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¡Opónganse a la reaccionaria campaña difamatoria contra el profesor de Harvard, John Comaroff!

La camarilla derechista de cazadores de brujas de la campaña #YoTambién, de arribistas en el Local 5118 del UAW y de ambiciosos escritores inescrupulosos de artículos de opinión en el Harvard Crimson ha intensificado su campaña para expulsar al profesor de la antropología de Harvard, John Comaroff.

Sobre la base de unas acusaciones enteramente inventadas, que fueron investigadas dos veces por Harvard y desestimadas a todos los efectos, Comaroff se ha convertido en la víctima de una persecución despiadada.

Si estos cazadores de brujas viciosos tienen éxito será un golpe significante a la libertad académica, los derechos democráticos y la escolaridad seria.

El artículo de opinión publicado el 13 de septiembre por el Crimson, el periódico estudiantil de Harvard (“La bienvenida que no pedimos”), socava hasta un nuevo nivel de malicia y deshonestidad. La columna afirma absurdamente que el campus de Harvard ahora es inseguro para los estudiantes a causa de la presencia de “un acusado asaltador en serie”, es decir, el profesor Comaroff.

El artículo del 13 de septiembre además afirma que “la falta de transparencia por parte de la universidad sobre cualesquiera requisitos rehabilitadores para el retorno de Comaroff refleja solamente un entendimiento superficial de la justicia restaurativa”.

¿“Requisitos rehabilitadores”? ¿Es que estas personas han perdido la razón? De hecho, los escritores del Crimson admiten que son ignorantes de las cuestiones legales planteadas por el ataque al profesor Comaroff. En una referencia a la intervención extraordinaria de la administración de Biden en apoyo de la caza de brujas, escriben: “Mientras no estamos equipados para comentar sobre los matices legales del informe amicus, como estudiantes, estamos preocupados por el retorno de Comaroff al campus y qué esto pueda significar para nuestra comunidad”.

Si no estaban “equipados” para tratar de las cuestiones legales, los autores del artículo deben haberse abstenido de comentar sobre el caso. O, para decirlo un poco más francamente, deben haberse mantenido con la boca cerrada.

Pero, como deja claro esta admisión asombrosa, a los estudiantes del Crimson les importan un bledo la ley y los hechos del caso. ¡Tan jóvenes como para ser tan corruptos ya!

Para que conste en acta, el caso contra Comaroff es sin sustancia. No es culpable del “asalto [sexual] en serie”, ni siquiera ha sido acusado de eso. La acusadora vengativa de Comaroff, Lilia Kilburn, fue advertida por Comaroff sobre los peligros de viajar con su pareja gay a unas partes de África donde los homosexuales enfrentaban la persecución.

En su capacidad como asesor académico, Comaroff informaba a Kilburn sobre las posibles consecuencias por sus acciones, no solo por ella, sino por otros. Pero los comentarios de Comaroff interfirió con el ensimismamiento de Kilburn, y ella nunca lo ha perdonado.

Pues no hay absolutamente ningún pedazo de evidencia verificable para apoyar su afirmación, las circunstancias fuertemente indican que Kilburn, por unas razones que solo ella sabe, inventó una historia sobre dos o tres besos “no deseados”, una afirmación que incluso los investigadores de Harvard, predispuestos a creer a los acusadores, sintieron obligados a desestimar.

La afirmación de que un académico distinguido de 77 años represente un “peligro” a los estudiantes de Harvard es sin ninguna razón. Comaroff no solo es un académico cumplido. Él es un individuo socialmente consciente que tiene un registro largo de lucha contra la opresión.

Comaroff creció como izquierdista en África del Sur, opuesto al régimen de apartheid. Bajo tales circunstancias, la oposición tenía unas consecuencias serias. Los oponentes al régimen regularmente eran suprimidos, prohibidos o liquidados. Comaroff ha escrito y enseñado extensivamente sobre el capitalismo global, la desigualdad y el colonialismo. A lo largo de sus décadas de enseñanza, ha sido el tutor de miles de estudiantes de muchos países.

Los escritores del Crimson vuelven repetidas veces a las condiciones “inseguras” que la presencia de Comaroff supuestamente crea. “No se puede exagerar cuán preocupante es que los estudiantes, especialmente mujeres, no sienten seguros y confortables dentro del aula o incluso en la totalidad de Harvard ahora que Comaroff ha regresado. Ningún estudiante debe tener que dividir su atención en el aula entre el deseo de satisfacer la curiosidad intelectual y las preocupaciones por su seguridad física y emocional”.

Qué grupo de canallas son estos escritores. Lo verdaderamente “preocupante” es que tal basura sin base e infundada puede aparecer en un periódico estudiantil diario sin evocar ninguna reacción de los profesores y estudiantes.

Sobre el “peligro” representado por profesor Comaroff, los lectores deben recordar que Harvard es una institución masivamente financiada donde unos agentes de la CIA, generales, criminales de guerra y exjefes de Estado presentes y antiguos con sangre en las manos tienen una alta probabilidad de cruzarse mientras van y vienen a las aulas.

Henry Kissinger –un cerebro contrarrevolucionario, arquitecto de una guerra genocida contra la gente vietnamita, asesino de la clase obrera y socialistas chilenos y sudamericanos– enseñó en Harvard durante más de una década antes de convertirse en el asesor de seguridad nacional de Richard Nixon y, más tarde, secretario del Estado. El Centro para Estudios del Medio Oriente de la universidad fue expuesto como una herramienta de la inteligencia israelí y de la CIA durante los años medios de la década 1980.

El Colegio de Gobierno de John F. Kennedy en Harvard es infamoso como un centro internacional por la conspiración imperialista contra las poblaciones coloniales y contra la misma clase obrera estadounidense.

Sus funcionarios apenas toman el tiempo para ocultar el hecho. El 16 de septiembre, el Centro de Belfer para la Ciencia y Asuntos Internacionales del Colegio de Kennedy, una parte del aparato de inteligencia militar estadounidense, está realizando un evento para celebrar el establecimiento de la CIA en 1947, “Marcando el 75º aniversario de la CIA: Reflejos sobre el pasado, visiones del futuro”.

“El evento”, explica el Centro de Belfer, “presentará a un grupo ilustre de autores de la inteligencia, escolares, y administradores jubilados de alto nivel que discutirán los últimos 75 años de la agencia, incluidos unos aspectos bien conocidos y desconocidos de la evolución de la agencia y sus actividades actuales para mejorar la seguridad nacional de la nación”. La asamblea, con “el almuerzo ofrecido”, marcará el nacimiento y la evolución de la “Murder Inc.” (Asesinato, Sociedad Anónima) del gobierno estadounidense. ¿Por cuántos complots, asesinatos y actos de tortura serán responsables estas personas?

En 2016, cuando Michael Sulmeyer, exdirector para Planes y Operaciones para la Política Cibernética del Departamento de Defensa, junto al nuevo Proyecto de la Seguridad Cibernética del Centro de Belfer, el comunicado de prensa del centro presumía de que el grupo directivo del proyecto en ese entonces incluía a “exvicepresidente del Estado Mayor Conjunto James Cartwright, exdirector de la CIA y general David Petraeus, exsubsecretario de Defensa para la Política James Miller, y el vicepresidente recién jubilado del Estado Mayor Conjunto James ‘Sandy’ Winnefeld”.

El personal presente y antiguo de Harvard incluye a David Barron, el que es el asistente del fiscal general en funciones de la administración de Obama que escribió el memorando que justificaba el uso de ataques de drones letales contra ciudadanos estadounidenses sin ningún proceso judicial; expresidente mexicano Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, responsable por la represión masiva y la pobreza; exsecretario de Defensa Ashton Carter; Richard Clarke, “el Zar del Contraterrorismo” como el Coordinador Nacional para la Seguridad, Protección de Infraestructura y Contraterrorismo bajo Bill Clinton y George W. Bush; Michael Ignatieff, un político canadiense bien conocido por su defensa de la tortura; economista Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro devotado a endilgar la crisis del capitalismo estadounidense sobre la espalda de la clase obrera. La lista de geopolíticos, economistas, y funcionarios militares derechistas no tiene fin.

Harvard, al final, ha sido y todavía es un baluarte crítico de la élite gobernante estadounidense, cuyo personal es virtualmente un quién-es-quien de los formuladores de políticas de la clase gobernante.

Nada de esto le molesta al consejo editorial, a los funcionarios del Sindicato de Estudiantes Posgrados de Harvard (SEPH)-Local del UAW 5118 o a los acusadores de Comaroff y sus varios apologistas.

Por el contrario, la intervención de la administración de Biden por parte de los acusadores de Comaroff ha dejado más claras las fuerzas políticas sociales. Respecto a la demanda sin base de los tres estudiantes posgrados contra Harvard, presentada en febrero, en que afirmaban que la universidad había fracasado en protegerles contra el “acoso” de Comaroff, el Departamento de Justicia ha sostenido que Harvard pudiera ser responsable si Comaroff tomara represalias contra los acusadores. Por “represalias”, la demanda de los estudiantes se refiere a los esfuerzos públicos del profesor veterano y su esposa (y colega) por defenderse contra la caza de brujas.

La acción de la administración subraya el carácter políticamente impulsado de la campaña contra Comaroff. Aquí vemos la intersección de la política del Partido Demócrata, arraigado en los intereses de su electorado de la clase media alta, y el impulso egoísta por la promoción profesional y la riqueza personal. Los acusadores de Comaroff se sienten libres a mentir y difamar, confidentes de tener el apoyo del Estado estadounidense.

Sobre la participación del Local 5118 del UAW, es dirigido por unos arribistas de la clase media que no tienen ninguna asociación genuina con las luchas de la clase obrera. Indiferentes al conflicto de interés obvio, su dirección incluye a dos de los acusadores de Comaroff. La estructura sindical se está usando para avanzar los intereses personales de sus funcionarios.

El local presentó una queja en agosto en que afirmaban que, por permitir que el profesor de antropología enseñase este otoño, Harvard había fracasado en cumplir con su acuerdo contractual de mantener “un ambiente de trabajo y educación seguro y saludable”. La queja sindical, sin duda escrita o examinada por los verdugos de Comaroff, deshonestamente afirma que él tiene un “historial bien documentado de acosar a las mujeres y estudiantes queer”.

Mientras tanto, los tres acusadores de Comaroff, junto con seis más, dirigieron una carta durante esta semana al presidente de Harvard Lawrence S. Bacow, en que exigían que la universidad “reformara” sus procedimientos de Título IX y su Oficina de la Resolución de Conflictos y, según el Crimson, “incluir la aportación de víctimas en mejorar sus procedimientos por reportar e investigar la mala conducta”. Dicho de otra forma, los estudiantes que quejan quieren hacer todo lo posible para asegurar que en el futuro las investigaciones fueren manipuladas a favor de los acusadores.

Hay que oponerse a y detener la caza de brujas contra el profesor Comaroff. Ya es hora de que los estudiantes y profesores de Harvard adopten una postura contra esta campaña asquerosa. Treinta y ocho profesores inicialmente hablaron contra la caza de brujas contra Comaroff en febrero. Pero la campaña de intimidación tuvo su efecto.

Treinta y cinco de los 38 rápidamente se rindieron a una veintena de tuits enojados, algo que revela el grado de miedo que prevalece en Harvard y otras universidades.

Pero aunque la protesta fuera suprimida por una campaña de intimidación, uno puede estar seguro de que hay muchos profesores y estudiantes disgustados por la campaña fétida contra el profesor Comaroff. Los involucrados en esta operación sórdida no tienen nada que ver con la política “izquierdista” o “progresista”. Sus acciones tienen más relación con las de esos grupos de estudiantes ultraderechistas en Alemania, que frecuentemente se dirigían contra los académicos izquierdistas durante los años 1920 y 1930.

Los únicos culpables en este caso son los que instigaron esta caza de brujas. Los estudiantes y profesores deben denunciar la campaña contra el profesor Comaroff y salir a la defensa de este académico injustamente perseguido.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de septiembre de 2022)

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