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Discurso del mitin del IYSSE contra la guerra

La crisis social que enfrentan los jóvenes en Estados Unidos

Este es el discurso de Genevieve Leigh, miembro del IYSSE en EE.UU., en el mitin 10 de diciembre, “¡Por un movimiento de estudiantes y jóvenes para detener la guerra en Ucrania!” organizado por los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (IYSSE, por sus siglas en inglés). Para más información sobre unirte al IYSSE, visita la siguiente página.

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Genevieve Leigh | Discurso em el evento del IYSSE contra la guerra el 10 de diciembre

La escalada de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia plantea ante los jóvenes la necesidad de luchar por el derecho más fundamental: el derecho a un futuro.

Y hay más que una guerra nuclear. La realidad del cambio climático, una pandemia continua, las catastróficas condiciones de desigualdad y pobreza, el crecimiento del fascismo y las dictaduras: todo esto deja claro que, para que los jóvenes tengamos un futuro, debemos luchar por él.

La juventud actual no ha vivido ni un solo día de su vida en el que Estados Unidos no ha estado en guerra. Las consecuencias han sido devastadoras.

En el periodo entre 2010 y 2019, casi 100.000 niños murieron o resultaron mutilados en conflictos militares que destruyeron sociedades enteras. Casi 33.000 niños murieron o resultaron heridos solo en la guerra en Afganistán, que duró 20 años. Es un promedio de un niño cada cinco horas.

El impacto de la guerra en los jóvenes estadounidenses es de gran alcance. Miles de jóvenes reclutados al ejército estadounidense se alistan únicamente por dificultades económicas. Es decir, ven el ejército como la única salida a su pobreza, como la única opción para costear una educación. Muchos de los supervivientes que no sufrieron heridas han quedado marcados para siempre por su experiencia. En 2019, un total de 5.861 veteranos se suicidaron en Estados Unidos. Los jóvenes han visto a sus amigos y familiares ser enviados a matar o morir para avanzar los objetivos de la clase dominante estadounidense para la conquista del mundo.

La guerra en el exterior también ha supuesto una guerra dentro del país. El Gobierno estadounidense no se cansa de afirmar que sus guerras se libran por los “derechos humanos”. Para justificar la guerra en Ucrania, Biden ha hablado de “una batalla entre la democracia y la autocracia, entre la libertad y la represión”.

Pero, ¿cuál es la realidad de la vida social en Estados Unidos? Hablan del “sueño americano” pero los trabajadores y, en particular, los jóvenes estadounidenses se enfrentan a la pesadilla americana.

El desvío de recursos ilimitados a la maquinaria bélica estadounidense va acompañado de recortes a todos los programas sociales que benefician a las masas. Los fondos para la educación pública han sufrido recortes drásticos, y los estudiantes se están graduando de la universidad con inmensas deudas. Más de 26.000 trabajadores estadounidenses mueren prematuramente cada año debido a la falta de asistencia sanitaria.

Los jóvenes de hoy se volvieron adultos durante la pandemia de COVID-19, la peor crisis sanitaria mundial en más de un siglo. Han visto y han sufrido la muerte de más de 21 millones de personas en todo el mundo, incluyendo más de un millón en EE.UU., a causa de las políticas criminales de las clases dirigentes en casi todos los países.

Millones de jóvenes ahora padecen COVID persistente, que puede dañar el cerebro, el corazón, los pulmones y otros órganos vitales.

Más de 200.000 niños estadounidenses han perdido a uno de sus padres o a su cuidador principal a causa del COVID-19. Una pérdida tan dramática tendrá un impacto devastador y de por vida.

Los más de treinta años de violencia militarista en el exterior han afectado todos los aspectos de la sociedad. Esto se ve reflejado en la epidemia de tiroteos escolares, 46 solo este año, un producto de angustia social extrema y de las consecuencias de una cultura de violencia que impregna la sociedad estadounidense.

Los vídeos de la policía mutilando y asesinando a trabajadores y jóvenes en la calle son comunes. Cualquier joven en EE.UU. puede recordar las violentas escenas de la policía asesinando a George Floyd, Breonna Taylor, Jayland Walker e innumerables víctimas más. EE.UU. ha construido la mayor red de prisiones y cárceles del mundo, con más de 2 millones de personas ahora encerradas en condiciones espantosas por todo el país.

EE.UU. tiene la mayor tasa de sobredosis de todos los países ricos. Solo entre 2015 y 2019, los niños y adultos jóvenes en EE.UU perdieron aproximadamente 1,2 millones de años de vida debido a las sobredosis involuntarias.

La juventud debería ser una época llena de esperanza, optimismo e idealismo. Los jóvenes tienen derecho a un futuro prometedor. El impulso temerario hacia la guerra debe entenderse como un ataque a este derecho. La guerra es la anulación de todo futuro.

No hay una falta de oposición a las abominables condiciones en EE.UU., sobre todo entre los jóvenes. La cuestión es, ¿cuál es la perspectiva política que debe animar la lucha contra la guerra?

No será mediante llamados inútiles a los partidos políticos ni los Gobiernos responsables de la guerra que se pondrá fin a la matanza. En EE.UU., tanto los demócratas como los republicanos apoyan las operaciones del imperialismo estadounidense.

Los jóvenes ya pasaron por la experiencia de Obama, el candidato de “la esperanza y el cambio” que se convirtió en el comandante en jefe de los ataques con drones y de las deportaciones. También han vivido la experiencia de Bernie Sanders, quien aprovechó su llamado a una “revolución política” para hacerse de una posición alta en la élite política, donde ha apoyado la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia.

Los jóvenes quieren luchar, pero no pueden hacerlo solos. Deben orientarse a la clase trabajadora y al desarrollo de la lucha de clases. La clase trabajadora, cuya explotación es la fuente de todas las ganancias y que conforma la inmensa mayoría de la humanidad, constituye la base social de un nuevo movimiento contra la guerra.

Para librar una lucha hoy que nos asegure un futuro, debemos basarnos en las lecciones del pasado. La clase dirigente dedica enormes recursos para privar a los jóvenes del conocimiento histórico, de la larga tradición revolucionaria y de las luchas de la clase obrera, en EE.UU. y en todo el mundo.

La clase dirigente estadounidense no escatima esfuerzos para contaminar la conciencia de los jóvenes con propaganda en contra de la verdad básica del marxismo: que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases.

Promoviendo un relato totalmente falso, el “Proyecto 1619” se desarrolló para convencernos de que la historia estadounidense se caracteriza por un conflicto y divisiones raciales omnipresentes, para enfrentarnos unos contra otros y prevenir un movimiento unificado de todos los trabajadores.

La historia de la política socialista del siglo veinte y veintiuno es la historia del movimiento trotskista, la continuación de los principios internacionalistas manifestados en la Revolución rusa de 1917, a través de la lucha contra el estalinismo, el nacionalismo y todas las formas de antimarxismo que pretendían negar el papel revolucionario de la clase obrera.

El IYSSE defiende este legado y lucha por educar a los jóvenes sobre los fundamentos del marxismo y el trotskismo. Como explicó Trotsky en el documento fundacional de la Cuarta Internacional, “La crisis histórica de la humanidad se resume en la crisis de la dirección revolucionaria”. Esta construcción de una dirección revolucionaria es la gran tarea a la que nos enfrentamos en la actualidad.

Son muchos los retos y obstáculos a los que nos enfrentamos los jóvenes. Pero al IYSSE lo impulsa el optimismo, un optimismo basado en la comprensión del potencial revolucionario de la clase obrera y de las lecciones y experiencias de la historia.

Hago un llamado a todos los que están escuchando esta reunión hoy y en las próximas semanas y meses a que se afilien al IYSSE, asuman la lucha por el futuro, y se unan a la lucha por el socialismo.

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