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Perspectiva

La pandemia y el intento de golpe de Trump

El miércoles, 4.100 personas fallecieron de COVID-19 en Estados Unidos, el quinto día con más de 4.000 muertes. Los casos nuevos diarios se mantenido en más de 200.000 cada día este año.

En las dos primeras semanas de 2021, más de 43.000 personas en los EE.UU. han muerto a causa de COVID-19, y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) proyectan que hasta 90.000 personas más podrían morir en las próximas tres semanas.

A nivel mundial, el número de muertes ha superado los dos millones. Sin embargo, las estadísticas oficiales solo dan una imagen parcial de la horrible realidad. Un análisis reciente muestra que el “exceso de muertes” en todo el mundo ha sido más de un 30 por ciento mayor que el recuento oficial de muertes por COVID-19.

Además de este nivel ya desastroso de muertes masivas e infecciones, los expertos advierten ahora que las nuevas variantes más infecciosas de COVID-19 darán lugar a un aumento aún mayor de las muertes. Un artículo en la revista médica Stat señaló el jueves, “Por muy horrible que parezca el brote de Covid-19 en EE.UU., es casi seguro que va a empeorar”.

El informe continuaba: “Han recorrido Sudáfrica, el Reino Unido y, cada vez más, otros lugares, y ahora, nuevas y más infecciosas variantes del coronavirus han ganado terreno en los Estados Unidos. Si despegan aquí —lo cual harán gracias a sus ventajas de transmisión, a menos que los estadounidenses frenen rápidamente su propagación— detonará algo así como una bomba en el ya profundo, profundo agujero del cual ocupa salir el país para poner fin a la crisis”.

Esta masiva catástrofe sanitaria se está produciendo simultáneamente con la crisis política sin precedentes en los Estados Unidos tras la insurrección fascistizante del 6 de enero incitada por Donald Trump, y las continuas amenazas de violencia fascista en todo el país antes y durante el día de la inauguración, el 20 de enero.

Sin embargo, en medio de la interminable cobertura de los medios de comunicación sobre los acontecimientos en Washington, no hay ningún intento de conectar ambos. Es como si el esfuerzo de Trump por derrocar la Constitución no tuviera relación con el elemento central de la política de la Administración durante el año pasado: la insistencia en que no se tomen medidas para detener la propagación del virus.

Es un hecho político que la principal demanda programática de las organizaciones fascistizantes cultivadas por Trump durante el último año ha sido levantar todas las restricciones a la actividad económica que buscan salvar vidas. Esta fue la demanda de las manifestaciones organizadas en abril y mayo, después del rescate de Wall Street a finales de marzo y fue lo que motivó la conspiración fascistizante en Michigan para secuestrar y asesinar a la gobernadora del estado, Gretchen Whitmer, revelada en octubre.

En sus primeras declaraciones públicas después de las elecciones de noviembre, Trump insistió en la respuesta de su Administración a la pandemia, al tiempo en que le planteó a la clase dirigente que él debía permanecer en el poder. Cuando el número de muertos repuntaba, insistió el 16 de noviembre: “Esta Administración no va a hacer cierres”. Mientras que “el tiempo dirá” quién terminará en el cargo el 20 de enero, Trump repitió su anterior insistencia de que “la cura no puede ser... peor que el problema”.

Subrayando los intereses de clase centrales que motivan esta política homicida, Trump señaló al alza de los mercados de valores, afirmando que “está listo para romper el récord de todos los tiempos”.

Hay una conexión esencial entre la política de la clase dirigente en respuesta a la pandemia y la desintegración de la democracia en los Estados Unidos. Como escribió el WSWS en octubre:

La política homicida de la clase dominante en respuesta a la pandemia está en el centro de la crisis política sin precedentes en los Estados Unidos. Para implementar esta política, la élite gobernante está recurriendo a formas de gobierno cada vez más violentas y dictatoriales.

La realidad de la pandemia también está detrás de la respuesta de los demócratas al golpe. Desde los acontecimientos del 6 de enero, los demócratas, liderados por el presidente electo Joe Biden, están haciendo todo lo posible para encubrir el alcance de la conspiración. Biden ha insistido en la necesidad de un “fuerte” Partido Republicano y ha apelado a sus “colegas republicanos”, es decir, a los coconspiradores de Trump, a favor del “bipartidismo”, particularmente cuando se trata de la respuesta legislativa a la pandemia.

Siendo un partido de Wall Street, el mayor temor de los demócratas es el surgimiento de un movimiento de la clase obrera contra el intento de golpe de Trump que entraría en conflicto con toda la clase dominante y el sistema capitalista. Es necesario continuar la política de la oligarquía, “mirar hacia adelante, no hacia atrás”.

Un director general de un banco citado por Politico (“El gran deseo de Wall Street: Por favor, procedan”) resumió la actitud de la clase dominante. Hablando del golpe fascista, dijo: “Entiendo todas las emociones que lo rodean y lo que la gente siente fuertemente al respecto. Y no descarto nada de eso. Pero creo que la gente de Joe Biden estaría de acuerdo conmigo en esto, tenemos que tomarnos en serio la cuestión de seguir adelante ahora mismo”.

“Seguir adelante” significa continuar la política de “inmunidad colectiva”. Lejos de responder a la desastrosa oleada de muertes de COVID-19 exigiendo medidas para salvar vidas, toda la élite política de los EE.UU. está exigiendo una mayor reapertura de la economía, destinada a proteger las ganancias de las grandes corporaciones a expensas de las vidas humanas.

La alcaldesa demócrata de Chicago, Lori Lightfoot, dijo el jueves que quiere que los bares y restaurantes de la ciudad vuelvan a abrir sus puertas para el servicio interno “tan pronto como sea posible”. El miércoles, la propia Whitmer anunció la reanudación de las clases de gimnasia en grupo, reafirmando que el estado planea reabrir los restaurantes interiores en dos semanas.

El argumento más explícito a favor de la reapertura de los negocios fue ofrecido por el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, otro demócrata, quien declaró en su discurso sobre el “Estado del estado”: “Simplemente no podemos permanecer cerrados hasta que la vacuna llegue al punto crítico. El costo es demasiado alto. No nos quedará nada por abrir. Debemos reabrir la economía”.

Cuomo preside un estado que incluye la ciudad de Nueva York, el lugar más desigual del mundo, hogar de 113 milmillonarios.

Casi sin excepción, los milmillonarios de EE.UU. son ahora mucho, mucho más ricos que hace un año. Encabezando la lista está Elon Musk, el CEO de Tesla y SpaceX, que esta semana se ha convertido en el hombre más rico del mundo, con $201.000 millones. Solo en el último año, Musk ha acumulado la sorprendente suma de $170.000 millones, incluso cuando cerca de 400.000 estadounidenses murieron a causa de la pandemia y se destruyeron 10 millones de puestos de trabajo.

La afirmación de que la sociedad no puede permitirse el costo de salvar vidas humanas, y sin embargo tiene 170.000 millones de dólares para entregarle a un solo hombre en un año, es absurda.

Cada aspecto de la respuesta al COVID-19 se ha basado en asegurar la disponibilidad de mano de obra barata en medio de una pandemia furiosa, permitiendo la extracción ininterrumpida de ganancias del trabajo la clase obrera. Esta semana, Brian Deese, el director entrante de Biden del Consejo Económico Nacional, dijo en una conferencia de Reuters, “Necesitamos abrir las escuelas para que los padres... puedan volver al trabajo”.

En otras palabras, las vidas de los profesores y estudiantes deben ser sacrificadas para maximizar lo que el New York Times, comentando al respecto, llamó “la participación de la fuerza laboral”.

En medio de las muertes masivas y un colapso general de la democracia en los Estados Unidos, cabe notar que los mercados de EE.UU. se dispararon durante toda la semana. En un artículo, “Por qué al mercado de valores no le importa la revuelta del Capitolio”, el Washington Post citó a un corredor de Wall Street diciendo: “El mercado es agnóstico en cuanto a la política... Nos gusta pensar que la democracia es mejor. Pero al final del día, los inversores no parecen preocuparse tanto por eso”.

La defensa de los derechos democráticos, al igual que la preservación de la vida humana contra el COVID-19, no se le puede confiar a ninguna facción de la clase dominante. La contención de la pandemia requiere la intervención de la clase obrera para exigir el cierre inmediato de los negocios no esenciales y billones de dólares para pruebas, el rastreo de contactos, áreas seguras de cuarentena y vacunación. Instamos a los trabajadores de cada fábrica, lugar de trabajo y barrio a construir comités de base para luchar por estas demandas y unirse al Partido Socialista por la Igualdad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de enero de 2021)

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