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Perspectiva

Menos de dos años tras el golpe de Estado del 6 de enero, ¿por qué aumenta el apoyo a los republicanos?

Menos de dos años después de que Trump y el grueso del Partido Republicano intentaran un golpe de Estado fascistizante para anular las elecciones y establecer una dictadura presidencial, los republicanos están avanzando una contienda muy reñida con los demócratas en las elecciones de mitad de periodo en EE.UU.

Según la interminable avalancha de encuestas, cada vez es más probable que el Partido Republicano llegue a controlar la Cámara de Representantes y posiblemente también el Senado. También puede que tomen el control de varios estados gobernados por demócratas.

Incluso la posibilidad de que esto ocurra después de que una turba de partidarios de Trump atacara violentamente el Capitolio y el Congreso el 6 de enero de 2021 es una masiva condena contra Biden y los demócratas.

El expresidente Donald Trump se pronuncia en un mitin de campaña en Youngstown, Ohio, 17 de septiembre de 2022 [AP Photo/Tom E. Puskar]

Los trabajadores se encuentran atrapados en un sistema político que no les permite dar voz a sus propios intereses. La mayoría de los candidatos republicanos ha adoptado la alegación falsa de Donald Trump de que la “elección fue robada” cuando fue derrotado y expulsado del cargo en 2020 por una diferencia contundente en las urnas. Los eventos de campaña poco asistidos de Trump ahora utilizan el idioma fascistizante y antisemita del delirante movimiento QAnon y la teoría supremacista blanca del “Gran Reemplazo” (de que la inmigración en la frontera con México es parte de una conspiración judía para “reemplazar” a los blancos con personas negras y morenas de Asia, África y Latinoamérica).

Mientras tanto, los líderes demócratas reprimieron esta semana una sugerencia sumamente tímida de 30 congresistas urgiendo al Gobierno a entrar en negociaciones con Rusia en vez de seguir esencialmente una guerra interminable para disputar Ucrania que podría intensificarse e involucrar armas nucleares. En cuestión de 24 horas, la Bancada Progresista retiró la carta dirigida a la Casa Blanca y emitió un llamado a seguir la intensificación de la guerra.

Fue Biden quien se opuso a obligar al Partido Republicano a rendir cuentas por el intento de Trump de derrocar el Gobierno y aferrarse al poder como presidente dictador. Lejos de castigar a los senadores y diputados que animaron abiertamente el ataque violento, Biden declaró que el país necesita un “Partido Republicano fuerte”. Avanzó una estrategia política de buscar un acuerdo bipartidista con “mis amigos republicanos”, ante todo, en materia de política exterior, mientras provocaba a Putin para que invadiera Ucrania y luego aprovechó la invasión para justificar la intervención militar de EE.UU. y la OTAN.

Después del 6 de enero de 2021, el Departamento de Justicia bajo el fiscal general Merrick Garland nombrado por Biden ha procedido a paso de tortuga en su investigación de la intentona golpista. Solo ha habido un único cargo contra un conspirador de alto rango, a diferencia de sus violentos soldados rasos, y fue una acusación de desacato al Congreso contra el asesor de Trump, Steve Bannon. El propio Trump, el golpista en jefe, no fue citado por el comité de la Cámara de Representantes que está investigando el 6 de enero hasta la semana pasada. No ha sido cuestionado por el Departamento de Justicia.

Biden ha limitado su participación personal en la respuesta a la intentona golpista a un solo discurso en septiembre en el que declaró que la democracia estadounidense se enfrenta a su mayor amenaza desde la guerra civil y luego abandonó completamente el tema.

En un comentario publicado el martes en CNN.com, Biden reiteró el que efectivamente es su “argumento final” para la campaña electoral y no mencionó el 6 de enero y la toma del Partido Republicano por fascistas y antisemitas. La brecha entre la élite capitalista privilegiada y la clase trabajadora se evidenció a todas luces cuando Biden aclamó el “enorme progreso” de su Gobierno en construir una economía más fuerte y justa.

Atribuyó la inflación a la pandemia y a “la guerra de Vladímir Putin en Ucrania”, sin referirse a la causa real de la crisis financiera global: el desembolso de billones de dólares, euros, libras y otras monedas para rescatar los bancos, fondos de inversión y otras entidades financieras para que pudieran capear la crisis de marzo de 2020 desencadenada por el brote del COVID-19. Desde entonces, los milmillonarios han visto cómo se multiplica su riqueza mientras las familias de clase trabajadora se enfrentan a una inflación desenfrenada y ahora a una recesión inminente. Biden trató de presentar un puñado de gestos menores, como permitir que Medicare negocie algunos precios de los medicamentos y un límite en los pagos de la insulina para los ancianos, como reformas importantes en un esfuerzo por disfrazar su abandono de prácticamente todas las medidas significativas en materia de educación, salud, violencia policial, derechos de voto y un crédito fiscal por hijos ampliado y extendido, principalmente debido a la oposición dentro de su propio partido.

En las elecciones de mitad de mandato, los demócratas les hicieron un regalo a los republicanos al apoyar a ultranza a la guerra y el hecho de que no propongan nada para abordar la crisis social y económica a la que se enfrenta la gran mayoría de la población. Esto se combina con la obsesión de los demócratas por las cuestiones de raza y de género, destinadas a atraer y movilizar a un sector ferozmente proguerra y antiobrero de la clase media-alta.

Si el Partido Republicano gana las elecciones de mitad de período o el control de la Cámara de Representantes o del Senado, no refleja un apoyo popular masivo a su programa derechista y propatronal ni a los fascistas y racistas que lo dominan cada vez más.

Como escribió el WSWS en respuesta al discurso de Biden en septiembre, “En el arraigado sistema bipartidista de Estados Unidos, algunos sectores de trabajadores y de la clase media respaldan al Partido Republicano por defecto, no convicción. En la medida en que Trump tiene una base de apoyo, es porque los demócratas no tienen nada que ofrecer, y los republicanos son expertos en manipular los agravios y el descontento reales”.

Sea cual fuere el partido que gane, el imperialismo estadounidense seguirá adelante con su programa de guerra en el exterior y de contrarrevolución social en el interior. Y esto en condiciones en las que el periodo postelectoral probablemente esté dominado por una nueva y masiva ola de la pandemia de COVID-19, ya que las nuevas variantes, algunas ya detectadas e identificadas, muestran tanto una mayor infectividad como una mayor capacidad para evadir la limitada inmunidad producida por las vacunas.

Existe una alternativa a esta pesadilla política de guerras y reacción política, pero no vendrá de ninguno de los dos partidos controlados por las corporaciones. La clase trabajadora, que compone la mayor parte de la población estadounidense, no se encuentra del todo representada en el sistema electoral.

Decenas de millones de trabajadores se enfrentan a la realidad diaria de luchar por mantener su nivel de vida en contra de las ganancias de las empresas, los recortes de empleos y una implacable inflación. Está en marcha una ola cada vez mayor de huelgas, en gran parte como rebelión contra el peso opresivo de los sindicatos, que tratan de suprimir la lucha de clases.

Estas luchas requieren formas independientes de organización y un eje político independiente. El Partido Socialista por la Igualdad lucha por la creación de comités de base en los centros de trabajo y en los barrios para llevar adelante la lucha de clases y romper el dominio de los sindicatos oficiales.

No es un accidente que la única campaña política que está planteando los problemas centrales que enfrenta el pueblo trabajador, incluyendo el peligro de la guerra y la dictadura, no aparecerá en ninguna papeleta electoral del 8 de noviembre. Es la campaña del socialista Will Lehman en las elecciones presidenciales del sindicato United Auto Workers (UAW), donde la votación ya comenzó y continúa hasta mediados de noviembre.

La irrupción de la clase obrera estadounidense en la lucha política independiente, sobre la base de un programa socialista revolucionario, es el camino a seguir para defender los puestos de trabajo, el nivel de vida y los derechos democráticos y detener el camino hacia la Tercera Guerra Mundial.

(Publicado originalmente en inglés el 26 de octubre de 2022.)

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