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Perspectiva

La devastación del huracán Ian: ¡hacen falta miles de millones para asistencia, no la guerra!

El huracán Ian ha creado una catástrofe en Florida con una cifra grande pero aún no determinada de muertes, así como la destrucción masiva de hogares, edificios, vehículos e infraestructura. Millones en el estado siguen sin luz y muchos se encuentran atrapados en sus hogares por las inundaciones generalizadas. Este no es meramente un “desastre natural”, sino que fue preparado por la asombrosa negligencia de oficiales gubernamentales tanto a nivel estatal como federal.

La tormenta tocó tierra el miércoles peligrosamente de categoría 4, con vientos máximos de tan solo 3 km/h menos que la categoría 5. Golpeó gran parte del suroeste de Florida, generando importantes inundaciones, una marejada ciclónica sumamente alta y poderosos vientos en las primeras horas. El sitio Poweroutage.us reportó que casi 2,4 millones de clientes se encontraban sin electricidad en todo el estado el jueves, incluyendo a casi todos en los condados costeros de Lee y Charlotte, donde se ubican las ciudades de Fort Myers y Punta Gorda, respectivamente.

Los condados del suroeste más golpeados por la tormenta han visto un enorme crecimiento y una amplia urbanización en los últimos 25 años. Casi 1 millón de personas viven solo en los condados de Lee y Charlotte. Un gran porcentaje vive de forma congestionada en comunidades construidas en las áreas más bajas y costeras que se inundaron por la marejada récord del miércoles.

Los campamentos de casas remolque baratas se dejaron particularmente vulnerables al no tomarse medidas para evacuar a los residentes sistemáticamente. Todo se dejó en manos de la “responsabilidad individual”, lo que significa que los pobres, los enfermos y postrados en cama fueron dejados a su suerte.

En vez de evacuar a los residentes sistemáticamente, los oficiales del condado de Orange, que incluye Orlando, recurrieron a revisiones inadecuadas de las casas rodantes, entregando volantes informativos y “animando” a los residentes a reubicarse ante el huracán.

Después de que Ian asoló el suroeste y causó amplias inundaciones en el centro de Florida, terminó de cruzar la península de oeste a este y reemergió en el océano Atlántico. Ha comenzado a recobrar energía de las aguas cálidas y se dirige hacia el norte-noroeste. Se espera que toque tierra por segunda vez en Carolina del Sur el viernes.

Las primeras estimaciones de fallecidos —el sheriff del condado de Lee dijo que probablemente habían muerto “cientos” solo en su jurisdicción— han sido en gran medida silenciados por la prensa, que parece estar sometida a una orden de no alertar al público estadounidense sobre la magnitud de la catástrofe.

Sin embargo, desde la sede de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) en Washington, el presidente Joe Biden dijo que estaba “escuchando reportes tempranos de una sustancial pérdida de vidas” y se refirió a Ian como posiblemente “el huracán más mortal en la historia de Florida”.

De ser cierto, superaría los 2.500 muertos del huracán Okeechobee en 1928. Recibió el nombre porque el grueso de las víctimas eran jornaleros migrantes, principalmente afroamericanos, que se ahogaron por las inundaciones del enorme lago South Florida causadas por la tormenta cuando cruzaba de este a oeste, del Atlántico al golfo de México.

Biden firmó una declaración de desastre para todos los 67 condados de Florida, volviéndolos elegibles para fondos federales de emergencia. Pero cualquier asistencia de este tipo se verá eclipsada por la magnitud de los daños que probablemente llegaran a las decenas si no cientos de miles de millones de dólares.

Las verdaderas prioridades del Gobierno de Biden y la clase gobernante en su conjunto se reflejan en la decisión de gastar más de $50 mil millones en la guerra en Ucrania, una suma mucho mayor a todos los esfuerzos de rescate y recuperación en todos los desastres naturales este año. La resolución de continuidad aprobada por el Senado el jueves asigna $12 mil millones más para Ucrania, comparado a tan solo $2 mil millones para ayuda de desastres como huracanes, inundaciones, incendios forestales y terremotos.

La clase obrera debe rechazar estas prioridades y exigir la cancelación inmediata de todo el financiamiento de EE.UU. para la guerra en Ucrania y que se utilicen estos fondos para atender las urgentes necesidades sociales que se han hecho tan evidentes en el raudal de fotografías y videos de la zona de desastre en Florida.

Los videos en redes sociales de los dueños de hogares en Naples muestran cómo se inundaron sus patios y cómo los torrentes de agua botaron sus puertas. Los oficiales de emergencia en Fort Myers Beach reportaron el jueves que esperaba hallar cuerpos apilados en las ruinas de los hogares destruidos cerca de la costa.

En Port Charlotte, el hospital HCA Florida Fawcett sufrió inundaciones en su primer nivel con la sala de emergencias, mientras que los vientos intensos arrancaron partes del techo de su cuarto piso, exponiendo su unidad de cuidados intensivos a los elementos, según un doctor. Muchos trabajadores y los pacientes más enfermos, algunos de los cuales están en ventiladores, se vieron obligados a evacuar a otros pisos.

El desastre de Florida es otra muestra del fracaso de la sociedad capitalista a la hora de abordar las previsibles consecuencias ambientales del cambio climático y el calentamiento global. Solo este año, cientos de miles de personas en Jackson, Mississippi, se quedaron sin agua corriente después de que las lluvias récord colapsaran el sistema de saneamiento, mientras que los “domos de calor” sin precedentes alimentaron incendios forestales en todo el oeste del país.

En Florida, los funcionarios estatales y locales, tanto republicanos como demócratas, no han avanzado ninguna renovación de los protocolos de preparación ni de las edificaciones del estado después de haber sido azotados por tormentas anteriores. En 2017, el huracán Irma atravesó la península, matando a casi 100 personas y causando miles de millones de dólares en daños. En 2018, el huracán Michael de categoría 5, la más alta, destruyó zonas poco pobladas del noroeste de Florida.

Como todas las catástrofes “naturales” recientes, el huracán Ian ha puesto de manifiesto la incapacidad de la sociedad capitalista para aplicar la planificación y la organización necesarias para salvaguardar a la población, así como la criminal indiferencia de la clase dominante hacia la vida humana.

Hace diecisiete años, la administración Bush conmocionó al mundo por su indiferencia ante la destrucción de Nueva Orleans causada por el huracán Katrina, con cerca de 1.800 muertos y decenas de miles de personas abandonadas e ignoradas, atrapadas en sus casas sin comida ni agua, obligadas a aferrarse a los tejados sin medios para escapar de las aguas.

En la pandemia de coronavirus, esta indiferencia se ha convertido en un frenesí homicida. Tanto el gobierno de Trump como el de Biden han presidido una respuesta negligente y criminal, que ya ha sacrificado más de un millón de vidas por una infección evitable, con el fin de garantizar que las empresas sigan abiertas para acumular beneficios y los multimillonarios sigan amasando una riqueza aún mayor.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, que espera sustituir a Trump como líder de una versión estadounidense del fascismo, ha encabezado el rechazo de las más mínimas medidas de mitigación del COVID-19. Es responsable de más de 7 millones de infecciones y más de 81.000 muertes. El gobernador debe considerar unos cuantos miles de muertes por huracanes como una nota a pie de página en comparación.

A pesar de los ocasionales gestos “verdes” del gobierno de Biden, los demócratas no han hecho nada para abordar el creciente impacto del cambio climático. Los demócratas se niegan a promulgar cualquier medida sobre el cambio climático que pueda reducir los beneficios de las gigantescas corporaciones estadounidenses o amenazar la riqueza de los multimillonarios.

El Gobierno de Biden y el Partido Demócrata se refieren habitualmente a los negacionistas del cambio climático del Partido Republicano como sus “colegas” y “amigos” y buscan mantener una colaboración bipartidista. El jueves, Biden dijo más perogrulladas sobre cómo los estadounidenses “se unirán como un solo equipo”.

Mientras tanto, las lluvias extraordinarias y las tormentas más mortíferas son cada vez más frecuentes, ya que el cambio climático está llevando las temperaturas globales a niveles sin precedentes. Las temperaturas más cálidas han provocado un aumento de la humedad del aire, lo que ha dado lugar a precipitaciones históricas.

Los científicos del clima han advertido que el aumento de la temperatura de los océanos está impulsando tormentas más fuertes tanto en velocidad como en intensidad. La velocidad máxima de los vientos del huracán Ian aumentó en 55 km/h en menos de tres horas, pasando de una categoría 3 a una fuerte categoría 4 cuando la tormenta se acercaba a Florida el miércoles por la mañana.

Es una acusación al capitalismo que, a pesar de los grandes avances tecnológicos de la sociedad, no se hayan resuelto hasta el día de hoy las condiciones sociales que provocaron miles de muertes por el huracán Okeechobee hace casi un siglo.

El único camino para evitar las catástrofes ambientales es expropiar los billones acaparados por las corporaciones y los bancos, abolir la anarquía del sistema de lucro y establecer una economía socialista planificada a escala mundial que pueda tomar las medidas necesarias para reducir el calentamiento global y proteger a la población mundial.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de septiembre de 2022.)

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