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Perspectiva

Despidos masivos en Ford: la burguesía inicia una nueva etapa de su ofensiva contra el empleo

En medio de la explosiva crisis geopolítica, la pandemia continua de COVID-19 y las luchas militantes de los trabajadores por alzas salariales, la clase gobernante está respondiendo con ataques cada vez más despiadados contra el empleo.

El lunes, Ford Motor Company anunció que el 1 de septiembre despedirá a 2.000 trabajadores permanentes y 1.000 empleados por contrato. Los recortes se producirán en Estados Unidos, Canadá e India, incluyendo un “gran porcentaje” de ellos en Míchigan, según un vocero de la empresa.

El mes pasado, Bloomberg News reportó que Ford planeaba hasta 8.000 despidos este año, poniendo principalmente en la mira a los trabajadores de cuello blanco y los puestos en su departamento de motores de combustión interna. “Absolutamente tenemos a demasiadas personas en algunos lugares, no cabe duda”, dijo el director ejecutivo de Ford, Jim Farley, en una conferencia automotriz en febrero.

Los recortes de puestos permanentes anuncian un ataque más amplio a los empleos de todos los trabajadores. Las gigantes automotrices están avanzando una agresiva campaña para dominar el mercado de los vehículos eléctricos y otras nuevas tecnologías y están restructurando sus operaciones internacionalmente, recortando costos y buscando extraer aún más ganancias de los trabajadores.

Stellantis (una fusión de Fiat-Chrysler y PSA Group) ya llevó a cabo una cantidad no definida de despidos este año en su planta de ensamble de Belvidere en Illinois y sus plantas de Warren y Sterling Stamping en Míchigan, y planea eliminar el segundo turno de su planta en Windsor, Ontario, para fines de 2022.

Mientras tanto, Ford anunció previamente que finalizaría su producción en las fábricas en Saarlouis, Alemania, y Chennai, India, provocando un enojo enorme entre los trabajadores de ambas plantas que incluyó ocupaciones espontáneas en el caso de Chennai. En Europa, Ford ha estado poniendo a prueba una estrategia específica para reducir sus costos laborales. Ha estado colaborando con los sindicatos para enfrentar a los trabajadores de distintas plantas en una competición fratricida para ver cuál acepta más concesiones mientras promete inversiones en la producción de vehículos eléctricos a cambio.

A pesar de que el giro hacia los vehículos eléctricos ha sido un factor importante en la reestructuración de la industria automotriz, los ataques a los puestos de trabajo forman parte de un proceso más amplio en toda la economía. La clase gobernante se siente asediada y está iniciando una masacre de empleos para contrarrestar el movimiento cada vez más grande de trabajadores internacionalmente contra la explotación y el desastroso impacto de la pandemia y la elevada inflación.

El cincuenta por ciento de los ejecutivos estadounidenses encuestados a inicios de agosto dijeron que sus empresas están reduciendo personal, según la firma PwC. Casi la mitad también dijo que planeaban congelar las contrataciones, anular ofertas de empleo, reducir o eliminar los bonos de contratación.

También se están extendiendo los despidos masivos en toda la industria tecnológica, que ha sido objeto a una especulación frenética en los últimos años. Crunchbase News ha contado 38.000 puestos eliminados hasta mediados de agosto. Ha habido despidos en todas las gigantes tecnológicas estadounidenses —incluyendo Apple, Microsoft, Meta (la empresa matriz de Facebook) y Twitter— así como una amplia gama de negocios en línea como Carvana, Peloton, Wayfair, Shopify, Netflix, entre otros. La gerencia de la unidad de la nube de Google les dijo a sus empleados que, si no aumentaban las ventas y la productividad este próximo trimestre, “correrá sangre en las calles”, según Business Insider a inicios del mes.

Hay señales de que los recortes de empleos se están expandiendo más allá del sector tecnológico a importantes firmas de ventas minoristas dado que se están ralentizando los gastos del consumidor. Walmart reportó que despedirá a 200 empleados gerenciales a inicios de agosto, mientras que Best Buy ha estado recortado cientos de puestos en sus tiendas tras reducir su pronóstico de ventas en julio.

Los ataques a los empleos de los trabajadores se producen en medio de un aumento en la rentabilidad corporativa desde que inició la pandemia de COVID-19. Se ha enviado continuamente sumas exorbitantes de dinero a Wall Street y los inversores superricos. General Motors anunció la semana pasada que reanudaría su pago de dividendos trimestrales y ampliaría su programa de recompra de acciones de $3,3 mil millones a $5 mil millones, siguiendo a la decisión de Ford de restaurar su pago de dividendos el mes pasado.

Los despidos masivos se están acumulando incluso cuando los salarios reales de los trabajadores siguen cayendo un año tras otro por la inflación, que la guerra por delegación de EE.UU. y la OTAN en Rusia ha acelerado sustancialmente. En julio, el salario por hora promedio había caído 3 por ciento en términos reales en EE.UU., comparado al año anterior, según la Oficina de Estadísticas Laborales.

La Reserva Federal, junto a otros bancos centrales de muchas economías avanzadas, han comenzado a aumentar rápidamente los tipos de interés para provocar una contracción económica y despidos masivos.

Si bien lo hacen en nombre de “combatir la inflación”, al banco central no le interesa atender la crisis del coste de vida.

Por mucho, el factor más importante detrás del aumento en los precios, según un estudio de abril de 2022 del Economic Policy Institute, ha sido la especulación de precios corporativa, ya que alimenta directamente sus márgenes de ganancias. Este estudio descubrió que el aumento en las ganancias corporativas contribuyó seis veces más al alza de los precios que el aumento en los costos laborales.

Los salarios reales por hora de un trabajador típico han colapsado. Pero en lugar de hacer algo para evitar que las empresas suban los precios, la Reserva Federal procura alimentar aún más las ganancias de las empresas reduciendo el poder de negociación de los trabajadores al aumentar artificialmente el desempleo.

Ante cada vez más señales de una recesión mundial, el objetivo de la aristocracia financiera es colocar todo el peso de su crisis socioeconómica sobre los hombros de los trabajadores, utilizando la amenaza del desempleo y la indigencia como garrote. En una reciente encuesta realizada para Bloomberg News, casi dos tercios de los encuestados dijeron que no se sentían cómodos pidiendo un aumento salarial y que los empresarios tienen más influencia, un aumento del 5 por ciento desde enero.

Los esfuerzos de la clase gobernante por hacer que los trabajadores paguen por una crisis por la que no son responsables y que no controlan, incluso aprovechando la oportunidad para intensificar la explotación de los trabajadores, son consistentes con las políticas de la burguesía durante los últimos dos años y medio. La clase dominante respondió a la pandemia del COVID-19 diseñando un rescate de billones de dólares para los bancos y las corporaciones. Las medidas para mitigar, ni hablar de detener, la propagación del virus, fueron abandonadas en la medida en que entraban en conflicto con el afán de lucro capitalista, lo que ha provocado más de 20 millones de muertes en todo el mundo e innumerables infecciones discapacitantes más.

Pero todas las experiencias catastróficas de los dos últimos años –la pandemia, la inflación, las condiciones de trabajo cada vez más insoportables— han generado al mismo tiempo una profunda rabia social y agravios en la clase obrera, con sectores cada vez más numerosos de trabajadores que son empujados a llevar a cabo huelgas y otras luchas.

Este incipiente movimiento está empezando a encontrar su voz. En la industria automotriz, Will Lehman, un trabajador socialista de Mack Trucks, se presenta como candidato a la presidencia del sindicato United Auto Workers (UAW). Lehman ha centrado su campaña en la exigencia de abolir la enorme burocracia sindical proempresarial y construir una poderosa red de comités de base para luchar por lo que los trabajadores necesitan. Su campaña está ganando un apoyo cada vez más extenso entre los trabajadores hartos de décadas de concesiones impuestas por los sindicatos.

Es necesario contar con comités de base, controlados democráticamente por los trabajadores, para organizar una lucha contra la eliminación de empleos. En lugar de despidos y la congelación de la contratación en condiciones de una escasez generalizada de personal en las industrias de manufactura, logística, salud y educación, hay que ampliar masivamente los puestos de trabajo bien remunerados, aumentar drásticamente los salarios y mejorar las condiciones de trabajo. En la medida en que haya una reducción de la producción, debe realizarse por medio de una reducción de la jornada laboral sin pérdida de salario, de modo que los trabajadores no se vean obligados a trabajar 80 horas semanales o más.

Además, en oposición al nacionalismo reaccionario promovido por los sindicatos, una perspectiva y una organización internacionales son absolutamente indispensables para que los trabajadores lleven a cabo una lucha eficaz contra el recorte de puestos de trabajo y otros ataques de las empresas transnacionales. Esa organización es la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base, que ha conectado a los trabajadores en un número creciente de industrias.

Sobre todo, la clase obrera debe responder a la creciente masacre de puestos de trabajo sobre la base de sus propios intereses y programa, conscientemente elaborados. Ese programa debe tener como objetivo el establecimiento del control democrático de la producción por parte de los trabajadores, de modo que la sociedad se dirija a satisfacer las necesidades humanas, no los intereses de lucro de un puñado de adinerados.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de agosto de 2022)

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