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Perspectiva

La infección de Biden pone en evidencia la propaganda sobre “vivir con COVID”

El jueves por la mañana, se informó que el presidente estadounidense Joe Biden había dado positivo al COVID-19. El contagio de Biden se produce en medio de una ola masiva global de la subvariante BA.5 de ómicron, que casi todos los Gobiernos del mundo han intentado encubrir a través de la eliminación de la toma de pruebas, la manipulación de datos y la propaganda en los medios capitalistas.

El hecho de que Biden, con un nivel de seguridad con el que cuenta solo un puñado de estadounidenses, haya contraído COVID-19 demuestra la imprudencia de la política de su Gobierno de “vivir con el COVID”. En las últimas semanas, Biden se convirtió que un modelo para esta campaña, tomándose incontables fotografías sin mascarilla en todo el mundo.

Históricamente, un anuncio de que el presidente está enfermo, especialmente con un virus que ha causado tantas muertes, sería tomado con gran seriedad, si es que no provoca una crisis política. En cambio, la infección de Biden con COVID-19 ha sido presentada casi como algo para celebrar.

Un artículo de opinión en esta línea fue publicado en el Washington Post y escrito por Leana Wen, quien es una de las principales minimizadoras del riesgo presentado por la variante ómicron y ha apoyado todas las políticas anticientíficas del Gobierno de Biden, Wen escribe, “El diagnóstico de covid-19 del presidente Biden es una oportunidad para que su Gobierno demuestre el éxito de su liderazgo en la pandemia y lo que significa vivir con el coronavirus”. Añadió: “Biden debería utilizar su enfermedad como una oportunidad para informarle al público que el covid-19 es una enfermedad manejable casi para todos con tal de que utilicen las herramientas a su disposición”.

En vez de recapacitar sobre su manejo desastroso de la pandemia, que ya se cobró más de 600.000 vidas en el país durante los primeros 18 meses de su mandato, la Casa Blanca de Biden está promoviendo la misma línea y subrayando que seguirá trabajando pese a estar enfermo con COVID-19, insinuando que todos los estadounidenses deberían hacer lo mismo cuando se infectan.

Imagen ofrecida por la Casa Blanca del presidente Joe Biden conversando con Bob Casey (demócrata de Pennsylvania) en el teléfono desde el salón Treaty en la residencia de la Casa Blanca, 21 de julio de 2022 (Adam Schultz/Casa Blanca vía AP)

En un ejercicio de relaciones públicas el jueves por la tarde, una fotografía que claramente expuso al fotógrafo al virus aéreo, muestra a Biden trabajando en su escritorio sin mascarilla en vez de estarse recuperando. El pie de foto dice, “¡Manteniéndome ocupado!”. En un video posterior, Biden declara, “Estoy bien, haciendo mucho trabajo. Seguiré haciéndolo”.

En una rueda de prensa, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre hizo hincapié en que Biden “se aislará en la Casa Blanca y seguirá llevando a cabo sus deberes completos durante este tiempo… y participará en las reuniones que tenía programadas en la Casa Blanca esta mañana vía teléfono y Zoom, desde la residencia”. Añadió, “seguirá trabajando en aislamiento hasta que dé negativo. Una vez que dé negativo, regresará al trabajo presencial”.

En una rueda de prensa la tarde del jueves, acompañada por el charlatán mediático convertido en coordinador de la respuesta al COVID de la Casa Blanca, el Dr. Ashish Jha, Jean-Pierre declaró: “Con la fotografía, se quitó su mascarilla para que el pueblo estadounidense pueda verlo y verlo directamente, mirando el trabajo que está haciendo y que está sentado en su escritorio, siguiendo con su trabajo”. Más tarde en la rueda de prensa, afirmó sin rodeos, “Sabíamos que esto iba a pasar. Como lo dijo el Dr. Jha cuando se me unió en la sala de informes hace poco, ‘En algún momento, todos vamos a contraer COVID’”.

Detrás de las declaraciones casi celebratorias de la Casa Blanca y la prensa yace una realidad profundamente inquietante.

El comentario del Post concluye que infectarse repetidamente con COVID-19 será “la nueva normalidad de ahora en adelante”, incluso para el presidente. “De hecho, es casi seguro que esta no será la única vez que Biden contraiga coronavirus. Como el resto de nosotros, contraerá el virus una vez por año o más”.

Un artículo de Apoorva Mandavilli en el New York Times declara, “La infección de coronavirus del presidente Biden es una clara muestra de que las vacunas contra el Covid, por más poderosas que sean, están lejos de ser los escudos blindados que esperaban los científicos”. Añadió, “incluso las dosis de refuerzo no protegen mucho contra infectarse, particularmente ante las nuevas versiones del virus. La protección que sí ofrecen se debilita fuerte y rápidamente, como lo han mostrado varios estudios. En el caso del presidente, la dosis de refuerzo que recibió hace casi cuatro meses posiblemente ya había perdido la mayor parte de su potencia para prevenir un contagio”.

Mandavilli señala, “Más temprano en la pandemia, los expertos consideraban que las vacunas bastarían no solo para prevenir una enfermedad grave, sino también la gran mayoría de las infecciones… Pero la variante ómicron acabó con esas esperanzas. Mientras la población desarrollaba algo de inmunidad por infección o vacuna, el virus evolucionaba para evadir esas defensas… Cada avatar subsecuente del virus ha desarrollado un mayor escape inmunológico”.

Lo que se describe aquí es una catástrofe para la salud pública y personal.

Varios estudios muestran que las infecciones por COVID-19 pueden dañar casi todos los órganos del cuerpo y que las reinfecciones aumentan la probabilidad de sufrir tales daños. Si la prensa y los políticos fueran honestos, le dirían al público estadounidense, “Es posible que te infectes y te enfermes gravemente por varios días o semanas a la vez, una o varias veces por año, y cada reinfección aumentará la probabilidad de que mueras o desarrolles secuelas de largo plazo”.

La implicancia de esta “nueva normalidad” es que seguirán evolucionando variantes más inmunoevasivas, generando una ola tras otra de contagios masivos, secuelas debilitantes y muertes, posiblemente por años o décadas.

Se ha puesto en marcha una bomba de tiempo biológica, y en cualquier momento podría aparecer una nueva variante que sea más transmisible, inmunoevasiva y letal que cualquier otra variante anterior. Con cada nueva variante, el número de muertes seguirá aumentando, la esperanza de vida se hundirá aún más y la calidad de vida disminuirá para millones de personas más por COVID persistente.

A pesar de las alegres palabras de los medios de comunicación, EE.UU. se encuentra actualmente en una ola de subvariantes de ómicron que se prolonga y empeora constantemente, dominada por la subvariante BA.5, que es la más infecciosa e inmunoevasiva hasta la fecha. Si bien Biden es la figura pública más famosa infectada, prácticamente todos en el país conocen a varios familiares, amigos o compañeros de trabajo infectados actualmente o recientemente con COVID-19.

Tras una reducción de dos meses en las infecciones, desde finales de marzo los casos han aumentado gradualmente en todo el país, y el promedio oficial de siete días de casos diarios se ha multiplicado casi por cinco hasta alcanzar los 128.933 el 20 de julio, según News Nodes. Las hospitalizaciones por COVID-19 se han multiplicado por más de tres desde su mínimo del 17 de abril, alcanzando las 42.612 el 20 de julio. En el último mes, el promedio de siete días de muertes diarias ha aumentado un 57 por ciento, alcanzando 413 el 20 de julio. Cada semana, mueren tantos estadounidenses a causa del COVID-19 como los que murieron en los atentados terroristas del 11 de septiembre.

Desde la ola de la subvariante BA.1 de ómicron en el invierno, se ha reducido drásticamente la toma de pruebas en todo EE.UU., lo que ha provocado una disociación total entre las cifras oficiales y la incidencia real de la enfermedad en la sociedad. El nivel real de contagios puede verse en el muestreo de aguas residuales a nivel nacional, que muestra que la ola actual ya superó el pico alcanzado por la variante delta hace un año.

Desde el principio, toda la élite política estadounidense se ha aferrado al concepto de que el virus se detendrá en parte mediante la vacunación y en parte mediante el contagio masivo, o lo que se denominó “inmunidad colectiva” bajo Donald Trump.

La subvariante BA.1 de ómicron, que era altamente infecciosa e inmunoevasiva y desencadenó la ola de infecciones más devastadora hasta la fecha, fue objeto de un entusiasmo poco disimulado. En enero, el Dr. Anthony Fauci declaró que podría ser “la vacuna de virus vivo que todo el mundo ha estado esperando”. El Dr. Jha dijo que tenía “la esperanza de que ésta sea realmente la variante de transición que nos lleve a una situación diferente”.

La estrategia de solo vacunas, basada en estas concepciones anticientíficas de la evolución vírica y contra la cual se pronunciaron muchos científicos con principios, ha quedado hecha añicos con la experiencia de los últimos ocho meses. La aparición de la variante ómicron y cada una de sus subvariantes corrobora el argumento más fundamental de la estrategia de eliminación global del COVID: si no se implementan las políticas de salud pública comprobadas y esenciales, la pandemia no se detendrá.

Además de la crisis del COVID-19, se ha permitido que la viruela del mono se extienda por todo el país casi sin control. Los contagios en EE.UU. aumentaron a 2.425, la segunda cifra más alta del mundo.

El abandono de todos los esfuerzos para detener la pandemia de COVID-19, exigiendo en cambio que la sociedad “viva con el virus”, sentó las bases para la desastrosa respuesta a la viruela del mono y a todas las futuras enfermedades infecciosas. Del mismo modo, no se hace nada para detener la creciente amenaza existencial del cambio climático.

El individualismo estadounidense, que se ha promovido cada vez más durante las últimas cuatro décadas, ha asumido un carácter socialmente patológico y criminal. La salud pública y todas las necesidades sociales han sido totalmente subordinadas a los intereses de lucro de la oligarquía corporativo-financiera.

En distintos grados, se han aplicado las mismas políticas en todo el mundo y con la misma imprudencia y estupidez que la Administración de Biden. Todos los Gobiernos capitalistas fuera de China se han rendido ante el SARS-CoV-2, dejando que el virus infecte libremente a miles de millones de personas, mute en variantes más peligrosas y cause estragos en la sociedad mundial por años y años por venir.

El Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.) y sus partidos afiliados en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) son la única tendencia política en el mundo que se ha opuesto a estas políticas homicidas y ha pedido una estrategia de eliminación coordinada a nivel mundial para detener la propagación del COVID-19 en todo el mundo.

Es fundamental que los trabajadores, los profesionales y los científicos con principios saquen las conclusiones políticas necesarias de los catastróficos primeros dos años y medio de la pandemia. Solo a través de la reorganización socialista de la economía mundial será posible acabar con la pandemia, detener y revertir el cambio climático y prevenir el estallido de futuras pandemias.

(Publicado originalmente en inglés el 21 de julio de 2022)

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