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Una carta de David North a un camarada ruso: “La invasión de Putin es una respuesta desesperada a la presión implacable ejercida por EE.UU. y la OTAN contra Rusia”

David North es el presidente del Consejo Editorial Internacional del World Socialist Web Site.

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Estimado camarada,

A medida que la guerra continúa, se hace cada vez más evidente que el destino de Ucrania sólo tiene importancia para Estados Unidos en el contexto de su creciente lucha por la hegemonía mundial. El gobierno de Biden instigó la guerra, impulsando a Putin —que hasta el último minuto esperaba poder convencer a sus 'socios occidentales' de hacer concesiones razonables para la ' seguridad nacional' del Estado ruso— para una guerra mal preparada (tanto desde el punto de vista militar como político). Lo sorprendente es que Putin y su mando militar parecen no haber comprendido del todo hasta qué punto la OTAN había armado y entrenado a los militares ucranianos. Pero este fracaso de sus servicios de inteligencia tiene su origen en la disolución estalinista de la Unión Soviética, que está basado en concepciones muy poco realistas, casi infantilmente ingenuas, del sistema imperialista. Mientras repudiaba toda asociación con el marxismo, el Kremlin mantenía su fe en la posibilidad de una 'coexistencia pacífica' con sus socios occidentales. Putin, poco antes de ordenar la invasión, se quejó patéticamente de que Rusia había sido 'jugado”(engañada) por Occidente.

Además, es evidente que Rusia —tras haber fracasado en su intento de presionar a Occidente— no tenía un plan estratégico claro. ¿Qué pretende Putin exactamente? La operación militar —al menos en sus fases iniciales— ha sido un desastre. Parece consistir en una serie de reacciones improvisadas en respuesta a dificultades inesperadas. La pérdida de siete generales en las primeras semanas de la guerra es una prueba del asombroso nivel de incompetencia. Putin, que se inspira en la Rusia imperial, no parece ser más competente como líder bélico que Nicolás II.

Los gobiernos y los medios de comunicación estadounidenses y europeos denuncian la brutalidad rusa. No estamos dispuestos a minimizar, y mucho menos a negar, el impacto devastador de la guerra en las masas ucranianas. Pero las denuncias de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia están llenas de hipocresía. La invasión rusa no comenzó con 'conmoción y asombro', es decir, el tipo de bombardeo masivo que Estados Unidos desató contra Bagdad en 1991 y, aún peor, en 2003. Si el Pentágono hubiera lanzado la guerra contra Ucrania, Kiev y otras grandes ciudades ucranianas habrían sido más o menos destruidas el primer día de la guerra.

Por supuesto, esto no justifica la invasión de Putin, que es una respuesta desesperada y esencialmente reaccionaria hacia la implacable e intensificada presión ejercida por EEUU y la OTAN contra Rusia. La políticamente débil burguesía rusa, que aún carece de una base sustancial para su gobierno, está tratando de contrarrestar esta presión mediante acciones militares limitadas. Pero esta estrategia, basada en la lógica convencional de la geopolítica de los Estados-naciones burgueses, es estratégicamente ineficaz, tácticamente desastrosa y políticamente quebrada. Este último aspecto quedó expuesto con mayor claridad en el discurso con el que Putin inició la invasión.

Normalmente, una 'llamada a las armas' invoca las mayores experiencias históricas por las que ha pasado el pueblo. Pero esto no puede hacerlo la burguesía rusa restauracionista. No puede evocar la historia 'rusa' del siglo XX, ya que esa historia está incrustada en la experiencia de la Revolución de Octubre y la Unión Soviética. Putin rechaza esa historia, y por eso su 'discurso de guerra' saltó por encima de 1917. Rechazó a Lenin y a los bolcheviques e invocó al zar y a Dzerzhimorda, el gran matón chauvinista ruso. Esta apelación reaccionaria no puede inspirar a las masas en Rusia, y mucho menos apelar al mundo.

En este sentido, no es fácil predecir cómo desarrollará la guerra desde el punto de vista militar. Sin embargo, se puede predecir que esta guerra marca un punto de inflexión crítico en la crisis del sistema capitalista mundial. Las dimensiones globales de la lucha se harán cada vez más evidentes. Para las potencias imperialistas, y sobre todo para Estados Unidos, el objetivo de esta guerra es un nuevo reparto del mundo. Los principales objetivos de esta redivisión son Rusia y China. Estados Unidos está decidido a 1) acabar con la existencia de Rusia como obstáculo para sus intereses globales, y 2) obtener el control directo de los inmensos recursos estratégicos de Rusia. La realización de estos objetivos requiere la ruptura de Rusia en su forma actual. Mientras que desarrolla esta lucha, Estados Unidos persigue objetivos similares en relación con China.

No puede ser casualidad que los dos principales objetivos del imperialismo estadounidense sean países que han pasado por una revolución social. Aunque ambos países han restaurado el capitalismo, el legado histórico residual de las revoluciones rusas y chinas es un grado limitado de 'independencia' de la total injerencia y control estadounidense en su vida económica y política. Trágicamente, en el caso de Rusia, esta independencia se manifiesta en gran parte de forma negativa, es decir, a través de su posesión del arsenal nuclear creado por la URSS.  Pero este arsenal no proporciona, a largo plazo, una estrategia viable para la lucha existencial a la que se enfrenta Rusia.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional se opone a la invasión rusa en Ucrania. Esta posición principal no se contradice con su reconocimiento del hecho innegable de que Estados Unidos instigó el conflicto. Sin embargo, el movimiento trotskista no basa su estrategia en el tipo de concepciones pragmáticas de base nacional que determinan la política del régimen capitalista en Rusia.

La defensa de las masas rusas contra el imperialismo no puede llevarse a cabo sobre la base de la geopolítica burguesa de los Estados nacionales. Por el contrario, la lucha contra el imperialismo requiere el renacimiento de la estrategia proletaria de la revolución socialista mundial. La clase obrera rusa debe repudiar toda la empresa criminal de la restauración capitalista, que ha conducido hacia el desastre, y restablecer su conexión política, social e intelectual con su gran herencia revolucionaria leninista-trotskista.

La esencia de esta herencia es su compromiso con el internacionalismo revolucionario. La guerra en Ucrania ha puesto en marcha una tempestad de dimensiones globales. Las dislocaciones económicas producidas por la guerra —que intensifican la ya muy avanzada crisis del sistema capitalista— se hacen sentir en todo el mundo. El aumento de los precios y la interrupción del suministro de energía y alimentos ya han provocado manifestaciones de protestas y huelgas masivas en todo el mundo. En Sri Lanka, los trabajadores enfurecidos intentaron durante esta última semana asaltar el palacio presidencial. En las capitales de todo el mundo se producirán acontecimientos similares.

La tarea que enfrenta el movimiento trotskista mundial, dirigido por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, es proporcionar a la clase obrera la perspectiva y la dirección que requiere en esta nueva etapa de lucha revolucionaria.

Saludos fraternales,

David North

(Publicado originalmente en inglés el 2 de abril de 2022)

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