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Perspectiva

¡Detengan el intento de los sindicatos canadienses de sabotear el movimiento de huelga general en Ontario!

El Sindicato Canadiense de Empleados Públicos (CUPE, Canadian Union of Public Employees) les ordenó ayer a 55.000 trabajadores de apoyo a la educación de Ontario, cuyo valiente desafío a una ley contra las huelgas ha ganado un apoyo masivo de la clase trabajadora, que quiten los “sitios de protesta” y vuelvan a trabajar hoy, el 8 de noviembre.

Parte de la manifestación de CUPE en Queen’s Park, Toronto, 4 de noviembre

Este sindicato, el más grande de Canadá, dio la orden tan solo porque la huelga ha puesto a la defensiva al Gobierno provincial de extrema derecha de Doug Ford, del Partido Progresista Conservador, y amenazado con provocar una huelga general a nivel provincial.

Al desafiar la autoritaria Ley Manteniendo a los Estudiantes en las Aulas (Ley 28) promulgada por Ford, los trabajadores de apoyo a la educación le asestaron un fuerte golpe en representación de toda la clase obrera.

Se han ganado el apoyo de millones de trabajadores, quienes reconocen correctamente que este ataque de la guerra de clases del Gobierno de Ford contra los trabajadores de apoyo a la educación, que en su mayoría ganan menos de $39.000 al año, amenaza a toda la clase obrera en Ontario y Canadá.

La Ley 28 prohibió de manera preventiva una huelga e impuso por decreto un conjunto de contratos que recortan los salarios reales, el pago de las licencias por enfermedad y la seguridad laboral. Admitiendo que es un atropello contra los derechos democráticos fundamentales, Ford invocó la “cláusula notwithstanding ” o “cláusula no obstante”, una disposición autoritaria de la Constitución canadiense que permite que los Gobiernos adopten leyes que violan la Carta de Derechos y Libertades de Canadá.

La postura desafiante de los trabajadores de apoyo a la educación cambió la dinámica política de la noche a la mañana, demostrando, si bien de forma limitada, el inmenso poder social de la clase obrera.

Cuando el ministro de Educación, Stephen Lecce, presentó su ley antihuelga en la Asamblea Legislativa de Ontario el 31 de octubre, la prensa capitalista se apuró a declarar que la mayoría de los ontarianos apoyan las acciones del Gobierno. Pero su relato pronto se cayó a pedazos.

Los burócratas sindicales que han hecho valer por décadas las leyes antihuelga y de “contención salarial” admitieron que se encontraban bajo una presión tremenda de las bases para autorizar un desafío masivo.

Antes de la huelga del viernes, CUPE había anunciado que pagaría las posibles multas de $4.000 por día por trabajador. Cuando los asistentes educativos, los profesores de la primera infancia, los conserjes y el personal administrativo de las escuelas hicieron huelga, 8.000 trabajadores del Sindicato de Empleados Públicos de Ontario que realizan trabajos similares en las escuelas de la provincia se les unieron.

Después de que cuatro sindicatos magisteriales de Ontario ordenaran escandalosamente que sus miembros se reportaran a trabajar el viernes, los educadores se volcaron en masa a denunciar a sus supuestos representantes en masa. Una petición en línea exigiendo protestas laborales en apoyo al personal de apoyo en huelga obtuvo un amplio apoyo rápido.

Una encuesta de Abacus Data descubrió que el 48 por ciento de los ontarianos apoya que haya huelgas de apoyo a los trabajadores de la educación. En un llamado a Ford sobre “cómo nos alejamos del borde del abismo”, un oficial de la Federación de Maestros de Secundaria de Ontario señaló nerviosamente a aquellos que exigen una huelga general: “No se trata de los líderes sindicales. No puedo ni siquiera contar los mensajes en mi correo electrónico, en mi celular. Este es el pueblo”.

En su intento de mantener el control, atajar y reprimir el creciente movimiento a favor de una huelga general, los burócratas sindicales se vieron continuamente obligados a revisar sus planes. Después de que los trabajadores de toda la provincia acudieran a las protestas organizadas apresuradamente el sábado, CUPE anunció que los representantes de los mayores sindicatos de Canadá se unirían al presidente de CUPE, Mark Hancock, y a la jefa del Consejo de Sindicatos del Consejo Escolar de Ontario (OSBCU), Laura Walton, en una conferencia de prensa el lunes a las 10 de la mañana. Pronto se filtró a la prensa que allí se anunciaría una manifestación masiva frente a la Asamblea Legislativa de Ontario para el sábado 12 de noviembre y una “huelga de protesta” de un día en toda la provincia en los sectores público y privado para el lunes 14 de noviembre.

Este anuncio nunca se realizó. Apenas una hora antes de que comenzara la reunión de la cúpula sindical, Ford y el ministro de Educación, Stephen Lecce, celebraron su propia conferencia de prensa, organizada apresuradamente, para anunciar una retirada táctica. Dijeron que derogarían la Ley 28 a cambio de que el CUPE ordenara el fin de la huelga.

Después de varias horas de maniobras en la trastienda, en las que el Gobierno aceptó declarar que su ley antihuelga nunca entró en vigor, Hancock y Walton pasaron al centro del escenario. Flanqueados por los principales dirigentes de prácticamente todas las organizaciones sindicales de Canadá, ordenaron unilateralmente a los trabajadores de apoyo a la educación que pusieran fin a su huelga.

Lo que Ford, un empresario multimillonario y otrora aspirante a Trump, calificó de “rama de olivo” es, en realidad, un cáliz envenenado. Los sindicatos lo tomaron con ambas manos y ahora intentan obligar a los huelguistas y a sus partidarios a que beban de él, porque reconocen que es un mecanismo para desmovilizar a la clase obrera y apuntalar el dominio capitalista.

El apoyo a la huelga demostró que Ford y los conservadores, que ganaron una mayoría parlamentaria en junio con el apoyo de solo el 18 por ciento del electorado, no tienen ningún mandato popular para su programa de guerra de clases, que consiste en medidas austeridad, privatizaciones, recortes a los salarios reales y ataques a los derechos democráticos.

En lugar de utilizar la ventaja y movilizar a la clase trabajadora para derribar a Ford y su Gobierno, los sindicatos le están lanzando un salvavidas que necesita desesperadamente.

En la medida en que esto tenga éxito, no solo Ford vivirá para luchar un día más, sino que la clase dominante en su conjunto se verá reforzada, lo podrá retomar la iniciativa.

Al ordenar la vuelta al trabajo de los trabajadores de apoyo, el CUPE ha hecho cumplir por sí solo el primer objetivo de la Ley 28. Además, las negociaciones prometidas son un fraude, a saber, una conspiración del Gobierno y la burocracia sindical contra los trabajadores. En los días previos a la huelga del viernes, CUPE hizo una concesión tras otra a espaldas de los trabajadores, incluso aceptando recortar a la mitad su demanda salarial.

La burocracia sindical está tan asustada y es tan hostil al incipiente movimiento de huelga general como el Gobierno y la patronal. En todo momento han insistido en que su objetivo fundamental es mantener el sistema de negociación colectiva diseñado por el Estado, que es la fuente de sus privilegios, incluidos las innumerables y lucrativas asociaciones corporativistas entre los sindicatos, el Gobierno y la patronal.

Los mismos burócratas sindicales que denuncian demagógicamente a Ford son entusiastas partidarios de la alianza gubernamental del Nuevo Partido Democrático (NDP, New Democratic Party), que patrocinan los sindicatos, con Trudeau y su Gobierno federal liberal. Con el pleno apoyo de los sindicatos CLC, OFL, CUPE, Unifor, etc., el NDP se ha comprometido a mantener a la minoría liberal en el poder hasta junio de 2025, mientras libran la guerra con Rusia, aumentan masivamente el gasto militar, imponen una austeridad “pospandémica” y apoyan los aumentos de los tipos de interés del Banco de Canadá que buscan agravar el desempleo y socavar una creciente la ola de huelgas contra los recortes salariales provocados por la inflación.

Los acontecimientos de los últimos días en Ontario son un microcosmos del papel que desempeñan las fuerzas sociales en pugna en un resurgimiento de la lucha de clases de carácter global. La crisis capitalista más profunda desde la Gran Depresión de la década de 1930 está llevando a las élites gobernantes de todas las grandes potencias a emprender la guerra imperialista en el extranjero y salvajes ataques a los trabajadores en casa. Estas políticas son incompatibles con las formas democráticas de gobierno. Pero la misma crisis objetiva está impulsando a millones de trabajadores de todo el mundo a la lucha.

Las élites gobernantes disponen de dos mecanismos clave para reprimir a la resurgente clase obrera: la represión estatal directa y los aparatos sindicales. En Estados Unidos, la Administración demócrata de Biden se ha confabulado con los sindicatos ferroviarios para impedir una huelga de más de 120.000 ferroviarios, que llevan casi dos meses en un emplazamiento legal de huelga. Biden y otros líderes demócratas han optado por guardar por ahora los poderes de la represión estatal, pero han dejado claro que no dudarán en aplastar despiadadamente una huelga mediante una intervención del Congreso en caso de que la burocracia sindical no consiga estrangularla.

En Reino Unido, la burocracia sindical ha sido el obstáculo decisivo para el desarrollo de una huelga general de millones de trabajadores contra el odiado Gobierno conservador durante este “verano (y ahora otoño) del descontento” en el país. Ante el temor de que la menguante autoridad de los sindicatos, que al igual que sus homólogos canadienses han presidido décadas de concesiones, ya no sea capaz de contener el inminente estallido del enojo social por las alzas de los precios de la energía y los alimentos, el Gobierno conservador está adoptando un arsenal de medidas autoritarias para criminalizar las huelgas y eliminar los derechos de los trabajadores.

En la medida en que la élite gobernante ha tenido éxito hasta ahora con su doble ataque para contener el estallido de la lucha de clases, se debe sobre todo al hecho de que la hirviente oposición de los trabajadores a la élite gobernante y sus cómplices en la burocracia sindical aun no encuentra una expresión consciente, lo que involucraría la aparición de organizaciones independientes, democráticas y militantes de los trabajadores de base.

Como explicó el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en su declaración de abril de 2021 en la que anunciaba la formación de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base: “La clase obrera está dispuesta a luchar. Pero está encadenada por organizaciones burocráticas reaccionarias que sofocan toda muestra de resistencia... hay que crear nuevas vías para la lucha de masas”.

Esta es la perspectiva en la que se han basado el Partido Socialista por la Igualdad (Canadá) y el Comité de Base de Trabajadores de la Educación de Ontario (OEWRFC, por sus siglas en inglés), apoyado por el PSI, han para intervenir en la lucha de los trabajadores de la educación de Ontario. Los miembros del OEWRFC han luchado en las reuniones públicas y en las discusiones con los trabajadores para que se entienda que la victoria de los trabajadores de apoyo a la educación en su disputa contractual depende de arrebatarle el control de la lucha a los burócratas sindicales y construir una red de comités de base en cada escuela y lugar de trabajo para unificar a toda la clase obrera en apoyo a los trabajadores de la educación.

Como explicó el PSI en su declaración “¡Movilicen a los trabajadores de Ontario para que desafíen y derroten la ley antihuelga de Ford!”, ya no hay nada que negociar con Ford y Lecce. Los trabajadores de la educación y sus partidarios deben ser la punta de lanza de una lucha política de la clase trabajadora que prepare una huelga general para tumbar el Gobierno de Ford, como parte del desarrollo de un movimiento político independiente de toda la clase trabajadora.

“La lucha en curso”, dijo la declaración, “plantea la interrogante fundamental: ¿sobre cuáles intereses se debe regir la sociedad?... Para combatir los intentos de la élite gobernante para obligar a los trabajadores a pagar por la crisis capitalista agravada por sus políticas pandémicas criminales y sus guerras de saqueo, los trabajadores deben adoptar un programa internacionalista y socialista que guíe su lucha por el poder político”.

(Publicado originalmente en inglés el 8 de noviembre de 2022)

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