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Perspectiva

¿Realmente se acabó la pandemia?

El discurso de “El estado de la Unión” del presidente estadounidense Joe Bden fue un evento coreografiado para dar la impresión de que la pandemia de COVID-19 ya se acabó. Marcó el clímax de un impulso de varias semanas de toda la élite política y la prensa corporativa, encabezadas por el Partido Demócrata, para obligar a la población estadounidense a “vivir con el virus” y aceptar una “nueva normalidad” de interminables, infecciones, discapacidades y muertes masivas.

El foco principal del discurso de Biden fue la guerra en Ucrania, presentando al presidente ruso Vladímir Putin como el villano de una lucha maniqueísta entre las fuerzas del bien y el mal. Para el Gobierno de Biden y el Partido Demócrata, la guerra es percibida como un vehículo para “unificar” al país y desviar toda la atención lejos de la inmensa crisis interna desencadenada por la pandemia.

Clientes con mascarillas para protegerse contra el coronavirus compran en el mercado de la terminal de Reading en Filadelfia, 16 de febrero de 2022 (AP Photo/Matt Rourke)

A pesar de que la cifra de muertes por COVID-19 en EE.UU. se aproxima a 1 millón y de que 125.000 estadounidenses han muerto desde que inició el año, la prensa corporativa ha dejado de cubrir la pandemia y se está dedicando casi exclusivamente a la propaganda de guerra. Algo similar predomina en Europa, donde los Gobiernos capitalistas también están implicados en niveles masivos y continuos de infecciones y muertes por COVID-19.

Pero, a pesar de los esfuerzos de la élite política y de los medios de comunicación para convencer al público de lo contrario, la pandemia está lejos de terminarse. El martes, el día en que Biden se pronunció, BNO News informó que 1.763 personas habían perdido la vida a causa del COVID-19 en el país. Al día siguiente, la cifra de muertos aumentó a 2.236.

Cada día mueren en Estados Unidos casi tantas personas como en el peor momento de la ola provocada por la variante delta de COVID-19 en septiembre. Vietnam, Corea del Sur y otros países están registrando tasas de casos récord a medida que la variante BA.2 surge en todo el mundo.

Como parte del esfuerzo por normalizar la pandemia, el viernes pasado los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) publicaron nuevas directrices de uso de mascarillas basadas en los niveles de ocupación hospitalaria en lugar de las tasas de infección por COVID-19. Las directrices han sido ampliamente denunciadas por los científicos por convertir las mascarillas en una cuestión de preferencia personal en lugar de una medida de salud pública necesaria. El miércoles, los CDC anularon sus recomendaciones sobre el rastreo de contactos, otro hito importante en la eliminación de todas las medidas de mitigación del COVID-19 en los Estados Unidos.

El anuncio coordinado del fin del uso obligatorio de mascarillas y el rastreo de contactos representa la imposición final de una política soñada por la élite política estadounidense desde el inicio de la pandemia: acabar con todas las medidas que buscaban interrumpir la propagación de la enfermedad, incluso mientras miles de personas mueren innecesariamente cada día.

Las directrices sobre mascarillas de los CDC se aplicaron en el evento de “El estado de la Unión”, donde casi todos los asistentes fueron sin mascarilla. Detrás de este barniz de normalidad, todos los presentes tuvieron que haber dado negativo en las pruebas de COVID-19 ese día, un lujo del cual se ven privadas casi todas las escuelas y los otros lugares de trabajo de Estados Unidos.

La pandemia, que ha afectado profundamente a todos los estadounidenses durante dos años, quedó relegada a unos siete minutos en la segunda mitad del discurso de una hora de Biden. No pronunció ni sola vez los términos “ómicron”, “COVID persistente”, “aéreo” o “N95”.

Al igual que el discurso de Biden en general, sus observaciones sobre COVID-19 fueron un cúmulo de contradicciones, mentiras y profundas distorsiones de la realidad actual de la pandemia.

Comenzó diciendo: “Durante más de dos años, el COVID ha influido en todas las decisiones de nuestras vidas y en la vida de esta nación. Y sé que están cansados, frustrados y agotados. Eso sin contar con las cerca de un millón de personas que se sientan en el comedor o en la cocina y miran una silla vacía porque han perdido a alguien”.

Esta referencia oblicua a la asombrosa cifra de muertos en Estados Unidos, que superará el millón a finales de este mes, fue el único reconocimiento de Biden de esta inmensa tragedia. Omitió el hecho de que, desde que asumió el cargo el 20 de enero de 2021, más de 535.000 estadounidenses han muerto a causa del COVID-19, más que el número total combinado de soldados estadounidenses que murieron en la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Aproximadamente 15.000 estadounidenses han muerto cada semana durante el último mes, sin un fin a la vista.

Como verdadero pragmático estadounidense, Biden se negó a hablar más sobre el pasado y pasó rápidamente a la acción, declarando: “Esta noche puedo decir que estamos saliendo adelante con seguridad, volviendo a [...] rutinas más normales”. Más tarde añadió: “El COVID-19 ya no tiene que controlar nuestras vidas”.

Alabó las nuevas directrices de los CDC sobre el uso de mascarillas, diciendo que “la mayoría de los estadounidenses en la mayor parte del país ya pueden andar sin mascarillas”. Contradiciéndose a sí mismo, afirmó a continuación: “Como este virus muta y se propaga, tenemos que mantener la guardia”.

Biden presentó una descripción fabulosa sobre el futuro de la pandemia, esbozando “cuatro pasos de sentido común para avanzar con seguridad”. El primer paso consiste en “las vacunas y los tratamientos”.

Evidentemente, sin haber aprendido nada de la propagación sin precedentes de la variante ómicron, Biden declaró: “La vacuna puede detener la propagación de estas enfermedades”. De hecho, desde hace más de un año se sabe que las vacunas no protegen en gran medida contra la infección por COVID-19, sino que protegen principalmente contra la hospitalización y la muerte. Los CDC han ocultado datos críticos sobre las infecciones y muertes de personas vacunadas, pero se sabe que no son poco frecuentes y que pueden conducir a la muerte o a discapacidades por el COVID persistente.

Además, solo el 65 por ciento de los estadounidenses han recibido dos dosis de la vacuna. Menos del 29 por ciento se ha puesto una dosis de refuerzo, y las tasas de vacunación se han quedado estancadas en solo 350.000 al día. Los medicamentos antivirales, si bien son prometedores, tienen un suministro muy limitado. Confiar únicamente en las vacunas y los tratamientos prepara el terreno para que se produzcan más infecciones y muertes masivas cuando la siguiente variante evolucione inevitablemente.

Frente a las enormes reacciones por las nuevas recomendaciones de los CDC sobre el uso de mascarillas, que ponen en peligro a más de 9 millones de estadounidenses inmunodeprimidos, Biden declaró: “Si eres inmunodeprimido o tienes alguna otra vulnerabilidad, tenemos tratamientos y mascarillas gratuitas de alta calidad. No estamos dejando a nadie atrás ni ignorando las necesidades de nadie mientras avanzamos”. Sin embargo, no logró conciliar esto con el hecho de que todos los espacios públicos cerrados serán ahora peligrosos para millones de personas en riesgo.

El segundo paso del plan de la Administración de Biden es “prepararse para las nuevas variantes”.

Biden prometió: “De ser necesario, podremos desplegar nuevas vacunas en un plazo de 100 días, en lugar de quizás meses o años”, y añadió: “No puedo prometer que no vaya a aparecer una nueva variante, pero sí puedo prometer que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para estar preparados si eso sucede”.

Olvidó mencionar que los intentos de producir una vacuna específica para ómicron resultaron infructuosos, así como el hecho de que la subvariante BA.2 de ómicron está aumentando exponencialmente en EE.UU., al tiempo que se baten récords de infecciones, hospitalizaciones y muertes en Hong Kong, Corea del Sur, Dinamarca e Islandia, todos ellos con tasas de vacunación más altas que las de EE.UU.

La idea de que la respuesta a cada variante nueva debe ser reiniciar todo el proceso de vacunación de la población mundial, es absurda. Dadas las leyes de la evolución viral, esta lucha de Sísifo continuaría durante años. Miles de millones de personas se infectarán innecesariamente y millones morirán mientras las nuevas vacunas se distribuyen lentamente por todo el mundo.

El tercer elemento y el más crítico del futuro pandémico de Biden es “acabar con el cierre de las escuelas y las empresas”. Esta es la esencia de la “nueva normalidad”, que prioriza los intereses de las corporaciones y la élite financiera.

Biden declaró: “Es hora de que Estados Unidos vuelva a trabajar y llene de gente nuestros grandes centros urbanos. La gente que trabaja desde casa puede sentirse segura y empezar a volver a sus oficinas”. Y añadió: “Nuestras escuelas están abiertas. Mantengámoslo así. Nuestros niños necesitan estar en la escuela”. Esto provocó una ovación bipartidista.

Biden afirmó: “La mayoría de los estadounidenses pueden quitarse las mascarillas y permanecer en las aulas y seguir adelante con seguridad”.

Esta es una mentira de proporciones monumentales. La gran mayoría de los niños siguen sin vacunarse, y los estudios recientes indican que la vacuna pediátrica es menos eficaz. Durante la actual ola de ómicron, los niños se han infectado, han sido hospitalizados y han muerto a un ritmo récord. Los CDC registraron 212 muertes de niños por COVID-19 en febrero y 84 solo en la última semana.

Para concluir su plan de cuatro puntos, Biden dijo: “Seguiremos vacunando al mundo. Hemos enviado 475 millones de dosis de vacunas a 112 países, más que cualquier otra nación de la Tierra”. Eludió el hecho de que Estados Unidos se ha negado a renunciar a los derechos de propiedad intelectual de la vacuna Moderna, desarrollada en colaboración con el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas.

Las declaraciones de Biden resumieron el contenido del nuevo “Plan Nacional de Preparación para el COVID-19” publicado el miércoles. Al igual que el primer “Plan de Preparación” de Biden, publicado al día siguiente de su toma de posesión, este plan no es más que palabrería. Casi todos los aspectos del plan dependen de la obtención de fondos del Congreso en un proceso prolongado de semanas o meses que quizá nunca llegue a materializarse.

Aunque se habla de boquilla de la necesidad de apoyar a los pacientes del COVID persistente y de mejorar los sistemas de filtración de aire en las escuelas y los espacios públicos, el objetivo central del plan es garantizar que las escuelas y los lugares de trabajo permanezcan abiertos durante las futuras olas de nuevas variantes. Afirma: “Nuestro camino hacia el futuro se basa en dar a las escuelas y a las empresas las herramientas que necesitan para evitar paros económicos y educativos, de modo que nuestros estudiantes puedan permanecer en la escuela, nuestros trabajadores puedan estar seguros en el trabajo y nuestra economía pueda seguir creciendo”.

Todo lo relativo a la ventilación interior se reduce a “recomendaciones”, “orientaciones”, una “lista de controles” y “recursos técnicos”. En ninguna parte se menciona un requisito legal o una asignación de fondos específica para esta cuestión tan esencial.

La “nueva normalidad” exigida por Biden y los demócratas, siguiendo los pasos de las políticas de “inmunidad colectiva” de Trump, solo profundizará los crímenes sociales cometidos en los últimos dos años. Al exigirle a la población que acepte las muertes masivas por una enfermedad prevenible, la clase gobernante estadounidense está condicionando a la sociedad para perpetrar crímenes aún más atroces con cantidades masivas de víctimas en una guerra con Rusia.

La realidad objetiva a la que se enfrentan los cientos de millones de trabajadores en Estados Unidos y miles de millones en todo el mundo desmiente la propaganda de que la pandemia ha terminado. La principal tarea de la clase obrera internacional es construir un movimiento de masas que luche por detener tanto la pandemia como la escalada hacia la guerra mundial.

(Publicado originalmente en inglés el 3 de marzo de 2022)

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