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Perspectiva

Dos semanas antes de las elecciones, la trama golpista de Trump está muy avanzada

Cuando Joe Biden asumió el cargo el 20 de enero de 2021, dos semanas después del intento de golpe de Estado del 6 de enero, el presidente demócrata entrante declaró victorioso que “la democracia ha prevalecido” y que el intento de Trump de anular el resultado electoral “nunca ocurrirá, ni hoy, ni mañana, ni nunca”. 

El nominado presidencial republicano y expresidente Donald Trump en un mitin de campaña en el Coliseo de Greensboro, 22 de octubre de 2024, Carolina del Norte [AP Photo/Alex Brandon]

Cuatro años después, la trama golpista de Trump y el Partido Republicano no solo está ocurriendo, los preparativos están más avanzados que en 2020-21. Trump y sus fuerzas han aprendido de los fracasos tácticos de su primer intento. Han aprovechado la política de los demócratas de otorgar amnistía de facto a los conspiradores del 6 de enero para un complot que podría desarrollarse en las próximas semanas.

Si pierde las elecciones ante Kamala Harris, Trump se está preparando para declarar la victoria en la noche de las elecciones, acusar a los inmigrantes de fraude electoral masivo, interrumpir la votación del Colegio Electoral y bloquear la certificación del voto por parte del Congreso el 6 de enero de 2025, a través de los esfuerzos combinados de los republicanos dentro del Capitolio y los matones fascistas afuera. El resultado bien podría ser la instalación de un presidente fascista, rechazado en tres elecciones consecutivas por el voto popular del pueblo estadounidense, como dictador.

Lejos de moderar sus amenazas contra la democracia en el período previo a las elecciones, Trump las ha intensificado. En una entrevista ante directores ejecutivos corporativos en Chicago la semana pasada, Trump dijo que el intento de golpe del 6 de enero fue sobre “amor y paz”, y que la elección está “100 por ciento corrompida”. En septiembre, dijo que las boletas electorales se estaban perdiendo en el correo y que el servicio postal era un “desastre mal administrado”, repitiendo sus mentiras de 2020. Ha acusado repetidamente a los inmigrantes “ilegales” de votar y, según una encuesta de Gallup, el 74 por ciento de los republicanos y el 44 por ciento de los independientes son susceptibles a sus mentiras sobre fraude electoral.

Tras haber sembrado su “gran mentira”, Trump, su red de abogados y aliados en el Congreso y en las asambleas legislativas estatales están preparando atrasar y obstaculizar la certificación de votos a nivel local, estatal y federal. Marc Harris, un abogado que investigó la intentona golpista del 6 de enero para la Cámara de Representantes, dijo:

Aquellos que buscan causar estragos con respecto a las elecciones de 2024 están muy por delante de donde estaban en 2020 en términos de sentar las bases y difundir ampliamente las teorías y los puntos de conversación y las mentiras que utilizarán para desafiar los resultados de las elecciones.

En total, los republicanos han presentado 180 demandas por fraude electoral, mucho más que antes de las elecciones de 2020. El Comité Nacional Republicano dice que desplegará un “ejército de observadores electorales” en la jornada electoral para preparar acusaciones de fraude y comunicarlas a la cúpula republicana, y es probable que dichos grupos también se utilicen para intimidar a los votantes.

Donald Sherman, director ejecutivo de Citizens for Responsibility and Ethics en Washington, dijo a The Atlantic:

Lo que parece claro en este momento es que hay una estrategia coordinada para tener más negacionistas electorales que cuestionen los resultados de una elección que aún no ha ocurrido para servir como observadores electorales y facilitar que ese tipo de observadores electorales partidistas y con teorías conspirativas confundan e interrumpan el proceso.

El plan se basa en la violencia. A instancias de Trump, sus partidarios han iniciado una ola de amenazas contra los funcionarios electorales locales, y Politico informa que,

este año, las fuerzas policiales en todos los niveles han descrito amenazas sin precedentes dirigidas a cada fase del proceso. En estos días, el Departamento de Justicia anuncia rutinariamente arrestos de personas que envían mensajes viles a legisladores, funcionarios electorales y jueces.

Las asambleas legislativas estatales se están preparando una vez más para presentar listas alternativas de electores en los estados donde gane Harris, a pesar de los cambios en la ley federal destinados a bloquear tales esfuerzos. Los republicanos controlan ambas cámaras de la legislatura estatal en Arizona, Georgia, Carolina del Norte y Wisconsin. Estos son estados decisivos que suman 72 votos electorales, más que el margen de victoria de todas las elecciones desde 2000, excluyendo 2008. Tres de estos cuatro estados tienen gobernadores demócratas, al igual que Michigan y Pensilvania. Todos estos estados podrían convertirse en “campos de batalla” en un sentido literal y metafórico [en el sentido de battleground state, usualmente traducido “estado bisagra” al español].

La atmósfera de crisis es aún mayor dado que el control de ambas cámaras del Congreso es incierto, y la nueva Cámara de Representantes será inaugurada el 3 de enero, solo tres días antes del proceso de certificación del Colegio Electoral en una sesión conjunta del Congreso. Como vicepresidenta de los Estados Unidos, la propia Harris presidirá la certificación como presidenta del Senado. Si gana y si una nueva mafia se reúne en el Capitolio el 6 de enero, será un objetivo físicamente vulnerable.

El desenlace del 6 de enero de 2025 es imposible de predecir, pero es un tema de debate serio al interior del Estado. A principios de este verano, un conjunto de prominentes exasesores de seguridad nacional, generales, congresistas, gobernadores y senadores se reunió en secreto para hacer un pronóstico de ese día en tiempo real, utilizando indicaciones hipotéticas basadas en el 6 de enero de 2021.

Publicaron sus resultados en un documental titulado Simulacro de guerra, que se concentra en la posibilidad de que los militares intervengan en la crisis. En ese escenario, el candidato demócrata gana las elecciones por poco, pero elementos de la Guardia Nacional de Washington D.C. confraternizan con los manifestantes fascistas y les permiten ingresar al Capitolio para bloquear la certificación. Un pequeño número de generales en servicio activo rompen filas y apoyan el intento de golpe. Las multitudes se reúnen en un puñado de capitolios estatales exigiendo que las legislaturas estatales voten a favor de descertificar las listas de demócratas, con el apoyo de los “alguaciles constitucionales” y los departamentos de policía profascistas. El Gobierno teme invocar la Ley de Insurrección porque no está claro si los soldados seguirán las órdenes o si la invocación producirá una explosión social incontrolable.

En el caso de que ninguno de los candidatos obtenga 270 votos electorales en el Congreso el 6 de enero, la Cámara de Representantes determinará el resultado de la elección, con un voto por delegación estatal. Independientemente de quién gane el control de la Cámara de Representantes, es casi seguro que los republicanos conservarán su ventaja en las delegaciones estatales. Los desafíos legales de ambos bandos pasarán por los tribunales de apelaciones y terminarán en la Corte Suprema, donde una mayoría de extrema derecha tendrá la última palabra.

Trump y las conspiraciones fascistas de los republicanos expresan los intereses de sectores despiadados de la oligarquía financiera. Cuando Trump se refiere al “enemigo interno”, se refiere sobre todo a la clase trabajadora y a toda la oposición en los Estados Unidos a las políticas de la élite gobernante capitalista.

El hecho de que, en estas condiciones, la contienda entre Harris y Trump constituye un empate es, sobre todo, una condena devastadora contra el Partido Demócrata y el Gobierno de Biden-Harris. Trump dejó el cargo como una figura política derrotada, ampliamente considerada responsable de cientos de miles de muertes por COVID-19, y su intento de robarse las elecciones solo fue popular entre sus partidarios más fervientes. 

Sin embargo, ha podido beneficiarse de la enorme frustración. Los demócratas han pasado los últimos cuatro años intensificando las guerras en el extranjero, incluida la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania, que comenzó en febrero de 2022, y el genocidio en Gaza, que ha durado más de un año y ahora se está convirtiendo en una guerra regional en todo el Oriente Próximo. 

Los demócratas no tienen nada que proponer para abordar la crisis social masiva en los Estados Unidos. Un artículo publicado ayer en el Financial Times, sobre las figuras que colocaría a cargo de la política económica, señaló que “la vicepresidenta ha distinguido sus planes de los del presidente Biden, sugiriendo que giraría más hacia el centro y estaría más dispuesta a escuchar las ideas y las preocupaciones de la patronal estadounidense”.

Harris y sus representantes están haciendo llamados al Partido Republicano, incluyendo militaristas como Liz Cheney, e intentan presentar a Harris como una administradora responsable de las joyas de la corona del imperialismo estadounidense y el Estado capitalista. 

Independientemente de cómo se desarrollen las elecciones y sus consecuencias, la crisis subyacente al colapso de las formas democrático-burguesas de gobierno solo se intensificará. Lo que queda de la “democracia” estadounidense se está derrumbando bajo la presión de la inmensa desigualdad social, la pérdida de la posición hegemónica global del imperialismo estadounidense y la guerra global.

En el período de su ascenso revolucionario, la burguesía fue capaz de hacer llamados populares en defensa de la igualdad y los derechos democráticos básicos. El 11 de febrero de 1861, el día en que dejó Springfield, Illinois, en su largo viaje para asumir el cargo en Washington D.C., el presidente electo Abraham Lincoln se dirigió a una multitud que se había reunido para saludarlo en Indianápolis, Indiana. Ante un aplauso entusiasta, les dijo:

Para la salvación de esta Unión no se necesita más que una sola cosa: los corazones de un pueblo como el suyo. Cuando el pueblo se levanta en masa en nombre de la unión y las libertades de su país, realmente se puede decir: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ellos”... Es su trabajo levantarse y preservar la Unión y la libertad, para ustedes y no para mí.

El 6 de enero de 2021, por el contrario, el Partido Demócrata estaba preparado para aceptar la apertura de las puertas del infierno en lugar de arriesgarse a que el pueblo “se levantara en masa”. A lo largo de su campaña electoral, Harris y los demócratas apenas han mencionado que Trump planea robarse las elecciones por temor a desencadenar protestas sociales. La única preocupación de los demócratas hoy es garantizar un resultado que no afecte los objetivos de guerra del imperialismo estadounidense.

La democracia estadounidense está al borde de la muerte. No es posible oponerse al giro hacia el fascismo y la dictadura dentro del sistema político y económico existente. 

El Partido Socialista por la Igualdad está luchando por establecer la independencia política de la clase trabajadora, para que se libre de los demócratas y los republicanos. La lucha contra el crecimiento de la extrema derecha solo es posible en la medida en que un programa articule los intereses reales de la clase trabajadora, la gran mayoría de la población.

La lucha por los derechos sociales y democráticos de la clase trabajadora requiere un asalto frontal a la dominación de la oligarquía corporativa y financiera, la expropiación de la riqueza de los ricos y el establecimiento del control democrático sobre las “cumbres dominantes” de la economía, los gigantescos bancos y corporaciones, en los Estados Unidos e internacionalmente. Es decir, requiere una lucha revolucionaria contra el sistema capitalista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de octubre de 2024)

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