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Perspectiva

La ola huelguística en EE.UU. anuncia una nueva etapa en la lucha de clases global

A la medianoche del miércoles, más de 10.000 trabajadores de maquinaria agrícola de John Deere iniciaron una huelga en varios estados del centro de EE.UU. Mientras que el sindicato United Auto Workers (UAW) está conspirando con la gerencia corporativa para estrangular la huelga, no tiene credibilidad en las bases. La semana pasada, más del 90 por ciento de los trabajadores de Deere rechazaron un contrato entreguista presentado por el UAW.

La rebelión de los trabajadores de Deere constituye una intensificación del movimiento huelguístico que está expandiéndose por todo EE.UU.: 500 trabajadores de una destilería en Kentucky iniciaron una huelga el 11 de septiembre; 2.000 trabajadores hospitalarios de Búfalo, Nueva York, han estado en huelga desde el 1 de octubre; 1.400 trabajadores de Kellogg’s en Michigan, Nebraska, Pensilvania y Tennessee iniciaron su huelga el 5 de octubre; y 2.000 trabajadores de la empresa de telecomunicaciones Frontier en California hicieron huelga el 6 de octubre. Más de 1.000 mineros del carbón de Warrior Met en el norte de Alabama han estado en huelga desde abril.

Una serie de paros y protestas locales indica el alcance y la profundidad de la militancia obrera: un paro el martes por la mañana de 185 trabajadores en 28 residencias de cuido y programas comunitarios en Connecticut por sus sueldos y prestaciones de pobreza; paros de docenas de conductores de autobuses escolares utilizando licencias por enfermedad en el condado de Bullitt, Kentucky, y el condado de Calvert, Maryland, esta semana; una huelga de dos días la semana pasada de 400 trabajadores de la salud en el centro médico McKenzie-Willamette en Oregón; y una huelga de cinco días la semana pasada de 350 trabajadores de la salud en Antioch, California, por las condiciones laborales y falta de personal.

Decenas de miles de trabajadores en otras industrias han votado a favor de autorizar huelgas en cifras contundentes, incluyendo 60.000 trabajadores de producción televisiva y filmográfica en California que tienen planeado comenzar una huelga el domingo por la noche; más de 40.000 enfermeros y trabajadores sanitarios de Kaiser Permanente autorizaron de manera casi unánime una huelga en la costa oeste; y 3.500 trabajadores de la autopartista Dana Inc. La huelga en Deere les dará a los trabajadores de Dana un impulso para realizar un paro, dado que han estado trabajando sin un contrato después de rechazar masivamente un contrato respaldado por el UAW el mes pasado.

La inflación cada vez más acelerada en los bienes y servicios de consumo está alimentando la oposición de los trabajadores, dado que se refleja en una caída persistente y dramática en los salarios reales de los trabajadores.

Durante los últimos 15 años, los bancos centrales globales asignaron recursos ilimitados para rescatar los bancos y mercados. La Reserva Federal de EE.UU. ha aumentado su balance de menos de $1 billón antes del colapso financiero de 2008 a casi $8,5 billones hoy día, esencialmente imprimiendo dinero para comprar activos financieros. Esto incluye un aumento de casi $4 billones desde el inicio de la pandemia.

Las medidas imprudentes e inflacionarias empleadas por la clase gobernante para rescatar las empresas y los bancos que enfrentaban un colapso en 2008, a las cuales se sumó la Ley CARES promulgada por el Congreso el año pasado, han creado una burbuja financiera insostenible. Las corporaciones han acumulado más de $11 billones en deudas mientras las tasas de intereses fueron reducidas a cero y la Reserva Federal emprendió su racha de compras. Todo lo entregado a los ricos ahora necesita ser extraído a través de una explotación recrudecida de la clase obrera.

La inflación artificial de los activos financieros y de la riqueza de la clase gobernante ahora está permeando todos los sectores de la economía.

El Departamento de Trabajo de EE.UU. reportó ayer que el índice de precios al consumidor aumentó 5,4 por ciento en un año. Los precios de la energía están aumentando globalmente, incluyendo un aumento de 64 por ciento en el precio del crudo en lo que va del año y la duplicación de los precios del gas natural en los últimos seis meses. Ambos alcanzaron su nivel más alto en 7 años. La Administración de Información Energética de EE.UU. dijo ayer que espera que los hogares vean un aumento en sus facturas de calefacción de 30 a 54 por ciento en el invierno, comparado al anterior.

Más ampliamente, el estallido de la lucha de clases refleja el enojo acumulado tras cuatro décadas de ataques incansables contra los niveles de vida y el incremento correspondiente en los impactantes niveles de desigualdad social. La riqueza ya colosal de los milmillonarios estadounidenses saltó en $1,8 billones durante la pandemia hasta alcanzar $4,8 billones en agosto de este año.

Nada asusta más a la oligarquía corporativo-financiera que la resistencia social de la clase obrera dentro de EE.UU. No se ha olvidado de la larga historia de luchas obreras militantes que caracterizaban las relaciones de clases en EE.UU.

Para socavar y suprimir la lucha de clases, la clase gobernante emplea todas las armas en su arsenal. Por décadas, ha dependido de los sindicatos patronales que vigilan como fuerza policial a la clase obrera. Desde la traición de la huelga de PATCO en 1981, los sindicatos se han transformado en meros brazos de las corporaciones.

El Gobierno de Biden, en especial, considera que fortalecer las instituciones corporativistas es una necesidad imperiosa y estratégica de la clase gobernante. En respuesta a la crisis de las cadenas de suministro, el Gobierno de Biden anunció ayer un acuerdo entre la Cámara de Comercio de EE.UU., el sindicato Teamsters y los sindicatos de la AFL-CIO para abrir los puertos estadounidenses 24 horas al día, siete días a la semana por el resto del año.

Sin embargo, los servicios de los sindicatos cada vez son menos efectivos, como lo evidencian los repetidos y masivos rechazos de los trabajadores de contratos dictados por los sindicatos, incluyendo en Volvo Trucks en el verano, en Dana Inc. el mes pasado y en John Deere la semana pasada.

El estallido de la lucha de clases es profundamente desconcertante para las secciones acomodadas de la clase media, las cuales entienden que su relativa prosperidad está vinculada a las ganancias corporativas masivas y la inflación de los precios de las acciones en Wall Street. El temor de estas capas hacia el impacto de la clase obrera en sus intereses económicos y posición social se refleja ideológica y políticamente en la promoción incansable de las políticas de identidades como la raza y el género.

Como en los años veinte y treinta, cada vez más sectores de la clase gobernante, que ya perdieron la confianza en la capacidad de las instituciones democráticas tradicionales de contener el conflicto de clases, están comenzando a considerar seriamente una “solución” fascistizante a la crisis de la sociedad capitalista. Las diatribas de Trump contra los “socialistas radicales tomando nuestro país”, como lo dijo en un mitin en Iowa el sábado, son actualmente la manifestación más abierta y peligrosa de esta tendencia. Nueve meses después de la insurrección fascistizante del 6 de enero, cuyo objetivo era anular los resultados de las elecciones y establecer una dictadura personalista, la posición de Trump como líder del Partido Republicano tan solo se ha fortalecido.

Finalmente, como con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 y de la Segunda Guerra Mundial en 1939, la clase capitalista percibe un conflicto militar como una manera de “unir” artificialmente una sociedad partida por divisiones sociales infranqueables. La incansable propaganda contra China en torno a la descarada mentira de que el virus que causa el COVID-19 fue manufacturado en un laboratorio en Wuhan, busca crear la psicología social desorientada e incluso patológica necesaria para librar una guerra.

Los peligros que enfrenta la clase obrera no deben subestimarse, pero sería un error aún peor, desde el punto de vista de la formulación de una estrategia socialista, subestimar el inmenso poder social de la clase obrera. La clase obrera estadounidense es parte de una clase internacional cuyo poder colectivo es mayor que en cualquier otro momento en la historia.

El capitalismo está globalmente integrado y consecuentemente todas las luchas importantes de los trabajadores asumen un carácter internacional. De hecho, el movimiento huelguístico en EE.UU. forma parte de un auge de luchas obreras que se extiende desde los trabajadores metalúrgicos de Sudáfrica hasta los trabajadores de la salud de Sri Lanka, los trabajadores del transporte en Alemania y los trabajadores de autopartes de Turquía, para mencionar algunas pocas en marcha.

Además, el movimiento huelguístico se produce en condiciones en las que la incompatibilidad del capitalismo con las necesidades humanas más básicas se encuentra patentemente expuesta. Durante los últimos 18 meses, los trabajadores de EE.UU. y todo el mundo han vivido el horror de la pandemia de COVID-19. La negativa de las autoridades a tomar las medidas necesarias para salvar vidas ha causado la muerte de casi 750.000 personas en EE.UU. y casi cinco millones en todo el mundo.

El estallido de la oposición de la clase obrera es un proceso objetivo. No obstante, plantea desafíos inmensos en materia de organización y perspectiva. El Partido Socialista por la Igualdad y sus copensadores y partidos hermanos en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional han anticipado y respondido al crecimiento de la lucha de clases con la estrategia y organización necesarias para el éxito de las luchas de la clase obrera.

En mayo, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y el Partido Socialista por la Igualdad iniciaron la formación de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB). Escribimos en ese momento que la AIO-CB, “buscará desarrollar el marco para nuevas formas independientes, democráticas y militantes de organización de las bases de trabajadores en las fábricas, las escuelas y los lugares de trabajo a una escala internacional”.

Esta iniciativa está siendo apoyada por los trabajadores a través de la formación de comités de base en Volvo Trucks, Dana y ahora John Deere. Los maestros y padres han formado comités de base para oponerse a la reapertura insegura de las escuelas. Un elemento crítico de esta campaña han sido los esfuerzos del World Socialist Web Site para sumar el apoyo de científicos para educar a la clase obrera y explicar por qué poner fin a la pandemia requiere una lucha de masas librada a escala global por la eliminación y erradicación del COVID-19.

El desarrollo de una red coordinada de comités de base en todo el mundo depende de la construcción de una dirección marxista-trotskista en la clase obrera. La tarea crítica de los socialistas es intervenir activamente en toda muestra de oposición de la clase obrera, conectar la lucha contra la desigualdad y la explotación con la lucha contra la pandemia, el peligro cada vez mayor de una guerra mundial, la amenaza de dictadura y el capitalismo global.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de octubre de 2021)

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