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Día Internacional del Trabajador del 2018 y Bicentenario de Karl Marx

Los trabajadores de Maruti Suzuki y el resurgimiento de la lucha de clases en el sur de Asia

Wije Dias, secretario general de la sección de Sri Lanka del CICI y un veterano trotskista con más de 50 años de experiencia, pronunció este discurso desde Colombo para el Mitin en línea del CICI del Día Internacional del Trabajador.

Karl Marx, el imponente pensador y revolucionario que nació hoy hace 200 años, marcó el camino hacia la emancipación socialista de la clase obrera al revelar las bases y la lógica objetivas de su lucha contra las privaciones del capitalismo.

Entre los escritos más incisivos y mordaces de Marx, se encuentran sus exposiciones de la violencia, el bandidaje y la duplicidad con las que la burguesía británica subyugaba y desangraba económicamente al subcontinente indio, contemporáneamente referido como el sur de Asia, la “joya de la corona” de su imperio. “La profunda hipocresía y la barbarie intrínseca de la civilización burguesa se postran al descubierto ante nuestros ojos, asumiendo formas respetables al volver a casa y desnudándose en las colonias”.

Discurso de Wije Dias en el Mitín Internacional en línea del Día Internacional de los Trabajadores

Anticipada por y preparada políticamente a través de las obras de Marx, la Revolución Rusa de 1917, cuyo centenario marcamos el año pasado, le dio un tremendo ímpetu a la lucha contra el capitalismo y el imperialismo en el sur de Asia. Por tres décadas, desde los últimos años de la Primera Guerra Mundial a 1947, la región se vio estremecida por un levantamiento antiimperialista.

Pero, como lo advirtieron León Trotsky y la Cuarta Internacional, la burguesía colonial que surgió bajo la sombra del imperialismo era hostil a la movilización revolucionaria de los explotados.

Sumamente temerosos por perder su propiedad ante el crecimiento de la militancia obrera, las incipientes burguesías rivales en India, Pakistán y Sri Lanka negociaron una transferencia de poder en 1947-48 en la que heredaron el control del aparato estatal colonial británico y confabularon en la partición del sur de Asia a lo largo de líneas comunales y étnicas. No solo se quedaron sin resolver todos los problemas apremiantes de la revolución democrática, incluida la erradicación del latifundismo y el sistema de castas. Sino que impusieron una estructura estatal reaccionaria que ha frustrado cualquier desarrollo económico racional, consolidado el comunalismo religioso, fomentado las reaccionarias rivalidades militares y estratégicas entre los Estados de India y Pakistán y facilitado el dominio imperialista.

En la actualidad, siete décadas después, el sur de Asia es un polvorín geopolítico y social.

En los mítines previos del CICI para conmemorar el Día Internacional de los Trabajadores, hemos advertido que el sur de Asia y el océano Índico han sido absorbidos por una tormenta de conflictos imperialistas y entre grandes potencias. El imperialismo estadounidense es el principal responsable. Ha estado librando una brutal guerra neocolonial en Afganistán por los últimos 17 años y no ha desaprovechado ninguna oportunidad para atar a India a su descabellada ofensiva militar y estratégica contra China. En este proceso, Washington ha echado a perder dramáticamente sus relaciones con su tradicional aliado regional, Pakistán, revirtiendo el “equilibrio del terror” entre las potencias nucleares rivales del sur de Asia.

La burguesía india, ansiosa por mantenerse un paso delante de Pakistán y China a fin de acercarse a sus propias ambiciones predatorias de gran poder, ha aceptado servilmente ser el sátrapa del imperialismo estadounidense.

Este proceso se ha acelerado durante el mandato de Narendra Modi y su partido supremacista hindú, BJP. Las implicaciones para el mundo y la región representan el máximo peligro. En los últimos dos años —primero durante el otoño del 2016 con Pakistán y el verano pasado con China—, India estuvo al borde de dos guerras fronterizas que amenazaron con desencadenar confrontaciones militares de escala completa que podían involucrar a EUA y a otras de las mayores potencias.

La prensa corporativa occidental aplaude mucho la transformación económica del sur de Asia impulsada por su integración cada vez más mayor en las cadenas globales de producción capitalista. En realidad, los frutos del desarrollo capitalista se han quedado en manos de una diminuta élite capitalista y sus secuaces políticos. Para las masas, prevalece la pobreza, la inseguridad económica y la miseria.

En Bangladesh, cuatro millones de trabajadores son explotados en maquilas seis o incluso siete días a la semana, ganando tan poco como $65 al mes. Como parte de su campaña “Hecho en India” para atraer inversión extranjera, Modi ha presumido que los salarios industriales en el país son apenas una cuarta parte de los de China.

Desde mediados de los años noventa, el número de indios con fortunas mayores a los mil millones de dólares se ha multiplicado 50 veces, de 2 a más de 100, mientras que su participación en el ingreso nacional ha pasado del 1 al 23 por ciento.

La clase obrera no es solo un objeto de explotación. En el sur de Asia, entre las decenas de millones de explotados por las nuevas industrias globalmente conectadas y entre las masas trabajadoras en general, la oposición social crece.

Los últimos meses han sido testigos de una ola de huelgas en India, involucrando, entre otros sectores, a los conductores de autobuses y maestros de Tamil Nadu, a los trabajadores de salud rurales en el norte de India y a 1,5 millones de choferes de Uber y Ola, además de multitudinarias protestas de pescadores, campesinos y dalits.

En un artículo con un tono alarmado esta semana, el exasesor de seguridad nacional de la India, M.K. Narayanan, urgió al Gobierno y a sus supuestos opositores en la élite política a tomar “pasos preventivos” para diluir y, si es necesario, aplastar el malestar social. “La situación social en el país”, escribió Narayanan, “no parece nada reconfortante… Las protestas y las agitaciones tienen una vida propia y subestimar su potencial podría ser causa de arrepentimiento. Por ello, podría valer la pena que los líderes de la nación le hagan caso al viejo proverbio chino, ‘el viento que vuela por la torre avisa de una tormenta que se forma en la montaña’”.

Asimismo, en Sri Lanka, los trabajadores, estudiantes y pobres rurales y urbanos se están rebelando contra los dictados brutales de austeridad del Fondo Monetario Internacional siendo implementados por el Gobierno de la coalición Sirisena-Wickremasinghe.

El resurgimiento de la lucha de clases está dejando a plena vista la fuerza objetiva sobre la cual debe basarse la lucha contra la burguesía y su agenda de guerra y reacción.

La gran tarea es armar políticamente a este movimiento con una perspectiva, un programa y una dirección socialistas.

La movilización de la clase obrera como una fuerza política independiente exije una batalla sin cuartel contra los partidos impostores de “izquierda” dentro de la élite política, los aparatos sindicales y sus aliados pseudoizquierdistas.

En India, los estalinistas han respondido a la intensificación de la lucha de clases aumentando sus esfuerzos para subordinar a los trabajadores ante la burguesía. Supuestamente para luchar contra el BJP, los estalinistas han proclamado su disposición para aliarse con el Partido Congreso Nacional Indio, el partido tradicional en el poder de la burguesía india y el partido que encabezó las campañas para convertir a India en una reserva de mano de obra barata para el capital global y para forjar una “alianza estratégica global” con el imperialismo estadounidense.

La actitud de los estalinistas hacia las luchas y los intereses de la clase obrera se ejemplifica por su decisión de abandonar completamente a los 13 trabajadores de la planta de ensamblaje de autos de Maruti Suzuki que recibieron una cadena perpetua bajo cargos falsos de asesinato. La patronal india amenaza rutinariamente a los trabajadores con “aplicarles un Maruti Suzuki”, es decir, reprimir bestialmente cualquier desafío a sus salarios de pobreza y condiciones laborales brutales, confabulando con la policía, las cortes y los gobernantes. Sin embargo, los estalinistas han tratado a los obreros de Maruti Suzuki encarcelados como leprosos, censurando cualquier mención de su situación crítica y lucha, por temor a estropear sus cómodas relaciones con la patronal y el Partido del Congreso Nacional Indio.

En Sri Lanka, el papel de la pseudoizquierda no es menos pernicioso. Se atrincheraron detrás de la operación de “cambio de régimen” orquestada por Washington hace tres años y medio para deshacerse de un presidente derechista considerado demasiado cercano a China. Aplaudieron la “oposición común” como una alternativa democrática. Frente a las luchas de masas en curso contra un Gobierno austero y proimperialista que ellos mismos ayudaron a llegar al poder, están haciendo todo lo posible para aislarlas y ahogarlas. Ante todo, pretenden prevenir que la clase obrera se constituya como una fuerza política independiente que avanza su propia solución socialista a la crisis social y se pone al frente de todos los explotados y oprimidos movilizándolos en lucha por un Gobierno obrero.

En este evento del Día Internacional del Trabajador del 2018, el CICI urge a todos los trabajadores alrededor del mundo a intensificar su campaña para liberar a los obreros de Maruti Suzuki, prisioneros de la guerra de clases.

Urgimos a todos los trabajadores y jóvenes a unirse a nosotros en la construcción de un movimiento contra la guerra contra las reaccionarias fronteras estatales del sur de Asia, como parte de un movimiento encabezado por la clase obrera global contra la violencia imperialista y el capitalismo, la fuente de toda necesidad y guerra.

Por último, pero igual de importante, urjo a todos los que están escuchando hoy a unirse al CICI. Los trabajadores en todo el mundo se enfrentan a fundamentalmente los mismos problemas y al mismo enemigo, y serán empujados cada vez más a luchar contra la austeridad y la guerra, conforme se desborden más allá de las fronteras y los continentes. La unión objetiva de la clase obrera debe encontrar su expresión consciente en la construcción del Partido Mundial de la Revolución Socialista. Ese es el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de abril de 2018)

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