Con menos de dos meses restantes en su mandato, el presidente estadounidense Joe Biden autorizó que Ucrania utilice misiles de largo alcance para atacar profundamente al interior de Rusia, cruzando una “línea roja” que el presidente ruso Vladímir Putin había dicho que llevaría a una guerra directa entre Rusia y la OTAN.
Biden también ha autorizado el uso de misiles de largo alcance contra las tropas norcoreanas supuestamente desplegadas dentro de Rusia, en lo que sería el primer ataque importante con armas estadounidenses contra las tropas norcoreanas desde el final de la guerra de Corea en 1953.
En declaraciones coordinadas al New York Times, Washington Post, Wall Street Journal, Associated Press y Reuters, el Gobierno de Biden dijo el domingo que permitiría a Ucrania usar el Sistema de Misiles Tácticos del Ejército (ATACMS, por sus siglas en inglés) para atacar a las tropas rusas y norcoreanas dentro de la región rusa de Kursk, parte de la cual está ocupada por Ucrania.
Sin embargo, los funcionarios estadounidenses dejaron en claro que este anuncio despeja el camino para que las armas de largo alcance estadounidenses, británicas y francesas se utilicen para atacar ciudades rusas aún más lejos del frente, incluida potencialmente la capital rusa.
El Gobierno de Biden se ha estado preparando durante mucho tiempo para anunciar planes para llevar a cabo ataques de largo alcance en el interior de Rusia, y The Guardian informó en septiembre que “ya se había tomado la decisión de permitir que Ucrania use misiles de crucero Storm Shadow [del Reino Unido] contra objetivos al interior de Rusia”.
En ese momento, se tomó la decisión de esperar para hacer el anuncio hasta después de las elecciones. La Casa Blanca creía que una victoria electoral para la vicepresidenta Kamala Harris crearía un mandato para la escalada masiva de la guerra contra Rusia. Sin embargo, la elección resultó en una victoria para el expresidente Donald Trump, quien demagógicamente se presentó como oponente de una escalada en Ucrania.
El miércoles, Biden se reunió con Trump en la Casa Blanca, donde ambos prometieron una “transición sin trabas” entre ambos.
El asesor de seguridad nacional de EE.UU., Jake Sullivan, indicó antes de la reunión que un tema importante de discusión sería la guerra de Ucrania. “El presidente Biden tendrá la oportunidad en los próximos 70 días de defender ante el Congreso y la Administración entrante que Estados Unidos no debe alejarse de Ucrania, que alejarse de Ucrania significa más inestabilidad en Europa”.
Biden ciertamente proporcionó un informe detallado sobre la escalada planificada durante la reunión con Trump, y no hay razón para creer que Trump haya planteado objeciones.
La posición oficial de la Casa Blanca de Biden antes de las elecciones, descrita en una conferencia de prensa del 23 de octubre por la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, es que el presidente electo Trump es un “fascista” que actuaría como “un dictador el primer día”.
Pero la Casa Blanca y el Partido Demócrata han abandonado toda oposición a las políticas fascistas de la nueva Administración, y Biden prometió hacer “todo lo posible para que estén cómodos y tengan lo que necesiten”. En realidad, el Gobierno de Biden solo tiene una preocupación: garantizar que las guerras de los Estados Unidos, principalmente aquella contra Rusia, continúen “sin trabas”.
Con ese fin, el Gobierno de Biden está tratando de crear “hechos sobre el terreno” que conduzcan a una gran escalada de la guerra antes de que Trump asuma el cargo.
El domingo pasado, la Casa Blanca autorizó el despliegue de contratistas militares estadounidenses en Ucrania para dar mantenimiento a las armas estadounidenses, creando efectivamente una trampa en caso de que los contratistas militares estadounidenses mueran en ataques aéreos rusos, lo que podría usarse como pretexto para expandir masivamente la participación de Estados Unidos en la guerra.
Esta enorme escalada de la participación de Estados Unidos se produce en el contexto de una crisis cada vez más profunda para el ejército ucraniano. El ejército ruso, supuestamente con la ayuda de tropas norcoreanas, está haciendo avances significativos en tres frentes, mientras que el ejército ucraniano está sufriendo una gran crisis de reclutamiento en medio de crecientes deserciones.
Es imposible exagerar las implicaciones imprudentes y agravantes del anuncio de Biden este fin de semana.
A fines de septiembre, en respuesta a los informes de que Estados Unidos pronto permitiría ataques de largo alcance contra ciudades rusas, Putin describió los cambios propuestos a la doctrina nuclear de Rusia. Putin dijo que “la agresión contra Rusia por parte de cualquier Estado no poseedor de armas nucleares, pero con la participación o el apoyo de un Estado poseedor de armas nucleares, debe considerarse como un ataque conjunto contra la Federación Rusa”.
Continuó: “Nos reservamos el derecho de usar armas nucleares en caso de una agresión contra Rusia y Bielorrusia”.
La escalada masiva de la Administración de Biden se produce en medio del genocidio en curso en Gaza, el bombardeo israelí del Líbano y las discusiones cada vez más abiertas de una “Tercera Guerra Mundial” en los medios de comunicación estadounidenses.
El mes pasado, el columnista del Washington Post , George Will declaró que “la Tercera Guerra Mundial ya está en marcha”. El blanco en la mira de esta guerra es “el eje de hoy: China, Rusia, Irán y Corea del Norte”, escribió Will.
El ensayo principal en la edición de este mes de Foreign Affairs declara: “Ha finalizado una era de guerras limitadas; ha comenzado una era de conflicto general. De hecho, lo que el mundo está presenciando hoy es similar a lo que los teóricos en el pasado han llamado ‘guerra total’, en la que los combatientes recurren a vastos recursos, movilizan sus sociedades, priorizan la guerra sobre todas las demás actividades estatales, atacan una amplia variedad de objetivos y remodelan sus economías y las de otros países”.
A pesar de posicionarse demagógicamente como un oponente de la guerra de Ucrania, Trump fue el primer presidente estadounidense en autorizar el suministro a gran escala de armas letales a Ucrania en 2019, ayudando a transformar a Ucrania en una fuerza indirecta de la OTAN y provocando la invasión rusa de febrero de 2022. En 2018, el Gobierno de Trump dio a conocer una estrategia de seguridad nacional que declaraba: “La competencia entre grandes potencias, no el terrorismo, es ahora el foco principal de la seguridad nacional de los Estados Unidos”.
Esta estrategia se implementó bajo la Administración de Biden a través de la instigación e intensificación de la guerra contra Rusia en Ucrania.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de octubre de 2024)