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Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.)
Las bases históricas e internacionales del Partido Socialista por la Igualdad

Perestroika (“reestructuración”) y Glasnost (“apertura”) en la URSS

210. El fondo histórico de la lucha interna en el Comité Internacional entre 1982 y 1986 fue la crisis que intensificaba en la Unión Soviética y su régimen estalinista. Paradójicamente, la trayectoria de la crisis tenía sus raíces en la tremenda expansión de la economía soviética luego de la Segunda Guerra Mundial; expansión que minó aún más la viabilidad de la política sobre la economía —autárquica y nacionalista— que se basaba en la perspectiva estalinista del “socialismo en un solo país”. La complejidad creciente de la economía soviética planteaba cada vez con mayor urgencia la necesidad de tener acceso a la economía mundial y a su división de mano de obra internacional. Los problemas económicos de la URSS aumentaban, sobre todo a medida que la tasa de la expansión económica mundial comenzaba a declinar de los niveles que durante las primeras dos décadas luego de 1945 habían sido generalmente bastante altas. Fueron exacerbados por las flagrantes incompetencias del sistema dirigido por la burocracia, la cual se burlaba del método científico cada vez que aseveraba que se basaba en él. Tal como Trotsky insistiera en 1936, la calidad de una economía planificada “exige de los productores y los consumidores la democracia, la libertad de expresión para criticar y la iniciativa, las cuales son condiciones incompatibles con un régimen basado en el miedo, la mentira y la adulación”. [122] En 1935, Trotsky también había observado que “Mientras más complejas las tareas económicas, mayores las exigencias y los intereses de la población y así más aguda se vuelve la contradicción entre el régimen burocrático y las exigencias del desarrollo socialista”. [123] La contradicción entre los intereses socio políticos de burocracia y los requisitos objetivos del desarrollo económico se expresó de manera grotesca en el mórbido pavor que la burocracia le tenía a la tecnología de la informática. En un país donde los ciudadanos eran obligados a registrar todas las maquinillas de escribir y los mimeógrafos, las autoridades estalinistas vivían aterradas de las insinuaciones políticas del amplio uso de computadores [ordenadores].

211. Durante las décadas de los 1960 y 1970, la oposición a los regímenes estalinistas en la Unión Soviética y Europa Oriental aumentó a ritmo constante. Hubo informes acerca de grandes huelgas en la ciudad industrial soviética de Novocherkassk que las fuerzas armadas suprimieron violentamente en junio de 1962. La súbdita deposición de Khrushchev en octubre de 1964, su reemplazamiento con Leonid Brézhnev y las medidas drásticas que se impusieron contra las campañas para desestalinizar al régimen fueron intentos desesperados para conservar la legitimidad política del régimen. El juicio contra los escritores Yuli Daniel y Andrei Sinayavsky, cuyo objetivo era intimidar el movimiento disidente creciente, sirvió para desacreditar al régimen, así como también lo hizo luego el exilio de Alexander Solzhenitsyn. Cuando Alexander Dubcek llegó al poder en Checoslovaquia en enero de 1968, durante la llamada “Primavera de Praga”, la burocracia soviética se aterrorizó aún más. La invasión de Checoslovaquia luego en agosto del mismo año y la deposición de Dubcek ahondaron la enajenación que ya sentían grandes sectores de la clase trabajadora y los intelectuales de la Unión Soviética y Europa Oriental, quienes habían creído en la posibilidad de reformas de tipo democrático y socialista. En 1970, huelgas enormes en Polonia tumbaron al gobierno de Gromulka, quien originalmente había llegado al poder mediante las manifestaciones de las masas en 1956. Ante todas estas dificultades, Brézhnev trató de imponer una ortodoxia estalinista que le confería al régimen una inflexibilidad total. Significativamente, este período también presenció el florecimiento de la détente [“aflojamiento” o “aligeramiento” de tensiones] entre la Unión Soviética y Estados Unidos, proceso que llegó a su fin hacia finales de los 1970, cuando el gobierno de Carter decidió cambiar su política a una más agresiva que el gobierno de Reagan prosiguió aún más.

212. Cuando Brézhnev falleció en noviembre de 1982, ya el régimen no podía esconder los indicios de grave crisis económica y un estancamiento social general. Sectores importantes de la burocracia soviética consideraron que la aparición del movimiento de masas en Polonia en 1980 —”Solidaridad”— era una señal que una explosión revolucionaria en la misma URSS era una posibilidad. El sucesor de Brézhnev, Yuri Andropov, quien había sido director de la KGB, trató de poner en práctica varias reformas contra la corrupción y así restaurar la confianza en el régimen. También instituyó medidas enérgicas contra el alcoholismo con las esperanzas de aumentar la productividad de la industria soviética. Pero estas medidas sólo fueron un tratamiento paliativo. El problema fundamental todavía existía: el carácter hermético nacionalista de la economía del país. De todos modos, Andropov, quien estaba gravemente enfermo cuando asumió el poder, falleció de una enfermedad de los riñones en febrero de 1985, justamente 15 meses después de tomar las riendas del país. Konstantín Chernenko, quien lo reemplazara, también era un burócrata mortalmente enfermo. Duró solo 13 meses. Lo sucedió Mijaíl Gorbachov, cuyo régimen, asediado por las crisis, terminó con la disolución de la URSS.

213. Gorbachov inició una política que combinaba la expansión de libertades internas (glasnost) con reformas de la economía (perestroika). El sector de la burocracia dirigido por Gorbachov tenía un objetivo principal: obligar a la oposición de las masas soviéticas a conducirse por conductos oficiales y así lograr que apoyaran el programa para restaurar al capitalismo. Gorbachov contaba con la desorientación de los trabajadores que décadas de gobierno estalinista habían causado. También contaba con el apoyo de la izquierda pequeñoburguesa radical. Este fue el único cálculo político en que Gorbachov mostró cierta astucia apreciable. En ningún otro lugar encontró este fenómeno —llamado “Gorbimania” por la prensa capitalista— una expresión tan incontrolada como en los ámbitos de la pequeña-burguesía izquierdista. Ernest Mandel, quien vio en Gorbachov la apoteosis de la perspectiva pablista de la auto reforma de la burocracia, lo proclamó “un dirigente político extraordinario”, la versión soviética de Franklin Delano Roosevelt. [124] Mandel se puso a ver el futuro con lentes color rosa y bosquejó cuatro posibilidades plausibles para la evolución soviética, pero ninguna de ellas consideró la disolución de la URSS. Esto fue un descuido extraordinario para un autor que escribía solo dos años antes del derrumbe final del país. Para Tariq Ali, discípulo de Mandel y dirigente de la organización pablista en la Gran Bretaña, era imposible contener su entusiasmo por la Perestroika y sus iniciadores. Dedicó su libro, La revolución desde arriba: ¿A dónde va la Unión Soviética?, publicado en 1988, a Boris Yeltsin. Declaró en su conmovedor homenaje que “la valentía política [de Yeltsin] lo ha convertido en un importante símbolo por todo el país”. [125] Ali describió sus visitas a la Unión Soviética y le informó a sus lectores que “verdaderamente me sentía en casa”. [126] Reafirmó que el programa político de Gorbachov había iniciado la transformación revolucionaria de la sociedad rusa desde arriba. Hizo notar cínicamente que habían aquellos que “habrían preferido (¡yo también!) que los cambios en la Unión Soviética hubieran sido resultado de un enorme movimiento de la clase trabajadora soviética y resucitado a los viejos órganos de poder político —los soviets— con sangre nueva. Hubiera sido muy lindo, pero no sucedió así”. [127] Ali entonces presenta un resumen bien terso de la perspectiva pablista, la cual mezclaba en cantidades iguales el impresionismo político, la ingenuidad, y la estupidez. La lógica de La revolución desde arriba expresa que Gorbachov representa una corriente progresista y reformista interna en la b burocracia soviética, cuyo programa, si llega a tener éxito, representaría un adelanto enorme para socialistas y demócratas a nivel mundial. El alcance de las acciones de Gorbachov de hecho nos recuerda los esfuerzos del presidente estadounidense Abraham Lincoln durante el siglo XIX. [128]

214. La crítica al régimen de Gorbachov por los ex trotskistas del Workers Revolutionary Party no fue menos carente de sentido. Healy declaró que Gorbachov era el dirigente de la revolución política en la Unión Soviética. Para Banda, la ascensión de Gorbachov representaba la refutación final del trotskismo. “Si la restauración no existiera”, declaró él, “para Trotsky sería absolutamente necesario inventarla. Toda la historia soviética —durante y luego de la era de Stalin— es testigo a esta especulación infantil izquierdista e indica una dirección contraria”. [129]

215. El CIFI se opuso a estos conceptos. Ya había explicado para principios de 1986 la índole fundamentalmente reaccionaria de la economía política de Gorbachov. En su documento de perspectivas de 1988, escribió lo siguiente:

“A medida que busca poner en la práctica su Perestroika reaccionaria, Gorbachov, de manera implícita, concede que todas las premisas económicas sobre las cuales el estalinismo se basaba fueron un fracaso; es decir, que el socialismo podía establecerse en un solo país. La crisis de la economía soviética, la cual es verídica, se arraigaba en que había quedado aislada de los recursos del mercado mundial y la división de la mano de obra internacional. Existen dos maneras en que la crisis se puede resolver. La manera que Gorbachov propone incluye el desmantelamiento de la industria estatal, la renuncia al principio de la planificación, y el abandono del monopolio que el estado tiene sobre el comercio extranjero; es decir, la reintegración de la Unión Soviética en las estructuras del imperialismo mundial. La alternativa a esta solución reaccionaria requiere la destrucción

del dominio imperialista sobre la economía mundial por medio de la unificación de la clase trabajadora soviética e internacional en una ofensiva que tenga como objetivo la expansión de la economía planificada en los alcázares del capitalismo estadounidense,

europeo y asiático”. [130]

216. Las reformas de glasnost y la relajación de las restricciones sobre la censura abrieron las puertas para un debate en la Unión Soviética acerca de cuestiones políticas e históricas. La burocracia “retroactivamente” rehabilitó a muchos de los viejos bolcheviques, inclusive a Bukharin, Zinoviev y Kamenev. También se vio forzada a admitir que los juicios de Moscú se habían basado en la mentira. Pero la burocracia nunca se atrevió a rehabilitar a Trotsky, puesto que sus críticas atacaban los intereses sociales de la burocracia en general. Si estas ideas habrían de lograr una audiencia en la clase trabajadora soviética, los planes para la restauración del capitalismo se verían seriamente amenazados. En 1987, Gorbachov insistió que las ideas de Trotsky eran “esencialmente un ataque total contra el leninismo”.

217. El CICI trató de llevarle a la población soviética la perspectiva del trotskismo. Publicó una revista teórica en ruso y organizó varios viajes a la Unión Soviética entre 1989 y 1991. Sus labores se concentraron en clarificar el lugar de Trotsky en la Revolución de Octubre, los orígenes y el significado la lucha de Trotsky contra el estalinismo, el programa político de la Cuarta Internacional, y la índole de la crisis a la cual se enfrentaba la Unión Soviética. El CICI repetidamente advirtió que la liquidación de la URSS y la restauración del capitalismo tendrían consecuencias catastróficas para la clase trabajadora soviética. En un discurso pronunciado en Kiev en octubre de 1991, David North explicó lo siguiente:

“...En este país, la restauración del capitalismo sólo puede tomar lugar a base de la amplia destrucción de las fuerzas productivas ya en existencia y de las instituciones socio culturales que dependen de ellas. En otras palabras, la reintegración de la URSS en las estructuras de la economía imperialista mundial en base capitalista significa no el lento desarrollo de una economía nacional atrasada, sino la rápida destrucción de una economía que ha sostenido condiciones de vida que, por lo menos para la clase trabajadora, se parecían más a aquellas en los países avanzados que a las de los países del Tercer Mundo. Cuando se analizan las varias artimañas propuestas por los partidarios de la restauración capitalista, no hay otra conclusión que ellos no son memos ignorantes que Stalin acerca de cómo la economía capitalista mundial verdaderamente funciona. Y están preparando el

terreno para una tragedia social que pondrá en eclipse la que produjo Stalin con su política pragmática y nacionalista”. [131]

La verdadera trayectoria de los sucesos luego de la disolución de la Unión Soviética en 1991 completamente comprobó estas advertencias.


[122]

Leon Trotsky, Revolution Betrayed, p. 235.

[123]

“The Workers’ State, Thermidor, and Bonapartism” in Writings of Leon Trotsky 1934-35 (New York: Pathfinder, 2002) p. 246.

[124]

Beyond Perestroika: The Future of Gorbachev’s USSR (London: Verso, 1989), p. xi.

[125]

Tariq Ali, Revolution From Above: Where Is the Soviet Union Going? (London: Hutchinson, 1988), p. vi.

[126]

Ibid., p. xi.

[127]

Ibid., p. xii.

[128]

Ibid., p. xiii.

[129]

Cited in The Heritage We Defend, p. 498.

[130]

The World Capitalist Crisis and the Tasks of the Fourth International, pp. 30-31.

[131]

“After the August Putsch: Soviet Union at the Crossroads” in The Fourth International, Volume 19, No. 1 [Fall-Winter 1992], p. 109.