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Perspectiva

Los crímenes de guerra de Israel y la hipocresía del imperialismo de los “derechos humanos”

La rueda de prensa del canciller estadounidense Antony Blinken el miércoles en el Departamento de Estado ofrece una lección objetiva del cinismo absoluto del imperialismo de los “derechos humanos” con el cual se le identifica.

Blinken utilizó el evento, que supuestamente era para presentar un reporte sobre la “libertad religiosa internacional” para denunciar a China por perpetrar “crímenes de lesa humanidad y genocidio contra los uigures musulmanes”.

Nube de humo tras ataques aéreos israelíes contra edificios residenciales en la ciudad de Gaza, 13 de mayo de 2021 (AP Photo/Hatem Moussa)

El titular sobre “libertad religiosa” del Departamento de Estado, Daniel Nadel, hizo eco de sus comentarios, afirmando: “Los horrores en marcha en Sinkiang siendo perpetrador por el Gobierno de la República Popular China son absolutamente claros. Y continuaremos denunciándolos porque debemos hacerlo”.

Estos dos representantes del imperialismo estadounidense se pronunciaban al mismo tiempo en que ataques aéreos sobre Gaza se cobraban múltiples víctimas, incluyendo 17 niños, mientras aterrorizaban a toda la población del empobrecido territorio bajo ocupación tumbando edificios altos con misiles.

Dentro de Israel, el Gobierno corrupto, inestable y derechista del primer ministro Benjamín Netanyahu está empleando formas de represión que antes se reservaban solo para los territorios ocupados en Gaza y Cisjordania en contra de una rebelión sin precedentes de los ciudadanos israelíes palestinos. Varios cientos de manifestantes han sido heridos por la policía antidisturbios y unidades montadas. El Gobierno está enviando a tropas fronterizas y posiblemente incluso a unidades regulares del ejército para suprimir la resistencia al interior, mientras Netanyahu declaró el jueves que está preparado para instituir “detenciones administrativas” contra los “alborotadores”, permitiendo su encarcelamiento indefinido sin cargos ni juicios.

Nadie en el Departamento de Estado está particularmente inquieto o estimulado a “denunciar” estos crímenes de guerra y “horrores”.

Por el contrario, Blinken y los otros voceros estadounidenses repite incansablemente el mantra de que “Israel tiene el derecho de defenderse”, mientras insisten en que no se pueden comparar “los ataques contra terroristas” de Israel con los “terroristas” de Hamás “que están haciendo llover cohetes indiscriminadamente” sobre Israel.

El presidente Joe Biden declaró el jueves que “no ha habido una reacción significativamente exagerada” por parte de Israel, dándole una luz verde inequívoca para que intensifique la masacre de palestinos y asegurándole que no se interrumpirá el flujo de dinero y armas estadounidenses para posibilitar tales acciones.

En efecto, no hay comparación entre los primitivos cohetes de Gaza y la máquina asesina de alta tecnología de las Fuerzas de Defensa de Israel. Como en prácticamente todos los enfrentamientos de este tipo de los últimos 15 años, las muertes de palestinos en Gaza superan a las de israelíes en una proporción de más de 10 a 1. Una vez más, la infraestructura básica de lo que se ha descrito con razón como la mayor prisión al aire libre del mundo está siendo destruida, condenando a la población a una pobreza aún mayor.

El canciller Blinken y su adjunto añadieron a su defensa de los ataques aéreos de Israel una declaración prefabricada de que los palestinos tienen derecho a “seguridad y protección”. Sin embargo, ese derecho es sistemáticamente violentado por la ocupación israelí, que rutinariamente dispara, mata y mutila a los palestinos, los encarcela —incluyendo a los niños— sin el debido proceso, se apodera de sus tierras y arrasa sus hogares para dar paso a la maligna expansión de los asentamientos sionistas y les niega la libertad de movimiento.

Esta semana, Estados Unidos utilizó su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para suprimir incluso una resolución no vinculante apoyada por el resto de los miembros del organismo porque sugería que era necesario frenar los más atroces de estos crímenes para evitar una marcha hacia la guerra.

¿Puede haber alguna duda sobre la reacción de Blinken y sus secuaces del Departamento de Estado si Beijing llevara a cabo en Sinkiang incluso una fracción de la violencia ejercida por el Estado israelí? Washington ya ha insistido en que la política de China hacia los uigures constituye un “genocidio”, una acusación deliberadamente incendiaria.

Aunque es indudable que Beijing emplea métodos de represión estatal en Sinkiang, al igual que en el resto de China, no existen pruebas que respalden la acusación de genocidio, y Washington, cuyas víctimas a lo largo de 20 años de guerras ininterrumpidas en Afganistán y Oriente Próximo se cuentan por millones, no está en condiciones de señalar con el dedo.

Pero el Departamento de Estado sigue la estrategia esbozada por el principal propagandista nazi, Joseph Goebbels: “Si se cuenta una mentira lo suficientemente grande y se sigue repitiendo, la gente acabará creyéndola”.

Esta campaña de propaganda contra China recibe un apoyo incondicional, y adornos, por parte de los medios de comunicación corporativos. Un ejemplo es el artículo de noviembre de 2019 escrito por el editor de la página editorial del Washington Post, Fred Hiatt, titulado “En China, cada día es la Noche de los cristales rotos”.

La referencia es a los sangrientos acontecimientos del 9 y 10 de noviembre de 1938 en los que las tropas de asalto nazis lanzaron un pogromo vicioso contra los judíos en toda Alemania. Un total de 1.400 sinagogas fueron incendiadas. Se destruyeron miles de negocios judíos, se saquearon casas, se atacaron a personas y se profanaron cementerios. Aproximadamente 30.000 judíos fueron encerrados en campos de concentración y unos 1.500 asesinados, iniciando un proceso que acabaría con el exterminio de millones de personas.

La mejor prueba que Hiatt pudo presentar para su acusación de que está ocurriendo algo similar “todos los días” en Sinkiang fue el testimonio de un tal Bahram Sintash de que se habían demolido mezquitas y destruido cementerios.

Sintash es un agente del Proyecto de Derechos Humanos Uigur, una rama del Congreso Mundial Uigur y de la Asociación Estadounidense de Uigures, ambos financiados por la Fundación Nacional para la Democracia (NED), una agencia creada para llevar a cabo operaciones de financiación pública que antes eran realizadas de forma encubierta por la CIA. La NED se jactó en 2020 de haber proporcionado casi 9 millones de dólares a grupos separatistas uigures desde 2004. Vinculados a fuerzas de extrema derecha en Estados Unidos y a nivel internacional, estos grupos buscan forjar un Estado étnico en Sinkiang y piden abiertamente la “caída de China”.

En otras palabras, las prubas del “genocidio” son suministradas por elementos financiados directamente por Washington, un círculo de propaganda estatal en la que periódicos como el Post y el New York Times se prestan a ello.

Mientras tanto, los que exponen los crímenes de Israel son tachados de “antisemitas” retorciendo este concepto hasta convertirlo en una calumnia contra cualquiera que exprese la repugnancia y la rabia que sienten personas de todo el mundo, incluidos millones de judíos, por los actuales crímenes de guerra en Gaza. De hecho, esta definición es en sí antisemita, al identificar a los judíos de todo el mundo con las políticas criminales de un Estado que gobierna en interés de una estrecha oligarquía financiera y empresarial israelí.

El enorme abismo que separa la indiferencia del imperialismo estadounidense hacia estos crímenes y su “horror” e invocación de los “derechos humanos” en relación con Sinkiang demuestra una vez más que toda moral es una moral de clase. La indignación moral de los funcionarios imperialistas como Blinken solo aparece cuando es necesaria para justificar las guerras de agresión y saqueo y para promover los intereses de la oligarquía financiera estadounidense.

El hecho de que la embarrada bandera de los “derechos humanos” que se enarboló para justificar las guerras en los Balcanes, Oriente Próximo y el norte de África se despliegue ahora como parte de los preparativos para un conflicto entre “grandes potencias” contra China y Rusia es una medida de las extremas tensiones y peligros en la situación global. Los eventos en Gaza y la crisis cada vez más incontrolable dentro de Israel tienen el potencial de prender el polvorín que conduzca a una guerra catastrófica.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de mayo de 2021)

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