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Perspectiva

El descenso de Libia hacia la guerra civil: el amargo fruto del proimperialismo de la pseudoizquierda

La amenaza de una batalla sangrienta por el control de Tripoli se ha recrudecido tras la acumulación de tropas y tanques por parte del “mariscal de campo” Khalifa Haftar en el costado sur de la capital libia, además del bombardeo del único aeropuerto funcional de la ciudad por parte de aviones de guerra que pertenecen a su llamado Ejército Nacional Libio. Esto ha imposibilitado el escape de ciudadanos que buscan dejar el país.

La cifra parcial de bajas incluye 51 muertos y 181 heridos. Miles han dejado sus hogares para escapar de la zona de combate, mientras que se ha reportado que los miles de refugiados y migrantes que viven en condiciones inauditas en campos de concentración administrados por las distintas milicias rivales están despavoridos ante la posibilidad de convertirse en víctimas indefensas de una posible masacre.

En medio de una escalada hacia una guerra civil de plena escala, la titular de derechos humanos de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, advirtió que cualquier ataque contra civiles en Libia podría constituir un crimen de guerra y exigió que todos los bandos “respeten el derecho humanitario internacional” y “tomen todas las medidas posibles para proteger a los civiles y la infraestructura civil, incluidas las escuelas, los hospitales y las cárceles”.

La actitud del cuerpo de derechos humanos de la ONU hacia este más reciente destello de violencia en Libia se distancia mucho de su respuesta a la guerra unilateral de EUA y la OTAN librada en 2011 bajo el pretexto de proteger vidas civiles de la represión a manos del gobierno encabezado por el coronel Muamar Gadafi. Una resolución de la ONU que permitió una zona de exclusión aérea fue empleada como un pretexto para lanzar una campaña de bombardeos de siete meses en apoyo de las milicias islamistas respaldadas por la CIA para destruir las fuerzas de seguridad libias y la infraestructura vital del país, así como para derrocar el Gobierno. Esta campaña culminó en un bombardeo devastador en la ciudad costera de Sirte, un bastión de apoyo de Gadafi, y en la tortura y asesinato del propio Gadafi por una turba enardecida.

Los defensores de derechos humanos de la ONU se mantuvieron callados durante toda esta masacre imperialista cuyas víctimas se cuentan en las decenas de miles, mucho más que cualquier estimado del número de vidas de represión del régimen de Gadafi.

No fue hasta marzo de 2012, meses después del fin de la operación de cambio de régimen, que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU emitió un reporte que se permitió decir que hubo “bajas civiles confirmadas y blancos de ataques que no mostraban ninguna evidencia de tener una función militar”. Limitó su investigación a solo 20 bombardeos cuando el número total de bombardeos fue más de mil veces esa cifra.

La crisis actual y la amenaza de que se desencadene completamente un baño de sangre en Libia son el producto directo de la supuesta intervención “humanitaria” librada hace ocho años bajo la bandera fraudulenta de la “Responsabilidad para proteger” proclamada por los promotores liberales del imperialismo respecto a los pueblos oprimidos de las excolonias donde las principales potencias seguían persiguiendo sus intereses estratégicos.

Entre los protagonistas de ambos bandos del conflicto en curso son los mismos disque “revolucionarios” y “demócratas” cuya protección era supuestamente el propósito de la guerra. Esto incluye al mismo Khalifa Haftar, el exgeneral de Gadafi que fue enviado a Bengasi tras décadas de operar como un activo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, siglas en inglés) de EUA y vivir en la vecindad de la sede central en Langley, Virginia, donde obtuvo una ciudadanía estadounidense.

Un puñado de organizaciones políticas, políticos y académicos pseudoizquierdistas desempeñaron un papel indispensable en promover la intervención “humanitaria” en Libia por parte de EUA y sus aliados de la OTAN. Estos elementos divulgaron y adornaron los pretextos fraudulentos avanzados por Washington, Paris y Londres para una guerra de agresión imperialista contra un país excolonial.

Uno de estos promotores de la guerra fue el profesor de la Universidad de Michigan, Juan Cole, cuyo sitio web Informed Comment había ganado seguidores por su oposición limitada a la guerra de Irak y sus críticas de la política israelí.

Cole expresó su entusiasmo hacia la intervención de EUA y la OTAN declarando: “Si la OTAN me necesita, ahí estaré”. Ahora que se está desatando nuevamente un combate de escala total en Libia, no se sabe si el profesor Cole siente la misma urgencia de ponerse un uniforme y, si ese es el caso, si decidiría montarse en uno de los tanques de Khalifa o en uno de los pickups equipados con ametralladoras de las milicias de Tripoli.

En la estela de la guerra, Cole publicó “Una carta abierta a la Izquierda” en la que exige que los supuestos “izquierdistas… aprendan a mascar chicle y caminar al mismo tiempo”, es decir que mantengan una postura algo izquierdista mientras apoyan las guerras imperialistas.

La “izquierda”, insiste, debe definir su actitud hacia las guerras libradas por EUA viendo “caso por caso”, declarando que “Hacer que el ‘antiimperialismo’ anule todos los otros valores en una forma irracional lleva a posiciones francamente absurdas”.

Cole dijo que estaba “alentando abiertamente al movimiento de liberación y feliz de que la intervención autorizada por el UNSC [Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas] los salvó de ser aplastados”.

La reducción por parte de Cole del antiimperialismo a un “valor” subjetivo” que debe balancearse con otros igual de importantes como los “derechos humanos” expone la perspectiva completamente pequeñoburguesa y antimarxista que subyace esta campaña para enlistarse en las guerras del imperialismo.

Estos ideólogos pequeñoburgueses rechazan la concepción de que el imperialismo es una etapa económica, social y política objetiva en el desarrollo histórico del capitalismo, basado en la monopolización de la economía, el dominio del capital financiero y la repartición del planeta entero en manos de unos cuantos países capitalistas avanzados: la llegada de un periodo de guerras y revolución globales. En cambio, alegan que es meramente un exceso perpetrado por un sistema en general saludable que también es capaz de realizar rescates “humanitarios” de poblaciones oprimidas.

Un papel similar, sino incluso más reaccionario, fue desempeñado por Gilbert Achcar, un académico que trabaja en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres mientras sirve como el principal propagandista a favor de las guerras en Libia y Siria de la publicación pablista, International Viewpoint. Durante el inicio de la guerra en marzo de 2011, Achcar dio una entrevista en la que aplaudió la intervención de EUA y la OTAN. Afirmó: “…dada la urgencia de prevenir una masacre que hubiera resultado inevitablemente en un ataque contra Bengasi por parte de las fuerzas de Gadafi, y la ausencia de cualquier medio alternativo de lograr el objetivo de protección, nadie puede oponerse de manera racional… No puedes oponerte en nombre de principios antiimperialistas a una acción que previno la masacre de civiles”.

Después de que se acabó la guerra, la afirmación de que era inminente una masacre en Bengasi se comprobaron que eran inventos totales.

Según avanzó la guerra, Achcar se volvió en un partidario aún más militante de los cambios de régimen imperialistas, exigiendo que EUA y las otras potencias occidentales entregaran más armas a la “insurgencia” y, en agosto de 2011, regañando a estos poderes por no dejar caer suficientes municiones sobre la población libia. Describió los bombardeos cuyas víctimas alcanzaban las decenas de miles de personas como “moderados”.

Esencialmente los mismos argumentos se reproducirían para justificar la guerra de cambio de régimen en Siria, con charlatanes políticos como Achcar y Ashley Smith, de la Organización Internacional Socialista (ISO, siglas en inglés) que recientemente anunció su disolución, demandando más armas para la “revolución” siria orquestada por la CIA y criticando al Gobierno de Obama por no hacer valer sus “líneas rojas”, incluyendo por medio de un enfrentamiento potencial contra la potencia nuclear de Rusia para derrocar al Gobierno de Bashar al Asad.

La política de estos canallas y sus organizaciones no tienen nada que ver con el marxismo y cualquier retórica “socialista” que empleen no es más que una cubierta para su integración irrestricta en la política burguesa e imperialista. Funcionan como una especie de ONG especializada que actúa en gran parte como el Fondo Nacional para la Democracia ( N ational Endowment for Democracy ), sirviendo como frentes políticos y conductos para las operaciones de la CIA y el imperialismo estadounidense.

Ninguno de estos autoproclamados “socialistas” nunca cuestiona los motivos humanitarios de estos lobos imperialistas en Oriente Próximo. Descartan de antemano cualquier noción de que sus guerras en Libia están motivadas por el deseo de las principales potencias imperialistas y sus conglomerados energéticos de controlar los yacimientos de petróleo del país, los más grandes del continente africano. O, si vamos al caso, que la guerra en Siria fuera provocada con el objetivo de instalar un régimen títere estadounidense en un país que ha sido un cruce estratégico por mucho tiempo en Oriente Próximo.

En lo que se refiere a estos “revolucionarios” que respaldaron en Libia y Siria, ni Cole, Achcar, Smith ni cualquier otro pseudoizquierdista ha ofrecido un programa por el cual estaban supuestamente luchando, ni un análisis de las fuerzas de clase que representan o siquiera el nombre de ningún supuesto líder que puede hablar en representación de sus objetivos. Detrás de este muro de silencio, está el hecho de que los criminales respaldados y armados por la CIA que fueron movilizados contra Gadafi y Asad estaban dominados por activos de la CIA y milicias islamistas, siendo las fuerzas vinculadas a Al Qaeda su componente predominante.

En su declaración de 2016 “Socialismo y la lucha contra la guerra”, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional estableció las fundaciones objetivas detrás de la transformación de las tendencias políticas radicalizadas y de clase media que emergieron como parte del movimiento contra la guerra de Vietnam en porristas a favor de las intervenciones imperialistas:

En las últimas cuatro décadas, estas capas han sufrido una profunda transformación social y política. El gran aumento en el valor de sus papeles financieros—facilitado por la continua imposición de concesiones salariales y beneficios a los trabajadores, la intensificación de la tasa de explotación y la extracción de una porción cada vez mayor de plusvalía de la clase obrera— le ha permitido a una sección privilegiada de la clase media acceso a un nivel de riqueza inimaginable al comienzo de sus carreras. El auge bursátil prolongado le permitió al imperialismo reclutar entre secciones de la clase media-alta a un conjunto nuevo y dedicado. Estas fuerzas —y las organizaciones políticas que representan sus intereses— han hecho todo lo posible en su poder para suprimir no sólo la oposición a la guerra, pero también para justificar las operaciones depredadoras del imperialismo.

Los años intermedios han sido testigo de un ensanchamiento de la desigualdad y polarización sociales, junto a un auge global de la lucha de clases que está empujando a estas tendencias más a la derecha.

Los eventos en Libia dejan incluso más claro que estos cómplices de las intervenciones imperialistas tienen las manos bañadas de sangre. La educación política de la clase obrera requiere que sean expuestos como los reaccionarios y criminales políticas que son.

(Publicado originalmente en inglés el 10 de abril de 2019)

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