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Perspectiva

La escalada de EE.UU. y la OTAN en Ucrania amenaza con provocar una guerra nuclear

La clase gobernante estadounidense se ha visto absorbida por una temeridad impactante. Considera que la posibilidad de una guerra nuclear, que significaría la muerte de millones de personas y la posible aniquilación de la vida en el planeta, no debe impedir sus objetivos geopolíticos al librar la guerra contra Rusia en disputa de Ucrania.

En una entrevista durante el programa “60 minutes” de CBS que salió al aire el domingo, el entrevistador Scott Pelley le preguntó al presidente estadounidense Joe Biden, “Los logros de Ucrania en el campo de batalla están avergonzando y arrinconando a Vladímir Putin. Me pregunto, señor presidente, ¿qué le dirías si está considerando utilizar armas químicas o armas tácticas nucleares?”.

El presidente respondió, “No lo hagas. No lo hagas. No lo hagas. Cambiaría el rostro de la guerra como algo distinto a lo que hemos visto desde la Segunda Guerra Mundial”. La referencia a la Segunda Guerra Mundial es reveladora. Si bien Biden no lo mencionó, fue EE.UU. el que decidió arrojar dos bombas atómicas contra Japón al final de la guerra, matando a más de un cuarto de millón de personas. EE.UU. sigue siendo el único país que ha utilizado armas nucleares en una guerra.

Haciendo caso omiso a este hecho, Biden procedió a declarar que la posibilidad de una guerra nuclear no alteraría los objetivos militares de EE.UU. “Ganar la guerra en Ucrania significa expulsar a Rusia completamente de Ucrania”, dijo. “Están defendiendo a Rusia. Sucede que Rusia no es tan competente y capaz como muchos pensaban que serían”.

Por “expulsar a Rusia completamente de Ucrania”, Biden se refiere al objetivo ucraniano de retomar militarmente Crimea, considerada por Rusia como parte de su territorio. Según la doctrina rusa, podría ser defendida con armas nucleares.

Pero la realidad es que los objetivos estadounidenses van mucho más allá. Desde el colapso de las fuerzas rusas en el norte ucraniano, la élite política estadounidense se ha visto apoderada por euforia y triunfalismo. La burguesía estadounidense está decidida a insistir en la ofensiva.

Esto fue revelado en la primera plana del New York Times por el reportero sobre seguridad David Sanger, quien opera como un canal semioficial para declaraciones del aparato militar y de inteligencia de EE.UU.

Bajo el titular, “Ucrania quiere que EE.UU. envíe armas más poderosas. Biden no está tan seguro”, Sanger y sus tres coautores escriben:

Los oficiales estadounidenses consideran que, hasta ahora, habían tenido éxito en “hervir la rana”—aumentar la asistencia militar, de inteligencia y económica a Ucrania paso a paso, sin un paso grande que provocara una represalia de gran escala por parte de Moscú—.

Indican que el señor Putin hubiera respondido fuertemente si Washington hubiera suministrado a Ucrania desde el inicio de la guerra con el tipo de apoyo que está obteniendo ahora, como inteligencia que ha permitido a Ucrania asesinar a generales rusos y atacar depósitos de armas, tanques y las defensas aéreas de Rusia por medio de ataques con cohetes de precisión guiada.

El artículo del Times es importante por varias razones. En primer lugar, es un reconocimiento más de que EE.UU. ha estado dirigiendo esta guerra desde el principio, de hecho, desde antes que iniciara. Provocó la invasión rusa de Ucrania en febrero armando sistemáticamente a Ucrania e animándola a perseguir sus planes adoptados el año pasado de retomar Crimea militarmente.

En cada instancia de los casi siete meses de guerra, EE.UU. se ha opuesto a cualquier intento de una resolución negociada y, en cambio, ha introducido armas cada vez más avanzadas en el conflicto. La transformación del ejército ucraniano en una subsidiaria bajo la propiedad completa del Pentágono ha llegado al punto de que los estrategas militares estadounidenses están comenzando a preocuparse de que está erosionando las capacidades del propio ejército estadounidense.

Esto es lo que Sanger indicaba al hablar de “hervir la rana”. El imperialismo estadounidense se ha aprovechado de que Ucrania no pertenece formalmente a la OTAN para librar su guerra contra Rusia sin un conflicto directo entre Rusia y la OTAN, por ahora.

No obstante, la afirmación de que EE.UU. no se encuentra en guerra con Rusia es legalmente una ficción. El ejército ucraniano se ha convertido en el equivalente a una fuerza mercenaria del imperialismo estadounidense, armada, entrenada y dirigida en batalla por generales estadounidenses. El imperialismo estadounidense está dispuesto a luchar hasta el último ucraniano, y mueren hasta mil por día en este sangriento conflicto. Están siendo utilizados como carne de cañón.

Pero, en segundo lugar, Sanger deja en claro que se está sacando provecho de la debacle militar rusa en Járkiv para intensificar el conflicto aún más. Las “armas más poderosas” a las que se refiere el titular son los misiles ATACMS, que son capaces de alcanzar blancos 160 km dentro de territorio ruso. Los oficiales rusos han declarado que el suministro de estas armas cruzaría una “línea roja” que torna a EE.UU. como parte del conflicto.

El artículo declaró que Biden se está “resistiendo” a las demandas del ejército, el aparato de inteligencia y el Congreso en cuanto a enviar las municiones ATACMS. En el idioma de la política estadounidense, eso significa que ya se tomó la decisión y el Times está siendo utilizado para condicionar la opinión pública para superar la inevitable “resistencia”.

La burguesía estadounidense parece creer que su escalada cada vez más beligerante, en combinación con sanciones económicas brutales, obligará a una sección de la oligarquía rusa a concluir que defender sus intereses implica cooperar con los esfuerzos estadounidenses de dominar los recursos de Rusia.

Pero la crisis también puede conducir al fortalecimiento de elementos ultranacionalistas de la élite política rusa que están exigiendo que Rusia responda forzosamente a una ofensiva estadounidense, introduciendo el servicio militar obligatorio, bombardeando los centros de distribución de armas de la OTAN fuera de Ucrania o incluso utilizando armas nucleares.

La última opción se ha vuelto cada vez más probable debido a las declaraciones de los círculos gobernantes estadounidenses de que el objetivo final de la guerra en Ucrania es desmantelar Rusia en sí.

La semana pasada, el excomandante del Ejército estadounidense en Europa, Ben Hodges, declaró en un artículo del Telegraph que EE.UU. está “evidenciando el comienzo del fin, no solo del régimen [de Putin], sino de la propia Federación de Rusia”. De hecho, este ha sido el objetivo final del imperialismo estadounidense desde un principio: dividir Rusia para que las corporaciones estadounidenses puedan explotar y saquear directamente sus vastos recursos nacionales.

Las acciones temerarias de EE.UU. podrían provocar respuestas desesperadas por parte de la oligarquía rusa. Las consecuencias podrían ser catastróficas, más allá de los miles y miles de ucranianos y rusos que ya han muerto en el conflicto. Después de todo, Rusia no es una “rana” que está siendo hervida. Tiene el segundo mayor arsenal nuclear del mundo.

Durante la Guerra Fría, la doctrina de “destrucción mutua asegurada” significó que EE.UU. era disuadido de librar una guerra contra la Unión Soviética por la posibilidad de una respuesta nuclear que acabaría aniquilando a ambos y, si vamos al caso, a toda la humanidad. A lo largo de la Guerra Fría, los defensores abiertos de una guerra nuclear se limitaban a la derecha extrema del Partido Republicano con figuras como Barry Goldwater y Curtis LeMay.

Pero, hoy día, la creencia de que EE.UU. no debería verse “disuadido” en cuanto a perseguir sus ambiciones geopolíticas por la amenaza de una guerra nuclear que destruiría la civilización se ha vuelto un refrán tanto de los demócratas como de los republicanos. Pero si el peligro de una aniquilación nuclear no “disuade” a los oficiales estadounidenses, ¿cómo están tan seguros que sí disuadirá a Putin?

Se están avanzando políticas que han dejado de considerar las consecuencias. La burguesía está jugando a la ruleta rusa con las vidas de cientos de millones de personas, y no solo de Ucrania y Rusia, sino también de toda Europa y EE.UU.

Por un lado, este nivel tan descabellado de imprudencia deriva de los imperativos geopolíticos y, por otro lado, de la crisis política, económica y social cada vez más intensa que enfrentan EE.UU. y las potencias europeas en la OTAN.

La necesidad más urgente es la construcción de un poderoso movimiento contra la guerra basado en la clase obrera.

El hecho de que ninguna facción de la élite política estadounidense, ni siquiera un solo congresista o senador, se oponga a este conflicto cada vez más intenso rinde testimonio de la unanimidad en la clase gobernante en apoyar la guerra, más allá de las facciones que existan.

Un movimiento de la clase obrera contra la guerra debe rechazar todas las mentiras de las potencias imperialistas que han instigado la guerra en pos de sus ambiciones geopolíticas y de la dominación mundial, sobre todo de Estados Unidos. Al mismo tiempo, no se puede apoyar la respuesta reaccionaria de la oligarquía rusa, que combina los esfuerzos desesperados por llegar a un acuerdo con el imperialismo con amenazas militaristas.

Existe una poderosa fuerza social capaz de oponerse a la guerra imperialista: la clase obrera internacional. La guerra va acompañada de un ataque arrollador contra el nivel de vida de los trabajadores, cuyos salarios se han desplomado un 3 por ciento en términos reales en el último año.

La crisis creada por el colapso del nivel de vida ha llevado a un aumento global de la lucha de clases, que se demuestra poderosamente en el movimiento de los trabajadores ferroviarios en los EE.UU., así como el estallido de huelgas en toda Europa, América Latina, Oriente Próximo y África.

Al entrar en lucha, los trabajadores de todo el mundo deben plantear la exigencia del fin de la guerra. A la política de guerra mundial de la clase dominante, los trabajadores deben contraponer la estrategia de la guerra de clases y la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de septiembre de 2022.)

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