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Perspectiva

El sospechoso “suicidio” del denunciante de Boeing, John Barnett

La muerte del denunciante de Boeing, John “Mitch” Barnett, exempleado de la empresa aeroespacial de 62 años, fue declarada suicidio dos días después de que se le encontrara muerto en una camioneta parqueada en el vestíbulo de un hotel. Hay muchas razones para cuestionar esta versión.

En ese momento, Barnett se encontraba en medio de una declaración en Charleston, Carolina del Sur, en la que estaba prestando testimonio para una demanda civil contra Boeing. Barnett trabajó para Boeing como encargado de calidad durante la mayor parte de sus 32 años de carrera, durante los cuales planteó muchas preocupaciones serias sobre la seguridad del avión comercial 787 Dreamliner de Boeing. En la demanda se acusa a Boeing de acosarlo en el trabajo, obstaculizar sus ascensos y, en última instancia, obligarlo a abandonar la empresa 10 años antes de su jubilación prevista.

John Barnett en el documental de Netflix de 2022 "Caída: El caso contra Boeing". [Photo: Netflix]

Barnett prestó testimonio durante dos días, el 7 y el 8 de marzo. Según sus abogados, Rob Turkewitz y Brian Knowles, estaba cansado pero dispuesto a declarar en el tercer y último día. Cuando no llegó al tribunal el 9 de marzo y no respondió a sus llamadas telefónicas, los abogados de Barnett llamaron al hotel donde se alojaba para ver cómo estaba. Los empleados del hotel encontraron a Barnett muerto con una herida de bala en la cabeza.

El forense del condado de Charleston dictaminó que la causa de la muerte fue “una herida autoinfligida”, y un informe policial afirmaba que los agentes habían encontrado “un trozo de papel blanco parecido a una nota” cerca del cuerpo de Barnett. Sin embargo, los abogados de Barnett rebatieron inmediatamente la afirmación de que la muerte de su cliente había sido un suicidio. Hicieron público un comunicado en el que decían:

No vimos ningún indicio de que fuera a quitarse la vida. Nadie puede creerlo. La policía de Charleston tiene que investigar esto a fondo y con precisión y contárselo al público. No se puede dejar ningún detalle sin investigar.

Un comentario más revelador vino de una de las amigas de la familia de Barnett, Jennifer, que declaró a una filial de ABC el 15 de marzo que Barnett le había advertido: “Si me pasa algo, no es un suicidio”.

La sorprendente revelación de Jennifer sería, en un mundo guiado por la razón, la justicia y la protección del público, el punto de partida para investigar otras causas de la muerte de Barnett. En lugar de ello, la mayoría de los medios de comunicación corporativos han guardado silencio sobre esta declaración, incluso mientras siguen informando de varias cuasi catástrofes en las que se han visto implicados aviones Boeing en los últimos meses.

Cabe contrastar la muerte de Barnett y sus secuelas con la del político opositor ruso Alexéi Navalni, quien apareció muerto en su celda en febrero. Los medios de comunicación, junto con el presidente Joe Biden, no perdieron tiempo en declarar, sin pruebas, que la muerte de Navalni era obra del presidente ruso Vladímir Putin.

Sin embargo, cuando hay pruebas más que suficientes para sugerir que hubo un crimen contra el denunciante de Boeing, se ignoran las pruebas.

Barnett tenía un historial de hablar sobre las prácticas peligrosas y negligentes de Boeing después de que dejó la compañía en 2017. En diversas entrevistas, describió cómo Boeing comprometió el control de calidad de una manera que fue “catastrófica” para los pasajeros de Boeing. El objetivo primordial, según Barnett, era “hacer sonar la caja registradora”.

En una entrevista con Corporate Crime Reporter, Barnett expuso el papel de las conexiones militares de Boeing, heredadas de su fusión con McDonnell Douglas en 1997. “Todo el equipo venía... del lado militar”, dijo. “Su lema era: estamos en Charleston y podemos hacer lo que queramos. Empezaron a presionarnos para que no documentáramos los defectos, para que trabajáramos al margen de los procedimientos, para que permitiéramos que se instalara material defectuoso sin corregirlo”.

Los desastres más conocidos de los aviones Boeing siguen siendo los accidentes mortales de los 737 Max 8 en octubre de 2018 y marzo de 2019, que mataron a los 346 pasajeros y tripulantes a bordo de los dos aviones. Ambos accidentes fueron causados por una pieza de software relativamente desconocida, el Sistema de Aumento de Características de Maniobra (MCAS, sigla en inglés).

Los documentos filtrados y las audiencias del Congreso revelaron que la dirección de Boeing sabía que el MCAS podía provocar accidentes forzando al avión a caer en picado tras anular el control del piloto. A pesar de ello, el gigante corporativo siguió adelante con la instalación del software en todos sus aviones nuevos. Los directivos de la empresa también hicieron todo lo posible para ocultar la existencia del sistema a los pilotos, las compañías aéreas y los organismos reguladores hasta que se vio obligada a hacerlo tras el primer accidente. Pero incluso entonces, Boeing insistió en que los Max 8 eran seguros, hasta el segundo accidente, que obligó a dejar en tierra a los aviones en todo el mundo.

Nunca se juzgó a ningún ejecutivo por el delito de desarrollar y distribuir un avión defectuoso y mortal. Las investigaciones federales dejaron libres de culpa al entonces director ejecutivo, Dennis Muilenburg, y al actual, David Calhoun. Muilenburg ganó más de 80 millones de dólares durante su etapa como director ejecutivo, y Calhoun ganó 22,5 millones de dólares solo en 2022.

Boeing desempeña un papel enorme en la economía estadounidense y en el complejo militar-industrial de Estados Unidos. Es una de las mayores empresas manufactureras y exportadoras del país, y es un proveedor clave de las enormes sumas de material bélico que compra el Gobierno estadounidense. Nadie debería dudar de que es capaz de hacer cualquier cosa para defender sus ganancias y los intereses del imperialismo estadounidense, incluso para silenciar a alguien que considere problemático.

Barnett no es el primero que sufre una muerte sospechosa justo antes de aportar pruebas potencialmente condenatorias contra una entidad crucial para el capitalismo estadounidense.

El periodista Michael Hastings fue hallado muerto tras estrellarse contra un árbol a 160 km/h mientras investigaba al entonces director de la CIA, John Brennan. Su último reportaje, “Por qué a los demócratas les encanta espiar a los estadounidenses”, fue publicado por BuzzFeed el 7 de junio de 2013, 11 días antes de su muerte.

El empleado del Partido Demócrata, Seth Rich, quien se cree que estuvo detrás de la filtración de 20.000 correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata que mostraban una extraordinaria corrupción a favor de la campaña de Hillary Clinton, fue matado a tiros en un presunto atraco en junio de 2016.

El inversor financiero y traficante sexual Jeffrey Epstein fue hallado muerto en su celda en agosto de 2019, después de que las investigaciones sobre sus negocios amenazaran con revelar sórdidas conexiones con altos ejecutivos y políticos de Estados Unidos y de todo el mundo.

En todos los casos, los medios de comunicación corporativos elaboran una historia políticamente aceptable para la burguesía: un accidente de coche, un robo que sale mal, un suicidio por ahorcamiento. No hay ninguna investigación seria ni seguimiento, ya sea por parte de la policía ni por los que pretenden llamarse “periodistas”.

No cabe duda de que Barnett tenía más cosas que decir que habrían puesto aún más al descubierto la criminalidad de los ejecutivos de Boeing y del capitalismo estadounidense en su conjunto. El gigante de la aviación comercial y militar solo sigue operando porque está protegido en todos los niveles por los reguladores federales, cuyas sanciones por prácticas mortíferas equivalen a menos de un tirón de orejas, y por políticos que diseñan leyes que permiten la producción de máquinas tan complejas como los aviones sin ninguna supervisión.

Estas fuerzas sirven a los banqueros de Wall Street y a los ejecutivos de las empresas que componen la oligarquía estadounidense e internacional. Para ellos, la guerra y el afán de lucro están por encima de las cuestiones de seguridad y protección de la vida humana.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de marzo de 2024)

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