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Sheinbaum continúa el legado de AMLO: la subordinación de México al conflicto de EE.UU. con China

La presidenta recién inaugurada de México, Claudia Sheinbaum ha dado luz verde para implementar lo que el diario derechista El Financiero describe favorablemente como “La estrategia: sustituir a los chinos”.

Sheinbaum durante la Conferencia de Salutación de las Fuerzas Armadas, 3 de octubre de 2024 [Photo: Claudia Sheinbaum Pardo]

Después de haber prometido construir un “segundo piso” a las políticas de su predecesor y mentor supuestamente de “izquierda”, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Sheinbaum está continuando a toda máquina la transformación más consecuente bajo el sexenio de López Obrador: la subordinación de la sociedad mexicana a la confrontación imperialista de Estados Unidos contra China.

En apenas su segunda semana en el cargo, Sheinbaum ha ordenado a sus ministros, reciclados del gabinete de AMLO, emprender una campaña coordinada para dar garantías a la clase dominante estadounidense.

En una entrevista con Bloomberg el martes. el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, quien se desempeñó como secretario de Relaciones Exteriores de AMLO, dejó en claro primero que el Gobierno está abierto a los negocios: “Necesitamos tener relaciones muy cercanas con los directores de las empresas. Tenemos que poner realmente sobre la mesa la información para las decisiones que vayan a tomar. Necesitamos un grado de confianza y acercamiento amistoso”.

Añadió: “Estamos importando muchas cosas de China y también de Vietnam, y no hay razón para ello... Necesitamos decisiones de sentido común sobre la competencia con China, para no tener políticas arancelarias desordenadas entre México, Canadá y Estados Unidos”.

Luego el subsecretario de Comercio, Luis Rosendo Gutiérrez, ofreció una entrevista a The Wall Street Journal el martes para informar sobre las conversaciones informales del Gobierno con ejecutivos sobre la sustitución de bienes y componentes importados de China, involucrando a dos docenas de empresas estadounidenses de las industrias automotriz, aeroespacial y de semiconductores.

La exsecretaria de Economía y ahora de la Función Pública, Raquel Buenrostro Sánchez, habló anteriormente con El Economista y explicó que la principal preocupación del Gobierno en materia de inversiones consiste en proyectos en pausa de Ford y General Motors a raíz de “los anuncios de Trump de que no se permitiría la entrada de autos eléctricos con contenido chino”. En respuesta, Buenrostro se comprometió a vigilar los estados donde “hay despachos que se ocupan de registrar como mexicanas, algunas inversiones que son chinas”.

Además, explicó Buenrostro, el Gobierno “identificó que habría que generar incentivos fiscales con el fin de atraer inversiones”, es decir, reducir los impuestos corporativos

Tales incentivos han resultado en anuncios recientes de nuevas instalaciones de Amazon, Tesla y Foxconn, que está construyendo en México la mayor fábrica de “superchips” para inteligencia artificial del planeta para Nvidia.

Cabe destacar que Sheinbaum mantuvo en el cargo al secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, quien planteó por primera vez la necesidad de sustituir las importaciones de China.

Varios ejecutivos relacionados con el plan de Sheinbaum declararon al Wall Street Journal que México carece actualmente de la base de capacidades técnicas, las redes de suministro y los recursos necesarios para sustituir la mayoría de los componentes de alta tecnología y alto valor producidos en Asia.

El mismo día en que se publicaron estas preocupaciones, Sheinbaum se reunió con Francsico Cervantes, presidente del Consejo Coordinador Empresarial de México, para anunciar cómo planean “detonar la infraestructura para facilitar el fenómeno de la relocalización, mejor conocido como nearshoring”.

Posteriormente, la presidenta anunció una cumbre el 15 de octubre con empresarios estadounidenses y mexicanos en la que se presentarán “las favorables condiciones de inversión que hay en México”.

Los trabajadores deben rechazar toda la demagogia populista difundida por el partido oficialista Morena y sus apologistas de que defenderán a los trabajadores, la “soberanía” y la paz mundial. Fue López Obrador quien preparó el escenario para una subordinación histórica de México al impulso de la élite gobernante estadounidense para recolonizar el mundo y asegurar su hegemonía, sobre todo a través de una guerra mundial. En el núcleo de esta estrategia se encuentra el mantenimiento de la pobreza generalizada en México y la supresión de cualquier resistencia de la clase obrera y los pobres.

Un balance inicial del sexenio de AMLO

La clase dominante mexicana llevó a cabo fraudes para arrebatarle la victoria a López Obrador en las elecciones de 2006 y 2012, pero lo llevó al poder en 2018, decidiendo que había llegado el momento de utilizar sus credenciales “izquierdistas” y “anti-establishment” para aplicar políticas que los partidos tradicionales habrían sido incapaces de imponer. En palabras de la revista Forbes, ofreció una “ventana de oportunidad”.

México se enfrentaba a una crisis cada vez más profunda del régimen burgués, con repetidas olas de manifestaciones masivas y huelgas contra la austeridad social, el gasolinazo y la violencia represiva de la policía y el ejército.

Según las encuestas de Gallup, solo el 29 por ciento de los mexicanos dijo tener fe en el Gobierno nacional cuando él asumió el cargo. Esta cifra subió al 61 por ciento el año pasado.

AMLO logró la antes impensable política de consagrar en la Constitución el despliegue interno de las Fuerzas Armadas, una institución odiada, y además duplicó con creces su presupuesto y le dio más poder político e impunidad que nunca.

Por encima de todo, la clase dominante mexicana esperaba la lucrativa oportunidad, gracias a su posición geográfica, de consolidar su lugar en la plataforma económica norteamericana que utiliza el imperialismo estadounidense y canadiense para librar sus guerras económicas y militares contra rivales geopolíticos en Europa y Asia. Esto implicaba garantizar el suministro de mano de obra barata y recursos naturales que hicieran rentable trasladar la producción de Asia hacia Norteamérica o nearshoring.

El primer gran proyecto de AMLO fue la creación de la mayor zona libre del mundo a lo largo de toda la frontera entre México y Estados Unidos. Allí, redujo drásticamente el impuesto al valor agregado del 16 al 8 por ciento y el impuesto sobre la renta del 30 al 20 por ciento, específicamente para competir con los recortes fiscales de Trump.

Si Trump volviera al poder y cumpliera su promesa de bajar aún más los impuestos corporativos, el Gobierno de Sheinbaum ya ha dejado claro que respondería con nuevos incentivos fiscales.

En 2020, López Obrador, Trump y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, firmaron el nuevo Tratado México, Estados Unidos, Canadá (TMEC) que aumenta los componentes de automóviles que deben producirse en Norteamérica y prohíbe firmar acuerdos comerciales con economías “que no son de mercado”, entre ellas China.

El año pasado, cediendo a las demandas de Estados Unidos, México impuso aranceles que afectaron alrededor del 90 por ciento de las exportaciones chinas a México y dio permiso al Departamento del Tesoro de Estados Unidos para monitorear las inversiones chinas en México.

Por primera vez, bajo AMLO, México superó a China y Canadá y consolidó su posición como primer socio comercial de EE.UU. Este año, el 15,7 por ciento de todos los productos importados por EE.UU. han procedido de México, frente al 5 por ciento en 1988.

El nuevo acuerdo comercial también obligó a México a aplicar una reforma laboral que ordenaba a todos los sindicatos someter sus contratos a votación entre los trabajadores. Con la bendición de AMLO, la reforma se convirtió en un medio para canalizar una creciente rebelión contra la burocracia sindical corrupta y gansteril de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) detrás de nuevos sindicatos alineados con el Gobierno y patrocinados por el Departamento de Estado de EE.UU. y que trabajan con la burocracia anticomunista de la AFL-CIO. En la mayoría de los lugares de trabajo, sin embargo, los viejos sindicatos han podido utilizar el fraude y la coacción para validar su presencia.

La continua popularidad del partido Morena es principalmente el resultado de su implementación de programas limitados de asistencia social para los ancianos y los estudiantes, un aumento en el salario mínimo, y –por último, pero no menos importante— el fomento incansable de ilusiones en AMLO por parte de la pseudoizquierda en México e internacionalmente.

Entre sus mayores animadores ha estado Jacobin, una publicación asociada a los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), que hizo campaña abiertamente a favor de Sheinbaum. Edwin Ackerman, colaborador habitual, celebró recientemente los esfuerzos de Morena “para relegitimar el Estado como actor social y reavivar la política de clases”. Además, señaló:

En resumen, el retorno a la política de clases va más allá del polarizado discurso nacional mexicano. También se refleja en el marcado realineamiento político en curso. Tras seis años de políticas en beneficio de los trabajadores y los pobres, Morena parece dispuesto a proseguir sus esfuerzos para instaurar un régimen reformado y posneoliberal.

Únicamente las fuerzas políticas más traidoras afirmarían que Morena representa una política de clase obrera y celebrarían el fortalecimiento del Estado capitalista, cuyo papel es someter a los trabajadores a la burguesía y al imperialismo. Para ello, Ackerman hace un balance totalmente unilateral de las políticas sociales de AMLO.

Bajo su Gobierno, la tasa oficial de pobreza descendió del 43,9 por ciento al 36,3 por ciento en 2022. Esto se debió principalmente al aumento del salario mínimo, que pasó de un punto de partida extremadamente bajo de 2.650 pesos al mes a 7.468 (390 dólares), así como a los limitados programas de asistencia social. Pero esto es solo una parte de la historia.

El salario promedio en el sector formal creció apenas un 14 por ciento en seis años, pasando de 6.907 pesos a 7.878 pesos (407 dólares) al mes, y a 4.680 (242 dólares) en el sector informal, que no está cubierto por el salario mínimo. La informalidad no cedió y sigue afectando a más de la mitad de la población activa.

En otras palabras, el salario promedio en el sector formal sigue siendo extremadamente bajo, de apenas 2 dólares por hora.

Durante su mandato, cinco millones de trabajadores ocupados cayeron por debajo del umbral de la pobreza si se compara su ingreso a la canasta básica de alimentos y no alimentos, y el porcentaje creció del 65 al 68 por ciento desde que AMLO asumió el poder. La pobreza extrema también aumentó.

En medio de la pandemia continua de COVID-19, López Obrador implementó un régimen de austeridad en el sistema de salud, incluyendo despidos masivos. El resultado fue un aumento del número de personas sin acceso a la salud pública de 20,1 millones en 2018 a 50,4 millones en 2022.

Para los pobres, la respuesta criminal al COVID-19 fue probablemente la política más impactante de AMLO. Un informe reciente de una Comisión Independiente de Investigación descubrió que entre 2020 y 2023, hubo un exceso de mortalidad de 808.619 fallecimientos por la pandemia.

En la educación pública, a lo largo de seis años, el gasto por alumno permaneció estancado, lo que ayudó a provocar una caída masiva de los resultados en los exámenes de comprensión de lectura, matemáticas y ciencias, y apenas un aumento de un año en la escolarización de nueve a diez años para los adultos en edad laboral.

Los 36 millones de votos para Sheinbaum y las supermayorías obtenidas por la coalición gobernante en el Congreso han provocado escalofríos en la clase gobernante. Las elecciones reflejaron las explosivas expectativas populares de grandes mejoras sociales, incluso cuando el imperialismo exige mayores incentivos, sobre todo salarios bajos y austeridad social. El resultado será un mayor uso de la represión y del uso de las fuerzas armadas para contener la lucha de clases y mantener la seguridad de la cadena de suministro.

En otras palabras, el mandato de Sheinbaum estará marcado por una intensificación masiva de la lucha de clases.

La tarea más urgente es construir una dirección política que ayude a la clase obrera a romper con todas las ilusiones en la política capitalista y a unir las próximas batallas de clase internacionalmente. Estas luchas deben dirigirse conscientemente a detener en seco la guerra imperialista y el genocidio en Gaza, derrocando el sistema capitalista que produce la guerra, la pobreza y la desigualdad. Esto significa la construcción de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en México, América Latina y más allá.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de octubre de 2024)

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