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Perspectiva

¡Por la movilización independiente de la clase obrera contra la amenaza dictatorial en Brasil!

Las elecciones presidenciales en Brasil, cuya primera ronda ocurrirá el domingo, representa la mayor crisis política desde el establecimiento del frágil régimen democrático hace 35 años.

El presidente fascistizante del país, Jair Bolsonaro, con el apoyo de las capas dirigentes del Estado y las fuerzas armadas, está haciendo campaña abiertamente para anular el resultado de la votación y permanecer ilegalmente en el poder por medio de una dictadura presidencial.

El presidente Jair Bolsonaro y el candidato del PT y expresidente Lula da Silva (Alan Santos/PR y Richardo Stuckert/Instituto Lula)

Mientras tanto, el ejército ha restablecido su papel como el árbitro político final de Brasil. El poder civil invitó a los generales a participar en la organización de las elecciones supuestamente para contrarrestar la politización de las Fuerzas Armadas por parte del presidente conspirador. Sin embargo, los generales han librado una campaña para socavar el tribunal electoral y envenenar la opinión pública con teorías fraudulentas para desacreditar el proceso electoral.

Al arrogarse la facultad de validar las elecciones, el ejército llevará a cabo un recuento paralelo de los votos por primera vez en la historia del régimen actual. Los soldados serán desplegados para inspeccionar personalmente cientos de urnas en todo el país y garantizar “que no haya fraude”.

Al mismo tiempo, los batallones del Ejército están listos para intervenir en las calles bajo el pretexto de combatir la “violencia electoral”. De actuar en oposición a una intentona golpista de Bolsonaro, nadie sabe quién enviará los tanques de vuelta a los cuarteles.

El nombramiento del próximo presidente brasileño ocurrirá tras negociaciones entre bastidores y dependerá de la decisión final de los generales.

La crisis política brasileña representa uno de los epicentros de un proceso globalmente interconectado de la disolución de las formas democráticas de gobierno a manos de la clase gobernante en todos los países.

El espectro del regreso de la dictadura militar en Brasil, que sufrió bajo el puño sangriento de los generales por dos décadas después de un golpe de Estado apoyado por EE.UU. en 1964, es el resultado de la misma crisis mundial que produjo el intento de golpe fascista de Donald Trump en EE.UU.; la llegada al poder en Italia de Georgia Meloni, la sucesora del movimiento fascista de Benito Mussolini; la rehabilitación de los neonazis de la Alianza para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán); el regreso al poder del heredero de la dictadura de Marcos en Filipinas y el fomento de las fuerzas fascistas ucranianas por parte de Washington y la OTAN en su guerra contra Rusia.

Uno de los indicios más contundentes de la crisis mortal del sistema político brasileño es que el principal partido de oposición, el Partido de los Trabajadores (PT), está intentando encubrir los peligros que presenta la situación actual.

Las encuestas han mostrado repetidamente que el candidato del PT, Lula da Silva, quien gobernó Brasil de 2003 a 2010, es el contendiente favorito para la presidencia. La última encuesta de DataFolha, publicada el jueves, muestra a Lula con el 50 por ciento de los votos y Bolsonaro con 36 por ciento. No obstante, Bolsonaro ha repetido en múltiples ocasiones que solo un fraude prevendría su victoria en la primera victoria.

En el último debate público entre los candidatos, celebrado tres días antes de la elección, Lula intercambió acusaciones de corrupción con Bolsonaro pero guardó silencio sobre sus preparativos golpistas. Le quedó a la candidata ultraderechista Soraya Thronicke de União Brasil, una expartidaria del presidente fascistizante, preguntarle a Bolsonaro si “tiene la intención de llevar a cabo un golpe de Estado”. El presidente respondió, “Ese no es el problema”.

Lula y el PT se rehusaron a denunciar públicamente las conspiraciones de Bolsonaro y el ejército. Su mayor temor es desencadenar un movimiento de masas de la clase obrera, que tiene una larga tradición de lucha contra el autoritarismo en Brasil y que arremetería contra el capitalismo y su Estado. En cambio, el PT procura lidiar con la amenaza por medio de negociaciones secretas con los representantes de la clase gobernante.

La base de apoyo que el PT considera como clave para regresar al poder no es la clase obrera ni las masas oprimidas en Brasil, sino la burguesía, el ejército, los jueces y los partidos derechistas que se desembarazaron de sus servicios políticos durante el proceso de destitución de la presidenta del PT, Dilma Rousseff, en 2016 y el encarcelamiento posterior del propio Lula.

En la última semana de su campaña, Lula asistió a una cena con docenas de representantes de los bancos y las mayores corporaciones. Según le comentó uno de los participantes a Globo, “él le dijo a la audiencia todo lo que querían escuchar”. Hubo partidarios abiertos de Bolsonaro presentes, como el dueño de la cadena comercial Riachuelo, Flávio Rocha, quien dijo que Lula “puede contar conmigo si cumple con los compromisos que hizo en la cena”, según un periódico.

El alineamiento de cada vez más sectores del capital brasileño con Lula se basa en su creencia de que su Gobierno podrá asegurar sus intereses en dos frentes. En primer lugar, cuentan con que el Gobierno del PT establecerá un equilibrio en las relaciones de Brasil con Estados Unidos y China, promoviendo así la afluencia de inversiones. Y en segundo lugar, creen que puede imponer un control más estricto sobre la clase trabajadora con la ayuda de los sindicatos corporativistas, lo que permitiría una explotación intensificada de la mano de obra.

Sin embargo, la crisis explosiva del capitalismo global dificultará la consecución de estos intereses de la burguesía brasileña.

Con Brasil y América Latina en su conjunto convirtiéndose cada vez más en un campo de batalla estratégico en el impulso del imperialismo estadounidense hacia la guerra contra China, el objetivo de la neutralidad geopolítica y un entorno de relaciones de libre comercio con ambos países es una ilusión. La reciente destrucción de los gasoductos Nord Stream que unen Rusia y Alemania, un acto de sabotaje terrorista que beneficia los intereses imperialistas de Washington, es un indicio de lo que está por venir, incluso en el continente sudamericano.

Y, a pesar de los esfuerzos de los sindicatos vinculados al PT para sabotear el movimiento de la clase obrera, la profundización de la crisis económica está creando las condiciones para una explosión de la lucha de clases en Brasil.

En sus discursos defendiendo leyes que amplían la capacidad represiva del Estado brasileño, Bolsonaro ha advertido repetidamente sobre la inminencia de un movimiento popular “peor que en Chile”, donde las masas de trabajadores y jóvenes salieron a las calles contra la desigualdad social y el régimen político en 2019.

En estas condiciones, un Gobierno entrante del PT tendrá un carácter reaccionario y políticamente inestable. Al igual que las recientes reencarnaciones de los Gobiernos de la “marea rosa” en América Latina, como el de Gabriel Boric en Chile y el de Pedro Castillo en Perú, el papel fundamental del PT será implementar los ataques exigidos por el capitalismo a las condiciones de vida de los trabajadores y desatar una brutal represión contra cualquier forma de oposición social.

Desde el punto de vista de la clase dominante, tal Gobierno de “izquierda” representará sólo un interregno, durante el cual se pueden hacer mejores preparativos para la implementación de una dictadura total contra la clase obrera del tipo que Bolsonaro defiende hoy. El historial de Lula y el PT, en particular su respuesta a las actuales amenazas dictatoriales, no deja dudas de que harán cualquier concesión a los golpistas.

El Grupo Socialista por la Igualdad (GSI), los simpatizantes brasileños del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), está haciendo todo lo posible para exponer los graves peligros que encierra la situación actual. Pero al plantear estas advertencias, no contempla pasivamente el desarrollo de la tragedia.

El objetivo fundamental del GSI es movilizar a la clase obrera como fuerza política independiente y prepararla para la confrontación que necesariamente se producirá independientemente del Gobierno que finalmente tome el poder.

La clase obrera brasileña es una fuerza social masiva, con una larga historia de lucha contra el capitalismo y una profunda tradición democrática y socialista. Los trabajadores brasileños tienen en sus manos poderosos medios de producción y están objetivamente vinculados a través de las cadenas de suministro económico global con los trabajadores de todo el mundo.

El actual régimen civil se estableció en Brasil como respuesta de la burguesía a la oleada de huelgas masivas de la clase obrera a finales de los años 70 y principios de los 80. Provocado por la miseria económica, este movimiento socavó fatalmente la dictadura militar.

La burguesía solo pudo mantenerse en el poder durante esta crisis mortal mediante el descarrilamiento deliberado de las luchas semiinsurreccionales de la clase obrera. Los principales agentes políticos de esta traición fueron las diferentes tendencias pablistas, desde los lambertistas de la Organización Socialista Internacional (OSI) hasta los morenistas de Convergencia Socialista (CS), que fueron los verdaderos creadores de Lula y del PT.

En sus recientes luchas, como la huelga salvaje que golpeó a la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN) este año, las sucesivas luchas contra los despidos en la industria automotriz, la serie de huelgas de los maestros, los trabajadores del transporte y muchos otros sectores, la clase obrera brasileña demuestra que está lista para una nueva confrontación de masas con el capitalismo. En todos estos procesos, ha chocado con los sindicatos burocráticos y proempresariales controlados por el PT y sus aliados.

El Grupo Socialista por la Igualdad lucha por la creación de órganos democráticos que permitan avanzar las luchas de la clase obrera: comités de base unificados internacionalmente a través de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base. Y, sobre todo, está comprometido en la construcción de la dirección revolucionaria necesaria que liderará la lucha por el poder de la clase obrera brasileña como pate de la revolución socialista internacional.

Esta perspectiva será presentada por el GSI en su evento “La crisis de la democracia en Brasil y la perspectiva de la revolución socialista”, que se celebrará el sábado. Urgimos a todos nuestros lectores a que participen.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de septiembre de 2022.)

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