Español
Perspectiva

La OMS declara falsamente el fin de la emergencia de salud pública por COVID-19

El viernes, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), anunció el final de la emergencia de salud pública de importancia internacional (PHEIC, por sus siglas en inglés) por COVID-19 declarada el 30 de enero de 2020.

Esta decisión no tiene fundamentos científicos, sino que sirve para justificar después del hecho la decisión de todos los Gobiernos capitalistas de eliminar las medidas de salud pública desde la aparición de la variante ómicron en noviembre de 2021.

El anuncio de la OMS fue evidentemente influenciado por Estados Unidos, que como la principal potencia imperialista mundial controla en gran medida la organización matriz de la OMS, las Naciones Unidas. Se produjo menos de una semana antes de que el Gobierno de Biden declare formalmente la emergencia de salud pública nacional por COVID-19 el 11 de mayo, poniendo fin a la respuesta oficial a la pandemia en EE.UU. El anuncio de la OMS legitima este giro político reaccionario y anticientífico.

También se produce después del catastrófico levantamiento de la política de eliminación “cero COVID” en China, que generó una horrenda ola de infecciones y muertes a escala masiva, dejando más de 1 millón de muertos en solo tres meses. Todos los países del mundo ya levantaron las mitigaciones contra el COVID y el coronavirus se está propagando libremente, evolucionando en nuevas variantes a un ritmo acelerado.

La decisión de la OMS de acabar la PHEIC representa un abandono completo y total de las políticas de salud pública modernas, que se han enfocado en prevenir y detener los brotes de patógenos mortales y combatir la eliminación y erradicación de las enfermedades transmisibles.

La misma organización, que al inicio de la pandemia denunció los “niveles alarmantes de inacción” y “degeneración moral” de los Gobiernos que permitían la propagación libre del COVID-19, se ha convertido en la defensora más influyente de la política criminal de “inmunidad colectiva” o del “COVID para siempre” acogida por todos los Gobiernos capitalistas.

Según cualquier parámetro objetivo, la pandemia de COVID-19 sigue cumpliendo con la definición de PHEIC de la OMS: “un evento extraordinario que se determina que constituye un riesgo para la salud pública de otros Estados a través de la propagación internacional de la enfermedad y que potencialmente requiere una respuesta internacional coordinada”.

Para concluir la PHEIC, la OMS alega que las cifras oficiales de infecciones, hospitalizaciones y muertes por COVID-19 están cayendo. Pero se reconoce ampliamente que las cifras oficiales son sumamente incompletas debido al desmantelamiento global de los sistemas de reportes de pruebas y datos de COVID-19. Los propios funcionarios de la OMS, incluyendo a Ghebreyesus, han subrayado repetidamente esta contradicción a lo largo del último año, pero ahora deciden ignorarla.

La única manera de estimar el verdadero estado de la pandemia es monitoreando los niveles virales en las aguas residuales y el exceso de mortalidad sobre los niveles prepandémicos. Ambas cifras muestran que el COVID-19 sigue haciendo estragos en todo el mundo.

Exceso de mortalidad global diario estimado en el último año [Photo by Our World In Data (using data from The Economist) / CC BY 4.0]

Actualmente, el exceso de mortalidad global supera las 12.000 muertes atribuibles a la pandemia cada día, según Our World in Data y The Economist. Esto equivale a más de 1 millón de personas fallecidas cada tres meses, que claramente constituye un nivel “extraordinario” de muertes prevenibles que exige una “respuesta internacional coordinada”.

Esta cifra diaria de muertes ha aumentado considerablemente desde marzo, dado que la subvariante XBB.1.16 o “Arcturus” de ómicron, que es altamente inmunoevasiva y transmisible, se volvió dominante en India y se está propagando a nivel global. Es tan solo la más reciente de una línea continua de nuevas variantes que “constituyen un riesgo para la salud pública de otros Estados a través de la propagación internacional de la enfermedad”.

Además, un estudio exhaustivo reciente estimó conservadoramente que más de 65 millones de personas padecen COVID persistente a nivel global. Cada nueva ola de infecciones tan solo profundiza esta crisis de salud postviral, que no tiene precedente histórico, que en sí constituye “un evento extraordinario” que “requiere una respuesta internacional coordinada”.

En las últimas semanas, varios científicos han advertido sobre los peligros continuos de la evolución viral, que seguirá erosionando la efectividad de las vacunas y los tratamientos existentes. De hecho, el mismo día en que el PHEIC fue revocado, el Washington Post publicó un artículo que señala que la Casa Blanca fue recientemente informada por expertos que estiman “aproximadamente una probabilidad de 20 por ciento de un brote que compita con el embate de enfermedad infligido por la variante ómicron en los próximos dos años”. Añadió que “un científico de amplio reconocimiento dijo que el riesgo tiene un nivel aún más alarmante, sugiriendo una probabilidad de 40 por ciento de una ola parecida a la de ómicron”.

Contradiciendo el anuncio del viernes, la semana pasada el propio Ghebreyesus reconoció el enorme daño que está infligiendo el COVID persistente y los peligros de la evolución viral, señalando: “Aproximadamente 1 de cada 10 infecciones resulta en una condición post-COVID-19, sugiriendo que cientos de millones de personas necesitarán cuidados a largo plazo. Y, como lo demuestra la aparición de la nueva variante XBB.1.16, el virus sigue cambiando y es capaz de causar nuevas olas de enfermedades y muertes”.

Según la declaración emitida por la OMS, el Comité de Emergencias del Reglamento Sanitario Internacional (RSI) asesoró a Ghebreyesus que “es momento de hacer una transición a una gestión de largo plazo de la pandemia de COVID-19”. Esta “transición a una gestión de largo plazo” simplemente utiliza distintas palabras para repetir la consigna propagandística difundida incansablemente por los políticos capitalistas y los comentaristas mediáticos de que la sociedad debe “aprender a vivir con el virus”. Efectivamente, es una declaración de que la pandemia será perpetua, que seguirá infectando, matando y discapacitando para siempre.

Los científicos principistas y activistas anti-COVID respondieron al anuncio de la OMS con una combinación de consternación y enfado ante la postración de la agencia sanitaria internacional a las presiones políticas.

La Dra. Elisa Perego, una paciente de COVID persistente y activista, tuiteó: “Nos están obligando a ‘vivir con’ un virus del SARS que ha matado aproximadamente a más de 15 millones y afectado la salud de cientos de millones. Es una política desquiciada y calamitosa que afectará la salud global por generaciones. Los arquitectos de ella merecen pasar a la historia”.

Imagen de gotitas y aerosoles durante una conversación que pueden transportar el virus si una persona está infectada. Las gotitas más grandes caen rápido al suelo, a una distancia corta. Los aerosoles o gotitas más pequeñas tienen una mayor concentración a corta distancia y pueden permanecer suspendidas en el aire y esparcirse en un cuarto, produciendo una exposición (reducida) a una larga distancia. Adaptado de Tang et al. [Photo by Dr. Jose-Luis Jimenez]

Es la debacle y el crimen más recientes a manos de las principales instituciones de salud pública del mundo. Por primera vez en dos años de pandemia, hasta fines de diciembre de 2021, la OMS negó continuamente que el COVID-19 era un patógeno aéreo que se propaga principalmente mediante aerosoles producidos al hablar, gritar o meramente respirar, y que se suspenden en el aire y pueden infectar a cualquiera que los respire.

La propagación por aire del COVID-19 era evidente y fue explicada por científicos de principios al inicio de la pandemia, quienes fueron ignorados repetidamente por la OMS. Como resultado, la mayoría de la población mundial sigue desconociendo la ciencia más básica de la pandemia y la importancia de utilizar mascarillas de alta calidad, así como filtros de aire.

A través de sus últimas acciones, la OMS les está causando un tremendo sufrimiento a las generaciones futuras. Las consecuencias a largo plazo y a nivel poblacional de infecciones continuas y repetidas de COVID-19 serán inmensas. Hay que preguntarse: ¿qué les ocurrirá a los niños de hoy y a las futuras generaciones que pueden esperar infectarse con múltiples variantes de COVID-19 una o dos veces por año durante los próximos 10 años o más?

Según las estimaciones más conservadoras, aproximadamente 80.000 personas morirán de COVID-19 cada año en EE.UU. bajo este esquema. Probablemente, esta cifra se acercará más al cuarto de millón, con base en una modelación analítica crítica de Fractal Therapeutics que asume un escenario similar en el que se declara el fin de la emergencia de salud pública. Si se extrapola al resto del mundo, hasta 5 millones podrían morir innecesariamente de COVID-19 cada año por el futuro previsible.

El estallido de la pandemia de COVID-19 ha demostrado el carácter esclerótico y reaccionario de todas las instituciones capitalistas, incluyendo la OMS. Creada después de la vorágine de la Segunda Guerra Mundial que mató a más de 70 millones de personas, la OMS y la ONU funcionan como brazos del arcaico sistema de Estados nación e intentaron estabilizar las contradicciones inherentes de la producción capitalista.

La trayectoria histórica de la OMS refleja la del capitalismo en su conjunto, que en el último medio siglo se ha caracterizado cada vez más por la desigualdad social, las guerras imperialistas interminables orquestadas por EE.UU., el resurgimiento del fascismo y tendencias antidemocráticas y los ataques cada vez mayores contra los derechos sociales de la clase obrera, incluyendo el derecho a la salud y a una larga esperanza de vida.

La pandemia aceleró todos estos procesos. Fundamentalmente, ha demostrado que el capitalismo está en guerra con la sociedad. La lucha por un renacimiento y una expansión masiva de la salud pública a nivel global exige la construcción de un movimiento socialista en la clase obrera internacional, que luche por la reorganización de la sociedad de acuerdo con los intereses de la gran mayoría, no el afán de lucro miope de una diminuta oligarquía financiera.

(Publicado originalmente en inglés el 6 de mayo de 2023)

Loading