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Perspectiva

Ataque con drones en Moscú busca intensificar la guerra de EE.UU. y la OTAN con Rusia

En esta imagen tomada de un video, varios investigadores inspeccionan un edificio después de que un dron ucraniano dañara un edificio de apartamentos en Moscú, Rusia, 30 de mayo de 2023 [AP Photo]

El martes, Ucrania lanzó su segundo ataque con drones contra Moscú hasta la fecha y el primero dirigido contra residencias civiles. Fueron desplegados ocho drones de ala fija, de los cuales al menos uno colisionó con un edificio de apartamentos.

Tras el encuentro del G7 de la semana pasada, donde EE.UU. anunció que enviaría cazas F-16, el ataque del martes a la capital rusa es una señal de que las potencias imperialistas han decidido trasladar la guerra más directamente hacia el suelo ruso.

Estos ataques buscan provocar represalias por parte de Rusia, que a su vez serían utilizadas para justificar una masiva escalada de la OTAN, incluyendo la posible participación directa de tropas de la OTAN en el conflicto

Las afirmaciones estadounidenses de que no “impulsa” ni “facilita” los ataques al interior de Rusia son mentiras abiertas que buscan engañar al pueblo estadounidense, no al Gobierno ruso. Los ataques a la capital rusa fueron necesariamente discutidos y autorizados por EE.UU.

Ucrania ha recibido la autorización estadounidense de llevar ataques dentro de Rusia, como reportó el Times of London en diciembre. “El Pentágono ha dado su respaldo tácito a los ataques ucranianos de largo alcance contra objetivos dentro de Rusia”, escribió.

Las declaraciones de figuras políticas en EE.UU. y sus países aliados apoyaron implícitamente los ataques.

El excongresista Adam Kinzinger, un republicano anti-Trump, escribió: “Oye #Rusia. Perdieron su derecho a indignarse sobre un ataque con drones en Moscú desde febrero de 2022. Los que toman la espada…”.

El canciller británico James Cleverly dijo que Ucrania tiene “el derecho de proyectar su fuerza más allá de sus fronteras” y que tales ataques “son internacionalmente reconocidos como parte legítima de la autodefensa de una nación”.

La semana pasada, un reportero ultraderechista le preguntó al diputado demócrata Jerrold Nadler si se opone a los ataques al interior de Rusia, a lo que respondió, “No… es juego limpio… ¿Por qué debería Rusia sentir que puede invadir a alguien más y mantenerse completamente segura en casa?”.

Más allá del daño inmediato causado por los drones, el ataque del martes fue una medida preparatoria para un ataque aéreo más sostenido.

El New York Times, citando a Sam Bendett, un asesor en estudios rusos del centro de investigación CNA, el cual está vinculado con las agencias militares y de inteligencia, escribió: “Además de crear una sensación de vulnerabilidad en Rusia, [Bendett] dijo, los ataques ucranianos con drones pueden poner a prueba los sistemas de defensa aérea de Moscú e identificar debilidades potenciales que podrían ser aprovechadas en ataques futuros”.

Después de la cumbre del G7, el WSWS indicó que la decisión de Washington de desplegar aviones de combate F-16 no se tomó en ese momento, sino mucho antes, como lo dejaron en claro las declaraciones posteriores de los funcionarios estadounidenses.

El WSWS escribió, “Si la decisión de enviar los F-16 a Ucrania se tomó hace meses, fue en un momento en que las fuerzas patrocinadas por Estados Unidos y la OTAN en Ucrania tenían un rendimiento mucho mejor que el actual”. Ante la caída de Bajmut, añadimos, “la publicitada contraofensiva ucraniana no se ha materializado”.

Esto planteaba las cuestiones, “¿Cómo responderá Estados Unidos a esta última debacle? ¿Cuánto más puede escalar el conflicto Washington?”.

Los ataques con drones sugieren una respuesta. Forman parte de una serie de medidas tomadas por EE.UU., las potencias de la OTAN y sus fuerzas patrocinadas en Ucrania desde el encuentro del G7 hace 10 días.

El miércoles pasado, el USS Gerald R. Ford, el mayor buque de guerra jamás construido, arribó a Oslo, Noruega, antes de llevar a cabo operaciones de “libertad de navegación” en las aguas del Ártico cercanas a Rusia. Ayer, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken llegó a Suecia para promover su incorporación a la OTAN, en un momento en que las fronteras occidentales de Rusia se convierten en un frente de batalla.

Se ha vuelto evidente que los objetivos de gran alcance que EE.UU. le ha comunicado a sus títeres ucranianos de “pasar a la ofensiva para liberar el territorio ucraniano ocupado por Rusia”, como lo planteó el jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., Mark Milley, en enero, no son posibles sin una expansión masiva de la participación de EE.UU. y la OTAN en la guerra.

Cada vez se habla más abiertamente de los preparativos de la OTAN para intervenir directamente en la guerra. El martes, el general Karel Řehka, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas checas, afirmó que la OTAN debe “prepararse” para una guerra directa con Rusia.

“La guerra entre Rusia y la Alianza Atlántica... es posible”, afirmó. Rusia “se encamina actualmente hacia un conflicto con la Alianza... Puede ocurrir, y es necesario prepararse para ello a largo plazo”.

Los medios de comunicación estadounidenses defienden el concepto de que la amenaza de una guerra nuclear es un riesgo aceptable para buscar la “derrota” de Rusia, afirmando públicamente que el hecho de que Putin no tome represalias en respuesta a las perpetuas provocaciones de la OTAN da a Estados Unidos la libertad de seguir intensificando el conflicto.

En un artículo de opinión en el New York Times titulado “Olvidamos que las potencias nucleares han perdido guerras”, el historiador belicista Timothy Snyder declaró: “Cuando los rusos hablan de guerra nuclear, la respuesta más segura es garantizar su derrota en un plano muy convencional”.

Ante las advertencias de que este curso de acción amenaza con la destrucción de la civilización humana, Snyder respondió extrañamente: “Ninguna opción está exenta de peligros”.

Por su parte, Putin, que representa a una facción de la oligarquía rusa, busca constantemente algún tipo de acomodo con sus “socios” occidentales, que no tienen ningún interés en ello. Mientras que el Gobierno ruso está bajo presión para escalar aún más, también está aterrorizado por las consecuencias del crecimiento de la oposición social de la clase trabajadora en el país.

Hablando en Sídney, Australia, sobre el nuevo libro León Trotsky y la lucha por el socialismo en el siglo veintiuno, el presidente del Consejo Editorial del WSWS, David North, explicó las consecuencias de largo alcance de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia.

“La guerra de Ucrania no va a desaparecer”, señaló. “Está haciendo metástasis en un conflicto de dimensiones cada vez mayores. Es el episodio inicial de lo que pronto será evidentemente una guerra mundial, y sus implicaciones son las más peligrosas posibles.

“Uno podría mirar sus políticas y preguntarse: ¿no se dan cuenta de que esto podría desencadenar una guerra nuclear? Es una locura. Y es verdad, es una locura”. Pero esta locura debe “explicarse de forma materialista”. Esto significa que las acciones de las potencias imperialistas “son una respuesta a contradicciones que han bloqueado todas las respuestas racionales”.

North añadió: “Hay dos procesos en marcha. Está el proceso que conduce, a través de las contradicciones del capitalismo, a la guerra devastadora y al cataclismo. Pero esas mismas contradicciones también producen la revolución social”.

Incluso mientras los EE.UU. y la OTAN intensifican la guerra contra Rusia, la clase obrera está entrando en lucha en todo el mundo. Es esta fuerza social la que debe ser organizada, educada y movilizada políticamente para poner fin a la guerra y al sistema capitalista.

(Publicado originalmente en inglés el 30 de mayo de 2023)

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