El lunes, el Gobierno de Biden anunció su intención de acabar formalmente con las declaraciones de emergencia nacional y de emergencia de salud pública el 11 de mayo. Es un cambio de política sumamente reaccionario y anticientífico que tendrá consecuencias enormes para la clase obrera estadounidense e internacional.
La declaración que anuncia la expiración de los estados de emergencia se presentó como una respuesta a dos proyectos de ley introducidos en enero en la Cámara de Representantes controlada por los republicanos, uno de los cuales se llama “Ley Se Acabó la Pandemia”. Cuando siguen muriendo más de 500 estadounidenses a diario por COVID-19, ambos partidos patronales están coludiendo para convertir en ley la mentira de Biden en septiembre de que “la pandemia se acabó”.
La implicación inmediata de este cambio de política es que todo el financiamiento gubernamental relacionado con la pandemia se agotará, lo que significa la privatización final de la respuesta estadounidense a la pandemia. El sector de la población que se verá más impactado serán los aproximadamente 30 millones de estadounidenses sin seguro, que perderán acceso a las pruebas, los tratamientos y las vacunas gratis de COVID-19. Pfizer pretende vender su vacuna al precio extremo de $130 por dosis, mientras que las pruebas caseras se venden en EE.UU. a $10 por unidad. Estos costos son inasequibles para la mayoría de los estadounidenses sin seguro.
Sesenta millones de beneficiarios del seguro Medicare tendrán que incurrir parte del costo de las pruebas caseras, los servicios relacionados a la prueba y todos los tratamientos anti-COVID-19, mientras que los individuos con seguros privados podrían tener que asumir costos de bolsillo para las pruebas de COVID-19.
También se producirán cambios más amplios en las coberturas de Medicare y Medicaid con la finalización de las declaraciones de emergencia. La Kaiser Family Foundation estima que, entre 5 y 14 millones de estadounidenses perderán su cobertura de Medicaid completa después de que la participación en el programa aumentara 28 por ciento entre febrero de 2020 y septiembre de 2022. Los servicios de telemedicina para los beneficiarios de Medicare se eliminarán a partir de 2024, a pesar de que ha aumentado su popularidad a lo largo de la pandemia.
La finalización de jure de la emergencia pandémica en EE.UU. es una medida política y social totalmente divorciada de las ciencias de la epidemiología y virología, que han dejado en claro las múltiples razones por las que la pandemia continúa y podría empeorar dramáticamente en cualquier momento.
En primer lugar, la pandemia es un fenómeno global y no es posible declarar que se ha “acabado” en ningún país. De hecho, el mismo día en que la Casa Blanca publicó su declaración, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reafirmó que la emergencia de salud pública de importancia internacional (PHEIC, por sus siglas en inglés), la cual fue declarada en enero de 2020, debería continuar.
Uno de los principales factores detrás de la decisión de la OMS es la ola sin precedentes de contagios y muertes que asola China, donde se estima que la mayoría de los 1,4 mil millones de habitantes se han infectado y casi 1 millón ha muerto por COVID-19 solo en los últimos dos meses. Esta pesadilla es el resultado directo del levantamiento de la política de salud pública “Cero COVID” por parte del Partido Comunista Chino (PCCh), un paso exigido por el imperialismo estadounidense por más de dos años.
En segundo lugar, el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, sigue evolucionando a una gran velocidad y las infecciones en China tan solo están acelerando este proceso. En el último año, Estados Unidos sufrió cinco olas distintas de infecciones y muertes por subvariantes de ómicron que evolucionaron en distintos rincones del mundo y se propagaron globalmente.
La más reciente ola en EE.UU. ha sido impulsada por la subvariante XBB.1.5, apodada “Kraken” debido a su inmunoevasión extrema, dándole la habilidad de infectar a personas que se han vacunado, infectado o ambas. Cada vez más personas en todo el mundo se están reinfectando por esta y otras subvariantes de ómicron y se ha demostrado que cada reinfección aumenta el riesgo de hospitalización, muerte y discapacitación por COVID persistente.
Si se les preguntara, todos los virólogos de principios en el mundo reconocerían que en cualquier momento podría evolucionar una variante mucho más peligrosa, combinando una mayor inmunoevasión, transmisibilidad y virulencia, y que esto causaría la peor ola global de la pandemia hasta la fecha. Las políticas de eliminar las mitigaciones y animar a las personas a creer que la pandemia ya se acabó, como las que están siendo implementadas en EE.UU., China y todo el mundo, dejan a la sociedad sin ninguna preparación para esta posibilidad.
En tercer lugar, las cifras oficiales de casos y muertes son incompletas y el exceso de mortalidad muestra que la “nueva normalidad” consiste en una nueva línea de fondo persistentemente elevada de infecciones y muertes masivas en todo el globo.
En EE.UU., las muestras de aguas residuales indican que, durante la mayor parte del año pasado, los niveles de transmisión viral alcanzaron o se mantuvieron cerca del máximo de la primera ola de invierno en 2020-21 y de la variante delta en el verano de 2021. El exceso de mortalidad en EE.UU. sigue superando los niveles prepandémicos en 680 muertes por día, según The Economist. A nivel global, se estima un exceso de mortalidad diario de 12.200 muertes atribuibles a la pandemia.
La finalización oficial de la declaración de emergencia en EE.UU. ocurre tras un año de propaganda necia que afirma que “ómicron es leve” y que el COVID-19 es “endémico” y ya no hace más daño que la gripe —mentiras utilizadas para justificar la eliminación de todas las mitigaciones anti-COVID en EE.UU.—.
El impacto de esta política ha recaído principalmente sobre los estadounidenses en edad de jubilación. Más del 90 por ciento de todas las muertes por COVID-19 se producen en personas de 65 años o más. De hecho, la burguesía estadounidense ha elaborado un plan sistemático y deliberado de permitir que fallezcan los adultos mayores y aquellos con discapacidades y enfermedades.
El eugenista Ezekiel Emanuel, un asesor cercano a la Casa Blanca de Biden, fue el que más claramente articuló esta idea al declarar la semana pasada en un tuit ampliamente criticado: “La muerte es una pérdida, pero vivir demasiado también lo es. Nos deja a la mayoría debilitados e incapaces de contribuir a la sociedad. Ya no se nos recuerda como vibrantes y comprometidos, sino como débiles e ineficaces”.
La pandemia se está utilizando para poner en práctica el objetivo de la clase dominante, declarado hace tiempo, de reducir la esperanza de vida en Estados Unidos, con el fin de reducir los costes de las pensiones y la atención sanitaria.
El fin de las declaraciones formales de emergencia pandémica en EE.UU. reverberará internacionalmente debido a la influencia central de Wall Street y el imperialismo estadounidense. Esto ha ocurrido en cada instancia de la pandemia, desde la campaña inicial de vuelta al trabajo en marzo de 2020, pasando por el levantamiento de la mascarilla obligatoria en 2021, hasta el desguace final de todas las medidas de mitigación en el transcurso de 2022.
Los esfuerzos de los Gobiernos capitalistas para declarar prematuramente el fin de la pandemia deben ser resistidos por la clase obrera internacional. La propagación perpetua del COVID-19 y la evolución de nuevas variantes no son procesos biológicos inevitables, sino más bien el producto de políticas sociales que pueden detenerse mediante la intervención consciente de las masas obreras que padecen la peor parte de la pandemia.
El despliegue mundial de todas las medidas de salud pública disponibles, incluidas las pruebas masivas, el rastreo de contactos, el aislamiento seguro de los pacientes infectados, el uso universal de mascarillas N95 o mejores, el cierre temporal de escuelas y lugares de trabajo no esenciales, entre otras, combinadas con la renovación de los sistemas de filtración de aire y ventilación en todos los espacios públicos interiores, podría eliminar rápidamente el COVID-19 en todo el mundo.
La hostilidad visceral de los Gobiernos capitalistas a este programa de eliminación global en los últimos tres años es una acusación condenatoria de este sistema social anticuado. Las mismas élites gobernantes criminales que han dado prioridad al lucro empresarial y presidido más de 21 millones de muertes en todo el mundo están ahora sumiendo a la humanidad en una Tercera Guerra Mundial entre potencias con armas nucleares. Mientras declaran que la pandemia “ha terminado”, se preparan para desencadenar una catástrofe de dimensiones mucho mayores.
La clase obrera, armada con un programa socialista revolucionario, debe unirse internacionalmente para derrocar al capitalismo, detener la pandemia y la amenaza de guerra nuclear, y reconstruir la sociedad sobre bases socialistas.
(Publicado originalmente en inglés el 31 de enero de 2023)