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Cuestiones de clase:

Puerto Rico más de cien días después del huracán María

Ya han pasado cien días desde que el Huracán María azotó a Puerto Rico. Fue la más poderosa tormenta que pasó sobre la isla en más de un siglo. El desmoronamiento de este territorio colonial de EUA ejemplifica la actitud de indiferencia y total desprecio de la clase de poder tanto hacia la juventud y el proletariado puertorriqueño como hacia los de Estados Unidos.

Han sido afectados cada uno de los elementos de vida de los puertorriqueños. La crisis de la luz, el “apagón”, es el más largo y más extenso en la historia de EUA. Todavía abundan los cables caídos en las calles, desde Aguadilla hasta San Juan; escombros y alambres obstaculizan el paso. Sólo el cincuenta y cinco por ciento de la isla cuenta con electricidad; aun siguen ocurriendo apagones en las zonas “recuperadas”, dada la inestabilidad de la red de energía.

Sin luz cientos de miles de gente lucha para sobrevivir sin necesidades esenciales, como agua corriente, refrigeración, máquinas de lavar, hornos e Internet. Es difícil de creer que, en el año 2018, en un territorio que pertenece al país capitalista más rico del mundo, se vendan tablas de lavar las tiendas de abarrotes.

Miles de negocios siguen cerrados. Mucho nunca abrirán. La expectativa es que la actual tasa de desempleo de 10,8 por ciento, ciento dieciocho mil personas paradas, detonará, dados el cierre de tantos negocios y las consecuencias de la reciente ley tributaria.

Con excepción de las prósperas zonas turísticas, hay basura por todas partes. El huracán causó daños que crearon 4,8 millones de metros cúbicos de basura y escombros, lo suficiente como para llenar 43 estadios de fútbol, cada uno con una pila de 8 pisos, excediendo por mucho la capacidad de los basureros de la isla, que ya estaban sobre sus límites antes del huracán.

El huracán destrozó 250 mil moradas. Los doscientos mil que emigraron de la isla, con poco más de lo que tenían puesto, han dejado abandonados miles de viviendas y automóviles. Se anticipa que viene una avalancha de desalojos en pocos meses.

Se cree que otros trescientos mil también se irán, con inmensas consecuencias en la isla y en el territorio estadounidense. Madres a punto de dar a luz en Puerto Rico se encuentran con una escasez de médicos parteros; mientras que en el territorio estadounidense, las escuelas donde han llegado muchos refugiados están agotando recursos para acomodar a los nuevos alumnos.

Como ha ocurrido con todos los desastres naturales en EUA, desde Katrina en 2005 hasta la sarta de huracanes del 2017, la Federal Emergency Management Agency (FEMA), encargada de estas emergencias sociales, ha sido totalmente incapaz del más mínimo auxilio. Hubo semanas de restricciones legales, teniendo que ver con el estatus colonial de puerto rico, antes que llegara comida y agua de FEMA para las víctimas de María; la distribución de víveres fue desastrosa. Un equipo del WSWS descubrió que casi todos en esta isla han sufrido en carne propia los fracasos de FEMA. Una trabajadora de Bayamón cuenta que primeros auxilios tardaron más de treinta días en llegar a su ciudad. Una mesera en San Juan recuerda estar en colas de quinientas personas todas las noches para recibir pequeños paquetes de comida; sin que hubiera suficiente para todos.

En medio de este desmoronamiento, FEMA firma para proveer toldos para los damnificados un contrató de treinta millones con una nueva empresa de Florida. Esos toldos de inmediato se convierten en mercaderías de mucho valor por toda la isla; son la única protección para los cientos de miles cuyas viviendas quedaron sin techo durante la tormenta.

Esa empresa, Bronze Star LLC, nunca envía esas urgentemente necesarias mercaderías, que aun hoy son de gran necesidad en la isla.

La total ausencia de planificación ante el huracán y la falta de reacción al desmoronamiento de parte de los gobiernos locales y federal acarrea consecuencias fatales. Cientos de personas mueran innecesariamente en las semanas que siguieron al huracán, quizás miles, en hospitales y viviendas sin energía, sin poder obtener cuidados médicos esenciales.

Que el gobernador puertorriqueño Ricardo Rosselló ahora anuncie que investigará todas las muertes de después del huracán es una admisión de lo que todo el mundo sabe, que el número de muertes es al menos 10 veces más de lo que antes se decía.

Probablemente nunca se conozca el número exacto de muertos, resultado de la incompetencia e indiferencia criminal del gobierno de Trump y de los partidos Demócrata y Republicano.

Aunque la causa inicial de la crisis fue un fenómeno natural, el monto de destrucción causado por esas 72 horas de María es inconcebible de no ser por los 120 años de destrucción de parte de la clase de poder yanqui que se apoderó de la isla en 1898.

Catástrofes naturales alumbran la desigualdad social y desenmascaran la esencia de clases de la sociedad. El huracán María devela ante todo el mundo los extremos de pobreza y desmoronamiento social que ya existían en esta mal llamada “colonia perfumada” de Washington.

La condición semicolonial de Puerto Rico permitió a la clase de poder llevar a cabo una guerra total contra los obreros de Puerto Rico, para que la gran mayoría existiera en condiciones de desesperación. Además de su rol como importante base de operaciones militares para Estados Unidos, la economía de esta isla ha sido socavada como fuente de mano de obra barata y bajos impuestos para las empresas transnacionales de Estados Unidos. Los habitantes de la isla no pueden votar por presidente; sólo pueden enviar un delegado, sin voto, al Congreso; por lo tanto reciben beneficios reducidos de previsión social.

La burguesía local domina la vida política de Puerto Rico; su fin es encauzar el descontento legítimo de las masas obreras por tres vías, tres campañas, que consisten o bien mantener la presente condición de “estado libre asociado; o bien convertir a Puerto Rico en un estado de EUA; o bien luchar por la independencia nacional.

Esta competencia entre tres sectores de la élite de poder borinqueña no decidirá la condición esencial de Puerto Rico. Al igual que en Estados Unidos y el resto de las naciones, esta condición depende de la lucha de clases por el poder; o bien su economía evolucionará en interés de un pequeño sector de privilegiados empresarios y de una cómoda clase media, o bien en interés de las masas obreras y de los pobres.

Repetidas veces ha detonado la lucha de los obreros y de las masas oprimidas tanto en contra la explotación de clase como en contra la opresión semicolonial, con enormes huelgas y manifestaciones contra las privatizaciones, despidos y medidas de austeridad; la lucha de estudiantes contra la destrucción de la educación pública; las protestas militantes que obligaron a la Armada de EUA a dejar de bombardear a la Isla de Vieques en sus maniobras militares.

El eslogan “Puerto Rico se levanta”, que ahora aparece en pancartas y anuncios por doquier, alumbra la campaña del gobierno local y de élite de poder de Puerto Rico de encubrir la realidad de desigualdad social y lucha de clases. Tienen el propósito de disimular las divisiones de clase en esta isla, promoviendo una identidad puertorriqueña unificada.

En contraste a lo que pretenden ellos, no existe en verdad un solo “Puerto Rico”. Al igual que en Estados Unidos y en todos los otros países, existe el Puerto Rico de los ricos, que viven en rascacielos con aire acondicionado y sin haber sido afectados por la tormenta, y el Puerto Rico de la clase obrera en lucha al borde del hambre, sin electricidad, sin agua, apantanada en escombros y basura.

En momentos en que el proletariado de Puerto Rico atraviesa está catástrofe, casi sin ayuda, el Congreso se ocupa con una histórica ley tributaria, que beneficiará con billones de dólares a las capas más adineradas de la sociedad.

¿Y qué del Partido Demócrata? No organizó manifestaciones de protesta; no propuso ningunos fondos de auxilio; no exigió la cancelación de deudas. El senador Bernie Sanders fue enviado en una corta visita durante la cual, adrede, no mencionó que las salvajes medidas de austeridad de los últimos dos años habían sido el resultado de la política del Partido Demócrata.

La Junta de Supervisión Fiscal, esa dictadura de los bancos que el presidente Obama impuso en 2016 para exprimir setenta mil millones de dólares de paupérrimos obreros, recortó la educación, pensiones y programas sociales. Antes de la tormenta el cuarenta por ciento vivía debajo de la línea de la pobreza (el doble el que estado más pobre de EUA), el sistema eléctrico estaba en muy mal estado y la tasa de desempleo era del diez por ciento.

No es inusual la crisis borinqueña, existe en paralelo con todos los otros crímenes sociales contra la clase trabajadora a través del mundo: el huracán Katrina de Louisiana, el incendio de Grenfell en Londres, el envenenamiento del agua de Flint, Michigan, la bancarrota de Detroit. En cada vuelta la respuesta es igual, una limosna para los trabajadores, abandonados a su suerte, mientras miles de millones en dólares y otros recursos son destinados a una minoría cada vez más pequeña. La banca, las empresas y los políticos ven en catástrofes “naturales” oportunidades para enriquecerse con nuevos negociados financieros y acuerdos a las espaldas de todos.

El huracán María en Puerto Rico plantea cuestiones de clase. Las clases obreras de Puerto Rico, Estados Unidos y de todo el mundo comparten el mismo destino. En un país, donde tres megaricos controlan más riqueza que la mitad de la población; donde el presupuesto militar de setecientos mil millones de dólares sirve para destruir a las gentes del mundo, es absurdo creer que “no se puede hacer nada más” por una isla que no es más grande que el pequeño estado de Connecticut.

El Partido Socialista por la Igualdad lucha por la implementación inmediata de un gran proyecto de obras públicas para reconstruir la isla, para que todos tenga una vivienda cómoda y segura, acceso a cuidados médicos, a agua limpia y a una educación gratis y de calidad. Exigimos la cancelación inmediata de la deuda que Puerto Rico ha acumulado a través de las décadas de opresión colonial y de negociados corruptos y parasíticos. Exigimos la expropiación inmediata de las riquezas de la aristocracia financiera para pagar por estos requisitos. Hay que movilizar las fuerzas productivas que monopolizan las élites de poder en todo el mundo, y organizarlas en beneficio social por todo el mundo, convirtiéndolas en empresas públicas.

Los aliados más importantes de la clase obrera y la juventud de Puerto Rico son sus compañeros de Flint, Michigan, a quienes se les niega el agua potable, los que Londres se han transformado en refugiados en su propio país luego de incendio de Grenfell, y los de Detroit, donde la clase obrera sufre las consecuencias de una crisis de deuda que nunca fue su culpa.

La única solución de todos los problemas que encaran estos trabajadores requiere de una lucha política unida y consciente de la clase obrera internacional contra el sistema capitalista y por el socialismo.

Por sobre todas las cosas, lucha por una solución socialista a la crisis creada por el capitalismo en Puerto Rico y la unificación de la lucha de obreros y jóvenes puertorriqueños con sus pares de todo el planeta requiere, una dirección revolucionaria. Eso significa unirse a y construir en Puerto Rico el Partido Socialista Por la Igualdad y Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social.

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