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Perspectiva

Kenneth Starr y la política derechista de las cacerías de brujas sexuales

Kenneth Starr, el fiscal derechista que encabezó la investigación que condujo al juicio político contra el presidente demócrata Bill Clinton, falleció el martes en un hospital del área de Houston por una enfermedad que no fue comunicada. Se encontraba hospitalizado desde mayo. La muerte de Starr ofrece una oportunidad para examinar el papel siniestro de las cacerías de brujas de la prensa y los escándalos sexuales manufacturados en la vida política estadounidense.

Kenneth Starr sostiene una copia de su reporte cuando rinde testimonio el Comité de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes durante una audiencia del juicio político,19 de noviembre de 1988. Starr, cuya investigación criminal sobre Bill Clinton condujo al juicio político del mandatario, falleció el 13 de septiembre de 2022. Tenía 76 años. (AP Photo/Doug Mills, archivo)

Por más de un año en 1998-1999, Starr fue una de las figuras más odiadas en la vida estadounidense debido a que su Oficina de Asesoría Independiente, que fue establecida originalmente para investigar a Clinton sobre Whitewater, un desarrollo urbanístico fallido en Arkansas, se convirtió en un instrumento para una conspiración sórdida que intentó destituir a Clinton.

Clinton fue denunciado por una exempleada estatal de Arkansas, Paul Jones, quien lo acusó de acosarla sexualmente cuando era gobernador del estado. El caso fue apoyado y en gran medida financiado por grupos derechistas que buscaron utilizarlo para atacar la presidencia de Clinton.

Cuando descubrieron el amorío de Clinton con Monica Lewinsky, una pasante en la Casa Blanca, gracias a información entregada por Linda Trapp, una confidente de Lewinsky, los abogados derechistas tendieron una trampa para un falso testimonio. Clinton se vio obligado a rendir testimonio sobre la denuncia de Pala Jones, cuyos abogados le preguntaron sobre Lewinsky. Negó cualquier relación sexual, mintiendo bajo juramento. Era una trampa y Clinton fue el pelele.

Starr y sus fiscales trabajaron estrechamente con el grupo de abogados de derecha, convirtiendo las mentiras de Clinton sobre una relación sexual en el foco de una investigación que había comenzado antes de que Lewinsky y Clinton se conocieran. Se filtraron a la prensa los detalles de la relación y se desató una tormenta de escándalos en los medios de comunicación, con el objetivo de obligar a Clinton a dimitir.

Cuando éste se negó obstinadamente, los investigadores de Starr citaron a Clinton y a Lewinsky y los interrogaron largamente, presentando finalmente un informe de 450 páginas al Congreso que contenía en gran parte un relato pornográfico de la relación y de los esfuerzos de Clinton por encubrirla. Este informe se convirtió en la premisa para que la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, votara a favor de someter a Clinton a un juicio político. Sin embargo, el Senado no lo condenó y se mantuvo en el poder durante otros dos años.

La campaña de destitución entró en conflicto con los instintos de millones de trabajadores, que se opusieron al intento de destituir a Clinton por medio de un escándalo sexual y se mostraron hostiles a los métodos antidemocráticos y a la mojigatería de la caza de brujas. El Partido Republicano perdió inesperadamente escaños en la Cámara de Representantes en las elecciones de medio término de noviembre de 1998, celebradas en vísperas de la votación sobre la destitución, y el presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, que había prometido victorias aplastantes por “pillar” a Clinton, tuvo que renunciar como líder republicano.

Los obituarios de Starr que aparecen el miércoles en los medios de comunicación corporativos se han visto obligados a reconocer la hostilidad que despertó su investigación sobre Clinton, aunque esto se atribuye en gran medida a su adhesión al Partido Demócrata. No hay un relato serio de la conspiración derechista en la que Starr actuó de cabecilla.

El New York Times marcó la pauta señalando el posterior papel de Starr como presidente de la Universidad de Baylor, antes de que la Junta de Regentes lo destituyera por no tomar acciones en los casos de agresión sexual bien documentados que involucraban al equipo de fútbol americano de la universidad, y luego como parte del equipo de defensa del multimillonario proxeneta de menores para clientes adinerados, Jeffrey Epstein. El Times no sacó la conclusión obvia: Starr no puso a Clinton en la mira por sentir indignación ante su supuesto comportamiento sexual indebido sino por razones políticas.

El Times tampoco mencionó cómo llegó Starr a ser el abogado independiente en primer lugar. El primer abogado independiente, Robert Fiske, había puesto fin a la investigación sobre Whitewater en 1994, así como una investigación asociada a la muerte del asesor de la Casa Blanca Vince Foster, que concluyó que fue un suicidio. Fiske fue destituido abruptamente por un panel de tres jueces del Tribunal de Circuito de Apelaciones de Washington, encabezado por David Sentelle, que había sido uno de los principales asesores políticos del senador ultraderechista Jesse Helms antes de ser elevado al tribunal de circuito más importante. Sentelle y otro juez del panel fueron vistos almorzando con Helms el día antes de que despidieran a Fiske y lo sustituyeran por Starr, un fiable republicano de derecha que había sido procurador general en el primer mandato de Bush. La investigación del abogado independiente continuó durante otros seis años, hasta que Clinton dejó el cargo.

A lo largo de la crisis política producida por el “escándalo” Clinton-Lewinsky, el World Socialist Web Site, entonces en su primer año de publicación, proporcionó un análisis indispensable de las fuerzas sociales y políticas que estaban detrás del ataque a la Administración de Clinton. Publicamos casi a diario sobre la crisis, criticando duramente la caza de brujas. Al tiempo en que nos oponíamos políticamente a Clinton y al imperialismo norteamericano, el WSWS advertió que el empeño de la derecha por destituir a un presidente elegido dos veces mediante métodos conspiratorios en la trastienda y el escándalo en los medios de comunicación eran una amenaza para los derechos democráticos. Hicimos un llamamiento a la clase trabajadora para que se opusiera a esta campaña, advirtiendo que cualquier Gobierno que llegara al poder a través de un golpe palaciego de este tipo representaría un gran paso hacia la dictadura en Estados Unidos.

Un cuarto de siglo después, la decadencia de la democracia capitalista estadounidense ha ido mucho más lejos. Los congresistas demócratas criticaron a Clinton en 1998 y rechazaron las afirmaciones de Hillary Clinton de que existía una “vasta conspiración de la derecha”, pero votaron en contra del juicio político, la condena y la destitución de Clinton por considerarlos un castigo excesivo por su “mala conducta”. Hoy estarían al frente de la fila exigiendo su dimisión inmediata.

No es una hipótesis. Los demócratas del Congreso forzaron la salida del senador Al Franken, de Minnesota, en 2017 por acusaciones tan endebles como absurdas y sin permitirle defenderse ante el Comité de Ética del Senado. Las acusaciones de acoso sexual condujeron a la rápida destitución del diputado John Conyers, uno de los miembros más antiguos de la Cámara de Representantes, de nuevo antes de que se juzgaran las denuncias presentadas en su contra. Y el año pasado, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, se vio obligado a dimitir por acusaciones de acoso sexual que sigue negando.

El lanzamiento de la campaña #Metoo (#AMíTambién) ha provocado un rechazo generalizado de las normas democráticas, como la presunción de inocencia, las garantías procesales y el derecho del acusado a enfrentarse al denunciante. Las acusaciones basadas en fuentes anónimas y difundidas por medios de comunicación complacientes han bastado para poner fin a las carreras de funcionarios electos, profesores universitarios, músicos y prácticamente cualquier persona que trabaje en la industria de la televisión y el cine. En esta campaña, los medios de comunicación liberales como el New York Times y los demócratas liberales como la senadora Kirsten Gillibrand de Nueva York han desempeñado el papel principal.

Al mismo tiempo, los abogados asesorados por Starr ocupan los puestos más altos de la rama judicial estadounidense. El presidente de la Corte Suprema, John Roberts, fue procurador general adjunto bajo la dirección de Starr en el primer mandato de Bush. Otro juez de la Corte Suprema, Brett Kavanaugh, formó parte de la Oficina de Asesoría Independiente de Starr y escribió gran parte del vil informe al Congreso sobre el asunto Lewinsky.

Hace 25 años, el WSWS publicó una declaración del consejo editorial titulada “Kenneth Starr, los medios de comunicación estadounidenses y la búsqueda de la 'verdad'”. Escribimos:

Hay pruebas más que suficientes para demostrar que la investigación de Starr es la punta de lanza de una inmensa subversión de los procesos democráticos. Está financiada por elementos de extrema derecha con enormes riquezas a su disposición, organizada con la colaboración activa de los medios de comunicación, e implicando a los más altos niveles del poder judicial, hasta la Corte Suprema inclusive. Es, en esencia, el primer intento sistemático de dar un golpe de Estado político en la historia de Estados Unidos.

Cinco meses más tarde, después del juicio político de Clinton en la Cámara de Representantes, una declaración del Consejo Editorial del WSWS planteó la pregunta: “ ¿Se dirige Estados Unidos hacia una guerra civil ?”. Explicamos que la crisis política no podía atribuirse simplemente a la falta de voluntad de Clinton de decir la verdad sobre un asunto sexual privado. Un conflicto que amenazaba con derribar el Gobierno de Estados Unidos debía tener profundas raíces sociales y de clase.

Identificamos como origen la erosión de la posición social de la clase media que antaño proporcionaba una base estable a la democracia burguesa. Estados Unidos estaba cada vez más dividido en dos campos de clase: la gran mayoría, proletarizada y luchando por la supervivencia, y una élite gobernante fantásticamente rica y privilegiada, cuyos conflictos internos se habían recargado de tremendas tensiones sociales.

Lo que entonces era una deriva se ha convertido en un tobogán, si no en una avalancha. El intento de golpe palaciego contra Clinton por parte de la derecha republicana devino en una intentona golpista armada por parte de una turba violenta que fue instigada por el presidente fascistoide Donald Trump, el 6 de enero de 2021. El Partido Republicano se ha convertido, en todo menos en nombre, en un partido fascista dirigido por Trump como su Führer.

Y la clase obrera está entrando en conflicto con la élite corporativa, los dos partidos capitalistas que reciben órdenes de la élite, y todo el orden social capitalista. La tarea central es desarrollar la comprensión entre los trabajadores de la necesidad de una lucha independiente, política y revolucionaria contra el sistema capitalista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de septiembre de 2022.)

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