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Perspectiva

El presidente del UAW cena en la Casa Blanca: la alianza corporativista para la Tercera Guerra Mundial

El presidente del sindicato United Auto Workers (UAW), Shawn Fain, asistió a una cena estatal el miércoles con el primer ministro japonés Fumio Kishida, como parte de una serie de eventos dirigidos a intensificar el conflicto económico y militar con China. La participación del titular del UAW no solo expone la podredumbre de Fain como individuo, sino la función social de toda la burocracia.

El presidente Joe Biden y el primer ministro Fumio Kishida pasan revista a las tropas con el coronel David Rowland, comandante del 3er Régimen de Infantería, La Vieja Guardia, en el jardín sur de la Casa Blanca, 10 de abril de 2024, Washington D. C. [AP Photo/Evan Vucci]

Hace dos años, Fain llegó al poder afirmando falsamente que “democratizaría” el UAW, después de que fiscales federales enviaron a un gran número de altos funcionarios sindicales a la cárcel por aceptar sobornos y robarse las cuotas de los trabajadores. En cambio, después de una huelga limitada e inútil, Fain impuso a la fuerza un contrato patronal el año pasado que ya eliminó miles de empleos en la industria automotriz.

Mientras sus predecesores disfrutaban bistecs y cigarros en el restaurante London Chophouse de Detroit, Fain cenó en la Casa Blanca un bistec fino dry aged con jefes de Estado, belicistas y multimillonarios como Jamie Dimon y Tim Cook.

El hecho de que el estatus político de Fain esté ascendiendo mientras el UAW colabora en los despidos masivos es solo la prueba más reciente de que la clase dominante, y especialmente los demócratas y el Gobierno de Biden, se apoyan en la burocracia sindical para reprimir la lucha de clases e imponer contratos patronales. La experiencia en la industria automotriz se ha repetido innumerables veces en otras industrias, incluyendo en UPS, donde se está utilizando un contrato del sindicato Teamsters para despedir a decenas de miles de trabajadores y cerrar 200 instalaciones.

Pero la presencia de Fain en la recepción del miércoles apunta a un papel aún más crítico que la burocracia desempeña para la clase capitalista: ayudar a allanar el camino para la guerra mundial.

El propósito de la visita del primer ministro japonés era reforzar los lazos militares entre Japón y EEUU y comprometerse con la remilitarización de su país. El principal blanco en la mira de esta alianza es China, cuyo crecimiento económico es considerado por EE.UU. como una amenaza existencial para su dominio mundial. Los planes para una guerra liderada por EE.UU. contra el país más poblado del mundo están muy avanzados, con el Congreso “wargaming” tal conflicto que comenzaría en el 2025. Esto implicaría inevitablemente cientos de miles, si no millones, de tropas estadounidenses.

La presencia de Fain en la recepción fue algo totalmente predecible. Dentro de los planes de guerra, la burocracia cumple el papel de disciplinar a la clase trabajadora en el “frente interno”, garantizar la producción continua y el suministro de equipo militar y prevenir la oposición de los trabajadores tanto a la guerra como a las demandas de “sacrificios” que inevitablemente la acompañarán.

La guerra mundial efectivamente ya comenzó en los campos de batalla de Ucrania y en los campos de exterminio israelíes de la Franja de Gaza. No se trata de conflictos separados, sino que forman parte de un único conflicto mundial emergente. Estados Unidos y sus aliados imperialistas están decididos a utilizar la guerra para controlar las cadenas de suministro y los recursos naturales.

La visita fue solo la última de una serie de importantes escaladas militares de las potencias imperialistas en las últimas semanas. El presidente francés ha planteado públicamente la idea de desplegar tropas en Ucrania, aumentando el peligro de combates entre tropas francesas y rusas que podrían escalar rápidamente hasta una guerra nuclear. Alemania, autora de las peores atrocidades de la historia mundial, está reviviendo sus tradiciones militaristas, declarando que el país tiene que estar “listo para la guerra” en un plazo de tres a cinco años.

Estados Unidos, la cúpula del imperialismo mundial, aprobó recientemente un presupuesto militar récord de 825.000 millones de dólares, mientras sigue canalizando armas profusamente hacia Ucrania e Israel, incluso cuando el genocidio de Gaza amenaza con desembocar en una guerra total con Irán.

Toda la sociedad estadounidense necesita ser movilizada para la guerra. Biden, que se autodenomina el presidente más “pro obrero de la historia de Estados Unidos”, busca conscientemente desarrollar una alianza corporativista que reúna a la burocracia sindical con el Estado capitalista y las grandes corporaciones. Cuando anunció la nueva Estrategia de Seguridad Nacional en 2022, Biden se jactó de que su Gobierno “ha roto la línea divisoria entre la política interior y la exterior”.

Repetidamente invoca el llamado “Arsenal de la Democracia”, la economía de guerra estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, como modelo para sus propias políticas. En realidad, una clave de la producción en tiempos de guerra fue el “compromiso de no hacer huelga” de la burocracia sindical para mantener bajo control los explosivos conflictos de clases que surgieron durante la Gran Depresión, así como el encarcelamiento de los socialistas que se oponían a la guerra.

En el evento en enero donde aceptó el respaldo del UAW para su reelección, mientras los burócratas echaban de la sala a manifestantes que protestaban sobre Gaza, Biden declaró que los trabajadores tenían que construir “portaaviones y tanques”.

El UAW está ayudando a llevar a cabo una versión moderna del “compromiso de no hacer huelga”. El sindicato “representa” a los trabajadores de las principales fábricas de municiones que producen armas para Ucrania e Israel. Recientemente impuso un contrato patronal que evitó una huelga en Allison Transmission, que fabrica piezas para los tanques israelíes desplegados en Gaza.

La integración de la burocracia en el Estado no es simplemente una política preferida, sino una tendencia fundamental en la era del imperialismo. En 1940, León Trotsky observó que, debido a que el “mando centralizado” del capitalismo monopolista les previene “beneficiarse de la competencia entre las distintas empresas”, los sindicatos “se adaptan al Estado capitalista y se disputan su cooperación”.

Trotsky continúa:

Esta posición está en completa armonía con la posición social de la aristocracia obrera y la burocracia sindical, que se disputan las migajas de las superganancias del capitalismo imperialista.

Los burócratas sindicales hacen todo lo posible, en dicho y hecho, para demostrarle al Estado “democrático” lo fiables e indispensables que son en tiempos de paz y, sobre todo, en tiempos de guerra. Al transformar los sindicatos en órganos del Estado, el fascismo no inventa nada nuevo; simplemente lleva hasta sus últimas consecuencias las tendencias inherentes al imperialismo.

Esto es aún más cierto hoy que en la época de Trotsky. Los burócratas han pasado los últimos 40 años llevando a cabo recortes masivos de empleos y salarios, mientras que sus propios salarios se han disparado. Son criaturas del Estado y de la gerencia patronal.

La retórica de “América primero” de Donald Trump, que también es adoptada en efecto por los demócratas, fue acuñada hace décadas por la burocracia sindical. Mientras colaboraba activamente con las corporaciones estadounidenses en la destrucción masiva de empleos, el aparato abogaba por medidas de guerra comercial, en alianza con las transnacionales “estadounidenses”, como una solución para salvar los empleos “estadounidenses”. Este nacionalismo, en realidad, paralizaba a los trabajadores enfrentándolos a sus aliados de la clase obrera de diferentes países.

Es una ironía histórica que Fain participara en la recepción de un primer ministro japonés. En los años 80, el UAW llevó a cabo una frenética campaña racista contra los vehículos japoneses que desembocó en actos de violencia contra los estadounidenses de origen asiático. Hoy, los confederados de Fain en el sindicato United Steelworkers respaldan una campaña nacionalista contra la fusión entre Nippon Steel y US Steel.

Al mismo tiempo, los sindicatos estadounidenses están desempeñando el papel de mercenarios para el imperialismo estadounidense en México y América Latina, ayudando a construir nuevos sindicatos “independientes” en realidad controlados por las Embajadas estadounidenses. Esto está en continuidad con su papel de décadas en las conspiraciones anticomunistas de la CIA durante la Guerra Fría.

Para mantener cualquier atisbo de credibilidad después de sus décadas de traiciones, la burocracia sindical moderna depende cada vez más de fuerzas pseudoizquierdistas como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, sigla en inglés) y Labor Notes. Mediante su apoyo a Fain y a otros candidatos “reformistas”, las agrupaciones respaldadas por la pseudoizquierda han sido compensadas con los puestos más altos de la burocracia sindical.

Estas organizaciones pseudoizquierda, en realidad antisocialistas y proimperialistas, trabajan para desviar y estrangular la oposición a la guerra entre los trabajadores y los jóvenes canalizándola de nuevo detrás del Partido Demócrata. En diciembre pasado, el UAW aprobó una resolución de “alto el fuego” en Gaza, solo semanas antes de respaldar el “Genocida Joe”.

De hecho, la pseudoizquierda en su conjunto está desempeñando un papel cada vez más clave en apuntalar la credibilidad de todas las instituciones del dominio burgués, especialmente del Partido Demócrata, a medida que su apoyo popular se desploma en medio de la ira masiva contra la guerra y asombrosos niveles de desigualdad social.

El uso que hace Biden de la frase “Arsenal de la Democracia” también tiene por objeto fomentar el apoyo a la guerra presentando la producción militar como buena para el empleo. Después de todo, en los años de guerra se produjo un gran descenso del desempleo y un aumento de los salarios en Estados Unidos.

Pero ese fue un periodo diferente para el imperialismo estadounidense. El esfuerzo bélico de EE.UU., que incluyó el internamiento de japoneses-estadounidenses, el uso de armas atómicas y el bombardeo de civiles alemanes, nunca fue por la “democracia”, sino para convertir al imperialismo estadounidense en la potencia mundial. Pero EE.UU. era entonces una potencia en ascenso, que podía permitirse concesiones a la clase obrera a cambio de la “paz” laboral. Y había una amplia oposición en la clase obrera al fascismo alemán, a la que Roosevelt podía apelar.

Ahora, el capitalismo estadounidense está en decadencia terminal y prepara una guerra capaz de destruir el planeta. Está combinando esto con políticas internas deliberadas dirigidas a aumentar el desempleo masivo para aplastar a la clase obrera, con el apoyo de la burocracia sindical. Esto no se puede hacer con nada parecido a la “democracia”, sino que solo se puede imponer a través de medios dictatoriales, e incluso fascistas.

Por encima de todo, la alianza corporativista tiene como objetivo suprimir el crecimiento del socialismo en la clase obrera. Solo a través de un movimiento de masas de la clase obrera, sobre la base del internacionalismo socialista, podrá detener la incipiente Tercera Guerra Mundial.

El protagonismo de la burocracia en los preparativos de la guerra demuestra que este movimiento está totalmente conectado con la creciente rebelión contra la burocracia sindical. El desarrollo de nuevas organizaciones de lucha, comités de base, preparadas para luchar contra las empresas, el aparato sindical y el Estado capitalista, debe combinarse con un movimiento político contra la causa de la guerra: el sistema de lucro capitalista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de abril de 2024)

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