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Reseña del libro

Bajo el talón de acero: Los wobblies y la guerra capitalista contra los trabajadores radicales

Bajo el talón de acero: Los wobblies y la guerra capitalista contra los trabajadores radicales, por Ahmed White. Prensa de la Universidad de California, 2022.

La obra Bajo el talón de acero: Los wobblies y la guerra capitalista contra los trabajadores radicales de Ahmed White es un informe abarcador de la campaña que llevó a cabo el Estado estadounidense para destruir a la organización Trabajadores Industriales del Mundo (IWW, o los “wobblies”) en la década que incluye la Primera Guerra Mundial.

El IWW fue fundado en 1905 en Chicago en un encuentro que su primer presidente, William “Big Bill” Haywood, de la Federación Occidental de Mineros, llamó “el congreso continental de la clase trabajadora”. Reclamaba la construcción de “un gran sindicato” que abarcara a todos los trabajadores de todos los sectores, sin importar las diferencias de cualificación, nacionalidad, raza, ni sexo. Al unir a las masas obreras, una gran huelga general acabaría luego con la propiedad privada capitalista, liberaría a “los esclavos del salario”, y le abriría las puertas a la mancomunidad del trabajo. Los wobblies declararon una guerra abierta no solo al capitalismo, sino también a los conservadores “lugartenientes obreros del capital” de la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL), que habían logrado organizar a menos del 10 por ciento de los trabajadores para 1905 y cuyos sindicatos miembros, por regla general, rechazaban a los trabajadores industriales y no cualificados, y a menudo tenían cláusulas de exclusión racistas y antiinmigrantes.

William "Big Bill" Haywood.

El sindicalismo revolucionario del IWW se ganó el apoyo de famosos izquierdistas del movimiento obrero, entre ellos Eugene Debs, Daniel De Leon, Lucy Parsons, y Mary “Mother” Jones. En la clase trabajadora atrajo a mineros, leñadores, estibadores y cosechadores por todo el oeste estadounidense, de California a Kansas y desde las altas llanuras y el noroeste del Pacífico hasta las Montañas Rocosas y siguiendo hacia la frontera mexicana. Fue en esta vasta región que surgió la imagen del wobbly radical despreocupado y vagabundo, junto a su movimiento cultural alrededor del compositor de baladas martirizado Joe Hill, El cancionerito rojo y la simbología del gato negro.

Más al este, en las poderosas ciudadelas del capitalismo estadounidense, el IWW dirigió huelgas dramáticas de los supuestamente inorganizables “nuevos inmigrantes” del este y del sur de Europa, incluso entre los acereros en McKees Rocks, Pennsylvania; obreros del caucho en Akron, Ohio; trabajadores del textil en Lawrence, Massachusetts; mineros del hierro en la Sierra Mesabi de Minnesota; y obreros de la seda en Paterson, Nueva Jersey. El IWW hasta llegó a tener cierto grado de influencia internacional, nutriendo el desarrollo de la organización paralela Un Gran Sindicato en Canadá y, llevados por marineros en el Pacífico, a la formación de otro IWW en Australia.

Milicia estatal amenazando a huelguistas durante la huelga de 1912 en Lawrence, Massachusetts.

La importancia del IWW iba mucho más allá de su tamaño nominal, el cual, con una lista de miembros en flujo constante, nunca fue más que una fracción de la de la AFL. Su posición intransigente respecto a la lucha de clases ayudó a preparar a una parte de sus cuadros para las enseñanzas de Lenin y Trotsky. A este respecto, es digno de mención que algunas de las principales figuras del trotskismo estadounidense pasaron por sus filas, como James P. Cannon, Vincent Dunne, Arne Swabeck y Carl Skoglund. Y el IWW hizo mucho por popularizar la idea del sindicalismo industrial, por el cual los trabajadores de un sector determinado se organizaban en un solo sindicato, sin importar el rubro, lo que ayudó a preparar el camino hacia el gran recrudecimiento de los obreros industriales de la década de 1930.

Los wobblies también tuvieron su impacto en la literatura estadounidense, un hilo interesante en la narrativa de White. El IWW se inspiró mucho en el autor Jack London, y London, a su vez, apoyó al IWW hasta su muerte en 1916. Ciertamente, London probablemente ejerció más influencia en el IWW que el anarcosindicalismo francés, como se supone a menudo (la palabra sabotaje viene del sindicalismo francés, su origen evidentemente es patear zuecos de madera, sabot, en la maquinaria de la fábrica). Los wobblies estaban familiarizados con la obra de London, especialmente El talón de acero (1908), del cual White toma su título, y que predijo una despiadada dictadura del capitalismo, una distopia que predecía el fascismo 15 años antes de su surgimiento real en Italia. La novela fue citada una y otra vez por el IWW mientras sus cuadros eran aplastados por el Estado estadounidense. White observa que el IWW también influyó a Oil! de Upton Sinclair (1926), 1919 de John Dos Passos (1932), y From Here to Eternity (1951) de James Jones.

Jack London en 1914, dos años antes de su muerte.

Pero quizás el mayor testimonio de la influencia del IWW lo brindó lo lejos que llegó la clase gobernante estadounidense para destruirlo. Esto, que es el principal tema de White, es una lectura horrorosa.

La guerra del Estado contra el IWW se libró mediante la aplicación, por parte de 22 Estados y territorios, de criminales leyes sobre el sindicalismo. Muchos más fueron enjuiciados bajo la Ley federal de Espionaje de 1917, incluyendo importantes juicios farsa en Chicago, Kansas City y Sacramento que fueron usadas para arrestar a toda la dirigencia del IWW y para destruir sus locales y sus imprentas. Encima, incalculables miles de wobblies fueron encarcelados mediante la aplicación cínica de las leyes contra la vagancia, que databan de la expropiación del campesinado en los comienzos de la Inglaterra capitalista y que, fortalecidas tras la Guerra Civil estadounidense, mantuvo la creencia de que “la libertad de los trabajadores consistía en la obligación de cuidarse a sí mismos y el deber de aceptar un empleo con las condiciones y salarios imperantes” (52).

Los wobblies languidecieron en cárceles estatales y federales durante la década de 1920. Algunos no salieron vivos de allí. Como muestra White, wobblies encarcelados fueron seleccionados para un tratamiento particularmente brutal, incluyendo un aislamiento solitario extremo, el negárseles tratamiento médico y otras formas de tortura.

Encima, autoridades del gobierno e intereses empresariales delegaron organizaciones derechistas, compuestas en gran medida de capas de la clase media, incluyendo a la Liga Protectora Estadounidense, la Legión Estadounidense, el Ku Klux Klan y numerosos grupos menores “100% estadounidenses” que se parecían a las pandillas fascistas que surgían al mismo tiempo en Europa. Como los representantes de la ley hacían la vista gorda, y actuaban más a menudo en su apoyo, White explica, “Les daban palizas a los wobblies, los tiraban a pozos, los untaban con brea y les pegaban plumas, eran expulsados de ciudades o Estados, o simplemente asesinados por empresarios y profesionales, autodenominados patriotas, machotes locales, estudiantes universitarios, soldados y policías” (3).

Mineros del cobre en huelga arreados a punta de pistola y conducidos hacia vagones para ganado para ser deportados en Bisbee, Arizona, el 12 de julio de 1917.

Entre los más conocidos de tales incidentes está la deportación en vagones para ganado de cientos de mineros del cobre en huelga de Bisbee, Arizona, al desierto de Nuevo México en 1917, y el linchamiento menos de un mes después del dirigente wobbly Frank Little en Butte, Montana, a manos de la Anaconda Copper Company. Pero, como lo muestra el libro de White, la lista de acciones violentas contra el IWW es mucho más larga que esos incidentes conocidos. White cita un episodio en 1923 en el cual:

una muchedumbre de unos 159 policías, miembros del Klan, sindicalistas de la AFL y otros “ciudadanos” … allanaron el local del IWW en San pedro [que estaba] lleno con 300 personas para presenciar un espectáculo para recolectoar fondos en beneficio de las familias de los hombres que habían sido asesinado en la vía férrea. … [A]rmados con armas de fuego, palos y hachas, los allanadores irrumpieron en el lugar, quemaron muebles y documentos, y agredieron a los sindicalistas. Provocaron severas quemaduras a siete niños, de edades comprendidas entre los cuatro y los trece años, metiéndolos en un contenedor lleno de café caliente y quemaron a otro con manteca caliente. Los agresores también golpearon a esos niños, y también a algunas mujeres y a otros niños. (188)

No se perseguía solo al IWW. También a socialistas de izquierda, como a Debs, que fue encarcelado por el liberal presidente demócrata Woodrow Wilson por su “Discurso de Canton” que se oponía a la entrada de los EEUU en la Primera Guerra Mundial. La persecución del IWW durante la guerra por entonces se iba convirtiendo firmemente en el Susto Rojo de posguerra y los Allanamientos Palmer. Pero, como White lo deja claro, era el IWW quien era el Enemigo Público Número Uno al principio de esa época.

Eugene Debs pronunciando su Discurso en Canton contra la Primera Guerra Mundial el 16 de junio de 1918. Fue encarcelado por sus comentarios bajo la Ley de Espionaje.

Un significativo punto fuerte de este libro es el análisis de White de los asuntos constitucionales y legales tras las criminales leyes sobre los sindicatos y la Ley de Espionaje. La primera criminalizaba a cualquier miembro de una organización que propusiera el sabotaje, un concepto vago que los tribunales interpretaban a menudo que incluía las huelgas. En juicios celebrados bajo las leyes sindicales, bastaba que la acusación simplemente presentara literatura del IWW para establecer la “culpa” de los acusados. Los veredictos de culpabilidad se castigaban con de 1 a 14 años en prisiones estatales.

La Ley de Espionaje, en cierta medida, equivalía a una implementación federal de las leyes estatales sobre los sindicatos, pero ponían “interferir en el esfuerzo bélico” en lugar del concepto de sabotaje industrial. Como explica White, la ley criminalizaba

La interferencia con operaciones militares y de defensa … autorizaba a los administradores de correos a prohibir materiales objetables en los envíos postales [y] habilitaba al gobierno a criminalizar casi cualquier tipo de activismo político o disidencia, siempre que tal acción fuera considerada enemiga para el esfuerzo de guerra. (81)

En los tribunales, las leyes estatales sobre el sindicalismo y la Ley de Espionaje resultaron en casos conspirativos. Estos, explica White,

Un local del IWW destrozado tras una incursión del gobierno.

hicieron un crimen que los acusados acordaran entre sí proponerse un objetivo criminal. Más allá de demostrar tal acuerdo, que puede ser de naturaleza tácita y demostrado por pruebas circunstanciales, a los fiscales no se les requería demostrar que un acusado cualquiera hubiera hecho algo realmente. Porque aunque una condena también requería que un “acto abierto” haya sido cometido en promoción del propósito conspirativo, ese acto podía haber sido cometido por uno solo de los acusados y, lo que es más, no tenía por qué ser un crimen en sí y ni siquiera algo esencial en la realización de la conspiración. De hecho, los actos abiertos identificados en la acusación consistían en correspondencia o documentos escritos. … [Los fiscales] estaban en condiciones de condenar a los acusados casi enteramente mediante convencer al jurado de que ellos compartían la intención de interferir con el esfuerzo bélico, y podían lograr esto, como sus homólogos en los casos de sindicalismo criminal estatal, sentando al propio IWW en el banquillo. (118-119)

A los fiscales, jueces y jurados no les importaba que la mayoría de los miembros del IWW se hubieran unido a la organización antes de que entraran en vigor las leyes que criminalizaban el sindicalismo y la Ley de Espionaje. Es más, al establecer la intención criminal, los fiscales se basaban mucho en testigos pagados, incluyendo el uso repetido de dos informadores profesionales, los tránsfugas del IWW Elbert Coutts y John Dymond, llamados en burla “los gemelos polvo de oro” por los wobblies.

La criminalización del IWW alcanzó niveles extremos. Se podía arrestar a sus miembros por el solo hecho de llevar encima el carné del IWW, que las autoridades usaban como prueba de intención criminal. En algunos casos en tribunales, como muestra White, testigos del acusado podían ser arrestados por sindicalismo criminal nada más bajar de la tarima del testigo. Los propios abogados de los acusados del IWW podían ser arrestados. Igual cualquiera que se atreviera a salir en su defensa pública. En 1923, Upton Sinclair fue encarcelado por intentar leer la Declaración de Derechos en una reunión pública en San Pedro en defensa de los estibadores del IWW en huelga. Llegó “hasta la mitad … de la Primera Enmienda” cuando lo ficharon. (183)

Upton Sinclair arrestado en San Pedro por leer la Declaración de derechos en defensa del IWW, el 15 de mayo de 1923.

El ataque a los derechos democráticos en la Primera Guerra Mundial, en esencia un ataque a los derechos de la clase trabajadora, fue el corolario al surgimiento del imperialismo estadounidense en 1917, un acontecimiento que fue seguido rápidamente por la victoria de los bolcheviques en la Revolución rusa. Desde entonces, la guerra imperialista en el extranjero y el destripamiento de la democracia en casa son dos caras de la misma moneda. Es notable a este respecto que la Ley Smith, aprobada en 1940 mientras EEUU se preparaba para entrar en la Segunda Guerra Mundial, “derivaba de, y era entendida como una versión federal de las criminales leyes estatales sobre los sindicatos”. (228) Se usó la Ley Smith para enjuiciar a la dirigencia del movimiento trotskista —con el apoyo del estalinista Partido Comunista, que pronto también entraría en conflicto con la ley. En cuanto a la infame Ley de Espionaje, actualmente está fundamentando la persecución por parte de la administración Biden de Julian Assange, cuyo brutal encarcelamiento en la Prisión Belmarsh en Gran Bretaña se parece tanto al trato que recibieron los presos de la guerra de clases de hace un siglo.

El esfuerzo vengativo de Biden por destruir a Assange se apoya en esta despreciable tradición del liberalismo estadounidense del siglo XX. White incluye un incisivo resumen de dos páginas de la naturaleza de clase del fabuloso movimiento Progresista. En palabras que harían un buen resumen de la actitud actual de la pseudoizquierda ante la clase trabajadora, White escribe que “la mayoría de los Progresistas estaban deseosos de distinguir entre sindicatos legítimos e ilegítimos … entre los que eran tolerablemente moderados y responsables en sus métodos y objetivos y los que eran intolerablemente militantes o radicales”. A los primeros, que aceptaban el capitalismo, se los podía apoyar. A los últimos, como el IWW, había que “mantenerlos bajo control”. (24-25) White analiza de manera incisiva el destripamiento de la libertad política por parte de los jueces liberales del Tribunal Supremo Oliver Wendell Holmes y Louis Brandeis mediante la doctrina del “peligro claro y presente”, por la cual se puede criminalizar el expresarse si (supuestamente) plantea una amenaza real e inminente. Para jueces como Holmes y Brandeis, la doctrina daba argumentos para la encarcelación de opositores a la entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial.

El juez del Tribunal Supremo, Oliver Wendell Holmes hijo, autor de la doctrina del "peligro claro y presente"

Ahmed White surge como uno de los más interesantes historiadores del movimiento obrero activos actualmente —aunque no es historiador por su formación y profesión, sino abogado y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Colorado. Es el autor de un valioso estudio sobre la Pequeña Huelga del Acero de 1937, durante la cual Franklin Roosevelt y los demócratas del New Deal hicieron la vista gorda ante la sangrienta represión de la lucha por completar la organización de la industria acerera. La manera de escribir de White se caracteriza por ser honesta y directa y, especialmente, por la ausencia del galimatías postmodernista de moda y las “categorías” de raza y género que les confunde la cabeza, y les lía los volúmenes, a tantos historiadores en la actualidad.

Ahmed White (fuente: Universidad de Colorado). [Photo: University of Colorado ]

Un punto de vista nítido del poder represor del Estado estadounidense ciertamente se impone. Sin embargo, White saca conclusiones pesimistas de su análisis. Advierte a los lectores de que su estudio “decepcionará a los izquierdistas y sindicalistas que hayan encontrado en la experiencia de los wobblies un augurio esperanzador”. En cambio, para White, la destrucción del IWW fue el comienzo de una noche larga y oscura que se alinea “con el destino tétrico del movimiento obrero y la izquierda radical desde el declive del IWW”. (10) El texto de White hace evidente una simpatía genuina por sus temas obreros, y en ocasiones es hasta conmovedor —es verdaderamente asombroso lo valientes y principistas que eran tantos wobblies ante la represión despiadada y violenta— pero se percibe que White considera al IWW como la víctima en gran medida desamparada de una fuerza mucho mayor, el Estado estadounidense. Aun así, también en la época de la destrucción del IWW, la clase trabajadora dio grandes pasos. Los años de 1916 a 1922 jalonaron la mayor oleada huelguística de la historia estadounidense, la cual, aunque las luchas eran derrotadas por lo general, obligaron a los capitalistas a hacer concesiones y llevó a un crecimiento de la consciencia de clase entre los trabajadores. Pero la mayor victoria de todas ocurrió en el Imperio ruso en 1917, con la revolución de la clase trabajadora que primero barrió con el zar y después con la burguesía rusa —un acontecimiento que, para presentar una alternativa revolucionaria real al capitalismo, desempeñó un papel por lo menos igual de crucial que la represión estatal en la desaparición del IWW.

Como el centro de la atención de White es la represión estatal al IWW, se le puede perdonar la menor consideración de otros aspectos del declive de la organización, temas que solo aborda más tarde en el libro. Para una comprensión más completa de ello, el escrito más crucial sigue siendo el ensayo de Cannon sobre el IWW en Los primeros diez años del comunismo estadounidense, una fuente que White utiliza solo parcialmente.

James P. Cannon, en el medio, con Max Eastman, a la izquierda, y Haywood, en Moscú, 1922.

Cannon, quien fuera él mismo un antiguo wobbly, no negaba que la represión estatal contribuyera a la destrucción del IWW. También señalaba a la inmadurez política de los dirigentes del joven movimiento comunista estadounidense, que no fue capaz de ganarse a muchos de los cuadros del IWW a pesar del estímulo por parte de dirigentes de la Revolución rusa, Trotsky entre ellos, que reconocían en esos militantes obreros a genuinos revolucionarios que tenían que ser ganados para las banderas de la nueva Internacional Comunista.

Pero esta historia tenía otra cara, ligada a problemas del desarrollo de la consciencia política en la clase trabajadora estadounidense. Patria de la línea ensambladora, la gestión científica, y las industrias más masivas del mundo, EEUU había surgido como el país capitalista más avanzado por 1905, el año de la fundación del IWW. Con todo, de manera paradójica, en EEUU la comprensión teórica de la lucha de clases se quedaba muy atrás respecto a la atrasada Rusia. Allí, en el mismo año, 1905, tenía lugar la primera Revolución rusa, un acontecimiento enmarcado por un lado en el desarrollo que hizo Lenin de la teoría del partido revolucionario, y por el otro por la elaboración de Trotsky de la teoría de la revolución permanente.

La lucha de clases en el occidente estadounidense, la cuna del IWW, produjo revolucionarios prácticos, no teóricos. Los métodos que empleaba el IWW —que incluían, hasta cierto punto, el sabotaje— surgían de un contexto en el que el Estado y su poder parecían remotos. Para el IWW, el enfrentamiento era directamente entre el trabajador y los capitalistas. Y aunque los cuadros del IWW calaban el falso “socialismo de alcantarilla” de figuras tales como Victor Berger de Milwaukee y Morris Hillquit de Nueva York, la tendencia resultante era rechazar la política enteramente en favor de la “acción directa”. Este programa, así como era, se fundió en el crisol de la guerra y la revolución.

Aquí merece la pena citar extensamente a Cannon:

El punto de inflexión llegó con la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial en la primavera de 1917, y la Revolución rusa ese mismo año. Entonces “la política”, que el IWW desestimaba y descartaba, volvió derribando la puerta. Estos dos acontecimientos —una vez más coincidiendo en Rusia y en Estados Unidos, como en 1905— demostraron que la “acción política” no era meramente una cuestión de urnas, subordinada al conflicto directo de los sindicatos y los empleadores en el campo económico, sino la misma esencia de la lucha de clases. En acciones opuestas de dos clases diferentes el “Estado político”, que el IWW se había propuesto ignorar, quedó revelado como el poder centralizado de la clase gobernante; y tener el poder del Estado mostró en cada caso qué clase era la que gobernaba de verdad.

Desde un lado, esto se mostró cuando el Gobierno Federal de los Estados Unidos intervino directamente para romper los puntos de concentración del IWW con arrestos masivos de sus activistas. La “acción política” del Estado capitalista le rompió la espalda al IWW como sindicato. El IWW se vio obligado a transformar sus actividades principales en las de una organización de defensa, esforzándose con métodos y propagandas legales, por proteger los derechos políticos y civiles de sus miembros contra la depredación del poder estatal capitalista.

Desde el otro lado, el mismo papel determinante de acción política quedó demostrado positivamente con la Revolución rusa. Los trabajadores rusos tomaron el poder del Estado en sus propias manos y usaron ese poder para expropiar a los capitalistas y suprimir todos los intentos de una contrarrevolución…

Había llegado la hora de que el IWW recordara el requerimiento profético de Haywood en la Convención Fundacional de 1905: que los trabajadores estadounidenses miren a Rusia y sigan el ejemplo ruso.

Estas lecciones son importantes para los trabajadores estadounidenses de hoy, quienes, por primera vez en generaciones, están apenas empezando a sentir su propio poder industrial inmenso. En las aguas turbulentas de la crisis del capitalismo se dirigirán a la historia y redescubrirán sus propias tradiciones militantes, incluyendo la heroica experiencia del IWW —tradiciones que les fueron robadas por décadas de traiciones a manos del mal llamado “movimiento obrero estadounidense”.

Pero, como también muestra la experiencia del IWW, la militancia y la solidaridad, por fuertes que sean, deben ir junto a un programa científico que estudie todas las tendencias políticas controladas por los capitalistas, así como las que están en la órbita de la clase media alta. Los trabajadores tienen que ser conscientes de los peligros que plantea el Estado, una lección demostrada con habilidad en el libro de Ahmed White. El gobierno no es una entidad abstracta ni neutra, sino el mecanismo mediante el cual una clase domina a otra, un hecho demostrado en el año 1917 por el aplastamiento del IWW, en negativo, y por la toma del poder por los bolcheviques, en positivo. Los trabajadores estadounidenses, como planteaba Cannon, debe volverse hacia 1917 una vez más, “mirar a Rusia y seguir el ejemplo ruso”.

(Publicado originalmente en inglés el 16 de enero de 2023)

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