Lenin”, MIA.

[5] Ibid .

[6] V.I. Lenin, 7 de marzo, 1917. Obras Escogidas, Tomo II. Moscú: El Progreso, 1961.

[7] León Trotsky, La Historia de la Revolución Rusa en el capítulo “Los bolcheviques y Lenin”, MIA.

[8] N. Krúpskaya, Reminiscences of Lenin, 1933, en el capítulo “Last Months in Emigration”, MIA. [Nuestra traducción al español]

[9] Todas las citas son de V.I. Lenin, 1917, “Las tareas del proletariado en la presente revolución” conocida como “Las Tesis de Abril”, Obras Escogidas, Tomo II. Moscú: El Progreso, 1961.

[10] Citado en Alexander Rabinowitch, Prelude to Revolution, Indiana University Press, pg. 40. [Nuestra traducción al español]

[11] Citado en V.I. Lenin, 1917, Cartas sobre Tácticas en Obras, Tomo VI. Moscú: El Progreso, 1973.

[12] V.I. Lenin, 1917, Cartas sobre Tácticas en Obras, Tomo VI. Moscú: El Progreso, 1973.

[13] Ibid .

[14] Ibid.

[15] V.I. Lenin, 1917, Las tareas del proletariado en nuestra revolución en Obras, Tomo VI. Moscú: El Progreso, 1973.

[16] Ibid.

[17] Ibid.

[18] León Trotsky, 1940. Clase, partido y dirección. CEIP.

[19] Ibid.

[20] León Trotsky, 1925, Lenin, en el capítulo “Before the October Revolution”. MIA. [Nuestra traducción al español]

[21] De las minutas de la “Sesión del Comité de Petesburgo del DLPR (bolcheviques), 1 de noviembre, 1917” publicado en León Trotsky, Stalin’s School of Falsification, 1937, en el capítulo “The Lost Document”, MIA. [Nuestra traducción al español]

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