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China lucha por contener los brotes de ómicron

Continúa la propagación actual de casos de COVID-19 en China, impulsada por la cepa ómicron, altamente infecciosa, y la variante BA.2, aún más contagiosa. Las medidas de salud pública adoptadas por las autoridades chinas parecen haber contenido en gran medida los múltiples brotes registrados en las principales ciudades en las últimas tres semanas, con un total nacional de infecciones diarias que ronda los 4.000 y 5.000 casos. Estas son, con mucho, las cifras más altas desde que se suprimió el brote inicial de COVID en la ciudad de Wuhan en 2020.

Un trabajador sanitario con traje de protección toma una muestra de la garganta de un residente en un centro de pruebas de coronavirus al aire libre, el miércoles 23 de marzo de 2022, en Beijing, China. (AP Photo/Andy Wong) [AP Photo/Andy Wong]

El último informe de la Comisión Nacional de Salud de China registró 1.366 nuevos casos de infecciones confirmadas y otros 3.622 nuevos casos asintomáticos el 24 de marzo a nivel nacional. Aunque la atención se ha centrado en un importante brote en la provincia nororiental de Jilin, las últimas preocupaciones se centran en Shanghái, que según algunas estimaciones es la mayor ciudad de China y un importante centro manufacturero y financiero.

Según la Comisión Nacional de Salud, en Shanghái sólo se identificaron 27 nuevos casos sintomáticos el 24 de marzo, pero un gran número de casos asintomáticos —1.582— en varios distritos de la ciudad, siendo el más alto 489 en el distrito de Minhang. Hace dos semanas, el número total de casos en Shanghái era inferior a 100. Al igual que en otras ciudades en las que se han producido brotes, las autoridades han instituido rápidamente la realización de pruebas masivas, el rastreo de contactos y el aislamiento y tratamiento de los casos confirmados, así como el cierre de los barrios de mayor riesgo.

Los medios de comunicación estadounidenses e internacionales están respondiendo a la última oleada en China con un diluvio de propaganda destinada a ennegrecer las dinámicas medidas de cero-Covid de Beijing y a presionar para que China adopte la política criminal de ' dejarlo arrasar' que ha provocado un millón de muertes sólo en Estados Unidos.

Un artículo publicado ayer por el diario británico The Guardian titulado 'Frustration with COVID response grows in China as daily cases near 5,000' era típico. Recogía una serie de quejas y críticas dispares expresadas en las redes sociales chinas —desde la preocupación por el acceso a los alimentos y otros productos esenciales y la frustración por las pruebas, hasta un trending topic en Weibo, el equivalente chino de Twitter, titulado '¿Por qué China no puede levantar la medida de seguridad igual que los países extranjeros?'.

The Guardian no hizo la distinción obvia entre las críticas sobre las deficiencias de la política general de cero-COVID, que cuenta con el apoyo abrumador de la población, y los que presionan para que se anule por completo —un estrato social relativamente pequeño de sectores empresariales y de la clase media alta.

El artículo destacaba la muerte de una enfermera que intentó obtener tratamiento para el asma aguda, alegando que había ido de hospital en hospital sólo para ser rechazada. En realidad, la tragedia ocurrió cuando la enfermera acudió al hospital donde trabajaba, sólo para encontrar que el servicio de urgencias estaba cerrado por desinfección debido a la pandemia. Fue trasladada a un hospital cercano y posteriormente falleció.

El enfoque central de la cobertura de los medios de comunicación occidentales, además de añadir otra vertiente a la demonización de China, es una preocupación subyacente sobre el impacto económico de los cierres por pandemia en las cadenas de suministro mundiales y en la economía global en general. Como mayor fabricante del mundo y segunda economía, China no sólo produce bienes para muchas de las mayores empresas del mundo, sino que su crecimiento económico es un importante motor del crecimiento económico mundial.

La CNN, por ejemplo, citó la semana pasada las estimaciones de los analistas de Goldman Sachs, según las cuales un confinamiento del 30% de China durante cuatro semanas podría reducir su producto interior bruto (PIB) en aproximadamente un punto porcentual. También se refería a los analistas de Nomura, que preveían que la estrategia de cero-COVID dificultaría a Beijing alcanzar su objetivo de crecimiento del 5,5 por ciento para 2022. Un menor crecimiento en China sólo contribuiría a la agitación económica producida por la pandemia a nivel mundial, agravada ahora por las interrupciones de la cadena de suministro causadas por la escalada de la guerra en Ucrania.

Los dirigentes del Partido Comunista Chino (PCCh) se han adherido a su política de 'cero contagio' durante más de dos años, suprimiendo con éxito el brote inicial de Wuhan y los brotes posteriores, todos ellos asociados a infecciones que han entrado desde fuera de China, incluidas las últimas variantes de ómicron. La estrategia se debe en gran medida al apoyo popular generalizado, arraigado en el sentimiento surgido de la revolución china de 1949, de que las necesidades sociales del pueblo deben ser prioritarias. El PCCh, que ha presidido cuatro décadas de restauración capitalista, teme profundamente cualquier oposición social y sigue promoviéndose como defensor del bienestar del pueblo.

Sin embargo, el régimen del PCCh está sin duda sometido a una considerable presión para que prescinda de su política de cero-Covid, no sólo por parte de los medios de comunicación occidentales, los inversores y las corporaciones mundiales, sino también por parte de poderosos sectores empresariales dentro de China, así como de las capas de la clase media alta que consideran las restricciones de la salud pública como una imposición intolerable a su estilo de vida.

El presidente chino, Xi Jinping, dio el primer indicio de que el gobierno podría cambiar su política cuando, al parecer, dijo en una reunión del Comité Permanente del Politburó del PCCh que China debe 'esforzarse por lograr la máxima prevención y control con el menor coste, y minimizar el impacto de la epidemia en el desarrollo económico y social'. Este comité es el máximo órgano de decisión de China.

Aunque deliberadamente vagos y ambiguos, los comentarios de Xi parecen haber abierto un debate público más amplio entre los expertos en salud del país, incluso en Shanghái. A diferencia de otras ciudades afectadas anteriormente por brotes significativos de COVID, Shanghái no ha implementado un cierre de la ciudad en esta etapa, a pesar de que las cifras de infección siguen aumentando.

Wu Fan, miembro del panel de expertos del gobierno de Shanghái sobre el COVID-19, fue citado en un vídeo de Twitter del South China Morning Post diciendo el 20 de marzo que la ciudad no podía permitirse el lujo de imponer un cierre total. 'Shanghái es insustituible para la economía de China... Si toda la ciudad se paralizara durante una semana o 10 días, podría ser beneficioso para frenar la pandemia. Pero la pérdida sería insoportable para las pequeñas empresas y la gente de a pie', declaró.

El martes, el jefe de epidemiología del gobierno, Liang Wannian, insistió en que China debe 'no vacilar' y mantener su plan, a la espera de que ocurran una serie de cosas: que los brotes se reduzcan en el extranjero, que el virus mute para ser menos peligroso y que haya mejores tratamientos y vacunas.

En un post de Weibo el jueves, el epidemiólogo de Shanghai Zhang Wenhong dijo que se debe hacer tanto hincapié en mantener una vida normal como en la política de 'cero-COVID dinámico'. Pidió a las autoridades que garanticen los medios de vida de las personas, alivien las presiones sobre los hospitales y protejan los negocios privados mientras luchan contra el brote de COVID.

'Estos problemas existen y no debemos evitarlos', dijo Zhang. 'En la futura lucha contra la epidemia, debemos resolver estos problemas uno por uno. De lo contrario, el éxito contra el brote será menor'. El año pasado, Zhang fue objeto de críticas por sus comentarios en los que insinuaba que China necesitaba una estrategia a largo plazo para hacer frente a la pandemia.

El debate público en China, sin embargo, está muy lejos de la política homicida de 'inmunidad de rebaño' (colectiva o de grupo) adoptada por los gobiernos de todo el mundo. Al comentar la semana pasada el enorme aumento del COVID en Hong Kong, donde se han suavizado las restricciones de salud pública, Zhang declaró que un enfoque aperturista sería desastroso para China. Pidió una estrategia duradera 'moderada y sostenible' una vez que se hayan contenido los brotes actuales.

Los comentarios de los medios de comunicación occidentales presionan a China para que adopte la política de 'vivir con el virus' que, según estimaciones conservadoras, supondría la muerte de más de un millón de ciudadanos chinos sólo este año. Mientras los expertos de los medios de comunicación especulan sobre por qué China no ha adoptado dicha política, la verdadera cuestión es por qué los gobiernos de todo el mundo no han aprendido de los métodos empleados con éxito en China para suprimir la pandemia. Anteponer los beneficios a las vidas ha provocado la muerte evitable de millones de personas y la aparición de más variantes infecciosas y peligrosas que ahora amenazan con una catástrofe aún mayor.

(Publicado originalmente en inglés el 25 de marzo de 2022)

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