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Presidente de la Asociación Histórica Estadounidense emite disculpa envilecida después de ataque racialista en redes sociales

El presidente de la Asociación Histórica Estadounidense (AHA, según sus siglas en inglés), el profesor James Sweet de la Universidad de Wisconsin, ha emitido una disculpa envilecida por una crítica moderada que él hizo sobre el Proyecto 1619 y la influencia de la política identitaria sobre la escritura histórica.

Presidente de la Asociación Histórica Estadounidense James Sweet[Foto por James Sweet] [Photo: James Sweet]

La columna por Sweet sobre el Proyecto 1619 fue publicada en la edición más reciente del boletín Perspectivas sobre la Historia de la AHA, la organización más grande de historiadores estadounidenses. Se puede leer completa aquí. Con el título, “¿La historia es la historia? La política identitaria y las teleologías del presente”, el artículo de Sweet hacía dos comentarios generales.

Primero, criticaba el dominio del “presentismo” en la escritura histórica. Según el punto de vista de Sweet, esto significa la tendencia de ver la historia “a través del prisma de cuestiones contemporáneas sobre la justicia social–la raza, el género, la sexualidad, el nacionalismo, el capitalismo”, mientras minimiza “los valores y las convenciones de la gente en su propia época”.

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La relación entre el presente y el pasado es un tema importante y complejo, que plantea unas preguntas del método–la manera en que se usan y se interpretan las fuentes de información–y de la filosofía. Baste con decir que el tema sin duda vale la discusión, no la disculpa y la retracción.

Él sugiere que este presentismo se manifiesta no solo en la imposición del pensamiento moderno sobre el pasado pero también en un declive de lo que historiadores llaman los temas “premodernos” –básicamente, las cosas que pasaron antes del siglo XIX. Es una advertencia justa. La enseñanza de la historia anciana, medieval, temprano moderna– en toda área geográfica–se está desvaneciendo de los currículos por todo el país, incluso en las universidades muy grandes. Los recortes presupuestarios tienen su papel. Sin embargo, asimismo los ataques que provienen de la política identitaria, que no encuentran ningún “pasado usable” en temas como la Roma anciana, como hemos argüido en otro lugar.

El segundo punto de Sweet aborda la insinuación en el Proyecto 1619 de que la esclavitud fuera un “pecado original” únicamente estadounidense. Un académico realizado sobre la historia africana y la trata de esclavos, Sweet nota que en un único sitio esclavista que visitó recientemente en Ghana, Elmina, “[m]enos de un por ciento de los africanos que pasaban por ahí… llegaron en América del Norte”. La mayoría del 99 por ciento, probablemente, iban para lugares en América Latina y el Caribe. Sweet advierte, muy gentilmente, que los esfuerzos como el Proyecto 1619 que pretenden “afirmar que un pasado afroamericano usable [pudiera] cosificar elementos de la hegemonía estadounidense y el excepcionalismo que tales narrativas buscan desmantelar”.

Su artículo se publicó en Twitter a las 13:18 de la Hora de Oriente, el miércoles del 17 de agosto. Casi inmediatamente, atrajo unos ataques trastornados y ad hominem de usuarios de Twitter obsesionados con la raza. Tristemente, muchos de estos tuits provenían de historiadores.

Los ataques eran de tres categorías. Muchos implicaban o decían abiertamente que Sweet es racista, o que como un “hombre blanco” no tiene derecho a comentar críticamente sobre la historia negra o africana. Unos especulaban sobre lo que en su imaginación era el verdadero motivo nefario y no expresado de Sweet. Otros lo acusaban de ser reaccionario, atado a un período más temprano de la escritura histórica. Unos respondieron con simples insultos. Cierta cantidad amenazó con cancelar su afiliación con la AHA. En cierto punto, la AHA tuvo que hacer privada su cuenta de Twitter.

Entre las respuestas histéricas, Kevin Gannon gana el premio gordo. Gannon, profesor de la historia en la Universidad de Queens en Charlotte, Carolina del Norte, se unió al ataque censurador contra Sweet en Twitter, y luego rápidamente escribió algo más largo en su blog, ¡en que comparó a Sweet con los nazis! Gannon escribió:

Dadas las maneras penetrantes y obvias en que derechistas, nazis y otros actores de mala fe han empleado unas tácticas notablemente semejantes en el servicio de la supremacía blanca y la misoginia (y la misoginoir [el odio a los africanos]), puede que uno se preguntase por qué un historiador blanco y varón sobre África y la diáspora africana emplearía una estrategia retórica que se centra en estos ejemplos particulares. Sin duda, yo me lo pregunto.

Pero lo que sea el método particular –las amalgamas como la presentada por Gannon, los insultos, la falacia del hombre de paja, amenazas del boicoteo, etc.–ninguno de estos ataques discrepó con los verdaderos argumentos de Sweet. Como si quisiesen demostrar su punto sobre el presentismo, las críticas no intentaron enfrentar la historia. Y como si desearan demostrar su punto sobre el excepcionalísimo estadounidense, los ataques en Twitter no dijeron nada sobre la esclavitud en África o América Latina o el Caribe.

En vez, muchos usuarios de Twitter, que hiperventilaban, exigieron, explícita o implícitamente, que se retractara el artículo de Sweet o que él fuera castigado. Catherine Denial, directora del Departamento de la Historia en la Universidad de Knox en Galesburg, Illinois, llegó al punto de exigir una campaña de envío de cartas a la AHA, aparentemente para conseguir una retracción y una disculpa y quizás el despido de Sweet. Ella también tuiteó las direcciones de correo electrónico de miembros de la junta directiva.

Desafortunadamente, algo que lo desacredita, Sweet se rindió dentro de período récord, y emitió un mea culpa maxima en Twitter después de un día de acoso. La misma disculpa, en una caja gris, ahora prologa su artículo, el que, por ahora al menos, está disponible. En una nota de solo 260 palabras, Sweet pide disculpa tres veces por “causar daño” a “colegas, el campo, y la Asociación”. Las frases siguientes aparecen: “Me responsabilizo completamente”; “Lo siento muchísimo”; “Sinceramente me lo arrepiento”; “no era mi intención”; y el comentario especialmente patético, “Espero expiarme”. Si uno no supiera el contexto, quizás se supondría que ésta era una confesión extraída después de la tortura ante la Inquisición. ¡Eppur si muove!

Este autocastigo no satisfizo a los críticos de Sweet, que siguieron por denunciarlo y regodearse en su retracción. ¿Hasta qué punto tendrá que ir Sweet para “expiarse”? Indicó en su columna que había estado trabajando en una “respuesta crítica al Proyecto 1619 para un foro futuro en la revista American Historical Review”. ¿Todavía aparecerá? ¿Cuán “crítica” será ahora?

Reveladoramente, Sweet no explicó lo que era, concretamente, que causó todo el “daño” que él ahora confiesa haber infligido. Si lo explicase, tendría que admitir que su columna no dañó a nadie, que no había nada ofensivo en ella. En vez, tendría que decir que su columna violaba las reglas tácitas de censura que controlan el mundo académico y circunscribir la vida intelectual estadounidense. Al haber salido de la línea –¡el presidente de la AHA, recuerden!– era necesario que Sweet fuera regañado, y era importante también que se castigara ante los censores. El problema para Sweet es que la adoptación de la política identitaria, que es una religión de la falsa “rama progresista” del Partido Demócrata (y también el camino principal a la financiación y oportunidades profesionales para muchos académicos) tiene que ser total–observada en las declaraciones públicas, así como el pensamiento privado. ¡Él seguirá sospechoso!

Por desgracia, es desafortunado que Sweet capitulara tan rápida y miserablemente. Los “Twitterstoriadores” que participan en estos actos rituales de la censura pública son un grupo pequeño, intemperante y, como se demuestran sus tuits, generalmente crudo. Lo que temen más es que alguien interfiriere con su multitud. Y de hecho había muchos historiadores que respondieron al furor de Twitter en defensa de Sweet, y dentro de unos días, sus defensores parecían superar en número los detractores. Muchos de estos tuits, desigual que los de sus detractores, verdaderamente intentaron enfrentar los argumentos.

La auto paliza de Sweet ante una caza de brujas en las redes sociales indica el nivel avanzado de la censura y el declive en la vida intelectual estadounidense. Sin duda, ha habido unas luchas importantes en la AHA sobre la política y el presentismo en el pasado, muy famosamente durante la Guerra de Vietnam. Y el tema del excepcionalísimo estadounidense, que Sweet planteó sin ningún resultado, tiene su propia historia rica y muy debatida. Pero no hay ningún precedente para tal acto de contrición pública por el presidente de la AHA, ni siquiera en la época de McCarthy.

Hay dos secuelas posibles. O la retracción de Sweet se recordará como otra señal del declive de la profesión histórica. O todavía se puede convertir en la ocasión para una discusión completa de los efectos mortíferos, y esencialmente reaccionarios del posmodernismo y la política de identidad sobre el pensamiento histórico.

Como David North y yo escribimos en una carta publicada en la edición de abril de 2020 en la revista American Historical Review:

Ya va siendo hora de hacer un examen intenso y crítico de los intereses políticos y sociales que subyacen a la fijación contemporánea con la categoría no científica de la identidad racial, y su uso como ariete contra la genuina erudición histórica.

El asunto de Sweet revela que la hora para este examen crítico ya llegó.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de agosto de 2022)

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