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Reflexiones sobre la muerte del teniente William Calley Jr.: atrocidades imperialistas, desde My Lai hasta Gaza

La muerte del exteniente del ejército William Calley Jr. a los 80 años, de la que se informó recién este mes, aunque tuvo lugar en abril, brinda la ocasión de repasar uno de los crímenes más notorios del imperialismo estadounidense durante la guerra de Vietnam, la masacre de My Lai.

No se trata de una cuestión de historia antigua, ya que hay muchas personas que hoy en día todavía pueden recordar, como lo hace este escritor, cuándo escuchó por primera vez el nombre de Calley y el pueblo al que siempre estará vinculado: My Lai, en la jerga del ejército estadounidense, Songmy, como lo llamaban quienes vivían allí.

No se trata simplemente de una atrocidad en Vietnam en 1968, en la que las tropas estadounidenses ametrallaron, apuñalaron y mataron con granadas de mano a unos 504 civiles vietnamitas, casi todos ellos mujeres, niños y ancianos incapaces de defenderse. Este tipo de acontecimientos son el sello distintivo de toda guerra imperialista y colonial.

Hoy en Gaza, prácticamente cada semana se produce un nuevo My Lai, aunque normalmente mediante misiles lanzados a distancia, bombas arrojadas desde aviones de guerra o proyectiles de tanques disparados contra multitudes de civiles palestinos. Los soldados israelíes utilizan armas avanzadas suministradas por Estados Unidos que les permiten matar con impunidad a distancia. No tienen que ensuciarse las manos empujando a víctimas que gritan a una zanja y luego abriendo fuego con ametralladoras o lanzando granadas de mano.

Fue el costo psicológico de tales acciones lo que resquebrajó el encubrimiento de My Lai por parte del alto mando militar estadounidense. Algunos soldados del pelotón de Calley se opusieron al asesinato en masa; algunos se negaron rotundamente a abrir fuego, otros lamentaron amargamente su propio papel en “cumplir órdenes” y se lo contaron a otros soldados y, finalmente, a la prensa.

Víctimas de la masacre de My Lai, principalmente mujeres y niños, en un camino. Esta foto fue tomada por el fotógrafo Ronald L. Haeberle del Ejército de EE.UU., 16 de marzo de 1968 [Photo: US Army]

Unos cuantos soldados valientes, Hugh Thompson, Jr. y Ron Ridenhour, y un periodista de principios, Seymour Hersh, desempeñaron el papel principal en dar a conocer My Lai al público estadounidense y mundial.

El 16 de marzo de 1968, Calley, entonces subteniente, dirigió su Primer Pelotón de la Compañía Charlie, una unidad de la División Americal, a la aldea de My Lai. El alto mando le había dicho, y él transmitió la “inteligencia” a sus tropas, que la mayoría de las mujeres y otros no combatientes estarían lejos del pueblo en un mercado local, dejando atrás principalmente a combatientes de la resistencia vietnamita, los llamados “Vietcong”, que iban a ser asesinados sin piedad.

El pelotón no encontró combatientes de la resistencia, pero la matanza sin piedad comenzó de todos modos. Acorralaron a las familias hacia zanjas de drenaje o refugios antiaéreos, y luego las masacraron con granadas de mano o fuego de ametralladora. Los soldados violaron en grupo a muchas de las mujeres y niñas, antes de matarlas. Al final del baño de sangre, hubo 504 vietnamitas muertos, y ni una sola víctima estadounidense.

El testimonio de los testigos oculares todavía es repugnante, como los recuerdos de los sobrevivientes del Holocausto. El Bulletin, entonces el periódico del movimiento trotskista estadounidense citó parte de ellos en el momento del juicio de 1970 a Calley por 109 cargos de asesinato:

Había un niño pequeño caminando hacia nosotros aturdido. Le habían disparado en el brazo y la pierna. No lloraba ni hacía ningún ruido. El soldado le disparó tres tiros. El primero lo derribó, el segundo lo levantó en el aire. El tercer tiro lo derribó y los fluidos corporales salieron. El soldado simplemente se alejó. —Ronald L. Haeberle, exsargento fotógrafo del ejército

Justo afuera del pueblo había una gran pila de cuerpos. Un niño muy pequeño, solo tenía una camisa puesta, nada más, se acercó a la pila y tomó la mano de uno de los muertos. Uno de los soldados detrás de mí se arrodilló, a 30 metros de este niño, y lo mató de un solo tiro. —Jay Roberts, Especialista 5

Caminamos hacia la gente y él [Calley] comenzó a empujarlos y a disparar hacia el barranco. Había unos 80 civiles allí y empezamos a usar armas automáticas contra ellos, hombres, mujeres, niños y bebés. —exsoldado Paul Meadlo

Hubo muchos más testigos de ese tipo, aunque durante más de un año la masacre permaneció en secreto dentro del mando del ejército.

Herbert Carter, un soldado de Houston, Texas, dijo más tarde: “Pasamos por el pueblo. No vimos a ningún VC [Viet Cong]. La gente salió de sus chozas y los nuestros les dispararon y luego quemaron las chozas, o quemaron las chozas y luego dispararon a la gente cuando salieron. ... Siguió así todo el día. Algunos de los soldados parecían divertirse mucho haciéndolo”.

“Todo fue tan deliberado. Fue un asesinato a quemarropa y yo estaba allí de pie observándolo”, recordaría el sargento Michael Bernhardt de Nueva York. “Era como cualquier otro pueblo vietnamita: el viejo Papa-san, las mujeres y los niños. De hecho, no recuerdo haber visto a ningún hombre en edad militar en todo el lugar, vivo o muerto. El único prisionero que vi tenía unos 50 años”.

“Como si fuera algo de estilo nazi”

Michael Terry, de Orem, Utah, dijo: “Simplemente pasaron y dispararon a todo el mundo. Parecía que nadie decía nada... Empezaron a sacar a la gente y a dispararles”. Describió el asesinato de un grupo de 20 vietnamitas: “Los tenían en un grupo de pie sobre una zanja, como si fuera algo de estilo nazi... Un oficial le ordenó a un chico que ametrallase a todo el mundo, pero el chico no pudo hacerlo. Tiró la ametralladora y el oficial la recogió... Muchos de los nustros sienten que no son seres humanos; los tratamos como animales”.

Varnado Simpson, entrevistado para el libro Cuatro horas en My Lai, admitió: “Les corté el cuello, las manos, la lengua, el pelo, les arranqué el cuero cabelludo. Lo hice. Mucha gente lo estaba haciendo, y yo simplemente lo seguí. Perdí todo sentido de orientación”. Más tarde Simso se suicidó.

El ejército informó inicialmente de un importante éxito militar en My Lai, en el que habían muerto 128 combatientes enemigos. El comandante estadounidense en Vietnam, el general William Westmoreland, declaró que las tropas estadounidenses habían asestado un “duro golpe” al Viet Cong. Mentiras y alardes similares acompañan con frecuencia a estas atrocidades.

Pero hubo una denuncia presentada por Hugh Thompson, un piloto de helicóptero que rescató personalmente a 16 niños vietnamitas en My Lai (aterrizó su helicóptero en el pueblo, hizo que sus dos artilleros apuntaran sus armas hacia los soldados enfurecido y llenó el avión hasta su capacidad máxima antes de volar).

Ronald Ridenhour, un artillero de helicóptero que no estaba en el lugar, se enteró de la masacre a través de los rumores y comenzó a investigar por su cuenta. Esperó hasta dejar el ejército, pero en 1969 envió mensajes exponiendo los acontecimientos de My Lai al alto mando militar y a docenas de miembros del Congreso. El ejército inició una investigación formal del teniente Calley por cargos de asesinato, esperando que se plantearan preguntas en el Congreso, pero no se hizo nada. Associated Press (AP) informó sobre la apertura de la investigación en un artículo de cuatro párrafos en septiembre de 1969.

Las verdaderas dimensiones del horror de My Lai recién se hicieron públicas dos meses después. Las acusaciones de Ridenhour llegaron a manos de Seymour Hersh, un periodista independiente de 32 años que había dejado la AP para trabajar como secretario de prensa de la campaña presidencial del senador Eugene McCarthy, que había desafiado al titular Lyndon Johnson por la guerra de Vietnam. Hersh siguió insistiendo y finalmente localizó a Calley y lo entrevistó sobre los acontecimientos del 16 de marzo de 1968.

Los artículos de Hersh sobre la masacre cometida por soldados estadounidenses fueron distribuidos por Dispatch News Service, una agencia de prensa alternativa especializada en la cobertura crítica de la guerra de Vietnam. (Fundada en 1968, cerró en 1973, tres años después de que Hersh recibiera el Premio Pulitzer de periodismo internacional por su exposición de My Lai). Sólo después de que las revelaciones fueran recogidas por la prensa internacional, los medios corporativos estadounidenses siguieron su ejemplo.

Hersh escribe: “La mayor cobertura dada mi segundo artículo sobre My Lai por el London Times influyó en muchos periódicos estadounidenses a reconsiderar mis historias, que inicialmente habían rechazado o minimizado”.

El artículo de My Lai generó una repulsión generalizada, alimentó el movimiento contra la guerra en Estados Unidos, dejó perplejo al Pentágono y causó un daño duradero a su capacidad de hacer la guerra en nombre del imperialismo estadounidense. Como decía el titular del Bulletin de la época (usando el nombre vietnamita para el lugar de la masacre), “SONGMY ES VIETNAM”.

Ese artículo, publicado el 8 de diciembre de 1969, ofrecía un análisis marxista de un acontecimiento que estaba siendo ampliamente publicitado en los medios corporativos, pero que al mismo tiempo estaba siendo desestimado como la acción criminal de un grupo de soldados y oficiales de bajo rango, que no reflejaba la política del gobierno estadounidense. El Bulletin explicó:

La guerra de Vietnam es una guerra de una potencia imperialista, Estados Unidos, contra el pueblo de Vietnam, los trabajadores y campesinos comunes. De un lado está el ejército de Estados Unidos y un pequeño grupo de especuladores corruptos, militaristas, capitalistas del gobierno de Saigón. Del otro lado está el Frente de Liberación Nacional y Vietnam del Norte, que recibe el apoyo de las masas populares y que no podría sobrevivir ni un día sin ese apoyo.

En condiciones de guerra imperialista, los civiles comunes SON el enemigo. No es posible luchar en una guerra así sin atrocidades. No hay manera de limpiar la suciedad imperialista de esta guerra. No hay manera de limitar la culpa de Songmy a un solo teniente... La culpa recae sobre los gobernantes de Estados Unidos. No hay manera de limitar la exposición de esta guerra solo a Songmy. Songmy es el corazón mismo de la guerra de Vietnam. Muestra por encima de todo lo demás el carácter de CLASE de esta guerra.

Juicio, condena, pero ningún castigo

A medida que avanzaba la investigación del ejército, se retiraron los cargos contra todos los oficiales inicialmente implicados, excepto los dos más directamente involucrados: Calley, que estaba en la escena participando en los tiroteos masivos, y su superior directo, el capitán Ernesto Medina, quien, según los testigos en el juicio, dio órdenes a Calley de destruir todo lo que 'caminara, se arrastrara o gruñera' en el pueblo. También se retiraron los cargos contra siete de los once soldados inicialmente implicados. De los cuatro soldados restantes, todos fueron absueltos, al igual que el capitán Medina. Calley fue, por tanto, la única persona condenada por un asesinato en masa que acabó con la vida de 504 personas.

En una declaración ante el tribunal, que se recuerda en el artículo del New York Times sobre su muerte, Calley dijo: “Mis tropas estaban siendo masacradas y maltratadas por un enemigo que no podía ver, no podía sentir y no podía tocar; nadie en el sistema militar los describió nunca como algo distinto del comunismo... No le dieron una raza, no le dieron un sexo, no le dieron una edad. Nunca me dejaron creer que era sólo una filosofía en la mente de un hombre. Ése era mi enemigo ahí fuera”.

William Calley [Foto: Ejército de EE. UU.] [Photo: US Army]

El anticomunismo se combinó con la misma justificación de la violencia criminal ofrecida por los nazis: “Sólo estaba siguiendo órdenes”. Ese pretexto sirvió a cuatro de los coacusados de Calley, los soldados rasos absueltos de sus acciones en My Lai porque estaban siguiendo las órdenes de Calley. Pero el intento de Calley de utilizar la misma justificación fue rechazado por el tribunal, ya que esto habría requerido admitir que My Lai, en lugar de ser una aberración, se llevó a cabo de acuerdo con las órdenes militares estadounidenses en Vietnam.

El veredicto del tribunal marcial en marzo de 1971, después del juicio más largo en la historia militar de Estados Unidos, fue declarar a Calley culpable de los asesinatos de 22 personas. Fue condenado a cadena perpetua, pero después de sólo tres días intervino el presidente Richard Nixon, colocándolo bajo arresto domiciliario en espera de apelación. El comandante de la base redujo su sentencia a 20 años. El secretario del ejército Howard Callaway redujo aún más la sentencia en 1974 a 10 años, y Calley finalmente fue liberado después de sólo tres años de arresto domiciliario, durante los cuales vivió en la base donde había estado sirviendo, Fort Benning, cerca de Columbus, Georgia.[1]

Políticos prominentes a favor de la guerra, tanto demócratas como republicanos, denunciaron el procesamiento, la condena y la sentencia de Calley. El gobernador de Alabama, George Wallace, pidió un indulto presidencial. Jimmy Carter, el futuro presidente, entonces gobernador de Georgia, calificó el veredicto como “un golpe a la moral de las tropas”. Instó a los georgianos a “honrar la bandera como lo había hecho Rusty”, utilizando el apodo de Calley, dado por su cabello rojizo.

Después de la liberación de Calley del arresto domiciliario, llevó una vida tranquila y sin incidentes. Se casó, trabajó en la joyería de su suegro, tuvo un hijo, finalmente se divorció, se mudó a Atlanta y más tarde a Florida. Poco se ha informado de sus últimas décadas, hasta que murió a la edad de 80 años, el 28 de abril de 2024, en un hospicio en Gainesville, Florida.

Según el Washington Post, que fue el primero en informar sobre la muerte de Calley, el periódico obtuvo “una copia de su certificado de defunción del Departamento de Salud de Florida en el condado de Alachua. El Post fue alertado sobre la muerte, que no se había informado previamente, por Zachary Woodward, un reciente graduado de la Facultad de Derecho de Harvard que dijo que se dio cuenta de la muerte del Sr. Calley mientras revisaba los registros públicos”.

El obituario del Post señaló: “Curiosamente, su certificado de defunción coincidía con detalles conocidos sobre su vida, incluida información sobre su nacimiento, carrera, nombre y apodo, pero presentaba una omisión notable. En una línea que preguntaba si alguna vez había servido ‘en las fuerzas armadas de los EE. UU.’, la respuesta dada fue ‘no’”. Incluso en la muerte, aparentemente, el gobierno buscó distanciarse del asesino en masa que había creado.

Algunas conclusiones

My Lai fue excepcional, no en su brutalidad, sino en su notoriedad. Se estima que el ejército estadounidense mató a uno o dos millones de civiles durante los años 1965 a 1973, cuando un gran número de tropas estadounidenses participaron en combates terrestres en Vietnam. Según los investigadores, en los registros militares de Estados Unidos hay cientos de masacres similares a gran escala. My Lai destacó porque un fotógrafo de combate estaba allí y tomó las impactantes fotos, porque los testigos oculares denunciaron el suceso y, en última instancia, obligaron a una investigación pública y un juicio.

El propio abogado de Calley, el ex juez militar George Latimer, dijo al tribunal: “Este chico es un producto del sistema… Lo sacaron de su propia casa, le dieron armas automáticas, le enseñaron a matar. Le ordenaron matar. Y luego el mismo gobierno lo juzga por asesinato y elige al juez, al tribunal y al fiscal”.

Myrtle Meadlo, madre de Paul Meadlo, uno de los soldados más activos en la masacre, según su propio relato, le dijo a Seymour Hersh: “Esto lo ha puesto terriblemente nervioso… Parece que simplemente no puede superarlo”. Y concluyó: “Les envié a un buen chico y lo convirtieron en un asesino”.

Al día siguiente de la masacre, Paul Meadlo pisó una mina terrestre mientras patrullaba y le voló el pie derecho. Cuando subió a un helicóptero para ser evacuado por razones médicas, Meadlo supuestamente le gritó a su teniente: “¿Por qué lo hiciste? Este es el castigo de Dios para mí, Calley, ¡pero tú recibirás el tuyo! ¡Dios te castigará, Calley!”.

Hay otra circunstancia de los sucesos de My Lai que merece consideración. Marzo de 1968 fue un mes de crisis extraordinaria, tanto en Vietnam como en los asuntos del capitalismo mundial en general. La Ofensiva del Tet, lanzada el 29 de enero de 1968, había destrozado las afirmaciones de la administración Johnson de un progreso constante y una victoria inevitable en la guerra. Las tropas del Frente de Liberación Nacional tomaron la embajada de Estados Unidos en Saigón, izaron su bandera sobre la ciudadela de Hue y atacaron docenas de otras ciudades y bases estadounidenses. La provincia de Quang Ngai, donde se encontraba My Lai, fue escenario de encarnizados combates durante el mes anterior a la masacre.

Aunque sufrieron enormes pérdidas y fueron finalmente expulsados de las ciudades durante el mes siguiente, las fuerzas vietnamitas habían asestado un golpe mortal desde el punto de vista estratégico y político.

En el transcurso de marzo, la posición política de Johnson y la posición económica de los Estados Unidos se desmoronaron. El 12 de marzo, McCarthy obtuvo el 42 por ciento de los votos en las primarias de New Hampshire, un fuerte revés para un presidente en ejercicio. Cuatro días después, el senador Robert F. Kennedy anunció que también desafiaría a Johnson por la nominación.

Johnson había reemplazado a Robert McNamara como secretario de Defensa por Clark Clifford, un veterano agente de poder del Partido Demócrata en Washington. Clifford destituyó a Westmoreland como comandante en Vietnam el 22 de marzo de 1968, seis días después de My Lai (de lo que nadie en Washington estaba al tanto en ese momento). El 25 de marzo, Clifford convocó a un grupo de ex altos funcionarios de seguridad nacional (apodados los “hombres sabios”) para revisar la política estadounidense en Vietnam. Al día siguiente, este grupo se reunió con el presidente Johnson. Cinco días después, el 31 de marzo, el propio Johnson anunció que ya no sería candidato a la reelección.

Igualmente significativo fue el impacto de la Ofensiva del Tet en la profundización de la crisis del dólar, ya que el déficit de la balanza de pagos estadounidense siguió empeorando. La venta de dólares por oro alcanzó proporciones de pánico a principios de marzo, y la libra esterlina, una moneda más débil, se enfrentó al colapso, lo que obligó al gobierno británico a cerrar todos los bancos y bolsas de valores el 15 de marzo. El 16 y 17 de marzo, una reunión de emergencia de banqueros mundiales estableció un sistema de dos niveles en el que se mantenía un precio estable del oro de 35 dólares para sus propias transacciones entre ellos, al tiempo que se permitía un precio de mercado libre para el oro en todas las demás transacciones. Esta fue la etapa final de una crisis que culminó cuando Nixon puso fin por completo a la convertibilidad dólar-oro el 15 de agosto de 1971.

Así, el mismo día en que los soldados estadounidenses ametrallaban a civiles vietnamitas en My Lai, los gobernantes del capitalismo mundial tomaban medidas igualmente drásticas en el ámbito financiero para preservar su dominación de clase. Hay más que simbolismo en esto. El asesinato en masa y la crisis financiera son dos caras de la misma moneda: la crisis global del capitalismo mundial.

La noticia de la muerte de Calley desencadenó una oleada de artículos en la prensa corporativa, pero luego se reanudó el silencio sobre los crímenes de la guerra de Vietnam que ha persistido durante más de medio siglo. Cada nueva guerra del imperialismo estadounidense (Panamá, Somalia, Irak, Afganistán, Irak de nuevo, Libia, Siria, Yemen y ahora Ucrania) se lanza en medio de un aluvión de publicidad que alaba los motivos democráticos y humanitarios de Estados Unidos. Nunca se hace referencia a las revelaciones de crímenes de guerra en Vietnam, dirigidas desde lo más alto del aparato de inteligencia militar.

Por supuesto, tampoco se hizo ningún esfuerzo por medir la crisis del capitalismo estadounidense, que sólo ha adquirido un carácter más profundo y maligno en los 56 años que han pasado desde My Lai. Una de las medidas adoptadas por Donald Trump durante el último año de su administración fue conceder indultos a varios soldados estadounidenses condenados por crímenes de guerra en Irak y Afganistán que igualaron en brutalidad, si no en número de víctimas, a las acciones de William Calley. Trump los elogió como héroes.

Y hoy, la administración Biden-Harris respalda sin reservas a un ejército israelí que ha llevado a cabo numerosas masacres de la escala de My Lai, la mayoría de ellas con bombas suministradas por Estados Unidos y misiles disparados a distancia, aunque algunos asesinatos en masa se han perpetrado cara a cara. De hecho, según la cifra estimada de 186.000 muertos en Gaza publicada el 5 de julio por la revista médica británica The Lancet, las tropas israelíes han estado matando a un promedio de 680 palestinos cada día, más que la cifra de 504 muertos en My Lai.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de agosto de 2024)


[1]

Fort Benning, que lleva el nombre de un general confederado, fue rebautizado como Fort Moore en 2023, como parte del esfuerzo por separar al ejército estadounidense de la herencia de rebelión proesclavista que encendió la Guerra Civil estadounidense (1861-1865). Pero la base fue rebautizada en honor a otro general estadounidense más conocido por una guerra que podría decirse que fue tan odiosa como la revuelta confederada: Hal Moore, que comandó las tropas estadounidenses en Vietnam durante la batalla de Ia Drang en 1965.

Este fue el primer enfrentamiento a gran escala entre soldados vietnamitas y estadounidenses, y el primero en el que se utilizaron helicópteros de asalto y bombarderos B-52 como apoyo aéreo táctico (básicamente, bombardeos de saturación alrededor de la fuerza estadounidense sitiada). Ia Drang fue en realidad dos batallas, ya que el 1.er Batallón del 7.º Regimiento de Caballería Aérea de Moore, aunque asediado, mantuvo a raya a sus atacantes de manera eficaz y más tarde logró una tasa de muertes de 10:1 gracias a la artillería y al apoyo aéreo. Sin embargo, el 2.º Batallón fue prácticamente superado, y los soldados vietnamitas se acercaron tanto que bombardearlos también habría aniquilado a los estadounidenses. La unidad sufrió más del 50 por ciento de bajas antes de la evacuación.

Ia Drang se relata en el libro We Were Soldiers Once… And Young , de Moore y Joseph Galloway, que se convirtió en una película con Mel Gibson interpretando a Moore de manera heroica. Pero, como el propio Galloway comentó más tarde, Ia Drang fue “la batalla que convenció a Ho Chi Minh de que podía ganar”, porque los vietnamitas se enfrentaron cara a cara con el ejército imperialista más poderoso del mundo y lo obligaron a retirarse.

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