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La serie del New York Times “El rescate” absuelve al capitalismo de la opresión de Haití

El 20 de mayo, el New York Times publicó una larga serie multimedia que consta de varias partes, llamada “El rescate” [The Ransom], que documenta la opresión colonial y el saqueo de Haití por parte de Francia y los Estados Unidos durante el curso de más de un siglo y medio después del levantamiento de esclavos de la nación caribeña en 1791, su declaración de independencia en 1804 –la única revuelta de esclavos exitosa en la historia– y la formación de la segunda república del Nuevo Mundo.

Trabajadores fabriles durante una protesta pidiendo un aumento salarial, en Puerto Príncipe, Haití, el jueves 10 de febrero de 2022. (Foto de AP/Odelyn Joseph)

El Times atribuye la pobreza profunda de Haití a la servidumbre por deudas que comenzó el día en que los buques de guerra franceses llegaron en los puertos del país en 1825, para exigir una restitución por la pérdida de propiedad y riqueza durante la revolución de esclavos. Un préstamo francés emitido ese año se predicaba en reparaciones a los antiguos amos franceses. Haití luego tuvo que repagarles a los exdueños de esclavos y el préstamo francés, que los autores llaman una “deuda doble”.

Como resume la serie, el endeudamiento de Haití fue agravado subsecuentemente por la intervención de banqueros estadounidenses durante la ocupación violenta militar de la isla por parte de Estados Unidos entre 1915 y 1934 –aunque el Times disciplinadamente ignora las depredaciones estadounidenses más recientes contra la isla. Finalmente, los autores también acusan a los políticos y funcionarios haitianos que, a lo largo de los años, se enriquecieron a través de estas operaciones pérfidas financieras con inversores de Nueva York y París.

Los autores de “El rescate” argumentan que el malestar social que sigue atormentando a la excolonia y la nación más pobre del hemisferio occidental, sin importar los salarios abismales de sus obreros y campesinos o las deterioradas carreteras, escuelas y otra infraestructura social, puedan trazarse últimamente a la mala conducta y criminalidad de algunos personajes nacionales y extranjeros. “Cada franco transportado al otro lado del Atlántico”, según la investigación, “a una bóveda bancaria extranjera fue un franco que no circulaba” dentro de la economía haitiana, algo que dificulta los tipos de desarrollo “que ayuda a las naciones a convertirse en naciones, que las dejan prosperar”.

Los autores de “El rescate”, en otras palabras, esperan que los lectores crean que la opresión de Haití es el resultado de una serie de errores históricos y acciones crueles. Puede que Haití experimentara una historia diferente si tan solo estas cosas malas no hubieran pasado. Como lo preguntan los autores en la introducción de la serie, “¿Qué habría pasado si la nación no hubiera sido saqueada por potencias extranjeras, bancos extranjeros y sus propios líderes casi desde su nacimiento? ¿Cuánto dinero más habría tenido para construir una nación?”.

Pero la realidad es que este país sí fue saqueado por Gobiernos y bancos extranjeros y líderes compradores desde su nacimiento. La verdadera pregunta es, ¿por qué? El Times no puede formularla ni mucho menos contestarla porque apunta en una dirección revolucionaria. La historia de Haití, desde que se llamaba Santo Domingo, la colonia de esclavos más rica de todas, hasta su estado presente degradado como el país más pobre del hemisferio occidental, no solo es el resultado de las acciones inmorales de individuos. Es el resultado de estas acciones dentro del contexto más amplio del desarrollo del capitalismo desde su etapa mercantil de “acumulación primitiva” hasta la época presente de imperialismo.

Pero todo esto es tierra desconocida para el Times. Las palabras “capitalismo” e “imperialismo” no aparecen en ningún lugar en esta serie larga.

Se debe decir desde el inicio, sin embargo, que hay una diferencia notable en el planteamiento del Times en “El rescate” y la de su Proyecto 1619, cuyo argumento central era que toda la historia de los Estados Unidos fue impulsada por el odio racial ya que “el racismo antinegro” corre en el “propio ADN de este país”, según la autora principal del proyecto, Nikole Hanna-Jones. Esta teoría racial de la historia no encuentra ninguna expresión en “El rescate”. Y a diferencia del Proyecto 1619, “El rescate” no intenta deliberadamente falsificar la historia para apoyar su tesis.

Humillado por la crítica devastadora del Proyecto 1619 del World Socialist Web Site y de los eruditos de la historia estadounidense, el Times se ha esforzado sustancialmente para encontrar apoyo académico para “El rescate”. Es un resumen bastante detallado de la historia haitiana, con una bibliografía extensiva y un compendio de fuentes de varios historiadores prominentes. La serie cuenta con el esfuerzo de cuatro reporteros del Times e involucró la colaboración con más de una docena de investigadores. Se preparó durante más de un año, mientras los autores examinaban miles de páginas de documentos originales encontrados en archivos públicos y privados y bibliotecas ubicadas en Haití, en los Estados Unidos y Francia. Obtuvo material original adicional de cientos de libros y artículos, desde los publicados poco tiempo después de la revolución haitiana hasta el período más reciente.

Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el Times no puede explicar lo que intenta explicar: la pobreza profunda e histórica de Haití y sus relaciones con el viejo país materno, Francia, y más tarde con su vecino imperialista al norte, Estados Unidos.

Revoluciones entrelazadas:Estados Unidos, Francia y Haití

Al investigar la historia que vincula Haití con las potencias coloniales, hay un factor importante que requiere una examinación histórica concienzuda y honesta de sus orígenes. Sin embargo, la serie del Times lo distorsiona y, además, lo presenta de forma superficial. Además de algunos puntos que se refieren al asalto militar de Napoleón contra Haití después de la revolución, el deseo espumante de los colonos franceses por reconquistar el territorio y el aislamiento internacional de Haití impuesto por Estados Unidos y las otras grandes potencias, la serie no formula ninguna conexión entre los acontecimientos en todos los países.

De hecho, no hace ninguna conexión ni referencia a la Revolución estadounidense y la francesa, a pesar de la influencia increíble de ambos eventos en las luchas de los esclavos en Haití para liberarse de la esclavitud. La presentación de esta conexión, en vez, se reduce meramente a la hostilidad más patética con la que el Times menciona a un antiguo colono que esbozó un plan “para poner a los haitianos de vuelta a la esclavitud o ‘estrujarlos’” o al hecho de que “legisladores estadounidenses en particular no querían que la gente esclavizada en su propio país se inspirara por” la independencia haitiana.

Durante los años antes de la Revolución haitiana, los comerciantes de esclavos en el Atlántico importaban a hasta 40.000 esclavos por año a la colonia francesa, en ese entonces llamada Santo Domingo. Las condiciones para los esclavos eran atroces, con una esperanza de vida promedio de 21 años.

C.L.R. James narra en su libro Los jacobinosnegros cómo los esclavos trabajaban sin cesar desde el amanecer hasta el medio de la noche en las plantaciones de azúcar. Se podía encontrar a hombres y mujeres cavando fosos en los cañaverales, la mayoría desnuda o cubierta con trapos. Forzaban a los esclavos a trabajar en el calor abrasador y con raciones diarias apenas suficientes para permitir que trabajaran. Alojaban a los esclavos en chozas destartaladas que ofrecían solo la mínima protección contra los elementos. Había un régimen de brutalidad calculada y terrorismo. James señaló:

Las mutilaciones eran comunes; miembros, orejas y a veces sus genitales; para robarles de los placeres que podían disfrutar sin gasto. Los amos vertían cera caliente sobre sus brazos y manos y hombros, vaciaban el azúcar de caña hirviente sobre sus cabezas, los quemaban vivos o los rostizaban en fuegos lentos, los llenaban con pólvora y los hacían estallar con una cerilla, los enterraban hasta el cuello y les untaban la cabeza con azúcar para que las moscas los devoraran, los ataban cerca de nidos de avispas y hormigas, hacían que comiesen sus propias heces, que bebiesen su propia orina, y que lamiesen la saliva de otros esclavos.

Éstas eran las condiciones espantosas que impulsaron a las masas haitianas a rebelarse contra los dueños de plantaciones.

La Revolución haitiana fue un evento monumental. Fue la primera rebelión de esclavos exitosa en la historia humana. El análisis del Times, sin embargo, presenta la Revolución haitiana como si se originase en un vacío histórico.

El significado histórico mundial de la Revolución haitiana no puede entenderse completamente fuera del contexto de la Revolución estadounidense y la francesa tan solo unos años antes de la revuelta en Santo Domingo. Ambas revoluciones fueron alimentadas ideológicamente por las tradiciones progresistas e intelectuales de la Ilustración, que difundió los sentimientos democráticos de la igualdad y la libertad y menoscabó el privilegio feudal y la aristocracia.

Estos sentimientos tenían una resonancia entre los africanos libres de Santo Domingo, que a menudo eran educados y tenían propiedad, pero que enfrentaban la discriminación brutal por los propietarios de esclavos grandes y los blancos pequeñoburgueses. De los africanos libres, el contagio del sentimiento revolucionario encontró el camino a estratos de la población esclavizada, como lo demostró James en su obra maestra. Con la misma importancia, al menoscabar varios aspectos de la economía mercantilista en el Caribe, la Revolución estadounidense y la francesa menoscabaron directamente la esclavitud.

Sello de la Sociedad Abolicionista de Pensilvania (fundada en 1775)

En el curso de establecer la independencia de las trece colonias británicas, la Revolución estadounidense se convirtió en el primer evento mundial de gran importancia que presentó un desafío político y moral a la práctica de la esclavitud. Refutando la noción reaccionaria impulsada por el Proyecto 1619 de que la Revolución fue una medida para “proteger la esclavitud”, el historiador Gordon Wood indicó en una entrevista con el WSWS que sucedió lo contrario: “La Revolución desencadenó sentimientos abolicionistas que llevaron a los primeros movimientos por la abolición en la historia del mundo”. Esto vino con la formación de la Sociedad Abolicionista de Pennsylvania en 1775, un año antes de la publicación de la Declaración de Independencia.

La primera sociedad abolicionista importante en Francia –la Sociedad de los Amigos de los Negros, Société des amis des Noirs – fue fundada un año antes del inicio de la Revolución en febrero de 1788 y un año antes de la publicación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El objetivo de la sociedad fue abolir la institución de la esclavitud en las colonias francesas extranjeras y la participación de Francia en la trata de esclavos en el Atlántico.

Los liberales que formaron la Sociedad se contaban entre los personajes más prominentes durante los primeros años de la Revolución. James describe la recepción positiva de los negros mestizos libres (mulatos) al llamado a la emancipación política durante el inicio de la Revolución francesa. En octubre de 1789, la Asamblea Nacional había dado la bienvenida a una delegación de mulatos para contestar su petición por derechos iguales con los blancos en la isla, una medida que fue reconocida ampliamente como un presagio de la abolición total de la esclavitud.

La gente esclavizada de Santo Domingo se rebeló en agosto de 1791 y puso en marcha la Revolución haitiana.

“El incendio de la Plaine du Cap – Masacre de blancos por los negros”. El 22 de agosto de 1791, los esclavos hicieron arder plantaciones y ciudades, y masacraron a la población blanca. [Photo: Martinet (del.) - Masson (Sculp.)]

Bajo la presión del sentimiento abolicionista creciente entre las masas francesas y la agitación de los Amigos de los Negros en la Asamblea Constituyente, se aprobó un decreto en febrero de 1794 que abolió la esclavitud en varias colonias caribeñas. El decreto de 1794 de la Asamblea en París también fue impulsado, de gran manera, por la revuelta de esclavos colonial que se desencadenaba en Santo Domingo y las incursiones por Reino Unido y España en la isla para suprimir la revuelta y sostener sus propios intereses coloniales.

La crónica del análisis del Times de la servidumbre por deuda de Haití presenta el decreto de abolición de 1794 instituido por el Gobierno revolucionario francés como meramente un descanso temporal respecto a la barbarie francesa, y cita al historiador Laurent Dubois quien afirma que el decreto fue el cambio más dramático llevado a cabo por la Revolución francesa, pero para la gente esclavizada de Santo Domingo “fue solo el fin del inicio de una lucha larga por la libertad”.

Pero la cuestión obvia no contestada por “El rescate” es como una sociedad francesa que abolió la esclavitud en 1794 pudo haber resucitado de repente su herencia colonial, primero en la incursión militar de Napoleón en Santo Domingo en diciembre de 1801 con el objetivo de reimponerla, y después del retorno al poder de la monarquía de Bourbon dos décadas después. Este fenómeno solo puede entenderse verdaderamente a través de un análisis histórico materialista, es decir, que identifique los cambios que permitieron la creación de un sistema igual de asolado por contradicciones sociales y el dominio de clase.

Las monarquías de Europa llevaron a cabo una guerra contra la República francesa poco tiempo después de la Revolución y Napoleón tomó el poder en 1799 con un golpe de Estado. La traición criminal de Napoleón de las promesas de la revolución era inevitable si las condiciones para el desarrollo del capitalismo europeo se iban a consolidar. La trata de esclavos y la producción de azúcar infames estaban en el seno del comercio atlántico, y Napoleón rescindió el decreto de 1794 que había abolido la esclavitud, mientras negociaba un tratado de paz con Reino Unido. Envió un ejército a Haití que llevó a cabo una guerra sangrienta en un intento fallido de reimponer la esclavitud, y más tarde, en 1804, se hizo del título de “emperador”, un acto que acabó con la Primera República.

Una representación de la Batalla de Ravine-à-Couleuvres (23 de febrero de 1802), un ataque de las tropas francesas durante la Revolución haitiana [Foto por la Colección de Napoleón de la Universidad de McGill / CC BY 4.0] [Photo by McGill University Napoleon Collection / CC BY 4.0]

Las condiciones insoportables con las que las masas haitianas lidiaban después de ganar su independencia pueden trazarse al aislamiento internacional que se les impuso como resultado de la hostilidad y temor masivos provocados por la revuelta en las clases gobernantes de Francia, Estados Unidos y otros países para la década de 1820. La fase revolucionaria de la burguesía en los países industrializados menguó con la aparición del proletariado. Además, los representantes políticos de la recién establecida República estadounidense, cuyo territorio tenía a cerca de 2 millones de personas esclavizadas en el sur, estaban inmensamente aterrorizados por el impacto geopolítico de la Revolución haitiana.

Haití servía como el ejemplo vivo de la primera rebelión de esclavos victoriosa, un logro que los propietarios de esclavos en la región sureña de Estados Unidos no podían tolerar, pues temían que la revuelta pudiera propagarse más allá de la isla de La Española, a solo unos 500 km de sus propias plantaciones. La burguesía estadounidense recién nacida también temía molestar a sus socios franceses con los que conducían negocios sustanciales a lo largo del siglo dieciocho, pues La Española representaba casi todas las importaciones estadounidenses de azúcar y café. Entre las muchas concesiones trágicas y políticamente reaccionarias que el norte hizo a los propietarios de esclavos sureños, una fue el rechazo de reconocer la independencia de Haití hasta 1862 e imponer un embargo comercial a Haití.

La deuda nacional y el surgimiento del capital financiero

Un eje central de “El rescate” es la consolidación de la servidumbre por deuda impuesta a Haití por los bancos franceses y estadounidenses. Según el análisis del Times, desde “1825 hasta 1957 … la deuda internacional consumió por promedio 19 por ciento de los ingresos anuales del país [Haití], y en unos años consumió más del 40 por ciento”. En 1825, Francia exigió que Haití pagase 150 millones de francos en restitución. El primer pago anual fue alrededor de seis veces los ingresos anuales enteros del país ese año.

Luego Haití fue forzado a pedir préstamos adicionales para repagar la deuda original, una situación que sumió al país más profundamente en la pobreza, mientras los banqueros franceses sacaban ganancias de los intereses y las comisiones de los préstamos. Aunque Francia acordó a reducir su exigencia de deuda a 90 millones de francos, los registros financieros indican que Haití dio pagos de 112 millones de francos durante siete décadas, o aproximadamente $560 millones en dólares actuales. “Si ese dinero se hubiera quedado en Haití”, argumentan los autores de “El rescate”, “en vez de ser entregado a Francia, habría añadido $21 mil millones a la economía de Haití durante los últimos dos siglos”. Los investigadores del Times estiman que los pagos a Francia costaron a Haití hasta $115 mil millones en crecimiento económico perdido.

Los préstamos grandes siguieron consumiendo gran parte de la economía haitiana hasta que hizo su último pago en 1888, mientras Francia amenazaba con una invasión militar y el bombardeo de los puertos del país si Haití no pagaba su deuda. Además de vaciar la tesorería de la nación y forzar que los habitantes en los pueblos soportaran condiciones miserables, la deuda borró cualquier ganancia que Haití sacaba de sus recursos naturales vitales, mientras los agricultores de café pagaban la mayoría de los pagos de la deuda a través de los impuestos sobre sus exportaciones.

En el centro del vórtice de deuda que atribulaba el país estaba el Banco Nacional de Haití, un banco central controlado por un banco parisino Crédit Industriel et Commercial (CIC), y más tarde dominado por financieros de Wall Street y diplomáticos estadounidenses, mientras los dos usaban el Banco Nacional como mecanismo para profundizar el endeudamiento de Haití a las potencias imperialistas y cobrar al Gobierno local por cada depósito y gasto que tenía, un proceso que generaba ganancias masivas para los accionistas extranjeros.

La sede del Banco Nacional de Haití en Puerto Príncipe, 1907

El control francés de la isla al final sería sustituido por financieros y funcionarios estadounidenses que aprovecharon la preocupación de Francia con la Primera Guerra Mundial como una oportunidad para comprar todas las acciones del banco central de Haití y ejercer el control financiero completo sobre el país.

La presentación del Times engaña a sus lectores para que piensen que las intenciones buenas o malas de ciertos actores individuales son el factor determinante detrás de tales eventos históricos. Todo se reduce a la avaricia de este o aquel banquero o funcionario de políticas exteriores. El Times no aborda por qué las ganancias eran hasta tal punto la fuerza motriz de estas iniciativas criminales. No mencionan de ningún modo la naturaleza del imperialismo en los siglos veinte y veintiuno, su impulso inescapable hacia la dominación del mercado mundial capitalista.

En “El imperialismo y la escisión del socialismo' (1916), Vladímir Lenin definió la época imperialista como una etapa específica y terminal del capitalismo. La expansión de la producción capitalista llevó con ella la concentración del capital en las manos de una camarilla pequeña de oligarcas financieros, un hecho que suplantó la libre competencia por la dominación monopolístico a la voluntad de un puñado de cárteles y bancos grandes. Esto se refleja hoy en día en las instituciones financieras grandes e internacionales que controlan la economía, el sistema monetario y el rendimiento productivo de países enteros.

Lenin en su escritorio, 1918

“El rescate” ofusca este hecho básico de la economía capitalista moderna al explicar las sumas increíbles de deuda forzadas a Haití como el producto de las maniobras nefarias de un solo banco, el CIC.

Pero, como Lenin explicó desde hace tiempo, el capitalismo y los bancos franceses florecieron gracias al parasitismo financiero, por prestar sumas exorbitantes de dinero a países con tasas de interés inaguantablemente altas. No fue solo en el Banco Nacional de Haití donde las autoridades y banqueros parisinos ocupaban las juntas directivas para desviar los fondos de las naciones endeudadas. En la primera década del siglo veinte, los bancos franceses usaban deudas exorbitantes para extraer ganancias de, entre otros países, Rusia, China, Moroco y Egipto.

El ritmo de ganancias extraordinariamente alto obtenido de la emisión de bonos, que es una de las funciones principales del capital financiero, desempeñó un papel crítico en el desarrollo y la consolidación de la oligarquía financiera.

En la era moderna, a pesar de las luchas heroicas de los movimientos anticoloniales que emergieron después de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo ha creado una dominación depredadora y parásita de los países menos desarrollados por parte del capital financiero internacional. Existe una hegemonía financiera, en que las instituciones financieras masivas como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial sirven como instrumentos que dictan la política a naciones más pequeñas que dependen de sus créditos.

A través de su dominación del mercado mundial, las potencias imperialistas hacen bajar los precios de las materias primas y mantienen a las naciones más pequeñas empobrecidas. Estos países son forzados a implementar políticas de austeridad que consumen gran parte de sus ingresos estatales, para que sean más pobres y tengan que pedir dinero prestado. Nada de esto se limita a Haití, aunque las operaciones del capital financiero han sido particularmente brutales allí.

La división y redivisión del mundo entero según las líneas imperialistas llegó a ser absoluto para fines del siglo diecinueve, cerca del momento en que el CIC había construido el Banco Nacional de Haití como su consorcio personal y operación de saqueo para inversores financieros. La emisión de crédito y el endeudamiento forzado eran una manifestación del capitalismo parásito y decadente, una característica que se encontraba en todo monopolio bajo el sistema de propiedad privada de los medios de producción.

El imperialismo estadounidense entra en el escenario

Durante el surgimiento de la época imperialista para fines del siglo diecinueve, el capitalismo estadounidense empezó a reemplazar al capitalismo francés en la dominación de Haití, una parte de la consolidación más amplia del dominio económico y militar de los Estados Unidos en el hemisferio occidental.

Marinero estadounidense posa con haitianos muertos en 1915

El crecimiento tremendo en la industria estadounidense tras la Guerra Civil alimentó la erupción violenta del imperialismo estadounidense en la década de 1890, cuya expresión más brutal emergió en el llamado “patio trasero” de Estados Unidos, es decir, los países de América Latina y el Caribe.

Una de las debilidades palpables de “El rescate” es que trata las relaciones entre EE.UU. y Haití como un proceso aislado, distinto de los imperativos geopolíticos más amplios y los intereses de política exterior por la parte del imperialismo yanqui para dominar la región entera a costa de sus rivales en Europa.

A lo largo de más de 130 años, EE.UU. ha participado en docenas de intervenciones, ocupaciones, guerras indirectas y sucias, y golpes de Estado en todo Latinoamérica y el Caribe. Invariablemente ha llevado a cabo estas operaciones según los intereses de los bancos y las corporaciones estadounidenses. Aunque Haití sea el más pobre y brutalizado, no hay ninguna distinción fundamental entre estas operaciones en Haití y en El Salvador, Guatemala, y la República Dominicana o en cualquier otro lugar en el “patio trasero de EE.UU.”.

Pero el Times busca minimizar el papel de los Estados Unidos incluso en Haití. Al contrario de su afirmación de que “cuánta culpabilidad tiene los Estados Unidos por la inestabilidad crónica de Haití todavía es un asunto de desacuerdo feroz”, no hay nada que especular sobre la culpabilidad del imperialismo estadounidense por la crisis prolongada de Haití. La invasión de 1915 vio la apropiación de la Tesorería y las oficinas de aduana de Haití, mientras los marines armados fueron enviados al Parlamento del país para asegurar que se instalara al presidente preferido por Washington. Durante las próximas dos décadas, aproximadamente 3.000 haitianos fueron asesinados por los marines estadounidense, mientras los ocupantes meramente sufrieron 16 muertes.

La ocupación del Cuerpo de Marines dejó en Haití a un ejército poderoso entrenado por Estados Unidos que servía como un baluarte de opresión. Francois “Papa Doc” Duvalier llegó al poder a través de este ejército en 1957. Su régimen de asesinatos y tortura no fue un producto inherente del atraso de Haití, como afirmaron los apologistas del imperialismo, sino el resultado directo de la estrategia contrainsurgente estadounidense en la región después de la Revolución cubana en 1959.

Francois “Papa Doc” Duvalier [Foto por fotógrafo desconocido / CC BY 4.0] [Photo by Unknown photographer / CC BY 4.0]

Mientras la serie del Times reconoce muchos aspectos de este historial de relaciones entre Haití y Estados Unidos, desde la supresión salvaje del movimiento Cacos, que se basaba en los campesinos, durante la ocupación hasta el respaldo diplomático de la dictadura de 30 años de Duvalier, no menciona los acontecimientos que vinieron después de la destitución del hijo de “Papa Doc”, Jean-Claude “Baby Doc” Duvalier.

La matanza a tiros por el ejército haitiano de cuatro niños en Gonaives en noviembre de 1985 dio el impulso para la revuelta popular que derrocó la dictadura. En un golpe de Estado preventivo orquestado por la inteligencia estadounidense, Jean-Claude Duvalier salió del país con millones de dólares de la Tesorería estatal, rumbo a Francia en un avión de las Fuerzas Aéreas estadounidenses en febrero de 1986. La junta que terminó reemplazándolo fue elegida cuidadosamente por la Embajada estadounidense tras consultas con el mismo Duvalier.

La salida por avión de Duvalier se pareció a la misma acción tomada por EE.UU. con el dictador filipino Ferdinand Marcos. En ambas instancias, el imperialismo estadounidense respondió a la inestabilidad social en sus semicolonias oprimidas que había podido gobernar por un período largo con dictaduras sangrientas. Una fase “democrática” se inició en ambas naciones para encubrir la explotación continua y la violencia contrarrevolucionaria de los regímenes títeres del imperialismo.

La junta sanguinaria de Henri Namphy, un antiguo comandante del ejército bajo Duvalier, reinó en Haití. Se llevó a cabo una carnicería a manos de las tropas del ejército haitiano y exmiembros del Tonton Macoute, la policía política odiada del régimen de Duvalier, contra votantes durante las elecciones nacionales en noviembre de 1987.

Unidad de la milicia Tonton Macoute [Foto por VolontarioWiki / CC BY-SA 4.0] [Photo by VolontarioWiki / CC BY-SA 4.0]

El mismo ejército haitiano que recibió entrenamiento militar y apoyo financiero estadounidense por décadas más tarde depondría al expresidente Jean-Bertrand Aristide, el líder del partido socialdemócrata Fanmi Lavalas, o “Familia Lavalas”, el 29 de septiembre de 1991 en un golpe encabezado por el antiguo comandante militar Raoul Cédras. Participaron varios funcionarios altos del Servicio Nacional de Inteligencia de Haití (SNI), que había sido creado y financiado durante los años 1980 por la CIA. Los conspiradores del SNI, según se reporta, todavía recibían fondos del Gobierno estadounidense y entrenamiento como peones de la CIA para la recolección de inteligencia al tiempo del golpe.

En 1993, veintenas de partidarios de Aristide se convirtieron en blancos y fueron asesinados en una campaña de terror violenta organizada por el Frente para el Mejoramiento y Progreso de Haití (FRAPH), un escuadrón de la muerte respaldado por la CIA cuyo líder, Emmanuel Constant, había sido empleado por la CIA como informador desde 1992. Según un artículo publicado en The Nation por el periodista investigativo Allan Nairn, Constant reveló que había formado el FRAPH según la petición de la Agencia de Inteligencia de Defensa estadounidense (DIA). Constant indicó que “otras personas de [su] organización trabajaban con la DIA” que ayudaban en operaciones dirigidas contra “actividades subversivas”.

Aristide brevemente fue devuelto a la presidencia en agosto de 1994 después de que la Administración de Clinton y Naciones Unidas desplegaran a 15.000 tropas y una delegación estadounidense con el objetivo ostensible de quitar el ejército del poder. Las misiones de “mantenimiento de la paz” de EE.UU. y la ONU, sin embargo, no tenían el objetivo de “restaurar la democracia en Haití” como afirmaban los funcionarios estadounidenses, sino proteger el ejército sanguinario haitiano y sus paramilitares brutales.

El exsacerdote Aristide volvería a ser el blanco de una destitución violenta y forzado al exilio en el golpe de Estado sangriento de 2004 orquestado por la Administración de George W. Bush y ayudado por el Gobierno de Jacques Chirac en Francia. Los líderes del golpe incluían a exoficiales del ejército haitiano como Louis-Jodel Chamblain y líderes de la organización FRAPH respaldada por la CIA que habían estado a cargo del terror estatal contra los opositores del régimen militar una década antes. Guy Philippe fue otro líder de un escuadrón de la muerte tras ser recluta del ejército haitiano y recibir entrenamiento de las Fuerzas Especiales estadounidenses en Ecuador durante la década de 1990. Luego fue enviado de vuelta a Haití para convertirse en un jefe policial despiadado.

La crisis política y socioeconómica en Haití hoy en día

“El rescate” fue publicado en medio de una crisis económica y política creciente en Haití. La esperanza de vida para los 10 millones de personas del país es de 63,5 años, una cifra abismal. Más de la mitad de la población sobrevive con menos de $2 al día. La miseria social creciente ha forzado a muchos haitianos a huir del país en masa. Muchos haitianos se ahogan en el Caribe mientras se atreven el viaje peligroso a los Estados Unidos en pequeñas lanchas. Las imágenes del trato brutal a los inmigrantes haitianos que intentan cruzar la frontera entre México y EE.UU. cerca del Río Bravo a manos de los oficiales fronterizos montados a caballo en septiembre de 2021 siguen vivas en la conciencia de millones. Para febrero de 2022, la Administración de Biden había deportado a más de 20.000 refugiados haitianos de vuelta a la nación isleña.

Un hombre lleva a un niño a través del río Grande mientras los migrantes, muchos de ellos procedentes de Haití, salen de Del Río, Texas, para regresar a Ciudad Acuña, México, a primera hora del miércoles 22 de septiembre de 2021, algunos para evitar una posible deportación de Estados Unidos y otros para cargar provisiones. (AP Photo/Fernando Llano)

El asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio pasado sacudió el sistema político y ha resultado en violencia pandillera. En la capital Puerto Príncipe, al menos 200 fueron asesinados y miles desplazados solo en abril, según un reporte de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. Mientras tanto, el régimen criminal y títere de EE.UU. lo encabeza ahora Ariel Henry, quien sirve como primer ministro y presidente en funciones. Henry, un ejemplo de la cleptocracia gobernante de Haití, es de hecho uno de los sospechosos principales en la muerte de su predecesor.

Después del golpe de 2004 orquestado por EE.UU. y respaldado por Francia que derrocó a Aristide, las tropas estadounidenses presentes en la isla fueron sustituidas por una fuerza de “mantenimiento de la paz” de la ONU, llamada MINUSTAH (siglas en inglés para la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), que era comandada por generales brasileños y que brutalmente reprimió el descontento popular en las barriadas de Puerto Príncipe. MINUSTAH tenía el objetivo de pacificar a las masas haitianas hasta que la Policía Nacional Haitiana y el ejército pudieran ser revividos. La fuerza de la ONU se quedó en Haití hasta 2017, cuando dejó atrás una epidemia de cólera que se propagó de tropas extranjeras a la población y acabó con la vida de 10.000 haitianos.

Desde el terremoto devastador de 2010, la crisis política continua en Haití ha tenido el sello de una intervención directa estadounidense. Varios gobiernos reaccionarios y corruptos fueron instalados, como aquel encabezado por Michel “Sweet Micky” Martelly, un excantante y socio de la dictadura bañada en sangre de Duvalier. Sweet Micky era el favorito de la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, quien amenazó con retener ayuda del país si Martelly no ganaba las elecciones manipuladas de 2010.

Luego Martelly transfirió el poder a su sucesor escogido, Moïse, recién asesinado. Amos presidieron Gobiernos dedicados a los intereses de las corporaciones multinacionales y la élite gobernante venal de Haití, suprimieron violentamente protestas masivas y operaron una red de corrupción con empresas locales que desviaron mil millones de dólares en fondos gubernamentales. Moïse mantuvo el apoyo estadounidense incluso mientras evisceraba el Parlamento, el sistema judicial y los Gobiernos locales del país, reinaba por decreto y buscaba construir un régimen autoritario en las últimas etapas de su presidencia.

A pesar de este apoyo, ha emergido mucha evidencia de la participación de Washington en el asesinato de Moïse. Los mercenarios colombianos que presuntamente llevaron a cabo el asesinato eran de una unidad élite de fuerzas especiales entrenada por EE.UU. Los registros telefónicos y una entrevista con Rodolphe Jaar, un empresario haitiano que ayudó a financiar y organizar el golpe, también señalaron el papel de los funcionarios estadounidenses, que según él dieron la luz verde a y ayudaron a orquestar la conspiración contra Moïse.

Autoridades posan para una foto grupal frente al retrato del fallecido presidente haitiano Jovenel Moise en el Museo Nacional de Panteón durante su servicio conmemorativo en Puerto Príncipe, Haití. (Foto de AP/Odelyn Joseph)

Todos estos crímenes o bien tienen el apoyo de o bien son omitidos por la muy selectiva cobertura del Times.

No se puede valer de que ninguna sección de la dirección pequeñoburguesa haitiana, sus reformistas liberales ni mucho menos los sindicatos corruptos que supervisan las condiciones miserables vayan a ofrecer una solución democrática a la crisis económica y política que afecta la isla. La historia ha demostrado que sin que el proletariado haitiano lidere a las masas de campesinos oprimidos y pobres urbanos en una lucha unida por el socialismo, cualquier lucha contra la clase gobernante haitiana y el imperialismo será derrotada o ahogada en sangre. La clase obrera y los trabajadores rurales de Haití tienen que avanzar un programa por la nacionalización de la tierra y su distribución a los campesinos, un programa que ninguna otra fuerza social es capaz de llevar a cabo.

Reparaciones, Aristide y la política del nacionalismo pequeñoburgués

No es accidental por eso que sean la clase media y los estratos nacionalistas de Aristide y su movimiento Fanmi Lavalas que representan lo que la serie del Times promociona y glorifica como el progenitor de una reforma progresista y democrática para la población haitiana. Esto se detalla en la última sección de la serie, que se devota enteramente a celebrar al presidente derrocado y a glorificar su demanda nacionalista de reparaciones financieras como compensación por los mil millones de dólares en deuda que Haití fue forzado a pagar a Francia después de la Revolución haitiana.

El Times presenta el llamamiento de Aristide a que Haití sea recompensado como “un baluarte que se convirtió en el sello de su presidencia” y describe al antiguo líder de Fanmi Lavalas como “un personaje polarizador que llegó a la oficina como un paladín de los pobres”. La serie cita favorablemente un discurso por Aristide en que puso la exigencia de reparaciones en el centro de un programa de desarrollo nacional para la nación empobrecida. Aristide argumentó, “¡Qué hermosos hospitales, escuelas y universidades podremos construir para nuestros niños! ¡Cuánta comida tendremos en abundancia!”.

Jean-Bertrand Aristide (en el centro) al volver al Palacio Nacional el 15 de octubre de 1994 [Photo: TSGT Val Gempis (USAF)]

En su respaldo entusiasmado a los pagos compensatorios a Haití, los autores en el Times no hablan como defensores de las masas oprimidas y pobres de Haití sino como una sección del Partido Demócrata y los nacionalistas negros de la clase media en los Estados Unidos que cada vez más han adoptado abiertamente un programa de reparaciones raciales para los descendientes afroamericanos de la esclavitud.

Aunque sus antecedentes nacionales e históricos sean diferentes, el llamamiento por reparaciones de los proponentes de la política identitaria en los Estados Unidos y Fanmi Lavalas en Haití comparten el mismo propósito fundamental: desviar la atención del capitalismo como la causa básica de todo malestar social de la sociedad y el sufrimiento de la clase obrera.

La campaña de Aristide de hecho era una distracción reaccionaria, una tapadera desesperada para su propia capitulación al imperialismo estadounidense y el aprieto en que se encontraba al intentar llevar a cabo un programa nacionalista de reformas dentro de los confines de Haití, sobre todo sin desafiar al imperialismo. Si acaso, un paquete monetario de Francia no habría hecho nada para mejorar las condiciones sociales de la clase obrera, sino que habría sido desviado y apropiado por las clases privilegiadas que supervisarían su distribución.

Varias secciones grandes de la burguesía haitiana volcaron su apoyo al antiguo sacerdote radical durante las elecciones presidenciales de 1990 como un método de contener la oposición popular creciente de los oprimidos de Haití en respuesta a la campaña electoral de Roger Lafontant, un líder de Tonton Macoute bajo Duvalier. La exigencia de reparaciones fue parte de los intentos más tempranos de Aristide de promulgar reformas sociales limitadas y propuestas de desmantelar el ejército haitiano, así como desarmar y enjuiciar a las fuerzas de Duvalier.

Nada de esto resultó posible. El período en la presidencia de Aristides fue marcado por conciliaciones repetidas de la clase gobernante haitiana y la aquiescencia al imperialismo. Desde el inicio de su campaña presidencial en 1990, Aristide acordó a encabezar una coalición con varios partidos burgueses e hizo campaña con una plataforma que abogaba por una “boda entre el pueblo y el ejército”. Se opuso a cualquier reforma agriara significativa o alguna redistribución de la riqueza.

La clase gobernante de Haití perdió la confidencia en la habilidad de Aristide de calmar el movimiento revolucionario de las masas, y su régimen fue derrocado en un golpe militar solo ocho meses más tarde en septiembre de 1991. El líder del golpe fue el general Raoul Cédras, quien había sido designado por el mismo Aristide en junio. Incluso mientras sus defensores en las vecindades de Puerto Príncipe fallecían frente a ametralladoras, Aristide suprimía el movimiento masivo. Hasta 3.000 personas fueron asesinadas por las fuerzas de Cédras.

Después de encontrar un refugio en los Estados Unidos, Aristide se negó a apelar a la clase obrera estadounidense e internacional para ayudar a los oprimidos haitianos en una lucha contra la junta, y en vez buscó un acercamiento con la Administración de Clinton y el imperialismo estadounidense, la misma fuerza que sometió la nación a la destitución y represión humillante durante un siglo entero.

¿Qué explica esto? El movimiento de Aristide representaba a una pequeña burguesía cuya perspectiva de clase apuntaba a las quejas sociales de las masas pero carecía cualquier independencia genuina respecto a la burguesía nacional y el imperialismo.

El programa de implementar el desarrollo económico nacional de forma limitada identificado con los nacionalistas pequeñoburgueses, tales como Fidel Castro de Cuba o los sandinistas de Nicaragua, resultó inalcanzable con la disolución de la Unión Soviética, ya que no se podía encontrar ninguna alternativa al imperialismo con la que tales autollamados antiimperialistas radicales o anticapitalistas pudieran maniobrar.

Aunque le permitieron volver a Haití con la bendición de Washington en 1994 para terminar su primer mandato y subsecuentemente ganar una segunda campaña presidencial en 2000, la restauración de Aristide dependía de llevar a cabo las políticas dictadas por el FMI y contener las luchas de la clase obrera haitiana.

A pesar de su capitulación a los partidos derechistas, la oposición política entre las clases privilegiadas de Haití y Aristide se hizo cada vez más feroz a causa de su identificación retórica con las aspiraciones de los obreros y la gente pobre, una situación que formó los cimientos de un golpe llevado a cabo por escuadrones de la muerte financiados por EE.UU. y entrenados por la CIA. La huida de Aristide al exilio y el apoyo popular de Fanmi Lavalas que se desvanecía fueron un testamento a la falta de fuerza de su movimiento político populista y el proyecto entero de oponerse al imperialismo sobre la base del nacionalismo pequeño burgués.

El sucesor escogido por Aristide y el candidato presidencial de Fanmi Lavalas René Préval haría cumplir los programas de ajustes estructurales del FMI exigidos por el capital financiero que llevaron a recortes mayores en subsidios de la comida y el transporte, una inflación más alta, la privatización de empresas estatales tales como los sectores de harina y cemento y la imposición de préstamos paralizantes que atacaron profundamente el tejido social de la nación. La devastación social del país más pobre en el hemisferio occidental se profundizó, y la ayuda de los Estados Unidos y las otras potencias importantes se disminuyó en la medida en que el imperialismo respaldaba cada vez más a la oposición contra el Gobierno organizada en el Grupo de los 184 y la Plataforma Democrática.

Independientemente de lo que uno piense de sus exigencias patéticas de “reparaciones”, la petición de Aristide a Francia de una compensación fue el último de muchos intentos vacíos y sin sentido para apuntalar sus credenciales “radicales”. Aristide nunca buscó derrocar el Estado capitalista, que es el producto de dos siglos de intervención militar extranjera y represión, o crear cualquier base para un Gobierno de la clase obrera. Saldar cuentas con los crímenes históricos y actuales del capitalismo no le corresponde a un estrato pequeño de “representantes” deshonestos y autoclasificados de los que sufrieron en el pasado. Tiene que tomar la forma, de hecho, de una lucha nacional por el socialismo por parte de la clase obrera haitiana como parte de una revolución socialista internacional, con el objetivo de establecer una igualdad social genuina en todo el mundo.

Haití, la clase obrera internacional y la lucha por el socialismo mundial

No se puede abordar aisladamente ningún problema que enfrentan las masas haitianas. Un programa político por la emancipación de los oprimidos de Haití de la subyugación extranjera y la explotación capitalista requiere sobre todo la movilización política e independiente de la clase obrera y los campesinos pobres, y su unificación con las masas del Caribe, América Latina, los Estados Unidos y, en última instancia, con el mundo entero. Esto significa la lucha por los Estados Unidos Socialistas de América y el Caribe.

Las condiciones en Haití no son únicas para las masas haitianas, sino que son las mismas que se están agravando en todos los países supuestamente en desarrollo y desarrollados.

Enfermeros y trabajadores de la salud en huelga en todo el mundo

La inflación, en particular el alza de los alimentos, impulsada por la guerra temeraria de la OTAN y EE.UU. contra Rusia en Ucrania y los billones de dólares en rescates para Wall Street ahora amenazan con matar de hambre a millones por todo el mundo. Esto es el resultado de la descomposición del sistema capitalista global, causada por la dislocación económica masiva instigada por el cambio climático, los conflictos regionales y el manejo homicida de la pandemia de COVID-19 por parte de los Gobiernos capitalistas en todo el mundo.

El endurecimiento monetario en curso de la Reserva Federal de EE.UU., así como los costes crecientes de las necesidades básicas, están poniendo a países del tercer mundo en la quiebra. La balanza de pagos de los países latinoamericanos y africanos enfrentará déficits enormes a causa de la salida de capital invertido, así como los precios más altos de alimentos y petróleo y las tasas de interés crecientes sobre la deuda extranjera. Las oligarquías financieras del mundo están exigiendo que gobiernos implementen medidas drásticas de austeridad con el objetivo de privatizar las entidades dirigidas por el estado y vender los activos públicos a bancos e inversionistas depredadores.

El control monopolístico de las corporaciones transnacionales gigantescas del mundo y su subordinación al beneficio privado de un poco de milmillonarios forman un bloqueo contra la capacidad revolucionaria de la tecnología moderna y la fuente de sufrimiento inaguantable para la población global. La economía mundial tiene que ser dirigida según la necesidad social, y esto requiere el derrocamiento revolucionario del sistema capitalista entero.

Como una parte de esto, los obreros en Haití necesitan vincular sus luchas a un movimiento consciente y unificado junto con sus hermanos y hermanas de clase en el Caribe, América del Norte y del Sur y más allá, sobre la base de la Teoría de la Revolución Permanente desarrollada por León Trotsky y a través de la construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional como un movimiento político independiente y masivo de la clase obrera internacional por el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de junio de 2022)

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