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Perspectiva

El asesinato de Daria Dugina y la guerra de EE.UU. y la OTAN en Ucrania

El sábado, Daria Dugina, hija del conocido intelectual nacionalista ruso Alexander Dugin, fue asesinada por una bomba que destruyó su camioneta Toyota Land Cruiser en una autopista al oeste de Moscú, Rusia.

La prensa rusa ha reportado que personas allegadas a Dugin creen que él era el blanco del ataque que mató a su hija. La BBC reporto que él planeaba viajar en el mismo auto pero decidió cambiar de vehículo en el último minuto.

A pocas horas del ataque, la prensa estadounidense se apresuró a negar la conclusión obvia de que este asesinato está vinculado a la guerra en marcha entre EE.UU. y Rusia en Ucrania.

Una captura de pantalla del artículo “Detrás de líneas enemigas, advierten los ucranianos a los rusos ‘Nunca estarán a salvo’” publicado el 17 de agosto de 2022 por el New York Times.

El New York Times aseguró a sus lectores que “no hay evidencia de que el ataque estuvo conectado a la guerra en Ucrania”. ¡Qué mentira tan absurda! El asesinato lleva el hedor de la policía secreta ucraniana y los agentes de la CIA que la manejan.

Tanto la evidencia ofrecida por la historia como la lógica de los acontecimientos recientes conducen a la inevitable conclusión de que el asesinato de Dugina fue un crimen político que lleva las huellas de Washington y que estuvo calculado para provocar una extensión de la guerra.

La participación de Washington en tal escenario no solo es posible, sino que constituye la hipótesis política por defecto, la que se debe asumir a menos que se demuestre lo contrario. Toda la historia del imperialismo estadounidense ha consistido en asesinatos y guerras instigadas por las agencias de inteligencia de EE.UU.

Cuatro días antes del asesinato, el Times describió entusiásticamente el empleo de métodos como asesinatos y bombas en vehículos por parte de las fuerzas secretas ucranianas. En un artículo intitulado “Detrás de líneas enemigas, advierten los ucranianos a los rusos ‘Nunca estarán a salvo’”, el diario informó cómo los ucranianos se infiltran en el territorio controlado por los rusos para colocar explosivos y “asesinar a oficiales”.

El Times describió en detalle cómo un operador derechista ucraniano plantó en un auto una bomba “envuelta en cinta con el lado adhesivo hacia afuera en la cavidad para la rueda de repuesto”. En otra ocasión, “colocaron una bomba debajo del asiento del conductor, manipulada para estallar cuando se encendiera el motor”. Washington prefiere tales asesinatos y el Times reportó que esas explosiones fueron diseñadas “para enviarle una señal a los donantes occidentales que Ucrania está movilizando con éxito los recursos locales en la guerra”.

Ucrania no haría nada que ponga en riesgo el apoyo estadounidense. El conflicto en Ucrania es una guerra librada por la CIA y financiada por el Pentágono. La interrogante planteada por el atentado contra Daria Dugina es: ¿precisamente cuál fue el papel de Washington?

Washington ha llevado a cabo una provocación tras otra y cada una ha sido calculada para expandir la guerra. El coche bomba se produjo inmediatamente después de varios ataques ucranianos contra bases militares rusas en la península de Crimea. Los ataques fueron realizados con armas suministradas por Washington y el Gobierno de Biden ha manifestado su aprobación.

Washington ha enviado más de $10 mil millones de ayuda militar directa y $40 mil millones más en ayuda adicional a Ucrania desde el inicio de la guerra a inicios del año. Ha armado al ejército y las fuerzas paramilitares de Ucrania, ha entrenado unidades enteras ucranianas y proveído información necesaria para llevar a cabo bombardeos con misiles y drones. Los ataques en Crimea son un producto y una intensificación de esta política.

Putin respondió restándole importancia a los ataques en Crimea, buscando atajar la expansión del conflicto para librar una guerra limitada en Ucrania.

Es evidente que a Ucrania no le ha ido bien en la guerra. Washington ha dedicado sumas inmensas de dinero y armas en el conflicto, pero el control ruso del sur y este de Ucrania parece cada vez más afianzado.

Los objetivos del imperialismo estadounidense en el conflicto con Rusia no son nada menos que redibujar el mapa del continente eurasiático. Washington busca dividir el grueso del territorio político de Rusia, desde sus estepas hasta la taiga, en Estados títeres manejables para poder extraer de ellos su inmensa riqueza mineral.

Si no puede lograr estos objetivos por medio de una guerra por delegación, entonces ha de provocar un conflicto directo.

Ucrania está sufriendo pérdidas enormes e insostenibles. Los objetivos estadounidenses en la guerra exigen una mayor participación de la OTAN en el combate con soldados, no solo armas.

Cualquier represalia importante por parte de Rusia por el último asesinato y la serie de ataques en Crimea será denunciada inmediatamente por “no haber sido provocada” y se utilizará como un pretexto para que el personal de la OTAN se involucre cada vez más y de forma cada vez más abierta y física en la guerra.

¿Cómo más obligar a Putin a tomar represalias y hacerlo verse culpable de la intensificación del conflicto? La estrategia estadounidense consiste en escalar el conflicto por medio de provocaciones.

Éste es el imprudente cálculo que guía al imperialismo estadounidense. Los compromisos y objetivos estratégicos de EE.UU. solo se pueden alcanzar expandiendo el conflicto y esto requiere provocaciones. Las provocaciones se han vuelto el principio fundamental del comportamiento internacional de Washington. Este es el razonamiento que subyace a la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, instigando el conflicto con China, así como ocurre con los coches bomba de las fuerzas secretas ucranianas.

El ataque a Dugin y su hija, ambos vinculados con las capas más militaristas y de línea dura del ejército ruso, intensificará la presión sobre el ejército ruso para que escale la guerra en Ucrania en forma de un conflicto abierto con Estados Unidos y la OTAN. El New York Times manifestó este objetivo hoy cuando escribió que Putin había intentado contener la guerra a fin de “mantener un sentido de normalidad” en la sociedad rusa. Pero este asesinato, escribió, amenaza con acabar con eso.

El Kremlin guardó silencio. No emitió ninguna declaración el sábado en respuesta al asesinato. Varias figuras militaristas prominentes y comentaristas derechistas en la prensa culparon públicamente a Rusia por el asesinato y pidieron represalias. Tsargrad TV, la red nacionalista en la que Dugin es editor, declaró que se podrían usar bombardeos que “sacudirían Kiev”.

El New York Times escribió, “Si bien no está claro cómo o si el Sr. Putin responderá a la muerte de la Srta. Dugina, los llamados de venganza subrayan que los partidarios más fervientes de la invasión de Ucrania aún podrían convertirse en aliados poco convenientes para el Kremlin, especialmente si el líder ruso busca evitar una escalada de la guerra”.

Desde el inicio de la guerra en Ucrania hasta hoy, EE.UU. ha azuzado las llamas de una guerra mundial, buscando provocar una reacción. El peligro crece a diario de que se produzca tal reacción, lo que tendría consecuencias incalculables.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de agosto de 2022)

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