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Perspectiva

El abandono del “cero COVID” en China y la hipocresía imperialista

Un funcionario de la Comisión Nacional de Salud de China (NHC) informó el sábado que China había registrado casi 60.000 muertes relacionadas con el COVID-19 entre el 8 de diciembre y el 12 de enero, el mes transcurrido desde que el país levantó por completo su estricta política de “cero COVID”, acelerando un brote que se cree que ha infectado a millones de personas.

La revelación de Jiao Yahui, jefe del Departamento de Asuntos Médicos de la CNS fue la primera vez que el Gobierno chino proporcionaba una medida oficial de la ola de COVID que azota ahora el país.

Por sí sola, la cifra de 60.000 muertos en unas pocas semanas es una suma asombrosa, 30 veces superior a las muertes por COVID-19 registradas en toda China desde el inicio de la pandemia. Sin embargo, es probable que la cifra real de muertos sea mucho mayor.

En los últimos meses se han abandonado los informes fiables sobre infecciones y muertes en China. Incluso la cifra dada por Jiao se desglosaba entre los que murieron “con” y “de” COVID, una falsa distinción sin base médica científica de la que fue pionera la extrema derecha de Estados Unidos.

Esta cifra de muertos es una condena al abandono por parte del Partido Comunista Chino (PCCh) de su política de “cero COVID”, que había demostrado su eficacia en la supresión de la propagación del coronavirus. Mientras que la mayoría de los Gobiernos adoptaron un enfoque homicida de “dejarlo correr” frente a la pandemia, con el resultado de más de 6,7 millones de muertes registradas en todo el mundo, los 1.400 millones de habitantes de China pudieron vivir relativamente libres del virus.

Ahora, los informes sobre la propagación devastadora del virus en los lugares de trabajo, las largas colas en los hospitales y las morgues desbordadas se difunden por las redes sociales. Las autoridades sanitarias de la provincia de Henan anunciaron que el 90 por ciento de los casi 100 millones de habitantes de la región se habían infectado hasta el 6 de enero. Con una previsión de 2.100 millones de desplazamientos de viajeros por todo el país durante las vacaciones del Año Nuevo chino, que comienzan el 22 de enero, el COVID-19 se extenderá por todos los barrios, ciudades y pueblos.

Aunque el PCCh es responsable de este desastre, la política de contagio masivo se aplicó bajo las exigencias de EE.UU. y las demás potencias imperialistas.

La fuerza motriz subyacente detrás de la reapertura se puso de manifiesto esta semana, cuando el vice primer ministro chino Liu He se pronunció ante la reunión de multimillonarios en el Foro Económico Mundial de Davos, proclamando el fin del “cero COVID” y que China estaría totalmente abierta a los negocios. “China persigue la prosperidad común... abriéndose a los empresarios”, aseguró a su audiencia.

Uno de los medios que exigió con más fuerza el abandono de las medidas de salud pública fue el Washington Post, que publicó un editorial a principios de noviembre de 2022 exigiendo que China abandonara el “cero COVID”, afirmando: “No está funcionando”. La burocracia del PCCh aprovechó las pequeñas protestas de la clase media que se produjeron a finales de ese mes contra los confinamientos anti-COVID, promovidas a bombo y platillo por los medios de comunicación occidentales, para hacer precisamente eso.

Sin embargo, tras haber adoptado las políticas de infección masiva exigidas por el capital financiero mundial, el Gobierno chino está siendo sometido a ataques y denuncias incluso mayores por los medios de comunicación estadounidenses. Si el presidente Xi Jinping y los dirigentes del PCCh pensaban que su aquiescencia les daría un respiro, se equivocaban.

Estados Unidos y otros países han respondido imponiendo nuevas restricciones de pruebas a los viajeros procedentes de China, mientras permiten que la subvariante XBB.1.5 de ómicron, la más transmisible, se propague sin obstáculos.

Con enorme hipocresía, el mismo Consejo Editorial que exigió a China que dejara correr el virus denuncia ahora a Beijing por subestimar el número de infecciones y muertes. El Washington Post escribió el lunes:

La deshonestidad sobre el verdadero alcance de la pandemia en China constituye una amenaza para la salud pública en todo el mundo. Los científicos necesitan saber si los patrones de transmisión han cambiado, si han surgido nuevas variantes o si ha aumentado la incidencia del COVID persistente. Los epidemiólogos deben poder evaluar si el mundo debe prepararse para un nuevo brote mundial. Y el pueblo chino merece conocer la verdadera magnitud de la calamidad que se abate sobre su país.

Todo este párrafo se aplicaría con mayor fuerza si las referencias a “China” se sustituyeran por “Estados Unidos”. Bajo la política defendida por el Washington Post han muerto innecesariamente más de 1,1 millones de personas. El resultado ha sido un sistema sanitario desbordado, con personal médico agotado, cadáveres amontonados en camiones frigoríficos y una fosa común en la isla Hart de Nueva York.

El Post se queja de que la cifra de 5.200 muertos reportada por China bajo “cero COVID” era “absurdamente baja”. Sin embargo, este bajo número de muertos, que fue muy exacto hasta el abandono de la política de “cero COVID”, fue el resultado de las exhaustivas medidas adoptadas para evitar que la población se infectara en masa con un virus mortal, algo que nunca se intentó en EE.UU. ni en gran parte del mundo.

A continuación, el editorial declara que “el 'cero COVID' no podía continuar indefinidamente”, a pesar de su eficacia y de la popularidad de la política entre la población china.

De hecho, el Post ha desempeñado un papel fundamental en la promoción de la política de “COVID para siempre”, pionera en Estados Unidos, que ahora está teniendo un impacto tan devastador en China.

Solo tres días antes de su editorial denunciando a China, el Post publicó un artículo de la Dra. Leana Wen, una de las figuras favoritas de la Administración de Biden que allanó el camino para la reapertura prematura de las escuelas y el levantamiento de la mascarilla obligatoria. El artículo de Wen pedía a Estados Unidos que contara menos muertes y casos, afirmando absurdamente que se están contando demasiados casos. En realidad, solo 1 de cada 10 resultados positivos de las pruebas rápidas se confirma mediante pruebas PCR, que es la única forma de contabilizar oficialmente una infección.

El pasado mes de marzo, el Post respaldó el llamamiento a una “nueva normalidad” promovido por antiguos asesores de Biden y Obama, encabezados por el defensor de la eugenesia, Ezekiel Emanuel. Emanuel pidió el desmantelamiento de los reportes diarios de infecciones por COVID-19, una propuesta que se puso en práctica durante el año siguiente. Casi todos los estados y el Gobierno federal han pasado reportar semanalmente las infecciones y muertes.

Además, el Post ha desempeñado un papel clave en la promoción de la teoría conspirativa de extrema derecha de que el virus que causa el COVID-19 había sido desarrollado por científicos de un laboratorio de Wuhan y que se filtró de ahí, a pesar de las claras pruebas de que surgió por primera vez en un mercado de alimentos de esa ciudad. El Consejo Editorial continúa esta campaña en su último comunicado, declarando ambiguamente que “el Gobierno chino se ha basado en el secretismo, la ofuscación, la intimidación y y las mentiras para encubrir los orígenes del virus”. Esta afirmación se produce a pesar de las investigaciones científicas internacionales que han dejado claro el origen natural del virus.

Las 60.000 muertes confirmadas en China son solo el principio. La política de infecciones masivas aplicada por el PCCh y exigida por el capital financiero ya ha producido un desastre médico cuyo alcance real se irá aclarando con el tiempo. La infección de miles de millones de personas producirá inevitablemente nuevas cepas de COVID-19 que se propagarán por todo el mundo.

El éxito de la estrategia de eliminación de “cero COVID” en China durante los tres primeros años de la pandemia deja claro que es posible detener la pandemia en seco mediante el uso de mascarillas generalizado, la realización de pruebas y el rastreo de contactos, el cierre temporal de escuelas y empresas no esenciales y la vacunación masiva. Sin embargo, el abandono del “cero COVID” por parte del PCCh y la continua propagación del virus ponen de manifiesto que no existe una solución nacional a la pandemia.

El sistema capitalista mundial y sus representantes en todos los Gobiernos nacionales se interponen en el camino de la humanidad para hacer frente al reto que plantea el COVID. El principal impedimento para salvar vidas no es tecnológico ni médico, sino político. Solo un esfuerzo coordinado a nivel mundial dirigido por una clase obrera internacional unida y armada con la información proporcionada por científicos y profesionales médicos con principios eliminará finalmente el COVID y pondrá fin a la pandemia.

(Publicado originalmente en inglés el 17 de enero de 2023)

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