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La nueva dirección del Partido Verde de Alemania: una mezcla tóxica de militarismo y política identitaria

El 29 de enero una conferencia en línea del Partido Verde alemán eligió una nueva dirección. Ricarda Lang y Omid Nouripour reemplazaron a Annalena Baerbock y a Robert Habeck, quienes han asumido los cargos de ministra de exteriores y ministro de economía respectivamente en el nuevo gobierno federal. Lang sacó el 76 por ciento y Nouripour el 82 por ciento de los 800 votos de delegados. No había candidatos opositores.

Ricarda Lang y Omid Nouripour (Fuente: Grüne im Bundestag, S.Kaminski, CC BY-ND 3.0 DE)

El cometido del nuevo dúo dirigente será darle una tapadera protectora al gobierno, la así llamada “coalición semáforo” del Partido Socialdemócrata (SPD), los Verdes y el neoliberal Partido Libre Democrático (FDP). En palabras de Nouripour al diario taz, la misión de la nueva dirección es actuar como “bisagra” entre el partido y el gobierno “comunicando por qué hicimos ciertos compromisos y cuál es nuestra perspectiva”.

En solo unos pocos meses ejerciendo, el nuevo gobierno alemán ha adoptado una política belicosa hacia Rusia y de confrontación con la clase trabajadora. Esto es evidente no solo en su política hacia la pandemia, donde el gobierno está siguiendo un rumbo despiadado de contagio masivo, sino también en la política exterior y medioambiental —dos ámbitos en los que los ministros del Partido Verde son responsables directos.

Annalena Baerbock es una de las principales agitadoras en la actual campaña contra Rusia. No pasa un día sin que la ministra de exteriores amenace a Moscú con “dureza” y “consecuencias masivas”, al tiempo que recalca la unidad con los EEUU, que se arriesga a una tercera guerra mundial con su belicismo antirruso.

El ministro de economía Habeck, que es responsable de la conversión a la energía limpia, la principal baza política de los Verdes, está subordinándola a los intereses geopolíticos y de ganancia de los grandes negocios y le está pasando los costes a la población trabajadora.

En la conferencia en línea del partido tanto Habeck como Baerbock hicieron una conexión directa entre el cambio climático, los intereses geopolíticos de Alemania y el fortalecimiento militar.

La protección del clima es, “por supuesto, un tema tanto de política exterior como de geopolítica”, dijo Habeck. “Dependemos de la importación de energía, dependemos de una situación mundial geopolítica diferente. … Por eso es genial que tengamos a Annalena como nuestra ministra de exteriores”.

Baerbock añadió, “Cuando hablamos de políticas de seguridad, debemos hablar siempre también de políticas energéticas y climáticas. … Crearemos una soberanía estratégica independizándonos de la energía fósil en los próximos años”.

El coronavirus ha dejado claro que “el fracaso de las cadenas de abastecimiento puede hacer arrodillarse a naciones económicas, naciones industriales, pero también a todos los otros países mucho más de lo que los cañones podrían hacerlo en esta situación”. Por eso es tan importante que el gobierno alemán y los Verdes “dejen muy claro ahora: Tenemos que estar con Ucrania, en seguridad, en defensa, pero sobre todo en la cuestión de mantener la estabilidad económica”.

Los costes del cambio climático son altos. Es evidente que la reducción urgentemente necesaria de las emisiones de CO2 no pueden lograrse sin atacar las grandes ganancias de las empresas y los miles de millones en bienes de los que se aprovechan de la crisis. Los Verdes rechazan vehementemente tal solución. Bajo su conducción, las medidas de protección del clima acelerarán el aumento del coste de la vida y el empobrecimiento de la población.

La revista DerSpiegel ha calculado que hasta 800.000 hogares tendrán que ser renovados anualmente para 2030 y millones de sistemas de calefacción con petróleo y gas reemplazados para cumplir con los requisitos legales. El coste se calcula que es de cerca de 175 mil millones de euros.

Las inmobiliarias pasarán la mayoría de estos costes a sus inquilinos, aumentando drásticamente la carga financiera de los 18 millones de hogares en alquiler. Ya uno de cada siete inquilinos gasta más del 40 por ciento de sus ingresos en la vivienda.

Añadidos a esta carga están los costes crecientes de calefacción y energía, que están explotando junto con la crisis ucraniana que se intensifica. Ya el año pasado, el precio del gas casi se duplicó, y se espera un aumento del precio de la calefacción con gas de un 40 por ciento este año.

El ministro de agricultura Cem Özdemir (Partido Verde) también está aplicando una política medioambiental a costa de los pobres. Un día después de navidad, anunció en Bild am Sonntag: “No debe haber más precios de comida basura, arruinan las granjas, inhiben el bienestar animal, promocionan la extinción de las especies y contaminan el clima”. Para la clientela pudiente de los Verdes, el aumento del precio de los alimentos no es problema. Es, sin embargo, una importante preocupación para los millones de personas que dependen del salario mínimo y los beneficiarios del bienestar Hartz IV, para quienes la tasa estándar brinda solo 5,19 euros al día para comida.

El plan de Habeck de cubrir todo el país con turbinas eólicas también ha contrariado a miembros del Partido Verde cuyo sueño de una casa silenciosa en el campo no se puede reconciliar con la perspectiva de turbinas visibles y ruidosas con sus aspas de 50 metros.

Omid Nouripour

Bajo estas circunstancias, la nueva dirección de los Verdes tiene un papel crucial que desempeñar en proteger y defender al gobierno.

El número de miembros del partido ha subido mucho últimamente. Desde cerca de 50.000 a finales de los ’90, cuando los Verdes entraron por primera vez en el gobierno federal, y 60.000 a mediados de la década de 2010, el número de miembros ha subido recientemente a 125.000. Con casi 7 millones de votantes, los Verdes también lograron su mejor resultado en elecciones federales en 2021. Los nuevos miembros y votantes incluyen a estratos conservadores y de clase media que apoyan a los Verdes por las políticas derechistas del partido, así como a muchos jóvenes ilusionados con que los Verdes apliquen una política medioambiental más consistente.

El dúo Nouripour-Lang está en sintonía con mantener junta a esta clientela diversa.

Omid Nouripour es de la derecha del partido, llamada “realo”. Durante muchos años, ha sido uno de los principales defensores del partido del militarismo sin restricciones y apoya plenamente la política exterior agresiva de Baerbock.

Nacido en Teherán en 1975, su familia emigró a Fráncfort del Meno cuando él tenía 13 años de edad. Allí él terminó el bachillerato y se unió a los Verdes en 1996. En el 2006 fue elegido al Bundestag como sucesor de Joschka Fischer y se concentró en temas de seguridad y política exterior.

Como portavoz de política exterior de la bancada Verde, Nouripour defendió la participación de la Bundeswehr en ataques aéreos contra Siria en 2014. Rechazó la entrega de armas del gobierno alemán a los kurdos irakíes argumentando que si había que tomarse en serio la responsabilidad de proteger dentro del marco de las Naciones Unidas, sería más coherente mandar soldados alemanes.

El mismo año, Nouripour defendió sanciones económicas contra Rusia por la crisis ucraniana y la perspectiva de la adhesión de Ucrania a la UE.

Nouripour es jefe del grupo parlamentario alemán-ucraniano y miembro del panel de Puente Atlántico —una red de 500 destacadas personalidades de las finanzas, los grandes negocios, la política, los medios de comunicación y del ámbito académico que defienden una estrecha cooperación entre Alemania y Estados Unidos.

El director de Puente Atlántico es el exministro de exteriores Sigmar Gabriel (SPD), quien asumiera en 2019 sucediendo a Friedrich Merz, el actual líder de la Unión Democratacristiana. Además de Nouripour, el panel también incluye al exjefe de Springer, Kai Dieckmann, el jefe sindical alemán (DGB) Reiner Hoffmann, el político del FDP Alexander Graf Lambsdorff, James von Moltke del Deutsche Bank y el exjefe de la Conferencia de Seguridad de Munich, Wolfgang Ischinger. Max Otte, jefe de una facción derechista de la CDU y candidato del ultraderechista Alternativa para Alemania para el cargo de presidente federal, también es miembro de esta red.

Nouripour sigue hasta el día de hoy defendiendo las leyes de bienestar de Hartz, que fueron introducidas en 2003 por un gobierno de coalición SPD-Verdes —leyes que desde entonces llevaron a la creación de un anorme sector de bajos salarios y pobreza generalizada. Cuando taz le preguntó poco antes de su elección como dirigente del partido por qué apoyaba las Hartz IV, Nouripour respondió: “Porque la intención en sí no era equivocada. Y la dinamización del sector de bajos salarios era también fundamentalmente una idea correcta. … Era una idea bienintencionada que simplemente fue mal implementada en su alcance total”.

Ricarda Lang

Ricarda Lang es responsable de recibir a jóvenes simpatizantes de los Verdes que no están tan abiertamente a favor del militarismo y las leyes Hartz IV. De 28 años de edad, Lang, que no terminó la facultad de derecho, es la dirigente más joven de la historia del partido y se ha catapultado a la cima. Se unió a la Juventud Verde en 2012, fue portavoz federal de la organización estudiantil Verde en 2014, portavoz federal de la Juventud Verde en 2017, vicedirectora federal y portavoz de políticas para la mujer de los Verdes en 2019, antes de irse al Bundestag en 2021.

Cada vez que Lang sale en público o da una entrevista, siempre enfatiza su compromiso social y sus orígenes pobres. “Lo sé por mi propia historia”, le dijo a taz. “Me crié con una madre soltera que trabajaba de asistenta social. Sé cómo es trabajar 40 horas o más y aún así luchar por llegar a fin de mes”.

Todo esto es solo hablar de boquilla. Lang apoya plenamente las políticas antisociales y derechistas de la coalición “semáforo” y enfatiza su estrecha cooperación con Nouripour, con quien habla por teléfono por lo menos cinco veces al día incluso desde antes de la elección de los dirigentes.

Cuando taz le preguntó si un liderazgo dual que consistiera de uno de “realo” y un representante de la izquierda no llevaría automáticamente a más tensión, respondió: “Al final, todos somos profesionales. Lo que podamos lograr políticamente está por encima de temas individuales”. Dijo que tenía “un interés en tener un gabinete fuerte, en que nuestra gente haga un buen trabajo allí. También me interesa tener un partido parlamentario fuerte. Todos vamos a tener que jugar como un equipo”.

Lan específicamente utiliza la política identitaria para suprimir los temas de clase. Exhibe su bisexualidad y está activamente implicada en el mundillo de la política LGTB. Der Spiegel la compara con la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, quien también utiliza la política identitaria para apoyar las políticas derechistas del presidente Biden.

“Land ha enfatizado que es gorda en su marca, reinterpretando la debilidad percibida como fuerza”, escribe Der Spiegel. “Muchas mujeres políticas de su generación hacen lo mismo: Por ejemplo, las jóvenes congresistas de los EEUU en torno a la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, que se refieren a sus orígenes en medios socialmente desfavorecidos, o a la pérdida del cabello. Se han vuelto íconos de una autenticidad que específicamente se encuentra con el zeitgeist de las votantes jóvenes”.

Tales formas de política identitaria no tienen nada que ver con rechazar la discriminación y la desigualdad, que solo se pueden superar en la lucha contra la opresión y la explotación capitalista. En vez de ello, la política identitaria es utilizada por estratos pequeñoburgueses para obtener privilegios y dividir a la clase trabajadora.

En una entrevista que concedió a Tagesspiegel el 2 de octubre del año pasado, Lang demostró el tipo de alianzas reaccionarias posibles en base a la política identitaria. La entusiasmó el terreno común que tiene con el FDP, el partido más asociado con las grandes empresas y cuyo buque insignia es la crueldad social.

“Nos superponemos mucho con el FDP en lo que se refiere a la política gay, y espero que podamos usar eso”, dijo Lang. Un elemento unificador es que “muchos jóvenes quieren una política social moderna que dé prioridad a la autodeterminación y el individuo”.

Esta idea fija con el individuo, que Lang comparte con los carreristas despiadados del FDP, contrasta abruptamente con los intereses del pueblo trabajador, que solo puede defender sus intereses colectivamente como clase.

Los Verdes surgieron de las protestas estudiantiles de 1968. Influidos por las teorías del a Escuela de Fráncfort y el postmodernismo, los estudiantes rebeldes rechazaron la lucha por una perspectiva socialista en la clase trabajadora. Cuando se fundó el Partido Verde en 1980, el medioambientalismo, el pacifismo y la democracia de base estaban en el centro de su programa; no había lugar para el socialismo.

La transición de los Verdes hacia el bando del militarismo y los ataques a los programas sociales está directamente vinculada con el ascenso material del medio social en el que se basan. El boom de la bolsa y del sector inmobiliario de las tres últimas décadas les ha brindado niveles inesperados de riqueza, mientras que la pobreza ha crecido en el otro extremo de la sociedad.

Los simpatizantes de los Verdes tienen la segunda mayor media de ingresos de todos los partidos tras el FDP. De sus miembros, el 68 por ciento tienen título universitario, el 45 por ciento son funcionarios públicos o trabajadores clericales —más que en cualquier otro partido. Temen la oposición social de la clase trabajadora porque amenaza sus privilegios. Por eso están respondiendo a los antagonismos sociales crecientes, que han llegado a su punto crítico en la pandemia, con otro volantazo a la derecha.

El mejunje tóxico de militarismo y política identitaria que caracteriza a la nueva dirección de los Verdes es una expresión de este desarrollo. Invariablemente llevará a los Verdes —y a la coalición “semáforo” en su conjunto— a un agudo conflicto con la clase trabajadora.

(Publicado originalmente en inglés el 4 de febrero de 2022)

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