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La crisis del Reino Unido alimenta las advertencias sobre la estabilidad del sistema financiero mundial

Entre los comentaristas y analistas de los medios de comunicación crece la sensación de que la crisis financiera del Reino Unido significa la aparición de un punto de inflexión en el funcionamiento del sistema financiero mundial.

Es decir, para utilizar la metáfora a menudo empleada, es el canario en la mina de carbón para la erupción de una crisis, suprimida durante más de una década y media por la provisión de billones de dólares por los bancos centrales a los mercados financieros.

El Banco de Inglaterra ha puesto en marcha un programa temporal de compra de bonos mientras toma medidas de emergencia para evitar un "riesgo material" para la estabilidad financiera del Reino Unido. Frank Augstein. [AP Photo/Frank Augstein]

Los acontecimientos en el Reino Unido, con una intervención de emergencia de 65.000 millones de libras por parte del Banco de Inglaterra la semana pasada, repartidos en inyecciones diarias de £5.000 millones hasta el 14 de octubre para frenar el colapso del mercado de bonos, son un ejemplo de ello.

La crisis se centró en los fondos de pensiones. En el pasado, estos fondos podían hacer frente a sus obligaciones invirtiendo en bonos del Estado a largo plazo, de 10 y 30 años de duración, conocidos como gilts, confiando en que podían asegurar una tasa de rendimiento adecuada. Pero el inicio de la flexibilización cuantitativa después de 2008, junto con los recortes de los tipos de interés de los bancos centrales, supuso que los rendimientos de los bonos cayeran a mínimos históricos.

Para cumplir con sus obligaciones en unas condiciones en las que sus fuentes tradicionales de ingresos se estaban agotando, los fondos de pensiones tuvieron que emprender inversiones en activos más arriesgados, como el crédito empresarial, la renta variable y el sector inmobiliario, para poder cumplir con sus obligaciones.

Intentaron cubrir los riesgos de dichas inversiones mediante operaciones en los mercados financieros a través de derivados. Para ello, tomaron fondos prestados utilizando como garantía sus tenencias de bonos del Estado, considerados los activos más seguros.

Sin embargo, el precio de los bonos se desplomó tras el minipresupuesto del gobierno tory del 23 de septiembre, que recortó los impuestos a las corporaciones y a los súper ricos por valor de £45.000 millones, financiados por un aumento de la deuda pública de £72.000 millones. Así que el valor de las garantías cayó y los fondos de pensiones se enfrentaron a peticiones de margen por parte de sus prestamistas.

Esto condujo a una nueva venta de bonos, ya que los fondos trataron de satisfacer estas demandas, exacerbando el desplome de los precios de los bonos y llevando a la demanda de más garantías. Si esta situación hubiera continuado, alrededor del 90% de los fondos de pensiones, que poseen £1,5 billones en activos, podrían haberse declarado insolventes.

Como todas las crisis, ésta tuvo sus propias formas nacionales. Pero se está expresando la preocupación de que, en última instancia, fue el resultado de procesos globales.

El régimen de tipos de interés ultrabajos de los últimos 15 años, que ha impulsado los mercados bursátiles, se está invirtiendo ahora, ya que los bancos centrales de todo el mundo, encabezados por la Reserva Federal de Estados Unidos, están endureciendo la política monetaria mientras tratan de reprimir las demandas salariales de los trabajadores ante la mayor inflación de las últimas cuatro décadas.

En un reciente comentario sobre la crisis del Reino Unido, el columnista del Wall Street Journal James Mackintosh escribió que había enviado una onda expansiva a los mercados mundiales. Está 'proporcionando una advertencia a los gobiernos de todo el mundo sobre los peligros de la nueva era económica en la que estamos entrando', expresada en Gran Bretaña a través de una mezcla tóxica de política, inflación y tipos de interés más altos.

Señaló que, si bien los superlativos se utilizan a menudo en la información sobre los mercados, 'los descalabros' en el Reino Unido son 'verdaderamente extraordinarios'.

Las medidas del gobierno tory tuvieron un 'efecto tan grande debido al trasfondo más amplio de tipos de interés disparados, deuda elevada, comunicaciones nefastas y la erosión de la credibilidad institucional del país', con la mayoría de esas condiciones que se aplican 'en mayor o menor grado en todo el mundo desarrollado'.

'El riesgo más apocalíptico es que Gran Bretaña no sea más que la primera gran víctima de la subida de los tipos [de interés]', escribió, señalando que, como había ocurrido a menudo en el pasado, fueron los problemas en un área considerada segura, en este caso los fondos de pensiones, los que causaron dificultades.

La Fed basa su programa en la creencia de que unos tipos de interés más altos podrán detener la inflación, como ocurrió en la guerra de clases lanzada bajo la presidencia de la Fed, Paul Volcker, en la década de 1980.

Pero como comentó el columnista del Financial Times John Plender, 'los cambios en la estructura financiera desde la época de Volcker apuntan a una inminente inestabilidad financiera'.

Según Plender, 'la función principal del sistema financiero ya no es captar depósitos y conceder préstamos, sino refinanciar la deuda que sostiene el crecimiento y el consumo mundiales' y 'este complejo sistema depende cada vez más de unas garantías poco sólidas'.

Otro columnista del FT, Robin Wigglesworth, ha señalado que las medidas de los fondos de pensiones no eran una estrategia llamativa de los fondos de cobertura, sino el 'equivalente del mercado financiero a hacer los impuestos de la familia'.

Señaló que 'las verdaderas debacles financieras cataclísmicas tienden a implicar estrategias de inversión y valores financieros que todo el mundo creía aburridos', lo que plantea la cuestión de 'qué más como esto puede estar acechando por ahí' en algún 'rincón improbable del sistema financiero mundial'.

En un reciente comentario en su blog Chartbook, en el que trataba de la 'masacre del mercado de bonos de septiembre de 2022', el historiador económico Adam Tooze, autor de un importante estudio sobre la crisis financiera mundial de 2008, comenzaba señalando que no era sólo el Reino Unido el que estaba bajo tensión.

'También al otro lado del Atlántico, los temblores recorren los mercados del tesoro de Estados Unidos, la base del sistema del dólar', escribió.

Tooze citó un reciente informe de Bloomberg, basado en datos de JP Morgan, según el cual, 'la liquidez en el mercado del tesoro en extremadamente baja', ya que las condiciones se asemejan a 'las vistas en la pandemia y el período posterior a la crisis de Lehman'.

Dijo que no tenía claro quién se benefició exactamente del rescate del Banco de Inglaterra, y esto sugiere que estamos ante un sistema 'plagado de conflictos de intereses'.

'¿Tiene realmente sentido perpetuar un sistema en el que se incorporan riesgos desastrosos a la provisión de productos financieros básicos como las pensiones y las hipotecas, con ánimo de lucro?', continuó.

Concluyó con la observación de que la crisis es el resultado no de 'alguna incertidumbre metafísica', sino de un 'sistema contradictorio, incoherente y peligroso impulsado por los beneficios, que el statu quo suscribe'.

Pero como socialdemócrata —se describe a sí mismo como 'liberal de izquierdas'— Tooze defiende esencialmente ese statu quo: el sistema de beneficios capitalista. Lo considera la única forma viable de organización económica y, por lo tanto, se detiene a la hora de sacar las conclusiones necesarias que se derivan de su propia acusación de su funcionamiento.

Esto se debe a que hacerlo plantearía la necesidad de su derrocamiento y el establecimiento del socialismo, una perspectiva que aborrece por encima de todo. Por ello, mantiene la vacua perspectiva de algún tipo de reforma.

La clase obrera, sin embargo, debe rechazar estos bromuros y, basándose en su propia situación vital, avanzar en su propia solución independiente a la crisis. Frente a la decadencia y desintegración en curso de la economía capitalista —que trae consigo un futuro de devastación social y económica, combinado con el peligro cada vez mayor de la guerra, la continua muerte masiva infligida por el COVID y los efectos desastrosos del cambio climático— debe emprender la lucha por el poder político para abrir el camino a la reconstrucción de la economía sobre bases socialistas.

(Publicado originalmente en inglés el 3 de octubre de 2022)

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