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Perspectiva

Blinken en la ONU: “un momento Colin Powell”

Los acontecimientos de las últimas 24 horas dejan en claro que el Gobierno de Biden, en nombre de los sectores dominantes de la clase gobernante estadounidense, está decidido a intensificar su confrontación con Rusia, incluso al punto de desatar una guerra mundial.

El Gobierno de Biden no quiere transigir: quiere subyugar plenamente o incluso fragmentar Rusia, incluyendo por medios militares. En el último cuarto de siglo, tras haber fragmentado Yugoslavia y destruido Irak, Afganistán, Siria y Libia, Estados Unidos está nuevamente en pie de guerra.

El peligro de una guerra a plena escala está aumentando. El jueves, sin duda en coordinación con EE.UU., el ejército ucraniano comenzó a bombardear las posiciones de las fuerzas separatistas prorrusas en Donetsk, provocando a las fuerzas prorrusas a devolver el fuego. La ofensiva ocurrió el mismo día en que el presidente ucraniano Volodímir Zelenski visitó las tropas en el este de Ucrania.

Durante las últimas semanas, la prensa estadounidense ha pregonado incansablemente que era “inminente” una invasión rusa de Ucrania, e incluso le puso fecha: el miércoles, 16 de febrero. La fecha pasó sin una invasión rusa de Ucrania. En cambio, Rusia retiró a parte de sus tropas de Crimea y Bielorrusia tras completar ejercicios militares programados ahí.

Estados Unidos respondió al repliegue despachando al secretario de Estado, Anthony Blinken, al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para denunciar a Rusia.

El espectáculo de Blinken fue una repetición extraña del famoso discurso pronunciado el febrero de 2003 por el secretario de Estado, Colin Powell, antes de la guerra de Irak. Powell rindió flagrantemente un falso testimonio en televisión nacional para justificar la guerra ilegal de agresión que se cobró la vida de aproximadamente un millón de iraquíes.

En su propia rendición de mentiras e hipocresía, Blinken fue aún más descarado que su predecesor.

“Los principios básicos que mantienen la paz y la seguridad, plasmados en el periodo posterior a las dos guerras mundiales y la guerra fría, se encuentran amenazados”, alegó Blinken. “El principio de que un país no puede cambiar las fronteras de otro a la fuerza; el principio de que un país no puede dictar las decisiones o políticas de otro, o con el cual se asociará; el principio de la soberanía nacional”.

¿A quién cree que engaña Blinken? Se pronuncia como el representante de un Gobierno que se ha involucrado por décadas en una serie continua de injerencia, golpes de Estado, guerras, operaciones de cambio de régimen patrocinadas por la CIA contra países en todo el mundo.

En los años noventa, bajo Clinton, EE.UU. y sus aliados de la OTAN fragmentaron Yugoslavia a la fuerza en varios Estados pequeños (Croacia, Bosnia, Serbia, Eslovenia). En 1999, EE.UU. y la Alianza Atlántica bombardearon Serbia por 78 días para obligarlo a aceptar la secesión de Kosovo.

Estados Unidos instigó incontables golpes de Estado en América Latina y el Caribe para “dictar las decisiones o políticas” en la región, incluyendo el derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Árbenz (1954); el derrocamiento y asesinato del presidente chileno Salvador Allende (1973); la invasión de Granada (1983); las intervenciones repetidas en Haití que involucraron despliegues militares estadounidenses en 1994 y un golpe de Estado patrocinado por la CIA en 2004; etc., etc., etc.

Durante los últimos 30 años, Estados Unidos ha violado sistemáticamente el “principio de la soberanía nacional” y el derecho internacional básico invadiendo, bombardeando o instigando guerras civiles en Irak, Somalia, Afganistán, Libia y Siria. Se dio el derecho de realizar bombardeos con drones en cualquier país para asesinar a cualquier persona que quiera, incluyendo el general iraní Qasem Soleimani en enero de 2020.

En términos de una acusación de agresión rusa, Blinken luego presentó los planes de EE.UU. para provocar un conflicto con Rusia. “En primer lugar, Rusia planea inventar un pretexto para su ataque. Podría ser un evento violento que Rusia le atribuya a Ucrania o una acusación escandalosa de Rusia contra el Gobierno ucraniano”, incluyendo un “supuesto bombardeo terrorista inventado dentro de Rusia”, un “ataque con drones contra civiles” o “un ataque falso, incluso uno real, con armas químicas”.

En otras palabras, Blinken les está dando un cheque en blanco a los grupos paramilitares fascistizantes que se han integrado en el Estado y el ejército ucraniano para que lleven a cabo cualquier clase de crimen contra los separatistas prorrusos o directamente Rusia. Cualquier respuesta de Rusia será señalada como una prueba de que llevó a cabo una operación de “falsa bandera”.

De hecho, la prensa estadounidense respondió exactamente de esa manera al bombardeo realizado por el ejército ucraniano contra los separatistas prorrusos en Donetsk el jueves. El New York Times declaró que “el brote dramático de fuego de artillería… podría ofrecerle a Moscú el tipo de pretexto que busca para invadir, según EE.UU.”.

Blinken concluyó su relato de cómo Rusia planea justificar una invasión de Ucrania declarando que EE.UU. “está presentando en gran detalle” sus pruebas de las intensiones agresivas de Rusia. De hecho, Blinken no presentó ningún “detalle” de nada. Su discurso solo consistió en afirmaciones infundadas sobre las conclusiones de “la inteligencia estadounidense”.

El historial del imperialismo estadounidense de mentir para justificar sus guerras es tan conocido que incluso Biden se vio obligado a reconocerlo indirectamente. “Estoy consciente de que algunos han puesto en duda nuestra información”, afirmó, “recordando momentos anteriores en que nuestra inteligencia al final no estuvo correcta. Pero déjenme serles claro: no estoy aquí hoy para iniciar una guerra, sino para prevenirla”.

Los fantasmas de los iraquíes muertos atormentaron la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU. No obstante, la sangre derramada por las mentiras previas del imperialismo estadounidense —no fue meramente “inteligencia que al final no estuvo correcta”— no puede borrarse tan fácilmente. La declaración de Blinken de no estar ahí “para iniciar una guerra, sino para prevenirla” destaca como la mentira más flagrante de todo su discurso.

Estados Unidos, con tremenda temeridad, está amenazando con empujar al mundo hacia una nueva guerra mundial. Las acciones del Gobierno de Biden tienen un componente de locura, pero ésta sigue una cierta lógica.

Hay dos causas fundamentales que se interconectan en este belicismo histérico.

En primer lugar, están los cálculos geopolíticos. La operación militar en marcha se preparó a lo largo de años o incluso décadas. Estados Unidos vio la disolución de la URSS hace 30 años como una oportunidad para abandonar todas las restricciones a sus operaciones militares globales. En relación con Europa, Estados Unidos ha supervisado la continua expansión de la OTAN hacia el este, tratando de cercar a Rusia. Al igual que Hitler en 1941, el imperialismo estadounidense y europeo ven en Rusia un vasto espacio para saquear.

En segundo lugar, y más decisivamente, está la crisis social y nacional, cada vez más explosiva, dentro de EE.UU. y sus países aliados de la OTAN. La pandemia de COVID-19 ya se ha cobrado la vida de casi un millón de estadounidenses, según las cifras oficiales. Cada semana mueren unos 15.000 estadounidenses a causa del COVID-19.

Como señaló Jack F. Matlock, Jr., el último embajador de Estados Unidos en la Unión Soviética, en un artículo publicado el miércoles en Consortium News, “no puedo descartar la sospecha de que estamos presenciando una elaborada farsa, groseramente exagerada por elementos prominentes de los medios de comunicación estadounidenses, para servir a un fin político interno. Ante el aumento de la inflación, los estragos de ómicron, a la culpa (en su mayor parte injusta) por la retirada de Afganistán, además del fracaso en conseguir el apoyo de todo su partido para la legislación Build Back Better [Reconstruir Mejor], la Administración de Biden se tambalea bajo unos índices de aprobación cada vez menores justo cuando se prepara para las elecciones al Congreso de este año”.

Matlock ocupó puestos clave en política exterior durante la guerra fría y no se le puede acusar de simpatías prorrusas. Esto hace que su acusación de que EE.UU. está incitando la crisis sea aún más devastadora.

Afrontando una serie de crisis irresolubles, la clase gobernante estadounidense, como innumerables clases gobernantes en bancarrota antes de ella, recurre a la guerra como una salida. Sin embargo, mientras miles de personas mueren cada día a causa de la pandemia, la clase gobernante no se ha molestado en explicar por qué una guerra con Rusia resolverá los problemas reales a los que se enfrenta la población estadounidense. En su lugar, se apoya en los medios de comunicación complacientes para divulgar sus mentiras y su propaganda, arrastrando al país y al mundo entero a una guerra de consecuencias desastrosas y de gran alcance.

El belicismo del imperialismo estadounidense no surge fundamentalmente de una posición de fuerza, sino de debilidad y desesperación. Es una respuesta a una situación interna y global que está produciendo una erupción masiva de ira social y oposición en la clase trabajadora.

La tarea urgente es convertir este proceso objetivo en un movimiento político consciente por el socialismo. Esto requiere, ante todo, la construcción de una dirección revolucionaria contra la guerra, la desigualdad, la dictadura y el sistema de lucro capitalista.

(Publicado originalmente en inglés el 18 de febrero de 2022)

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