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Conferencia en Brasil reúne a renegados y charlatanes para calumniar la Cuarta Internacional

Del 21 al 25 de agosto, se llevó a cabo un seminario intitulado “Segundo Encuentro Internacional León Trotsky” en las dos principales universidades de São Paulo, además de transmisiones en línea adicionales. El evento dio seguimiento a otro encuentro celebrado en Cuba en 2019 bajo el mismo título.

El WSWS puso al descubierto el carácter reaccionario del evento de 2019 con dos artículos (“Conferencia en Cuba adapta a Trotsky a la política del nacionalismo burgués' y “Un epílogo de la conferencia sobre Trotsky en Cuba'), que explicaban que el Comité Internacional de la Cuarta Internacional fue prohibido de asistir a la reunión bajo falsos pretextos. El principal organizador del evento, Frank García Hernández, reveló en una entrevista posterior que la asistencia al evento fue coordinada con el Gobierno cubano.

El encuentro de 2019 en Cuba contó con la participación de varios descendientes políticos del revisionismo pablista, que intentaron ilegítimamente otorgar credenciales “trotskistas” a los aduladores del régimen nacionalista burgués cubano. Para garantizar que la primera discusión pública sobre el trotskismo en la isla se mantuviera dentro de estos límites, era esencial prevenir que el CICI, que representa la continuidad de la Cuarta Internacional fundada por León Trotsky, presentara su historia y programa verdaderos.

Anuncio de una mesa redonda sobre “Un panorama del trotskismo alrededor del mundo” [Photo: Facebook/Encontro Internacional Leon Trótski ]

La reunión de este año en São Paulo continúa la distorsión y difamación de la historia del trotskismo. Al igual que en Cuba, un evento teórico en Brasil genuinamente dedicado al legado de Trotsky habría sido políticamente significativo. La crisis del régimen burgués en el país y en toda América Latina, reflejada en la bancarrota política de los Gobiernos nacionalistas burgueses de la “marea rosa” y el resurgimiento de políticos fascistizantes y camarillas militares que son apologistas de las dictaduras asesinas de los años sesenta y ochenta, suscita preguntas históricas y programáticas críticas que deben responderse.

Una de estas preguntas candentes es: si el PT estaba destinado a desempeñar un papel histórico tan reaccionario como bastión del podrido orden capitalista y allanar el camino al fascismo, ¿cuál era la legitimidad de las afirmaciones de muchos de sus fundadores, reunidos en corrientes como Convergencia Socialista y Democracia Laborista y Socialista, de que eran representantes del trotskismo? Si eso era falso, ¿quiénes eran entonces los verdaderos representantes del trotskismo?

Pero la reunión pasó por alto preguntas tan fundamentales como esa. Cualquiera que busque un relato coherente de la historia del trotskismo, de cómo las ideas de Trotsky y el movimiento internacional que fundó se desempeñaron frente a los acontecimientos históricos posteriores, no encontraría respuestas en este evento.

El “II Encuentro Internacional” reunió a destacados representantes de tendencias que hace muchas décadas rompieron con el trotskismo y son abiertamente hostiles a la Cuarta Internacional y su historia. Entre ellos se encontraban Ana Cristina Carvalhaes, dirigente del Secretariado Unificado pablista; el griego Savas Michael-Matsas y el argentino Jorge Altamira, quienes en 2018 formaron una alianza de sus partidos con los estalinistas del Partido Comunista Unificado de Rusia (OKP); y el liquidacionista estadounidense Paul Le Blanc, hoy miembro de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA), una facción externa del Partido Demócrata de Estados Unidos.

La reunión también atrajo a representantes de prácticamente todo el entorno pseudoizquierdista en Brasil, sobre todo de los seguidores del archipablista Nahuel Moreno, quien desempeñó un papel clave en allanar el camino para el golpe fascista-militar de 1976 en Argentina al promover al general nacionalista burgués Juan Perón como el líder legítimo de las masas argentinas. Más tarde promovió la formación del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil como un medio para lograr una “revolución democrática”.

En uno de los paneles principales de la reunión, “Las tareas del trotskismo en Brasil hoy”, cuatro de los cinco oradores eran representantes de organizaciones morenistas. Pasaron la discusión lanzándose acusaciones de colaborar con el imperialismo y el fascismo en su apoyo a la guerra entre Estados Unidos y la OTAN en Ucrania, solo para concluir con un llamado unánime a la unidad política entre ellos y más allá.

Además de la principal organización morenista en Brasil, el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), la sección principal de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT), al panel también asistieron las escisiones de la LIT, el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT), el Movimiento de Izquierda Socialista (MES) y Resistencia. Los dos últimos forman parte de la coalición gobernante del PT a través del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), donde operan como tendencias abiertas.

En la medida en que los participantes en estos paneles reconocieron la existencia de una tradición “trotskista”, fue de un carácter completamente despectivo. Lo asociaron unánimemente con un faccionalismo irremediable, el aislamiento político, el autoengrandecimiento y una preocupación excesiva con la historia y el programa político. Para ellos, el remedio es la búsqueda interminable de “líderes de masas” burgueses y pequeñoburgueses a los que aferrarse en nombre de “llegar a las masas”.

En este sentido, el asalto más frontal al trotskismo provino de la delegada pablista oficial, Ana Cristina Carvalhaes del PSOL, quien aclamó la reunión como una oportunidad para que “los trotskistas se reúnan y se escuchen entre sí” en lugar de “una tradición de fragmentación que viene de antes de la caída del muro [de Berlín]” y “de hecho fue iniciada por el trotskismo”. Luego procedió a proclamar la necesidad de “mencionar el hecho de que, sumados, todos los trotskistas del mundo, más sus amigos y aliados” son “muy pocos, frágiles e insuficientes para responder” a los desafíos que enfrenta la humanidad.

Incluso si uno pasara por alto el hecho de que todas las personas que esta pablista llama “trotskistas” no son nada por el estilo, esta visión patológicamente desmoralizada no tiene nada que ver con el “realismo político”, como afirma Carvalhaes. Es una expresión de los intereses de clase de los sectores más privilegiados y de derecha de la pequeña burguesía, hostiles a la clase obrera y a la revolución socialista.

Pero al presentar tales puntos de vista, que residen en el seno de la directiva pablista de liquidar el trotskismo desde 1953, Carvalhaes solo estaba resumiendo en los términos más claros la posición unánime de los panelistas y de las demás sesiones, de que el trotskismo y el socialismo son históricamente inviables.

El renegado brasileño Mario Pedrosa, aclamado como símbolo del trotskismo

Los organizadores del “II Encuentro Internacional” colocaron el ataque a los principios fundadores de la Cuarta Internacional en el centro de su evento a través de la promoción de las tesis antitrotskistas del renegado brasileño Mario Pedrosa. Los organizadores del encuentro, liderados por el grupo Reagrupamiento Revolucionario (RR), se bautizaron como el “Comité Mario Pedrosa” y cerraron el evento con un homenaje al legado de Pedrosa.

Si bien Pedrosa desempeñó un papel crítico en el establecimiento de la sección brasileña de la Oposición de Izquierda Internacional y más tarde participó en el trabajo fundacional de la Cuarta Internacional como miembro de su Comité Ejecutivo Internacional, rompió definitivamente con el movimiento trotskista en 1940. Durante los siguientes 40 años, que comprendieron tres cuartas partes de su carrera política, Pedrosa se dedicó a un implacable repudio de las ideas marxistas que había defendido anteriormente.

La ruptura de Pedrosa con la Cuarta Internacional fue precipitada por su apoyo a la oposición pequeñoburguesa en el Socialist Workers Party (SWP; Partido Socialista de los Trabajadores) de los Estados Unidos dirigida por Max Shachtman y James Burnham. Bajo las fuertes presiones de clase generadas por el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, esta tendencia abogó por un rechazo total de que la Cuarta Internacional debía defender la Unión Soviética, oponiéndose a su caracterización como un Estado obrero degenerado. Esa decisión resultó ser extremadamente importante en la evolución política de Pedrosa.

Al elaborar su definición de la URSS como una forma de “capitalismo de estado”, Pedrosa escribió en 1946: “Es precisamente este carácter monopolista y totalitario del Estado soviético, y precisamente esta división en clases de la sociedad rusa, lo que constituye el resorte que impulsa a su Gobierno a una expansión territorial y económica tan furiosa como la de las jóvenes potencias imperialistas del siglo XIX”. Sobre esta base, condenó retroactivamente la Revolución rusa y el Partido Bolchevique.

La política de Pedrosa asumió un tono anticomunista cada vez más explícito, lo que justificó su abrazo abierto a los partidos burgueses como alternativa política. A partir de la caída de la dictadura corporativista de Getúlio Vargas en 1945, Pedrosa y sus colaboradores comenzaron a trabajar con la oposición proimperialista, la Unión Democrática Nacional (UDN), lo que llevó a la creación del Partido Socialista Brasileño (PSB) burgués. Estos esfuerzos reaccionarios se llevaron a cabo a través de una serie de combinaciones políticas ruinosas y cada vez más desmoralizadas.

La carrera política de Pedrosa culminó con la fundación del PT en 1980, del que fue uno de los principales promotores intelectuales y el primer miembro registrado. El marco político que ofreció al PT, acogido calurosamente por el entonces líder sindicalista del partido (y actual presidente brasileño) Lula da Silva, resume su trabajo durante las cuatro décadas anteriores. Pedrosa escribió que “el partido de masas no tiene vanguardia, ni teorías, ni libro sagrado”, y que “es lo que es, se guía por su práctica, lo hace bien por instinto”. Proscribiendo cualquier tendencia revolucionaria consciente y atacando tácitamente al trotskismo, afirmó que “al suscribirnos al PT, dejamos en su puerta los prejuicios, las inclinaciones, las tendencias sobrantes que posiblemente nos trajeron aquí”.

Lejos de criticar o incluso aclarar la evolución de Pedrosa hacia la derecha y el repudio al marxismo, los organizadores del “II Encuentro Internacional” buscaron presentarlo como un paradigma del trotskismo en el siglo XX.

El legado de Pedrosa se abordó directamente en tres de las sesiones del evento, “Historia del trotskismo en Brasil”, “Historia de la Cuarta Internacional y la cuestión de la dirección revolucionaria” y la sesión de clausura dedicada enteramente a Pedrosa, “Un homenaje a Mario Pedrosa y los primeros trotskistas brasileños”.

Ninguno de estos paneles abordó las consecuencias de la teoría del capitalismo de Estado de Pedrosa, que implicaba equiparar a la URSS y al estalinismo con el fascismo y atacar el marxismo como “totalitario”. Por el contrario, presentaron las posiciones de Pedrosa como auténticamente marxistas, en contraste con la supuesta bancarrota política de la propia Cuarta Internacional.

En su presentación, “Aspectos de la escisión entre Trotsky y Mario Pedrosa y sus efectos en el trotskismo brasileño”, Flo Menezes, miembro del comité organizador del evento, se dedicó por completo a defender los argumentos de Pedrosa a favor de la tesis del “colectivismo burocrático” en su documento de 1940, “La defensa de la URSS en la guerra actual”. Omitiendo que Pedrosa fue censurado por su propio partido en Brasil, el Partido Socialista Revolucionario (PSR), y abandonó su puesto, Menezes atribuyó la “expulsión” de Pedrosa a la “debilidad, desesperación y fragilidad” de Trotsky en su último año de vida.

Menezes declaró que Trotsky estaba “desesperado, aislado” y “trató a toda costa preservar a la Cuarta Internacional como una fuerza atractiva” reprimiendo la disidencia en el partido. Con total desprecio por el trotskismo que decía defender, Menezes luego cuestionó si tiene sentido defender su programa: “Dado que el trotskismo era una fuerza tan pequeña, ¿qué posibilidades reales tenía de intervenir en la realidad? ¿Cuál era la diferencia si la defensa de la URSS era incondicional o condicional?”.

A continuación, Menezes afirma que tal “rigidez” programática habría significado la perdición de la Internacional porque inculcaba en sus miembros y secciones el “miedo a las pequeñas disensiones”, haciendo que “la Revolución Cubana fuera etiquetada como pequeñoburguesa”. Aquí Menezes revela en términos muy claros las raíces de clase de su historiografía falsa. Su propio ataque a la viabilidad histórica del trotskismo radica, como el de Pedrosa, en que tal rigidez programática impide una adaptación desenfrenada a políticos nacionalistas como Fidel Castro.

Ícaro Rossignoli, miembro del Reagrupamiento Revolucionario y del Comité Mario Pedrosa, hizo una presentación titulada “Tres debates de la Cuarta Internacional al final de la Segunda Guerra Mundial”. De una manera menos histérica, pero igualmente falsa, su conferencia buscó presentar a la Cuarta Internacional como un árbol envenenado, del cual el posterior liquidacionismo de Pedrosa y otros renegados fue el fruto inevitable.

Rossignoli cuestionó la legitimidad misma de la fundación de la Cuarta Internacional al afirmar que sus renegados, como Felix Morrow, Albert Goldman y Ted Grant, demostraron ser más “realistas” sobre las perspectivas al final de la Segunda Guerra Mundial que la dirección de la Cuarta Internacional. Resumió sus propuestas como la necesidad de “prepararse para un período prolongado de estabilidad del capitalismo al final de la guerra”. Añadió que el hecho de que los trotskistas “no previeran” esto los condenaría a una posición política “marginal”.

El repaso de Rossignoli de la situación política en el período de posguerra está impregnado de conformismo reaccionario y pesimismo sobre el potencial revolucionario de la clase obrera, al igual que las opiniones de los renegados que admira. Oculta el hecho de que estas tesis “realistas” llevaron a sus defensores a abandonar por completo la política revolucionaria y a adaptarse a la “realidad” del capitalismo y a la dominación del movimiento obrero en manos del estalinismo y otras burocracias reaccionarias.

Tales predicciones miopes no eran más que atajos convenientes para que sus defensores justificaran la liquidación de partidos y grupos enteros como la única forma de evitar la “marginalidad” lamentada por el desmoralizado Rossignoli. La estabilización política que presentaron como un hecho consumado pronto fue sacudida por los acontecimientos, que culminaron en la ola de crisis revolucionarias internacionales de 1968-75. Los pablistas y otros renegados del trotskismo, actuando como feroces defensores de las burocracias sindicales estalinistas y socialdemócratas en crisis, desempeñaron un papel fundamental para desviar la ola de luchas obreras lejos del derrocamiento del capitalismo.

La conclusión política del evento fue dada por el representante del PT y su brazo teórico, la Fundación Perseu Abramo, Everaldo Andrade, autor del libro “Mario Pedrosa: la revolución razonable”. Ocultando el rechazo abierto de Pedrosa al marxismo, Andrade presentó el PT, incluso hasta el día de hoy, como una “experiencia de frente único obrero” y el trabajo de Pedrosa para fundar el partido como un “retorno a sus orígenes trotskistas”.

En otras palabras, Andrade pretende que, a través de Pedrosa, la verdadera continuación del marxismo asumió la forma de las bases de un partido burgués responsable de innumerables crímenes contra la clase obrera brasileña, sin mencionar su papel central en la destrucción de Haití mediante el despliegue de miles de soldados brasileños en 2005 por parte del actual y entonces presidente Lula, en una misión de “mantenimiento de la paz” de la ONU.

Una plataforma sórdida para hacer apología del imperialismo

La rehabilitación de tesis reaccionarias como la del “capitalismo de Estado”, que fue un foco principal del evento, es crucial para que estas tendencias puedan hacerse pasar por “trotskistas” incluso cuando apoyan abiertamente la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia.

Un panel especial sobre la guerra en Ucrania dio una plataforma para la representación engañosa del conflicto como una lucha por la “autodeterminación” y la “democracia”. El representante del PSTU, Fábio Bosco, citó engañosa y superficialmente la defensa de Trotsky de la legitimidad de la lucha de las masas ucranianas por la autodeterminación nacional, totalmente fuera de su contexto fundamental dentro de la discusión de los problemas de la creación y desarrollo de la Unión Soviética. Bosco omitió el hecho de que Trotsky habló del derecho a la independencia de una Ucrania socialista, al tiempo que condenó abiertamente a las “camarillas ucranianas que expresan su” nacionalismo “al tratar de vender al pueblo ucraniano a un imperialismo u otro a cambio de una promesa de independencia ficticia”.

El portavoz del PSTU identificó los intereses de las masas ucranianas con el régimen cada vez más dictatorial de Zelenski, respaldado por la OTAN. “Ucrania promueve los derechos democráticos que faltan en Rusia”, dijo, “y los trabajadores se alistan para unirse al frente y defender su patria”. Esta es una sarta de mentiras tomadas directamente del Departamento de Estado de EE.UU. Los ucranianos están siendo reclutados exclusivamente a la fuerza y por ley marcial para ser arrojados a las posiciones rusas fortificadas en ataques irracionales y bárbaros, como una “ola humana”. El Gobierno de Zelenski promueve a los colaboradores nazis de la Segunda Guerra Mundial, mientras prohíbe y persigue a sus oponentes.

La promoción criminal del PSTU de la OTAN y Zelenski en el ámbito internacional se combina con la alineación del partido con los nacionalistas más rabiosos de Brasil, que ven la guerra como una oportunidad para avanzar intereses geopolíticos brasileños, sobre todo en la venta de armas como la artillería que se está agotando en todo el mundo. En su bastión sindical de São José dos Campos, en el estado de São Paulo, el PSTU se dedica por completo a presionar al Gobierno federal para que llene al ejército con fondos para desarrollar la producción de artillería de Brasil y engordar las ganancias de los fabricantes de armas como Avibras. Esto, a medida que salen a la luz pruebas cada vez más contundentes del respaldo militar a los planes del expresidente Bolsonaro de establecer una dictadura en el país.

Ninguna de estas posiciones provocó protestas de las otras organizaciones, muchas de las cuales promueven la ofensiva de la OTAN a su manera. Paul LeBlanc, exmiembro de una corriente shachtmanista, la International Socialist Organization (ISO, Organización Socialista Internacional) de los Estados Unidos, argumentó que la “primera tarea” en la guerra en Ucrania sería derrotar a Putin, proporcionando otra cobertura “de izquierda” para los objetivos de la OTAN.

La delegada del Secretariado Unificado pablista, Carvalhaes, siguió su ejemplo, retratando la guerra como “interimperialista”. En la misma sesión, también se pudo presenciar el cambio de 180 grados de las posiciones reaccionarias de Jorge Altamira. Apenas cinco años después de forjar una alianza con los estalinistas rusos, Altamira insistió enfáticamente en que la guerra debía considerarse “interimperialista”, y que Rusia representaba un nuevo tipo de “imperialismo militar”.

Una de las pocas participantes que intentó hacerse pasar por opositora de la OTAN, la representante morenista del MRT, Maíra Machado, restó importancia a cualquier discusión sobre la guerra y pidió al PSTU y a las organizaciones restantes que emularan en Brasil la alianza electoral entre sus homólogos argentinos, el Frente de Izquierda y Trabajadores-Unidad (FIT-U). El FIT-U y el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) que lo lidera y al que está afiliado el MRT de Brasil, consideran perfectamente “izquierdista” e incluso “trotskista” no solo apoyar la guerra de Estados Unidos y la OTAN, sino también votar en el Congreso a favor de condenar las manifestaciones en apoyo de Palestina como antisemitas.

La posición de Carvalhaes y Altamira en particular revela que las mismas presiones de clase pequeñoburguesas que históricamente hicieron que tales corrientes se adaptaran al estalinismo ahora operan para reclutarlos como agentes cada vez más directos del imperialismo.

Conclusión

El elemento fundamental de la promoción de todas estas falsificaciones históricas y el hilo unificador del evento fue un silencio falaz sobre el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y su lucha histórica contra el oportunismo y el liquidacionismo.

Las corrientes políticas que promueven el “II Encuentro Internacional” no tienen ningún interés objetivo en la verdad histórica, ya que ésta confirma las predicciones fundamentales hechas por el CICI desde 1953 y pone al descubierto la adaptación reaccionaria de estas corrientes a las burocracias sindicales y al nacionalismo burgués, junto con el apoyo directo al imperialismo.

Omitir la historia del CICI sirve para promover la mentira difundida por todas estas tendencias: que la Cuarta Internacional, que Trotsky consideraba el logro político más importante de su vida, no es más que un aborto político.

Reagrupamiento Revolucionario (RR), que formó el Comité Mario Pedrosa, desempeñó un papel crítico en esta nefasta operación política. RR es una escisión de la Liga Espartaquista de James Robertson, una tendencia cuya esencia política era la negación de la importancia social y política objetiva de las luchas dentro de la Cuarta Internacional.

Si bien los espartaquistas tienen su origen en los Estados Unidos en la oposición a la reunificación del SWP con los pablistas en 1963, eran mucho más hostiles al CICI. Robertson atacó específicamente la comprensión crítica del CICI de que “la crisis actual del capitalismo es tan aguda y profunda que el revisionismo trotskista es necesario para domesticar a los trabajadores, de una manera comparable a la degeneración de la Segunda y Tercera Internacionales”, alegando que esta posición representaba “una enorme sobreestimación de nuestra [es decir, el movimiento trotskista] importancia actual”.

Es precisamente esta visión pequeñoburguesa desmoralizada sobre la importancia histórica y política del trotskismo lo que calificó al RR por su protagonismo en la reunión de revisionistas en Brasil. Esta perspectiva del RR se adapta a las necesidades de las desacreditadas organizaciones pablistas que buscan ocultar su historial de crímenes políticos para permitirles cometer otros nuevos.

El CICI presentó una actitud y perspectiva completamente opuestas en la reciente escuela internacional de verano del Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.). Según se prepara para dar dirección política a las batallas históricas y revolucionarias de la clase obrera que están estallando a causa de la rápida intensificación de la crisis del sistema capitalista global, el CICI atribuye la mayor importancia objetiva y da la más alta prioridad política al estudio de la historia del movimiento trotskista, sobre todo de su prolongada lucha contra el oportunismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de noviembre de 2023)

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