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El Partido Comunista Chino se reúne en medio de crecientes tensiones sociales y geopolíticas

El Partido Comunista Chino (PCCh) celebró el quinto pleno del actual comité central durante cuatro días la semana pasada, emitiendo un comunicado el jueves en el que se esbozan las características generales del nuevo plan quinquenal [2021-26] y un conjunto asociado de objetivos a largo plazo para 2035. Con la asistencia de 198 miembros titulares del comité central y 166 suplentes, la reunión fue un asunto muy escénico, sin ningún indicio de desacuerdo con las políticas establecidas por el presidente Xi Jinping.

El pleno tuvo lugar en la víspera de las elecciones estadounidenses en las que tanto el presidente Donald Trump como el aspirante demócrata Joe Biden han apuntado a una continua intensificación en la confrontación de Washington contra Beijing, iniciada hace una década con el “pivote hacia Asia” de la Administración de Obama. Las tensiones geopolíticas con los EE.UU. coinciden con las crecientes tensiones sociales internas en China. Un fuerte declive económico como resultado de la pandemia COVID-19 ha golpeado más duramente a la clase trabajadora y a los pobres de las zonas rurales.

El comunicado volvió a dar la razón a la absurda afirmación del PCCh de defender el “socialismo con características chinas” en condiciones en las que el mercado capitalista, el lucro privado y la inversión extranjera dominan la economía, y algunos de los milmillonarios privados más ricos del país son considerados “comunistas” en las filas del partido.

El presidente chino Xi Jinping en un evento del partido en 2018 (Crédito: Xinhua)

Detrás del lenguaje insípido que alaba los logros del PCCh, el comunicado señala la crisis cada vez más profunda que enfrenta el régimen, en el país y en el extranjero. Ante la rápida escalada de la guerra comercial y económica de los Estados Unidos por parte del Gobierno de Trump contra China, el PCCh enfatiza la necesidad de reducir la dependencia del país en las tecnologías extranjeras. Trump ha implementado una serie de prohibiciones dirigidas a cortar el suministro vital de chips semiconductores de alta gama a empresas chinas exitosas como Huawei, en un intento de evitar que desafíen a sus rivales estadounidenses en áreas como la tecnología 5G.

Bajo Xi, China ya había elaborado un programa “Hecho en China 2025” para desarrollar productos competitivos de alta tecnología, en un intento de revertir su desaceleración económica y su dependencia de la inversión extranjera. Frente a los esfuerzos de EE.UU. para bloquear el desarrollo tecnológico de China y paralizar las empresas como Huawei, el PCCh está acelerando este impulso.

“Es la primera vez en la historia de los planes quinquenales de nuestro partido... que [China] está anteponiendo los planes de ciencia, tecnología e innovación a todos los demás sectores”, dijo Wang Zhigang, ministro de Ciencia y Tecnología de China, en una conferencia de prensa el viernes pasado. “Necesitamos mejorar nuestra capacidad de crear cosas independientemente porque no podemos pedir o comprar las tecnologías principales de otro lugar”.

La capacidad de las empresas chinas para hacerlo está severamente limitada por la actual división internacional del trabajo, desarrollada durante décadas y dominada por los EE.UU., que está tratando de bloquear el acceso chino no sólo a las tecnologías estadounidenses, sino también a las de sus aliados europeos y asiáticos. Ninguna nación, incluida una del tamaño de China, puede competir en la economía globalizada basándose en los recursos y la industria dentro de sus propias fronteras. La disolución de la Unión Soviética y el colapso de los regímenes estalinistas en Europa oriental fue la expresión más aguda de la bancarrota de un programa de autarquía nacional. Parece que los objetivos tecnológicos del PCCh ya no son para 2025, sino que se han retrasado hasta 2035.

Además de enfrentarse a las amenazas económicas y militares de los Estados Unidos, los dirigentes chinos temen profundamente el aumento de las tensiones sociales en su país. Por primera vez, no se ha establecido un objetivo específico para el crecimiento económico, en condiciones en las que la pandemia del coronavirus ha golpeado duramente a la economía china. A pesar de las afirmaciones de recuperación, el crecimiento económico está muy por debajo de la cifra del año pasado de 6,1 por ciento. La cuestionable cifra oficial de crecimiento para el tercer trimestre [julio-septiembre] fue del 4,9 por ciento, frente al 3,2 por ciento del segundo trimestre y una enorme contracción del 6,8 por ciento en el primer trimestre, cuando China estaba luchando para hacer frente a COVID-19.

Durante años, los líderes del PCCh establecieron un crecimiento del 8 por ciento como el mínimo necesario para evitar el aumento del desempleo y el malestar social. A medida que el régimen estalinista abandonaba sus pretensiones socialistas, se apoyaba cada vez más en sus pretensiones de proporcionar prosperidad económica, así como en la promoción del nacionalismo chino, para tratar de crear una base de apoyo político en la burguesía emergente y las clases medias-altas. En realidad, su abrazo de la restauración capitalista ha creado uno de los países socialmente más desiguales del mundo, y el PCCh se identifica con la corrupción desenfrenada, a pesar de la campaña anticorrupción de Xi, y la represión de Estado policial.

Una encuesta de Reuters a 37 analistas económicos proyectó que la economía china crecería sólo un 2,1 por ciento en total en 2020, la tasa de crecimiento más baja desde 1976. Ya hay signos de oposición social, con informes de huelgas de los trabajadores de los servicios de envíos que luchan por sobrevivir con salarios muy reducidos o con salarios que no se han pagado en absoluto.

También hay indicios de que el impacto económico de la pandemia COVID-19 ha golpeado con mayor fuerza a las capas más pobres de la población. Muchos de los 290 millones de migrantes internos del país procedentes de las zonas rurales no han podido volver a trabajar en las ciudades. Según Nomura, el crecimiento de los ingresos medios de los trabajadores migrantes durante el segundo trimestre fue un 6,7 por ciento menos que en el mismo período del año pasado. Un analista de Gavekal Research, Wei He, citado por el Wall Street Journal, estima que el 60 por ciento de los hogares más pobres de China perdieron $200 mil millones en ingresos durante la primera mitad de 2020.

Al mismo tiempo, la riqueza de los ultrarricos en China, al igual que la de sus homólogos a nivel internacional, ha seguido creciendo. Un ranking Hurun de los individuos más ricos de China publicado el mes pasado contenía 2.398 personas con una riqueza de más de 2 mil millones de yuanes (unos $300 millones), un aumento del 32por ciento en comparación con 2019. Esta diminuta y obscena capa ganó más riqueza este año que nunca antes en los 22 años de historia de la lista Hurun, impulsada por un mercado de valores en auge.

El plan quinquenal del PCCh proclama una vez más la necesidad de impulsar el consumo interno como medio para compensar la desaceleración económica. El presidente Xi ha tratado de profundizar en el objetivo promoviendo una estrategia de “doble circulación” para centrarse en la producción y el consumo nacionales, complementada con el comercio exterior y la inversión en el sector privado.

Independientemente de la terminología, el plan para aumentar el consumo interno se enfrenta a los principales obstáculos del aumento del desempleo, la disminución de los salarios y la falta de servicios sociales básicos que obliga a los trabajadores a ahorrar para sufragar la atención de la salud, la pérdida de un empleo y la jubilación.

Se supone que el 95 por ciento de la población está cubierta por varios planes de atención médica, pero el gasto de bolsillo en salud de los individuos representó un enorme 35,9 por ciento del gasto total en salud en 2018. De manera similar, en medio de la pandemia, sólo 2,3 millones de personas tenían derecho a prestaciones por desempleo en el nivel de pobreza, dejando al resto de los 78 millones de desempleados estimados a valerse por sí mismos de alguna manera.

El pleno del PCCh declaró piadosamente que reduciría la brecha entre los ingresos urbanos y rurales, elevaría los niveles de vida y pondría fin a la pobreza. Se prevé que la campaña de Xi contra la pobreza ponga fin a la pobreza extrema en China para finales de año, pero esto sólo se aplica a unos 5 millones de personas que ganan menos de 92 centavos al día. Según las cifras oficiales, más del 40 por ciento de la población, es decir, unos 600 millones de personas, vivían con menos de $5 al día el año pasado.

En estas condiciones, el comunicado del pleno volvió a elogiar a Xi como “el navegante principal y el timonel”. Desde que se instaló como secretario general del PCCh en 2012 y como presidente del país en 2013, Xi ha consolidado su control sobre las palancas clave del poder estatal y ha eliminado el límite nominal de dos períodos en su mandato. Sin embargo, lejos de ser un signo de fuerza política, Xi preside un régimen en crisis y debe su posición a la necesidad del partido de contar con una figura bonapartista que medie en las peleas internas entre facciones ante las crecientes amenazas geopolíticas y las crecientes tensiones sociales.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de noviembre de 2020)

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