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Perspectiva

¡Ni Macron ni Le Pen! ¡Sí a un boicot activo de las elecciones francesas de 2022!

La primera ronda el domingo de las elecciones presidenciales francesas ha conducido a una segunda ronda entre el presidente en funciones Emmanuel Macron y la candidata neofascista Marine Le Pen.

El presidente francés y candidato para reelección Emmanuel Macron el domingo 10 de abril de 2022 en París y la candidata presidencial ultraderechista Marine Le Pen durante el programa “Francia es el rostro de la guerra” en París el 14 de marzo de 2022 (crédito: AP Photo/Thibalt Camus, Ludovic Marin, archivo AP)

Como con las elecciones de 2002 y 2017, la élite política francesa en bancarrota ha dejado a los votantes con la “elección” entre un reaccionario “presidente de los ricos” y el líder del principal partido neofascista de Francia. Independientemente del resultado, la elección producirá un Gobierno de extrema derecha dedicado a la intensificación de los ataques contra la clase obrera.

El Parti de l’égalité socialiste (PES; Partido Socialista por la Igualdad), la sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), llama a realizar un boicot activo de la segunda ronda. Propone a los trabajadores y jóvenes a que no voten en las elecciones y, en cambio, promuevan un rechazo político consciente de la elección nociva entre Macron y Le Pen. Una campaña entre los trabajadores y jóvenes a favor de un accionar colectivo para preparar a la clase obrera para el enfrentamiento inevitable e independiente del candidato que gane.

En las elecciones de 2022, colapsó un conjunto de partidos que dominaron la política oficial por medio siglo. Los Republicanos (LR) gaullistas, el Partido Socialista (PS) de la patronal, y el Partido Comunista Francés (PCF) estalinista recibieron menos del 5 por ciento de los votos. Le Pen obtuvo sus votos sacando provecho de la profunda ira y frustración sociales dirigidas ante todo contra el PS y el PCF. Sus votos se concentran en las capas de mayor edad, las ciudades pequeñas y las áreas rurales, que alguna vez fueron bastiones del PS y el PCF pero se vieron devastadas por las medidas de austeridad de dichos partidos.

Millones que buscan una alternativa izquierdista a Macron y Le Pen votaron por Jean-Luc Mélenchon de Francia Insumisa (la France insoumise). Sus votos reflejan una radicalización de los jóvenes y trabajadores urbanos tras dos años de pandemia de COVID-19 y en medio de un impulso de guerra de la OTAN contra Rusia. Mélenchon ganó entre menores de 35 años y en las áreas metropolitanas de París, Marsella, Toulouse, Lila, Montpellier y un total de 10 de las 16 mayores ciudades de Francia, principalmente gracias a los barrios obreros.

Mélenchon obtuvo 22 por ciento de las papeletas, solo 1 por ciento menos que Le Pen. Mélenchon no interpretó esto como un mandato para luchar, sino que exigió a sus votantes a apoyar a Macron y anunció que se retirará de la política antes de las siguientes elecciones. El domingo, si bien admitió que Francia se enfrenta a “un estado político de emergencia”, pidió absurdamente un voto por Macron, cantando repetidamente “No pueden darle ningún voto a la Sra. Le Pen!”.

El Parti de l’égalité socialiste (PES) rechaza con desprecio la mentira de que un voto por Macron sea un arma contra el peligro del fascismo ni que los votantes de Mélenchon deban votar por Macron para oponerse a Le Pen. Tales argumentos ignoran completamente las lecciones de los comicios de 2017.

En 2017, ante la misma situación de una segunda vuelta entre Macron y Le Pen, Mélenchon no hizo ningún llamado a votar, pero dijo ambiguamente a sus votantes que ellos sabían qué hacer, es decir, se alineó con la propaganda de los medios de que los trabajadores debían votar por Macron por representar un mal menor respecto a Le Pen. Por el otro lado, el PES llamó a un boicot activo, advirtiendo que Macron no es un mal menor frente a Le Pen. Su postura fue confirmada.

Macron ha avanzado una política violentamente reaccionaria. Impuso decretos que aceleraron los despidos masivos y el recorte de los salarios de los trabajadores ferroviarios, provocando las protestas de los “chalecos amarillos” en 2018-2019, que se organizaron en redes sociales. Respondió aclamando al dictador francés Philippe Pétain que colaboró con los nazis, describiéndolo como un “gran soldado”. Además, envió a la policía antimotines a atacar a los “chalecos amarillos”, arrestando a más de 10.000 e dejando a 4.400 heridos.

En la medida en que caían sus cifras en las encuestas, Macron se apoyó cada vez más directamente en las fuerzas de extrema derecha. No hizo nada cuando los oficiales fascistizantes en torno al general retirado Pierre de Villiers exigieron medidas más agresivas de represión contra los “chalecos amarillos” y amenazaron con un golpe de Estado para reestablecer la “autoridad”. Su ministro del Interior, Gérald Darmanin, un partidario de la ultraderechista Acción Francesa, patrocinó una ley que impone obligaciones discriminatorias a asociaciones musulmanas. Darmanin incluso atacó públicamente a Le Pen por ser demasiado “blanda” con el islam.

Ante la pandemia global de COVID-19, Macron avanzó la política de la Unión Europea de “vivir con el virus”. Tras verse obligado inicialmente por una ola de huelgas a imponer los confinamientos estrictos recomendados por los científicos, se rehusó a implementar los programas necesarios de rastreo de contactos para prevenir nuevas olas después de poner fin al confinamiento. Como resultado, el virus regresó, cobrándose 1,8 millones de vidas en Europa y 142.000 en Francia —comparado a China, donde se mantuvo bajo controlado después del confinamiento y la vida regresó a la normalidad—. Hoy día, Macron está eliminando todas las medidas para limitar los contagios.

Este año, Macron alineó a Francia con la temeraria escalada por parte de EE.UU. y la OTAN del conflicto con Rusia después de la reaccionaria invasión de Ucrania del presidente ruso Vladímir Putin. El presidente estadounidense Biden declaró que el Pentágono está considerando una cifra de 45 a 60 millones de muertes en guerras que decidirán quién “liderará” un “nuevo orden mundial”. No obstante, Macron se alineó con el pirómano en Washington, armando a milicias ultraderechistas en Ucrania e imponiendo sanciones al comercio de mercancías vitales con Rusia.

El LFI de Mélenchon y varios otros partidos de la clase media se dedicaron a bloquear constantemente la oposición de izquierda a Macron. No llamaron a ninguna protesta por parte de sus votantes en defensa de los “chalecos amarillos”, apoyaron las protestas impopulares contra las vacunas que encabezó la extrema derecha y se alinearon con el impulso de guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia. Al sofocar la oposición izquierdista a Macron, permitieron que la extrema derecha se presentara como la principal oposición a Macron.

Esto allanó el camino para que Le Pen afirmara fraudulentamente ser la defensora de las políticas de asistencia social. Por sus lazos previos a oficiales rusos, aparenta ser menos imprudente militarmente con Rusia que Macron. También parece que los elogios a la policía y las políticas antiinmigrantes de Le Pen parezcan la línea dominante de la política gracias al recurso constante a la violencia política por parte del Gobierno de Macron y sus ataques a los derechos democráticos de los musulmanes.

No obstante, Le Pen es una neofascista despiadada cuya política, de quedar electa, demostrará ser al menos tan sangrienta como la de Macron. Su elección no conduciría al renacimiento de Francia sino que arrastraría al país por la mugre.

Las políticas del siguiente presidente de Francia serán influenciadas, ante todo, por la desintegración del sistema capitalista mundial. En medio de las muertes masivas y la devastación económica por la pandemia global, el impulso de guerra imperialista está poniendo en marcha un ataque internacional contra la clase obrera.

Las encuestas muestran que el 76 por ciento de la población francesa está preocupada sobre una guerra nuclear. También está aumentando la inquietud sobre el aumento de los precios y la escasez en las gasolineras y supermercados, incluso de productos esenciales como aceite de cocina, papel higiénico y huevos.

La gran tarea que enfrentan los trabajadores y jóvenes es prepararse políticamente para el enfrentamiento que se avecina entre el siguiente presidente y la clase obrera. Mientras hace campaña a favor de un boicot activo, el PES hace un llamado a los trabajadores y jóvenes a formar comités de base como primer paso para organizarse y coordinar sus luchas, uniendo a los trabajadores con otras organizaciones de lucha creadas por los trabajadores en toda Francia e internacionalmente.

En una lucha como esta, la cuestión de la dirección revolucionaria es esencial. El PES se basa en la continuidad ininterrumpida de la lucha del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) por el trotskismo y contra la socialdemocracia, el estalinismo y todas las formas de oportunismo pequeñoburgués.

La cantidad de votos recibida por Mélenchon demuestra, en la forma usualmente distorsionada de las elecciones, que la gran masa de la clase obrera está girando hacia la izquierda. Junto a los trabajadores de todo el mundo, los obreros franceses están buscando la manera de combatir la desigualdad, la guerra, el ascenso de la extrema derecha y la respuesta criminal de la burguesía a la pandemia. Sin embargo, la decisión de Mélenchon de irse a esconder en vez de luchar demuestra que solo es posible satisfacer políticamente este sentimiento por medio de la lucha consciente por el socialismo internacional.

El PES urge a los trabajadores y jóvenes que estén de acuerdo con este programa a que nos contacten, luchen por un boicot activo contra Macron y Le Pen y nos ayuden a construir el PES como el partido de masas de la clase obrera en Francia.

(Publicado originalmente en francés el 12 de abril de 2022)

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