Cormac McCarthy, célebre escritor de ficción estadounidense, murió el 13 de junio en su casa de Santa Fe, Nuevo México, a la edad de 89 años. A lo largo de una carrera de 60 años, McCarthy fue mejor conocido como un novelista que alcanzó la fama relativamente tarde en su trayectoria con obras como Blood Meridian [Meridiano de Sangre] (1985), All the Pretty Horses [Todos los Hermosos Caballos] (1992), No Country for Old Men [No es País para Viejos] (2005) y The Road [La Carretera] (2006).
La muerte de McCarthy ha provocado una gran cantidad de elogios por su trabajo en los medios corporativos. A. O. Scott del New York Times elogió a McCarthy por “redefinir la prosa estadounidense” y lo colocó a la par de Don DeLillo, Toni Morrison y Philip Roth. Dakin Andone de CNN llamó a McCarthy “entre los mejores autores de Estados Unidos”. En un artículo de marzo de 2023 publicado antes de la muerte de McCarthy, The Nation logró compararlo con Esquilo, Eurípides, Shakespeare, Cervantes, Bach, Mozart y Thomas Mann.
Cormac McCarthy es un escritor cuyas innegables habilidades artísticas se vieron fatalmente socavadas tanto por los conceptos ideológicos pesimistas, ahistóricos e irracionalistas que dominan su obra como por el clima político y cultural generalmente reaccionario en el que finalmente saltó a la fama.
Si bien McCarthy intentó genuinamente desarrollar los estilos de escritores como William Faulkner y Ernest Hemingway, sus obras están tan impregnadas de misantropía y hostilidad hacia el progreso humano que su producción literaria representa un paso atrás con respecto a los grandes escritores estadounidenses del siglo XX. Faulkner declaró que “el hombre no solo resistirá, sino que perseverará” y Hemingway comenzó Por quién doblan las campanas con “Ningún hombre es una isla” de John Donne, pero McCarthy le dijo al New York Times en 1992:
“No hay tal cosa como la vida sin derramamiento de sangre. Creo que la noción que la especie se puede mejorar de alguna manera, que todos pueden vivir en armonía, es una idea realmente peligrosa. Aquellos que están afligidos con esta noción son los primeros en entregar sus almas, su libertad. Su deseo que sea así lo esclavizará y hará su vida vacía”.
Las grandes obras de arte no pueden provenir de ideas tan falsas y superficiales como estas. No hacen posible una comprensión de la vida genuinamente realista y profunda. Aunque McCarthy personalmente luchó financieramente durante gran parte de su carrera y nunca escribió simplemente por un salario, su trabajo expresó la perspectiva de una capa social acomodada y complaciente en el desierto cultural estancado de los años 80 y 90.
McCarthy nació en Providence, Rhode Island, en julio de 1933. Hijo de un destacado abogado del New Deal, se mudó con su familia a Knoxville, Tennessee en 1937, donde su padre representó a la Autoridad del Valle de Tennessee, el programa de obras públicas más grande de la historia de Estados Unidos. McCarthy asistió brevemente a la Universidad de Tennessee a principios de la década de 1950 antes de abandonarla y unirse a la Fuerza Aérea. Estuvo estacionado en Alaska, entonces un territorio estadounidense y un puesto avanzado crítico en el Ártico en la Guerra Fría contra la Unión Soviética, y fue durante su estadía allí que “leyó muchos libros muy rápido,” recordó más tarde, aparentemente para combatir la rutina y el aburrimiento de la vida militar.
En el período de posguerra, el estado estadounidense y la clase dominante crearon un ambiente anticomunista tóxico e intentaron purgar las opiniones socialistas y de izquierda del cine, la escritura y la cultura en general. Bajo estas condiciones, los artistas y escritores se volvieron vulnerables a las “explicaciones” irracionalistas de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el fascismo y el Holocausto. Libros como El señor de las moscas (1954) de William Golding, que también presenta la violencia y el atavismo como elementos centrales de la condición humana, transmiten las actitudes dominantes en ciertos círculos durante este período.
McCarthy publicó su primera novela a la edad de 32 años, mientras trabajaba en una planta de autopartes en las afueras de Chicago. Desde el comienzo de su carrera como escritor, McCarthy colocó historias inquietantes de violencia sanguinaria en el centro de sus esfuerzos.
The Orchard Keeper [El Guardián del Vergel] (1965) trata sobre las secuelas del asesinato por estrangulamiento de un autoestopista y se centra en el tema de la venganza. Outer Dark (1968) [La oscuridad exterior] involucra a un bebé nacido de una relación incestuosa entre un hermano y una hermana y extrae su título del Evangelio de Mateo: “Los hijos del reino serán echados a las tinieblas: allí será el llanto y el crujir de dientes.” La tercera novela de McCarthy, Child of God [Hijo de Dios] (1973), cuenta la historia de un vagabundo que se convierte en asesino en serie y necrófilo, almacenando los cuerpos de sus víctimas en una cueva.
La presentación de la violencia de McCarthy es a menudo gratuita y no se desarrolla desde el punto de vista de la crítica de las condiciones sociales que dan lugar a la criminalidad y el conflicto. En la medida en que critica a la sociedad, lo hace desde el punto de vista de presentar a la humanidad en su conjunto como inherentemente violenta. Al describir al personaje principal homicida en Child of God [Hijo de Dios], McCarthy dijo una vez en una entrevista: “Hay gente como él a nuestro alrededor”, como si dijera: esto es más o menos lo que realmente representa la humanidad.
En otro pasaje de Child of God, McCarthy describe a toda la humanidad impulsada por impulsos violentos y antisociales: “Míralo”, escribe sobre el protagonista-asesino. “Se podría decir que está sostenido por sus semejantes, como tú. Ha poblado la orilla con ellos llamándolo. Una raza que da de mamar a los mutilados y enloquecidos, que quiere su sangre equivocada en su historia y la tendrá”.
Las novelas de McCarthy de la década de 1980 y principios de la de 1990 mantuvieron estos temas, incluso cuando el escenario se traslada de los pueblos humildes de los Apalaches a los hermosos y áridos paisajes del suroeste de Estados Unidos.
Blood Meridian [Meridiano de Sangre], escrito en 1985, es el relato semihistórico de McCarthy sobre Glanton Gang, una pandilla de propietarios de esclavos de Texas que llevó a cabo horribles masacres de los pueblos nativos del suroeste a fines de la década de 1840 a instancias de las autoridades mexicanas y estadounidenses y reclamaron recompensas por los cueros cabelludos de indígenas.
La selección de McCarthy de Glanton Gang para el tema es unilateral y superficial. Escribe sobre Glanton Gang no para llamar la atención sobre el carácter reaccionario de la independencia de Texas y sus conexiones con la esclavitud o la invasión estadounidense de México, sino para presentar la historia estadounidense como nada más que una larga cadena de violencia sin sentido, incluso sociópatas eventos. Los fines de la década de 1840 no fueron solamente un período de masacre a favor de la esclavitud, sino también estuvieron marcados por el surgimiento de un movimiento popular que luchaba por la abolición de la esclavitud y fue testigo de los sacrificios heroicos en la lucha por liberar a los esclavos.
El “Renacimiento estadounidense”, asociado con figuras como Emerson, Thoreau, Hawthorne, Melville, Dickinson, Stowe y Whitman, junto con el imponente líder abolicionista Frederick Douglass, sin mencionar a Abraham Lincoln y Ulysses S. Grant, comenzó a florecer durante estos años, la preparación intelectual para la estremecedora Guerra Civil. ¿Por qué McCarthy elige solo los aspectos más espantosos de la historia estadounidense y luego los minimiza?
Sin duda, capturó algo del carácter despiadado y brutal de la expansión hacia el oeste, especialmente en el personaje del juez Holden, a quien Harold Bloom llamó “la figura más aterradora de toda la literatura estadounidense”. En Blood Meridian, McCarthy hace que el juez Holden diga:
“No importa lo que los hombres piensen de la guerra, dijo el juez. La guerra perdura. También pregunte a los hombres qué piensan de la piedra. La guerra siempre estuvo aquí. Antes de que existiera el hombre, la guerra lo esperaba. El oficio definitivo a la espera de su practicante definitivo. Así fue y así será. De esa manera y no de otra manera”.
Aunque uno siempre debe ser cauteloso al identificar los puntos de vista de un autor con los de un protagonista, en este caso, las ideas de Holden claramente no están tan lejos de las del propio McCarthy, que expresó en numerosas ocasiones, y el pasaje no se lee como una crítica de los sentimientos del juez, sino como un respaldo. A través del juez Holden, la violencia y la guerra se presentan como las fuerzas rectoras de la historia humana. Pero esta es una concepción profundamente falsa, y cuando McCarthy obliga a sus personajes a adoptar tales esquemas retrógrados, no logran volverse “reales” en un sentido artístico, histórico y psicológico y, en cambio, se sienten artificiales e impulsados ideológicamente. En su novela de 1992 All the Pretty Horses [Todos los Hermosos Caballos] —la novela que presentó por primera vez a McCarthy a una audiencia masiva— McCarthy escribe que el miserable estado de violencia de la humanidad es inevitable y no tiene sentido oponerse:
“Lloramos por lo que podría haber sido, pero no existe lo que podría haber sido. Nunca lo hubo. Se supone que es cierto que los que no conocen la historia están condenados a repetirla. No creo que el saber pueda salvarnos. Lo que es constante en la historia es la codicia, la necedad y el amor a la sangre, y esto es algo que incluso Dios —que sabe todo lo que se puede saber— parece impotente para cambiar”.
Con estos sentimientos, McCarthy se basaba en actitudes que se fortalecían cada vez más dentro de la vida política e intelectual oficial. No es culpa de McCarthy que saltó a la fama en la era de Reagan y Thatcher, pero tampoco es casual. El trabajo de McCarthy fue un medio por el cual una intelectualidad en retirada y desorientada introdujo en la ficción el aforismo de Thatcher de que “no hay sociedad” y la proclamación de Fukuyama del “fin de la historia”.
En este sentido, vale la pena señalar que el novelista estadounidense Philip Roth, quien, al igual que McCarthy, también nació en 1933, adquirió una audiencia popular en las décadas de 1960 y 1970, mientras McCarthy permaneció relativamente marginado en ese momento, solo ganando un reconocimiento público más amplio y aprobación a fines de la década de 1980 y especialmente a principios de la de 1990. La escritura de Roth, que es mucho más humana, comprensiva e históricamente orientada, aprovechó los estados de ánimo democráticos más amplios de la época, mientras que McCarthy emergió a la prominencia en un período de reacción política general.
El perfil de McCarthy creció después de la publicación de su novela de 2005 No Country for Old Men, que se vendió ampliamente y fue adaptada para la pantalla por los hermanos Coen. El World Socialist Web Site hizo una reseña de la película en un artículo de 2007, “La banalidad del mal: No es país para viejos”.
Pero fue la novela de McCarthy de 2006, The Road [El camino], la que ganó los elogios más fuertes. The Road es una historia postapocalíptica de un padre y su hijo que viajan a través de un páramo arruinado por una guerra nuclear, un desastre ambiental o alguna otra catástrofe universal. El libro apareció en el club de lectura de Oprah Winfrey y ganó el premio Pulitzer de ficción en 2007.
En The Road, McCarthy expresa su actitud hacia la humanidad de la manera más inquietante. Después del evento apocalíptico inexplicable, McCarthy retrata a la humanidad descendiendo a un estado de barbarie insondable, cuyas figuras humanas son menos humanas que los pecadores en el Infierno de Dante.
“Dentro de un año” de la catástrofe, escribe McCarthy, “hubo incendios en las crestas y cánticos desquiciados. Los gritos de los asesinados. De día los muertos empalados en estacas a lo largo del camino”.
Aquellos que han sobrevivido al desastre forman bandas merodeadoras, viajando por el campo en busca de sobrevivientes para violar y devorar. McCarthy describe las mazmorras donde los humanos son mantenidos como esclavos y criados para su carne. Los protagonistas, que se ven a sí mismos como “los buenos”, se presentan completa y absolutamente solos. Momentos conmovedores entre los personajes de padre e hijo aparecen en un contexto de desesperanza.
Cuando la presentadora Winfrey le preguntó qué pretendía conseguir con este libro, McCarthy (en una rara entrevista) comentó: “Quizá desde e 11 de septiembre, la gente está más preocupada por los temas apocalípticos”, y añadió que quería que el público “se preocupara por las cosas y las personas. La vida es muy buena incluso cuando parece mala. Debes estar agradecido por lo que tienes”.
Esta actitud confusa y fundamentalmente complaciente contribuye a ahogar sus habilidades como escritor.
La habilidad de McCarthy para escribir en prosa es innegable, y no en vano Saul Bellow elogió a McCarthy en 1981 por su “uso absolutamente sobrecogedor del lenguaje, sus frases que dan vida y que matan”.
En sus mejores momentos, se desliza en un estilo descriptivo sencillo que se inspira claramente en Hemingway, y puede entrelazar diálogos entrecortados con frases largas e individuales cuya cadencia se mantiene gracias a las preposiciones, no a la puntuación, en un estilo desarrollado por Faulkner y también favorecido por el escritor portugués José Saramago.
Pero McCarthy bebía en gran medida de fuentes idealistas subjetivas reaccionarias, y esto resta mucha riqueza y profundidad a su prosa. Están presentes las concepciones nietzscheanas sobre la violencia y la voluntad de poder como fuerzas motrices de la historia, así como la negación de la Escuela de Frankfurt de la historia como proceso conocible y regido por leyes y su rechazo de la perspectiva del progreso humano. Esta visión social impregna el mundo académico y domina el pensamiento de amplios sectores de la clase media acomodada actual. Quienes deseen comprender el origen material de tales ideologías deberían leer la obra de David North The Frankfurt School, Postmodernism and the Politics of the Pseudo-left, a Marxist Critique [La Escuela de Frankfurt, el Posmodernismo y la Política de la Pseudoizquierda: una Crítica Marxista]
Hoy se necesita una actitud nueva y fresca en la escritura de ficción. En su conferencia de 1912 Arte y vida social, Georgi Plejánov escribió: “El mérito de una obra literaria es determinado en última instancia por el peso de su contenido.” Continuó: 'Las obras cuyos autores sólo se preocupan por la forma siempre reflejan una actitud definida —como ya he explicado, irremediablemente negativa— de sus autores hacia su entorno social”. (Énfasis en el original).
La crisis del capitalismo ha provocado pandemias, guerras, la amenaza del colapso medioambiental y niveles de explotación y desigualdad sin precedentes. Pero el estudio de las lecciones de la historia también revela el potencial revolucionario del momento presente. Las condiciones objetivas están empujando a las masas populares a la lucha en todos los continentes, creando las condiciones para un estallido revolucionario de proporciones históricas.
Estas luchas, y los cambios que introducen en la vida de las personas que las atraviesan, ofrecen un amplio material para la creación artística. Para facilitar un renacimiento de la escritura realista en la actualidad es necesario explotar la vasta maraña de relaciones sociales y decir la verdad sobre la realidad. Para ello es necesario romper conscientemente con la perspectiva y el enfoque ahistóricos, irracionalistas e individualistas de McCarthy.
(Publicado originalmente en inglés el 22 de junio de 2023)