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Comité Internacional de la Cuarta Internacional
Cómo el WRP traicionó al trotskismo: 1973-1985

La Guerra de las Malvinas: cómo Healy actuó como tonto útil del imperialismo

El estallido de la guerra entre Reino Unido y Argentina sobre las Islas Malvinas en abril de 1982 reveló la putrefacción política de la dirección central del Workers Revolutionary Party. Más que nada reveló que Healy, totalmente corrompido por su prostitución de principios durante la década previa, ahora estaba en la extrema derecha del WRP, bien a la derecha de casi todos los grupos pablistas e incluso de sectores del Partido Laborista y del Partido Comunista. Al cabo de años de pretender ser el defensor de los movimientos de liberación nacional, funcionando en realidad como agente menor y propagandista mercenario de la burguesía colonial dentro del movimiento obrero británico, Healy fue incapaz de conducir una lucha basada en principios para defender una nación oprimida contra una arremetida del imperialismo británico.

La reacción inicial del WRP fue políticamente confusa. Healy propuso la línea de que la guerra entre Reino Unido y Argentina era un conflicto interimperialista. Un editorial que apareció en la edición del 3 de abril de 1982 presentó la teoría ebria de Healy sobre los orígenes de la guerra:

Argentina es uno de los Estados clientelares del gobierno de Reagan en Latinoamérica y es notable que las protestas de Washington han sido puramente formales.

El imperialismo yanqui quiere tomar el control de las Falkland por dos razones básicas. En primer lugar, bajo las aguas del Atlántico cerca de las islas existen ricas reservas de petróleo —quizás diez veces más de las que hay en el mar del Norte. Segundo, el Pentágono ansía establecer una base de comunicaciones en esa región para vigilar el movimiento de embarcaciones cerca del cabo de Hornos.

El editorial se concentraba en los crímenes de la junta militar: la referencia a Reino Unido solo ocurría en la segunda mitad de esa declaración. No había referencia alguna al derecho histórico de Argentina sobre las Malvinas que, entre paréntesis, el News Line continuó llamando “Falkland” por un tiempo. Significativamente, esa misma edición llevaba una noticia de portada con el titular provocativo: “Argentina invade las Falkland”.

La línea del partido establecida por Healy se resumía en el título de la edición del 5 de abril de 1982, que decía: “Esta no es nuestra guerra”. Pretendía que “las clases trabajadoras británica y argentina no tienen absolutamente ningún interés en esta guerra, que solo sirve a los intereses de los grandes monopolios petrolíferos, de los fabricantes de armas y de los jefes de los servicios armados”.

Al otro día, en un artículo intitulado “El principal enemigo está en casa para los obreros británicos y argentinos”, aparecían diferencias entre los dirigentes del partido. Aunque el News Line insinuaba sobre la necesidad de unas elecciones generales, la primera página también tenía un anuncio con la siguiente frase:

“Islas Falkland —¡Esta no es nuestra guerra!— Benn y el oportunismo de los dirigentes laboristas”.

En todo el partido y también en la junta editorial, existía la demanda instintiva por una campaña contra Thatcher. Pero la oficina de Healy se opuso a eso y ordenó una reunión pública para separar al WRP de toda campaña contra el gobierno, con un anuncio que apuntaba contra la única figura pública que había exigido unas elecciones generales.

El News Line no informó sobre los discursos de la reunión del 8 de abril, pero sí se refirió a una resolución aprobada con entusiasmo. Concluía con la exigencia de elecciones generales.

Aviones de combate británicos en la Guerra de las Malvinas

Esa demanda a favor de una campaña contra Thatcher puso furioso a Healy. Este se vio obligado a actuar. Escribió una carta política, con fecha del 10 de abril de 1982, “a todos los miembros y cuadros del WRP”, un ataque derechista diseñado específicamente para silenciar a los que en el partido estaban, por lo menos, apoyando críticamente la demanda de Benn de sacar al gobierno conservador. Se puede decir sin riesgo que nunca en la historia de la Cuarta Internacional había tenido que recurrir un líder principal de alguna sección nacional a sofismos tan crudos para justificar la capitulación ante un gobierno imperialista y para oponerse al derecho de un país semicolonial de defenderse contra los ataques del imperialismo.

La carta comenzaba inventando un escenario políticamente ficticio para distorsionar las cuestiones de clase esenciales de la guerra:

1. La crisis interimperialista sobre el futuro de los depósitos de petróleo en la cercanía de las islas Falkland [¡!] es otra evidencia poderosa de la quiebra de las relaciones económicas y políticas dentro del campo imperialista mundial.

En secreto [¡!], el imperialismo de los EUA apoya a Argentina aunque dice ser amigo de Reino Unido. En verdad, la fuerza motriz detrás de la hipocresía de esta relación de duplicidad es el declive mundial del mismo imperialismo de los EUA.

Esa teoría extravagante de los orígenes del conflicto, que contradecía el papel indispensable de los Estados Unidos en apertrechar y proteger a la flota británica en el Atlántico Sur, sirvió para definir la guerra como “una crisis interimperialista”. Esa caracterización falsa fue la base para negarle el apoyo político a las masas argentinas en su lucha contra el imperialismo británico. La carta seguía:

Para Reino Unido, empujado a la desesperación por el futuro de su enorme inversión en el mar del Norte, ante una baja mundial de los precios del petróleo, las consecuencias son catastróficas. Si su vieja armada trata de resucitar el espíritu del pirata Drake, eso no tiene nada que ver con el futuro de 1.800 ingleses feudalistas chapados a la antigua que viven en las islas. El petróleo es la cuestión esencial, especialmente si puede ser producido a menor coste que en el mar del Norte, ayudando así a la recuperación parcial de al menos parte del peso de los gastos excesivos de capitales. Así que los monstruosos buques nucleares “portan el pabellón” en una aventura militar que no pueden ganar (subrayado en el original).

Healy sabía aún menos de geografía que del principio leninista de la autodeterminación. No ofrecía ningún análisis económico para justificar que “el petróleo es la cuestión esencial” ni explicaba cómo depósitos en el fondo del Atlántico, a 13.000 kilómetros de Gran Bretaña, podían ser extraídos a menor coste que el petróleo del mar del Norte. Además, Healy no trató de reconciliar las contradicciones entre su declaración de que el petróleo “en las cercanías de las islas Falkland” resolvería el problema de “gastos excesivos de capital” en el mar del Norte y que el gobierno británico estaba en realidad gastando miles de millones de libras esterlinas para la navegación de la flota al Atlántico Sur. Todo esto sería cómico si no fuera políticamente tan repugnante.

El titular, Esta no es nuestra guerra, del News Line reveló la capitulación de Healy ante el imperialismo británico

El bajísimo nivel del razonamiento político de Healy también quedó revelado cuando declaró categóricamente que Reino Unido “no puede ganar”. Esa predicción no solo estaba errada, sino que también desenmascaraba la falta de seriedad con la que enfocaba las tareas políticas del WRP. Si realmente anticipaba una catástrofe militar inminente para el imperialismo británico, como marxista hubiese tenido que llegar inmediatamente a dos conclusiones. En primer lugar, que la destrucción de la flota británica en Argentina y la pérdida de miles de vidas producirían el colapso inmediato del gobierno conservador y crearían de la noche a la mañana una situación intensamente revolucionaria. En segundo lugar, y como resultado de lo anterior, el WRP tendría que luchar con todas sus fuerzas para que ocurriera esa derrota militar y preparar a todo el partido para las probables consecuencias. Healy no llegó ni a la primera conclusión ni actuó en base a la segunda.

La carta estaba llena de banalidades sin sentido que podrían confundirse con divagaciones seniles. La crisis de gobierno burgués era descrita como un problema de

estadistas capitalistas indecisos y grandes escándalos. Del patriarca Macmillan (todo está mejor que nunca, Supermac) a Profumo. Desde sir Harold y la “especulación del montón de residuos” al “ahora soy conservador” Marcia. Desde los Kennedy de los “Nuevos Horizontes” al desastre de la Bahía de Cochinos, de Nixon al Watergate, de Reagan a quién sabe qué, etc., etc.

Finalmente, llegó a la naturaleza de clase de la guerra y citó una sección del Volumen 21 de los Collected Works (Obras completas) de Lenin sobre la actitud de los socialistas hacia la guerra, solo para demostrar inmediatamente que no había entendido lo que citaba:

Estos principios leninistas todavía son pertinentes en un plano tan básico con respecto a las Islas Falkland como lo eran cuando los formuló en 1915. Estamos tratando con nuestra actitud hacia la guerra imperialista, ya que en realidad es un conflicto entre los intereses imperialistas británicos y los de la junta argentina en su rol de representante de los Estados Unidos, en que “la guerra es la continuación de la política por otros medios (es decir, más violentos)”.

La cita de Lenin insistía en que los marxistas “consideran necesario estudiar cada guerra desde el punto de vista histórico (de la dialéctica materialista de Marx) y por separado”. Esto era totalmente contrario al subjetivismo de Healy, quien negaba la existencia de cualquier contenido histórico en las categorías dialécticas y quien creía que la memorización de los nombres y secuencias de los conceptos lógicos, anotados durante una lectura confusa de Hegel, podían ser usados para justificar sus impresiones arbitrarias y para proveer la respuesta deseada a cualquier problema político y se rehusó a aplicar ese método lógico e histórico al estudio de la guerra de las Malvinas. Las primeras víctimas de su desdén ignorante hacia el marxismo fueron las categorías políticas fundamentales de naciones opresoras y oprimidas. Sin su uso apropiado, es imposible definir las guerras de la época imperialista.

Incapaz de distinguir entre un Reino Unido imperialista y Argentina, Healy esencialmente reprodujo la postura pequeñoburguesa de Shachtman, quien en la década de 1940 había caracterizado todas las guerras, incluyendo la lucha china contra la ocupación japonesa, como conflictos entre imperialismos. Al igual que Shachtman, Healy concluyó que era imposible basar la posición del partido en una caracterización “abstracta” del carácter de clase de los Estados implicados en la guerra; en cambio, debía proceder de un supuesto examen concreto de las “realidades de acontecimientos vivientes” en este caso, una disputa sobre el petróleo, con Argentina de testaferro del imperialismo yanqui.

Por eso Healy declaró con palabras que le deberían marcar en el trasero: “ No [subrayado en el original] se trata de ninguna manera que históricamente las islas le pertenezcan a Argentina, como señala ese órgano cobarde del revisionismo, Socialist Worker...”. También objetaba al siguiente pasaje del periódico de los pablistas británicos, quienes declaraban que los imperialistas británicos “no tienen ningún derecho a ese territorio contra los derechos de los argentinos”.

Healy también vertió su saña contra el miembro centrista del Parlamento, Tony Benn, quien había tenido la osadía de responder a la guerra de las Malvinas con la demanda del derrocamiento del gobierno conservador —demanda que estaba, en esas circunstancias, más a la izquierda que la posición cobarde de Healy—. El “teórico” del WRP dio una muestra resplandeciente de su “práctica de la cognición” con una serie de sofismos para justificar su vil posición ante la demanda correcta de Benn.

Benn puede exigir el derrocamiento de Thatcher, sabiendo muy bien que el chauvinismo no solo de los laboristas de derecha, sino también el de la mal llamada “izquierda”, les asegurará a los conservadores una mayoría parlamentaria y aplacará de inmediato cualquier temor de que el gobierno se venga abajo.

Mientras Benn al menos estaba preparado para luchar contra el chauvinismo del Partido Laborista y oponerse abiertamente a la guerra imperialista, Healy, un cobarde político que estaba completamente intimidado por el envío de la armada británica, descartó la posibilidad de una lucha contra Thatcher.

En este contexto, la denuncia de Healy contra Benn por su “oportunismo parlamentario” era una hipocresía abierta. En la práctica defendía al gobierno conservador.

Healy luego resumió sus conclusiones políticas:

a. La fuente de la crisis es la quiebra continua de la base económica y política del imperialismo mundial.

b. Para los obreros en Reino Unido y Argentina que no tienen ningún país, el enemigo principal están en casa. Esta guerra no es nuestra guerra. Ha surgido de la NATURALEZA TOTALMENTE REACCIONARIA DEL IMPERIALISMO.

c. Los obreros de Reino Unido y Argentina deben luchar por la derrota de sus propias clases dominantes. Las clases dominantes que hoy intensifican sus campañas para justificar su guerra podrán, con la misma facilidad, usar sus armas contra la clase trabajadora británica como lo han hecho durante muchos años en Argentina.

d. Las clases trabajadoras en Reino Unido y Argentina, como explicó Lenin, deben preparar activamente la derrota de sus propias clases dominantes mediante la transformación de la guerra imperialista en guerra civil para así sacar partido de la creciente debilidad de la clase dominante imperialista.

Habiendo definido incorrectamente la guerra como un conflicto interimperialista y habiéndose rehusado siquiera a darle apoyo crítico a la demanda de Benn de derrocar el gobierno conservador, la referencia de Healy a una guerra civil era totalmente vacía e hipócrita. Detrás de sus fórmulas vagas y eclécticas, había una oposición calculada contra toda medida, consigna o actividad práctica que pusiera al WRP en conflicto con el Estado capitalista o que obstaculizara la guerra imperialista. O sea que su carta no proponía nada en concreto para el accionar del movimiento laboral británico. En esa carta interna a los cuadros del partido, en medio de una crisis de guerra, no se podía ver ni una sola consigna política o propuesta de iniciativa táctica.

En cambio, Healy concluyó su carta instruyendo a los miembros que cumplan con las cuotas de la organización impuestas por los funcionarios del partido para poder lograr los requisitos financieros de su burocracia londinense:

Necesitamos un aumento de ventas de 1.800 News Line cada día a partir del lunes, 19 de abril de 1982.

Necesitamos esas 20.000 libras esterlinas vitales para el Fondo de entrenamiento de jóvenes para el mismo día, lunes 19 de abril.

Esas son dos prácticas esenciales y vitales conectadas directamente con la lucha revolucionaria contra la guerra imperialista de las islas Falkland. Sin prácticas como esas, podríamos usar todas las “palabras izquierdistas” que queramos, sin hacer nada más que desaparecer en el pantano del revisionismo y del laborismo reformista.

He aquí la prueba de todas las pruebas… esperamos con cierta ansiedad sus respuestas y prácticas más revolucionarias para el 19 de abril.

Esos párrafos ilustraban el oportunismo más extremo y, en este caso, políticamente siniestro; atacaban las demandas de elecciones generales y de derrocar el gobierno conservador con un sarcasmo lleno de menosprecio —“podríamos usar todas las palabras izquierdistas que queramos”— y presentaba la continua recaudación de dinero fuese, “la prueba de todas las pruebas”. Esas son las palabras de alguien que se ha vuelto completamente insensible a las necesidades de la lucha de clases y a las responsabilidades del partido que representaba. Healy no esperaba “con cierta ansiedad” informes sobre los sentimientos de la clase obrera y la respuesta del movimiento obrero a la línea del partido sino “un aumento de ventas de 1.800 News Line ” y “esas 20.000 libras esterlinas vitales”. Su respuesta a la guerra no era la de un bolchevique; ni siquiera la de un centrista de izquierda, sino la de un cobarde reformista pequeñoburgués y arribista cuyo único interés es defender el tesoro del partido.

Galtieri

Esta vez Healy había ido demasiado lejos, incluso para Michael Banda, quien se dio cuenta de que era imposible ignorar la defensa vergonzosa de Healy del imperialismo británico. La carta de Healy ya había sido impresa y estaba siendo enviada a las células del partido, cuando Banda emitió una protesta y demandó un cambio inmediato de política, de acuerdo con la línea de la resolución que había sido aprobada en la reunión del 8 de abril. Con el propósito de evitar un escándalo político, Banda convenció a Healy de que revocara su carta política y las que ya habían sido enviadas fueron recogidas y devueltas al centro. Banda luego supervisó una reformulación de la carta política, eliminando los ataques contra los revisionistas o Tony Benn y añadiendo un párrafo crucial después de la referencia a Lenin:

Hay una diferencia vital. La resistencia argentina al imperialismo británico involucra un elemento poderoso de la lucha de liberación nacional, ya que las islas le pertenecen históricamente a Argentina y ese país tiene todo el derecho de que se las devuelvan; por lo tanto, las masas se movilizan espontáneamente para que se las devuelvan.

Ese giro político fue incorporado gradualmente en la política del News Line. El 13 de abril de 1982, el News Line finalmente denunció “la guerra imperialista del gobierno de Thatcher contra Argentina” y al día siguiente el WRP incluyó en la primera página un aviso para el Primero de Mayo con dos consignas nuevas: “¡Abajo con la guerra imperialista de Thatcher en las Falkland!” y “¡Hay que movilizar a la clase trabajadora para derrocar al gobierno conservador!”.

Tres años y medio después, en medio de la explosión que siguió a la revelación del abuso depravado de los cuadros femeninos por parte de Healy, Banda glorificó su propio papel en la oposición contra la línea de Healy sobre la guerra de las Malvinas. Pero, como muestra la evidencia, su “lucha” contra Healy ocurrió sin principios, a espaldas de los miembros del partido y del Comité Internacional.

La cuestión no era solo de un error episódico de análisis. La carta política de Healy estaba dirigida con plena consciencia contra un sector del movimiento obrero y contra aquellos que en el WRP estaban demandando acción contra los conservadores. En otras palabras, Healy no partía de una evaluación incorrecta de las pretensiones argentinas sobre las Malvinas, sino de una adaptación al sistema imperialista británico. Su definición de la guerra como un conflicto entre imperialismos se derivaba de su oposición a toda movilización de la clase obrera en defensa de Argentina.

Bajo esas condiciones, la incapacidad de Banda —y, añadiríamos nosotros, de Cliff Slaughter— de desafiar a Healy abiertamente ante todo el partido y ante el Comité Internacional, tenía un significado político mucho mayor que la apurada corrección para evitar el bochorno. No se les ofreció explicación política alguna a los miembros sobre las circunstancias que produjeron el cambio de línea política. El primer mandamiento del bolchevismo, de exponer a la derecha dentro del partido, fue violado. Más tarde, en 1982, cuando un miembro del Comité Central del WRP le escribió a Banda y se quejó sobre ese enmascaramiento político, fue expulsado de inmediato. Todo esto significó un encubrimiento consciente del papel de Healy en como un lacayo político del imperialismo británico en la dirección del WRP. Banda, en efecto, dejó una bomba del tiempo dentro del WRP y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Sabía, junto a Slaughter y todos los que supieron de los acontecimientos de abril de 1982, que Healy ya no era políticamente apto para seguir perteneciendo a la dirección del movimiento trotskista.

En artículos que aparecieron en el News Line durante la guerra, se hicieron denuncias mordaces contra varias tendencias de derecha en el movimiento obrero con posiciones similares o idénticas a las de Healy. En la edición del 28 de mayo de 1982, en respuesta a un lector que confesaba su disgusto con la política proimperialista de la dirección del Partido Laborista y que pidió una explicación de su rol, el News Line replicó:

Lo primero y lo más importante que hay que entender es que Foot y sus secuaces no son individuos “malos” que han cometido un “error” y que es nuestra tarea corregirlos.

A otra pregunta sobre la política hacia la guerra del grupo “Militant”, la cual no difería en nada de la de Healy, el News Line contestó en su edición del 12 de junio de 1982:

La tendencia “Militant” es un grupo de renegados, falsos trotskistas que crean ilusiones en el Partido Laborista. Disfrazada de marxista, la tendencia “Militant” desempeña el papel de bloquear a todos los que se muevan en dirección de una política revolucionaria seria. … En realidad son reformistas abyectos que se adhieren al camino parlamentario al socialismo y colaboran de cerca con la burocracia contra miembros izquierdistas del Partido Laborista.

Por lo tanto, la demanda por una “posición clasista” contra la guerra es simplemente una cortina de humo detrás de la que la tendencia “Militant” en realidad se alinea con la derecha laborista [ como lo hizo Healy contra Benn ] y con los imperialismos británico y estadounidense en la guerra imperialista reaccionaria contra Argentina.

En la edición de agosto de 1982 de Labour Review, Slaughter escribió un análisis despiadado de la línea política del dirigente de “Militant”, Ted Grant. Usó frases como “fárrago de tonterías”, “baba sentimental”, y “confusión sin esperanza” para describir la ecuación “healista” de Grant entre Argentina y Reino Unido, advirtiendo que este “trata de ‘deformar’ al marxismo para que coincida con su oportunismo y traición”. Se burló de Grant por negar lo que “todos los hombres y mujeres del mundo que combaten el imperialismo ya han comprendido...” y concluyó que “Esa traición, disfrazada de marxismo, debe ser denunciada de todas las maneras posibles” (págs. 11-15). Pero esa regla no se aplicaba al dirigente principal del WRP.

Hay otro aspecto de este relato lúgubre. Al corregir la línea derechista grotesca de Healy, Banda introdujo unas cuantas novedades oportunistas propias. En una respuesta a un lector que preguntó cuál posición adoptaría el WRP hacia la junta argentina si el WRP operara en ese país, que apareció en la columna diaria de “Preguntas y respuestas”, y de la que Banda estaba encargado políticamente, este explicó:

Una sección del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en Argentina apoyaría sin condiciones a la burguesía argentina contra el imperialismo británico. …

Un partido marxista argentino por lo tanto debe formar un frente unido con la junta militar burguesa para librar la guerra contra los imperialismos depredadores británico y estadounidense. Eso no debe involucrar ninguna concesión de la independencia política de la clase trabajadora y de su vanguardia revolucionaria (1 de junio de 1982).

Esa era una caricatura miserable de la posición de Trotsky: Hablar de apoyo sin condiciones para la burguesía argentina excluye la independencia política genuina de la clase trabajadora; ofrecerle a la junta un “frente unido” era abandonar el vocabulario político del marxismo y traicionar a la clase trabajadora.

A la cabeza de la lucha democrática de autodeterminación nacional, la clase trabajadora argentina ni defiende a la burguesía ni a sus funcionarios militares. Como escribió Trotsky en el Programa de Transición :

Sin dejar de apoyar al país colonial o a la URSS en la guerra, el proletariado no se solidariza, de ninguna manera, con el gobierno burgués del país colonial ni con la burocracia termidoriana de la URSS. Al contrario, mantiene su completa independencia política tanto frente a uno como frente al otro. Dando su ayuda en una guerra justa y progresista, el proletariado revolucionario conquista las simpatías de los trabajadores de las colonias y de la URSS, afirmando así la autoridad e influencia de la Cuarta Internacional y aumentando su capacidad para facilitar la caída del gobierno burgués en el país colonial y de la burocracia reaccionaria de la URSS (New Park, pág. 36).

En las condiciones concretas en las que surgió la guerra de las Malvinas, es doblemente traicionero seguir la política sugerida por Banda, que habría puesto a los trotskistas argentinos en un “frente unido” no solo con la junta sino con todo chauvinista rabioso pequeñoburgués de ese país, incluyendo a los que trabajaban para Galtieri y sus escuadrones de la muerte.

La guerra fue lanzada por la junta como distracción desesperada para posponer su colapso inminente. Después procedió de una forma que garantizaba el sufrimiento máximo de todos los soldados obreros y campesinos argentinos y la victoria final del imperialismo británico. En esa situación, los trotskistas hubiesen utilizado la guerra para apurar el derrocamiento revolucionario de Galtieri y hubiesen dirigido su agitación con ese fin. Sin rechazar actuar cuando fuese imperativo hacerlo en coordinación con el gobierno, en la medida en que el partido no pudiera todavía derrocarlo, bajo ninguna condición explicaríamos esa acción de alguna manera que le diera la menor credibilidad al régimen o que incurriera responsabilidad para el partido respecto a las acciones de la junta. En todo momento expondríamos la naturaleza traicionera de la burguesía, la incompetencia y depravación de sus oficiales, demandando que los trabajadores se armen y que formen sus propias milicias. Al mismo tiempo les presentaríamos a las masas nuestro programa por un gobierno obrero y campesino y por la liquidación del capitalismo argentino a través de la dictadura del proletariado.

El romance repentino del WRP con la junta argentina fue el producto más quijotesco de la elevación por parte de Banda de la lucha armada a un nivel estratégico. Esto establecía un criterio falso que permitió que el WRP dejase abierta la perspectiva de que un conflicto militar pudiera transformar a una pandilla de mercenarios asesinos en opositores intransigentes del imperialismo y potenciales libertadores de la clase trabajadora. En su edición del 17 de junio de 1982, el News Line defendió su perspectiva anterior de que Reino Unido nunca podría reconquistar las islas Malvinas, aceptando sin crítica las pretensiones de la junta argentina y proyectando una guerra prolongada. Ese artículo, escrito bajo la supervisión de Banda, citaba respetuosamente los infames alegatos del “presidente” Leopoldo Galtieri, del “ministro de exteriores” Costa Méndez y del “ministro de defensa” Amadeo Frugoli y afirmaba que “esos son sentimientos compartidos por muchos en Latinoamérica” —como si existiese alguna identidad entre estos tiranos desacreditados que pronto serían arrestados y despachados a campos de prisión y las opiniones antiimperialistas genuinas de las masas.

El artículo interpretaba la guerra de las Malvinas como el comienzo de “un despertar profundo de la cuestión nacional” y no hacía ninguna referencia al proletariado latinoamericano o a la lucha de clases. Tenía completa confianza en la junta. El News Line, aceptando las bravatas sin sentido de los generales desacreditados, pronosticó que la guerra continuaría. Mientras Galtieri se escondía en el palacio presidencial y manifestaciones masivas de trabajadores pedían su cabeza, el News Line le ofrecía la siguiente apología a la junta:

“Cualquiera que sea la resolución a la que se llegue hoy, las líneas de abastecimiento y las posiciones británicas en las islas seguirán siendo blancos futuros para las fuerzas armadas argentinas”. Si algún “trotskista” argentino hubiese tratado de amenguar la ira de las masas con esos sofismos, hubiese sido ahorcado de alguna de las farolas de la Plaza de Mayo.

Seguía un pasaje aún más increíble: “Una guerra prolongada bajo esas condiciones sería una llaga abierta que transformaría a las Malvinas en el Vietnam de Thatcher, guerra que ella no puede ganar como no pudieron ganar los EUA en el sureste de Asia”.

Esa predicción demostró que el WRP no tenía ninguna confianza en la clase trabajadora británica ni en su papel revolucionario. La junta ahora se convertía en el verdugo del imperialismo británico, de la misma forma como pronto se proclamaría a los militares de Irán ejecutores de las tareas revolucionarias de Oriente Próximo. Confirmaba, además, que la así llamada “corrección” de abril solo había sido un acto cosmético que no tenía nada que ver con restaurar una línea proletaria en el WRP.

En varios artículos Banda y el News Line trataron de darle una hoja de parra ortodoxa a su actitud hacia la junta argentina con referencias a la lucha de Chiang Kai-shek contra el Japón en la década de los treinta. Esa era una comparación totalmente mecánica e inválida. Igualar la lucha de vida o muerte del pueblo chino —que trataba de asegurar por primera vez su derecho a la existencia nacional contra los invasores imperialistas de su país— con la guerra de distracción lanzada por la junta desacreditada en 1982 es una burla a la concreción dialéctica. El hecho de que los pablistas argentinos se hubiesen adaptado sin crítica a los peores elementos chauvinistas benefició a los burgueses radicales más astutos, como Alfonsín, que mantenían su distancia respecto a la junta.

En conclusión, los trotskistas argentinos necesitaban defender sin condiciones el derecho de Argentina a la autodeterminación y actuar en toda ocasión en pro de la derrota del gobierno británico y de sus fuerzas militares. En la Argentina, los trotskistas tenían que defender la autodeterminación nacional con sus propios métodos proletarios, proponiendo siempre la independencia política de la clase trabajadora y levantando el pabellón del internacionalismo proletario.

La incapacidad del WRP de conducir desde el comienzo de la guerra una política de principios en Reino Unido o de elaborar una estrategia revolucionaria para los trabajadores argentinos, estaba ligada al hecho de que Healy y Banda repudiaban el concepto marxista del Estado capitalista, dándole un papel libertador, y que trataban de usarlo, de una forma u otra, como instrumento de la política del partido y de la lucha de clases.