Las elecciones federales alemanas celebradas el domingo reflejan la profunda crisis política y social en todos los grandes países capitalistas. La situación en Alemania conducirá a explosivos conflictos de clase con consecuencias globales.
El resultado electoral demuestra la enorme ira hacia el Gobierno de coalición, que está compuesto por el Partido Socialdemócrata (SPD, todas las siglas en alemán), Los Verdes, y el Partido Democrático Libre (FDP). La política gubernamental de guerra y austeridad ha implicado duplicar el gasto en Defensa, recortar los programas sociales, la educación y la salud y destruir los niveles de vida de gran parte de la sociedad a través de la inflación y el aumento de la renta.
Nunca antes en la historia de la República Federal de Alemania un Gobierno en ejercicio había perdido tantos votos. En total, los partidos de la coalición perdieron 19,5 puntos porcentuales. El FDP ni siquiera logró llegar al Bundestag (Parlamento Federal). El SPD, con un 16 por ciento, logró su peor resultado desde 1887, cuando el partido fue reprimido y perseguido bajo las Leyes Antisocialistas de Bismarck.
La Unión Demócrata Cristiana/Unión Social Cristiana (CDU/CSU) probablemente suministrará al próximo canciller federal, Friedrich Merz. Sin embargo, tuvo su segundo peor resultado en la historia, con un 28,5 por ciento. Una nueva edición de la “gran coalición” de la CDU/CSU y el SPD, que se está preparando actualmente, sería la coalición gobernante con el menor voto en la historia alemana. Tendría el respaldo de solo el 45 por ciento de los votantes. Tendría una estrecha mayoría de diputados en el Parlamento solo porque el 14 por ciento del electorado votó por partidos que no lograron alcanzar el obstáculo del 5 por ciento para la representación parlamentaria.
Una “gran coalición” intensificará la política de despidos masivos, recortes sociales y guerra que llevó al final prematuro de la coalición del SPD/Verdes/FDP. Dependerá cada vez más de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que casi duplicó su resultado al recibir 20,8 por ciento de los votos. Ochenta años después del colapso del Tercer Reich, esto convierte a un partido fascista en la segunda fuerza más fuerte en el Bundestag por primera vez.
La pregunta crucial ahora es cómo se debe librar la lucha contra el fascismo y la guerra.
Durante la campaña electoral, el SPD, Los Verdes y la CDU hicieron todo lo posible para canalizar la indignación por sus políticas de guerra y austeridad detrás de ataques contra los miembros más débiles de la sociedad. Organizaron una vil campaña de calumnias contra los refugiados. El candidato a canciller de la CDU, Friedrich Merz, incluso hizo un pacto con la AfD y aprobó una moción en el Parlamento contra los migrantes junto con los fascistas.
El resultado fue la normalización y el fortalecimiento de la AfD. Al mismo tiempo, la AfD pudo presentarse como oponente del establishment porque los sindicatos suprimieron sistemáticamente cualquier lucha contra los recortes laborales y sociales, y apoyaron la política de guerra del Gobierno. Al comienzo de la campaña electoral, por ejemplo, el sindicato IG Metall aceptó sin oposición la destrucción de 35.000 puestos de trabajo en Volkswagan y una reducción de los salarios de hasta el 20 por ciento.
En estas condiciones, la ira por la catástrofe social se convirtió en desesperación y formó un caldo de cultivo para la AfD. Esto fue particularmente cierto en el este de Alemania, donde el SPD, la CDU y La Izquierda han producido una catástrofe social desde la restauración del capitalismo. Allí, la AfD se convirtió en la fuerza más fuerte con el 36,2 por ciento de los votos. Entre los trabajadores, el partido recibió el 38 por ciento a nivel nacional, más del doble que cualquier otro partido.
Sin embargo, la agitación contra los refugiados y la demagogia social no pueden ocultar para siempre el hecho de que la AfD representa los intereses de los sectores más codiciosos del capital financiero. Los partidos fascistas también están llegando al poder en muchos otros países para aplastar los derechos democráticos y sociales de la clase trabajadora, y todos los obstáculos para el enriquecimiento de los ricos, desde Viktor Orbán en Hungría hasta Giorgia Meloni en Italia, Geert Wilders en los Países Bajos, Javier Milei en Argentina y Donald Trump en los Estados Unidos.
Durante la campaña electoral, la AfD recibió un apoyo masivo de Elon Musk, el hombre más rico del mundo, que está organizando una campaña social sin precedentes e intransigente para promover al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Es solo cuestión de tiempo antes de que la AfD también llegue al Gobierno en Alemania. Desde el punto de vista de la clase dominante, su trivialización de los nazis y el odio a los migrantes no se interponen en el camino de esto. Los únicos obstáculos en la actualidad son las diferencias de política exterior sobre la Unión Europea y Ucrania.
Pero mientras la AfD está siendo normalizada y abrazada por los partidos establecidos, la resistencia a los fascistas está creciendo. Esto fue particularmente evidente en las últimas semanas de la campaña electoral. Después de que Merz derribara el llamado cortafuegos de la AfD a principios de febrero votando con los fascistas en el parlamento, cientos de miles de personas predominantemente jóvenes salieron a las calles y protestaron contra la AfD y el giro hacia la derecha del establishment político.
Políticamente, esto ha beneficiado a un partido que ha contribuido significativamente a los recortes sociales y la deportación de refugiados y se encuentra entre los más sorprendidos por la repentina afluencia de miembros jóvenes y votantes que está experimentando: el partido La Izquierda (Die Linke).
Mientras que La Izquierda obtuvo solo el 3 por ciento en enero, logró el 8,8 por ciento en las elecciones y entró en el Bundestag como una fracción parlamentaria. Entre los votantes jóvenes, incluso se convirtió en el partido más fuerte con un 25 por ciento, y también ocupó el primer lugar en el estado de Berlín, con un 19,9 por ciento.
Existe una gran discrepancia entre las esperanzas que los jóvenes asocian con el partido La Izquierda y lo que realmente es. Los jóvenes quieren oponerse a los fascistas, rechazan la agitación antirrefugiados y quieren ingresos razonables y rentas asequibles. Como el partido La Izquierda fue el único partido en el Bundestag que centró su campaña electoral en cuestiones sociales (impuestos a los ricos, aumento del salario mínimo y controles de alquileres), fue bien recibido.
Pero La Izquierda no tiene un programa para contrarrestar el giro a la derecha de los que están en el poder. Está difundiendo la ilusión de que se puede persuadir a los principales partidos de la clase dominante para que cambien de rumbo a través de una combinación de oposición parlamentaria y presión desde las calles.
Jan van Aken, líder de La Izquierda, declaró la noche de las elecciones que su partido estaba “dispuesto a hablar” para colaborar con el nuevo Gobierno en proyectos legislativos, por ejemplo. “No necesariamente tienes que cogobernar, también puedes cambiar bastante y ganar bastante a la oposición extraparlamentaria”, explicó, refiriéndose a su experiencia con Greenpeace.
El partido La Izquierda afirma que es posible reformar el capitalismo, no abolirlo. Pero esa es una peligrosa ilusión. El giro a la derecha de las élites gobernantes no es simplemente el producto de políticas equivocadas que pueden corregirse con un poco de presión. La clase dominante en todas partes está recurriendo a la dictadura y la guerra porque se enfrenta a la profunda crisis de su sistema social.
Al igual que en el siglo XX, el capitalismo está conduciendo nuevamente al fascismo y la guerra. Esto se puede ver claramente en Estados Unidos.
La política del próximo Gobierno estará completamente dominada por la crisis internacional del capitalismo. La clase dominante alemana está reaccionando a la ruptura de la OTAN y las medidas de guerra comercial de Trump rearmándose masivamente y preparándose para librar guerras por su propia cuenta como la “potencia líder” de Europa. Esto quedó claro la noche de las elecciones.
Merz se pronunció a favor de suministrar a Ucrania aún más armas. También dijo que se debe tener en cuenta toda la frontera de la OTAN con Rusia. El lunes, Merz habló por teléfono con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y lo invitó a Alemania a pesar de una orden de arresto internacional. Al hacerlo, indicó que, como canciller, seguirá apoyando el genocidio contra los palestinos.
Según informes de los medios de comunicación, la CDU/CSU y el SPD están negociando la aprobación de un nuevo fondo especial para proporcionar 200.000 millones de euros a las fuerzas armadas alemanas antes de que la Bundestag actual se disuelva. El líder de Los Verdes, Habeck, explicó que es necesario impulsar más rápidamente una “capacidad de defensa europea independiente” debe impulsarse mucho más rápidamente. “Ahora realmente necesitamos actuar juntos en el área de seguridad, defensa militar, pero también contraespionaje, ciberseguridad y también en el sector económico, y necesitaremos enormes cantidades de dinero”, dijo.
Estas “enormes cantidades” deben ser exprimidas de los trabajadores. Los recortes masivos de empleo y salarios en el sector público, los recortes en las pensiones, la educación y la atención médica se han planificado durante mucho tiempo. A esto se suma una masacre laboral en la industria, por medio de la cual las grandes corporaciones se preparan para la guerra comercial. Esto no es compatible con la democracia, pero requiere el establecimiento de una dictadura.
El partido La Izquierda no ha hecho nada para oponerse a esto. Por el contrario, dondequiera que ha asumido la responsabilidad del Gobierno, no ha impulsado ninguna reforma social, sino los peores ataques a los derechos de los trabajadores. En Berlín, redujo los salarios, la educación y la atención médica como ningún otro Gobierno estatal. Su único ministro presidente hasta la fecha, Bodo Ramelow, ha deportado a más refugiados en Turingia que cualquier otro estado federal per cápita.
La posición real del partido La Izquierda es particularmente clara en el tema de la guerra. Ha adoptado en gran medida la línea del Gobierno federal. En su última conferencia del partido, abandonó oficialmente sus frases pacifistas anteriores, dio la bienvenida a las entregas de armas a Ucrania e invocó el “derecho a la legítima defensa” de Israel.
Es imposible resolver un solo problema o evitar una guerra mundial catastrófica sin derrocar al capitalismo. Pero el partido La Izquierda lo rechaza. Toda su política está orientada a paralizar la creciente movilización contra la guerra, el fascismo y la desigualdad social a través de llamamientos inútiles a los que están en el poder, subordinando a los trabajadores al Gobierno. Esta es la receta más segura para fortalecer aún más a los fascistas.
Por la misma razón, el partido La Izquierda colabora estrechamente con los aparatos burocráticos de los sindicatos, que sabotean cualquier huelga o protesta industrial seria y organizan recortes laborales y sociales como “interlocutores sociales” de las corporaciones y Gobiernos.
El papel del partido La Izquierda en Alemania se repite en diferentes formas a nivel internacional. Los trabajadores griegos han tenido la misma experiencia con Syriza, el partido hermano de La Izquierda, y los trabajadores españoles tienen la experiencia de Podemos. Frente a la alternativa de seguir la voluntad de sus votantes o los dictados de los bancos internacionales, optan por lo segundo, con consecuencias sociales catastróficas.
En Estados Unidos, los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, sigla en inglés) hacen todo lo posible para apuntalar al Partido Demócrata, cuyas propias políticas de guerra y austeridad crearon las condiciones para el regreso de Trump al poder. La revista Jacobin, que está afiliada al DSA, respondió a las elecciones alemanas con un artículo que ensalzaba a La Izquierda, bajo el titular: “Después de las elecciones de Alemania, la izquierda puede volver a tener esperanzas”.
Lo que preocupa al DSA no es solo la situación en Alemania, sino también en los Estados Unidos. Su objetivo es dar nueva vida a figuras como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez y bloquear la movilización independiente de la clase trabajadora.
La lucha contra el fascismo, en Alemania y en todo el mundo, requiere el desarrollo de las luchas de la clase obrera. La lucha contra los despidos y los recortes salariales debe estar conectada a una movilización política contra la guerra y el fascismo. Solo así los trabajadores podrán defender los derechos democráticos y oponerse a la oligarquía capitalista.
Esto requiere superar la influencia paralizante del aparato sindical y las organizaciones de pseudoizquierda, incluido el partido La Izquierda en Alemania. Es necesario construir un movimiento independiente de trabajadores y jóvenes dirigido contra la causa raíz de la barbarie: el capitalismo. Deben oponerse al crecimiento del nacionalismo y la guerra con la unidad internacional de los trabajadores.
El Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad, SGP), la sección alemana del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, está luchando por este programa. En nuestro manifiesto electoral para las elecciones federales, escribimos:
La clase obrera internacional es una fuerza social formidable, que comprende 3.500 millones de personas, un 55 por ciento más que en 1991. Crea toda la riqueza social mientras soporta toda la carga de la guerra y la crisis. Solo si la clase trabajadora interviene de manera independiente en la vida política y transforma la sociedad sobre una base revolucionaria, apropiándose de los grandes bancos y corporaciones y colocándolos bajo control democrático, se puede evitar la catástrofe.
La lucha por este programa socialista es ahora de importancia decisiva. Hacemos un llamado a todos los lectores en Alemania para que se registren como partidarios activos del SGP, y para que los trabajadores y jóvenes de todo el mundo se unan a nuestros partidos hermanos y construyan el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de febrero de 2024)
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