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Perspectiva

La mentira del “laboratorio de Wuhan” y la cacería de brujas contra la ciencia

Durante la última semana, la prensa estadounidense y el Gobierno de Biden han buscado legitimar la teoría conspirativa de que el virus del COVID-19 salió del Instituto de Virología de Wuhan en China.

El Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (Saah Silbiger/Pool vía AP)

El 23 de mayo, el Wall Street Journal publicó un artículo de Michael R. Gordon alegando que varios “oficiales” estadounidenses dijeron que los trabajadores del Instituto de Virología de Wuhan se enfermaron en noviembre de 2019. Esta historia llevó a prácticamente toda la prensa estadounidense a declarar que la teoría conspirativa era “creíble”.

El corolario de la declaración de que la teoría conspirativa del laboratorio de Wuhan es “creíble” es que todos los principales expertos del mundo en enfermedades infecciosas que la rechazaron universalmente tras una investigación rigurosa están involucrados en un encubrimiento masivo.

Ni el Journal ni cualquiera de los otros medios noticiosos que promueven su reporte revelaron el hecho de que Gordon fue el autor de la historia desacreditada del 2002 en el New York Times que alegaba falsamente que el presidente iraquí Sadam Huseín estaba buscando comprar “tubos de aluminio” para construir armas nucleares.

En respuesta al reporte del Journal, el Washington Post declaró que la teoría del laboratorio era “creíble”, afirmando sin vergüenza que “los esfuerzos para descubrir el origen natural del virus han fracasado”.

La Casa Blanca de Biden, por su parte, ha ordenado a las agencias de inteligencia estadounidenses una investigación sobre los orígenes potencialmente humanos del COVID-19, mientras que el secretario de Salud y Servicios Humanos, Xavier Becerra, hablando en la Asamblea Mundial de la Salud de las Naciones Unidas, exigió una investigación “transparente” sobre los orígenes de la enfermedad.

Junto a la campaña del Partido Demócrata, varias figuras que dicen estar vinculadas a la política de izquierda, incluyendo el periodista Glenn Greenwald y el contribuidor de Jacobin, Branko Marcetic, han intervenido para legitimar la teoría del “laboratorio de Wuhan”.

Por medio de su campaña coordinada para promover la mentira del “laboratorio de Wuhan”, la cúpula mediática y el Gobierno de Biden están colocando en los medios dominantes lo que, de lo contrario, habría permanecido en los pestilentes rincones de la política fascista y ultraderechista.

Según los defensores de la teoría conspirativa del “laboratorio de Wuhan”, los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. financiaron investigaciones del ejército chino en el Instituto de Virología de Wuhan, que luego desarrolló genéticamente y liberó, accidental o deliberadamente, el COVID-19. “EE.UU. le pagó al Ejército de Liberación Popular de China para que desarrollara los coronavirus”, declaró el Australian de Rupert Murdoch, en una de las muchas versiones de este cuento.

Los promotores de esta teoría conspirativa acusan al director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci, y a los principales expertos en enfermedades—incluyendo a Kristian G. Andersen, director de Genómica de Enfermedades Infecciosas en el Instituto Scripps de Investigaciones Traslacionales, y Peter Daszak, presidente de Ecohealth Alliance—de encubrir los orígenes supuestamente humanos de la enfermedad o de haber estado directamente involucrados en su fabricación.

Los partidarios de extrema derecha de Trump están yéndose a la ofensiva. “Se los dije”, tuiteó el ideólogo de extrema derecha Rand Paul, con la etiqueta #firefauci [despidan a Fauci]. La congresista Marjorie Tayler Greene, partidaria del movimiento fascistizante QAnon, arremetió contra Fauci en Twitter: “¡Necesita ser despedido!”.

La legitimación de la extrema derecha fue tan lejos como para que el Washington Post publicara una “corrección” oficial de un artículo que escribió en febrero de 2020 sobre la promoción de la narrativa del laboratorio de Wuhan por parte del senador fascistizante de Arkansas, Tom Cotton. El titular original del Post decía, “Cotton sigue repitiendo una teoría conspirativa sobre el coronavirus que ya fue desmentida”.

Los editores del Post “revisaron” la historia la semana pasada, publicando un aviso que decía que el artículo había “representado incorrectamente” a Cotton. “El término ‘desmentida’ y el uso del término ‘teoría conspirativa’ por parte del Post han sido eliminados porque, tanto en ese momento como ahora, no se había determinado el origen del virus”.

Si fuera honesto, el Post declararía que está promoviendo, junto al Gobierno de Biden y el Partido Demócrata, la “teoría conspirativa” que, de hecho, sí fue desmentida.

En estilo estereotípicamente orwelliano, el pasado necesita reescribirse de acuerdo con los intereses del presente. En este caso, el Post está efectivamente disculpándose y estableciendo una alianza con Cotton. El senador de Arkansas publicó infamemente en junio de 2020 un artículo de opinión en el New York Times llamando al Gobierno de Trump a invocar la Ley de Insurrecciones para desplegar el ejército contra las protestas en oposición a la violencia policial.

En los miles de artículos escritos sobre el tema de la teoría del “laboratorio de Wuhan”, no ha habido ni una sola prueba directa que indique alguna conexión entre el COVID-19 y el Instituto de Virología de Wuhan. La “prueba” más concreta la proporcionó el artículo de Gordon en el Journal, en el que se afirmaba que funcionarios estadounidenses no identificados dijeron que se hospitalizó a investigadores del instituto en noviembre.

Sin embargo, según la hoja informativa publicada por el Departamento de Estado a principios de este año, los investigadores tenían “síntomas consistentes tanto con el COVID-19 como con las enfermedades estacionales comunes”. Además, como señalaba el artículo de Gordon, “una persona dijo que [las pruebas] habían sido proporcionadas por un socio internacional y que eran potencialmente significativas, pero que aún necesitaban más investigación y corroboración adicional”.

En otras palabras, toda la evidencia de la teoría del “laboratorio de Wuhan” se reduce a la afirmación de un promotor de las mentiras de la guerra de Irak de que algunos funcionarios no identificados dicen que algunos empleados del Instituto de Virología de Wuhan tenían síntomas “consistentes con... enfermedades estacionales comunes”, mientras que otros funcionarios, tampoco identificados, cuestionan esta afirmación.

La promoción de esta teoría infundada por parte de los medios de comunicación estadounidenses solo puede explicarse a partir de los intereses socioeconómicos que la impulsan. Como escribió el Consejo Editorial Internacional del World Socialist Web Site en su declaración de esta semana, la campaña tiene dos objetivos interrelacionados:

En primer lugar, pretende desviar la atención de las acciones de los Gobiernos de Estados Unidos y de otros países cuyas políticas provocaron muertes a escala masiva. A medida que el público comience a recuperarse de la abrumadora conmoción de la pandemia, se exigirán explicaciones de por qué murieron tantas personas, junto con una rendición de cuentas de los responsables...

En segundo lugar, la mentira del laboratorio de Wuhan busca fomentar el odio nacionalista para apoyar el objetivo estratégico central de la Administración de Biden: la preparación de un conflicto económico y potencialmente militar con China.

Aunque los científicos son el blanco inmediato, esta campaña tiene como objetivo el abandono de todas las medidas con fundamento científico y necesarias para contener la pandemia. Los principales defensores de la teoría conspirativa apoyan el programa de “inmunidad colectiva”, es decir, permitir que la pandemia se propague sin restricciones.

A medida que el COVID-19 continúa propagándose rápidamente por todo el mundo, están apareciendo nuevas variantes. África vivió un aumento del 20 por ciento de los casos de COVID-19 en la última semana, con ocho países que muestran un aumento de más del 30 por ciento. En el Reino Unido, con una tasa de vacunación mayor, la llamada “variante Delta” se ha convertido en la dominante, alimentando un aumento de los casos.

Ante el inminente repunte mundial de la pandemia, las clases dominantes insistirán en que no se pueden tomar medidas que salven vidas a costa de las ganancias. Insistirán en que la culpa de las muertes masivas, el equivalente a la “culpa de la guerra”, se debe atribuir a China. El ataque a la ciencia y a los científicos tiene como objetivo silenciar e intimidar toda oposición a una política que amenaza innumerables vidas.

Pero las políticas inhumanas y anticientíficas de la clase dominante se enfrentan a la creciente resistencia de una clase trabajadora que defiende cada vez más sus propios intereses sociales. Esta es la fuerza social que proporciona la base para la defensa de la ciencia y para las medidas médicamente necesarias para detener la propagación del COVID-19. Por eso, la defensa de la ciencia y la lucha por detener la pandemia de COVID-19 son inseparables de la construcción de un movimiento socialista en la clase obrera.

(Publicado originalmente en inglés el 5 de junio de 2021)

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