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Perspectiva

Eliminando la mascarilla en el transporte público, la Casa Blanca exige contagios masivos

El lunes, el Gobierno de Biden anunció por medio de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA, por sus siglas en inglés) que pondría fin a los requisitos del uso de la mascarilla en el transporte público, incluyendo los buses, trenes y aviones.

Viajantes con mascarillas como precaución ante el coronavirus se registran en el aeropuerto internacional de Filadelfia, 19 de abril de 2022 (AP Photo/Matt Rourke)

Después del anuncio de la TSA, United Airlines, Alaska Airlines, American Airlines, Southwest Airlines, Delta Air Lines, JetBlue Airways, la red de trenes de pasajeros Amtrak y varias otras redes de trenes y buses eliminaron los requisitos del uso de mascarillas.

Cuando decenas de millones de estadounidenses, desproporcionalmente trabajadores de bajos salarios, utilizan el transporte público para ir a trabajar a diario, el anuncio significará un aumento dramático en el riesgo de contraer COVID-19 para amplios sectores de la población.

Delta Air Lines, que protagonizó el cabildeo para poner fin al resto de restricciones sobre la propagación del COVID-19, aplaudió el anuncio, declarando, “Nos sentimos aliviados al ver el levantamiento de la orden de uso de mascarillas para EE.UU., para facilitar los viajes globales ahora que COVID-19 se ha vuelto un virus ordinario y estacional”.

Si bien la declaración de Delta buscaba minimizar falsamente el peligro que representa el COVID-19, de hecho, pone al descubierto la política de las principales corporaciones de EE.UU. y el Gobierno estadounidense: la infección y reinfección masivas y permanentes de la población, para la cual cada vuelo o viaje en bus al trabajo se vuelve en un juego de ruleta rusa.

El anuncio del Gobierno de Biden se produce cuando los casos están aumentando por la propagación de la variante BA.2 y cuando EE.UU. se encuentra al borde de un millón de muertes por COVID-19, según el monitor del Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).

La eliminación de las órdenes de uso de mascarillas en el transporte público es un hito más en el levantamiento sistemático de todas las medidas de salud pública para contener la propagación del COVID-19.

Significa una mayor probabilidad de que todos los que viajan para trabajar o visitar a familiares contraerán COVID-19, arriesgando no solo enfermarse gravemente, perder el sueldo por varios días de trabajo, morir o verse permanentemente discapacitado, sino también la ansiedad de infectar a un ser querido vulnerable.

Hay aproximadamente 10 millones de estadounidenses con un sistema inmune debilitado según la definición estricta. Esta sección de la población, para quienes las vacunas no son tan efectivas como para el resto de la sociedad, se enfrentan a un futuro de trabajar y vivir en una sociedad sin medidas para protegerlos. Tendrán que tomar la decisión agonizante de aislarse totalmente o arriesgar sus propias vidas. Para muchos de ellos en circunstancias económicas que los obligan a trabajar fuera de casa, será una sentencia de muerte.

El Gobierno de Biden utilizó como pretexto para abandonar la obligatoriedad de las mascarillas en el transporte público el fallo propio de alguien semianalfabeto de la jueza de Florida, Kathryn Kimball Mizelle.

Mizelle fue nombrada por Donald Trump, a pesar de que el Colegio de Abogados de Estados Unidos dijo que era “incompetente”. El nombramiento se debió principalmente por ser una acólita del ideólogo e insurrecto fascista Stephen Miller.

El fallo argumenta que las cascarillas no son una medida sanitaria porque las medidas sanitarias “se refieren a medidas para limpiar algo, no que mantienen algo limpio. Utilizar una mascarilla no limpia nada. Lo más que hace es atrapar gotitas del virus. Pero tampoco ‘sanea’ a la persona que utiliza la mascarilla ni ‘sanea’ el medio de transporte”.

Este argumento es una completa idiotez. Es como decir que un filtro de aceite no limpia el aceite del carro o un filtro de agua no limpia el agua o que el filtro de horno no limpia el aire. Es obvio que el aire en un vagón donde los pasajeros utilizan mascarillas tiene una menor cantidad del peligroso virus exhalado que en un vagón con pasajeros sin mascarillas. Consecuentemente, ha sido saneado por las mascarillas, que constituyen una obvia medida sanitaria.

Este fallo sería anulado inmediatamente ante cualquier desafío legal serio. Si el Gobierno de Biden estuviera en desacuerdo con el fallo, habría realizado una apelación de emergencia y exigido un aplazamiento de su ejecución hasta que se tomara la decisión de anularlo.

Este aplazamiento pudo haberse obtenido en una cuestión de horas, previniendo que la orden entrara en vigor. En cambio, la TSA anunció inmediatamente, “Debido al fallo judicial de hoy, que toma vigencia inmediatamente, la TSA ya no aplicará sus Directivas de Seguridad y Enmienda de Emergencia que requieren el uso de mascarillas en el transporte público y las estaciones de transporte”.

El martes, 24 horas tras utilizar el fallo para eliminar la obligatoriedad de las mascarillas, la Casa Blanca anunció que quizás apele el fallo, pero solo “si los CDC concluyen que sigue siendo necesaria una orden de obligatoriedad”.

Cuando le preguntaron si las personas deberían utilizar mascarillas en los aviones, Biden ni siquiera animó a las personas a que lo hicieran, meramente respondiendo a los reporteros que “depende de cada uno”.

El columnista de Bloomberg, Matthew Yglesias, lo planteó sin pelos en la lengua en un artículo intitulado “La eliminación de la exigencia de uso de mascarilla es un regalo a los demócratas”. Señaló, “Así que una juez, nombrada por Trump y que seguramente no es una partidaria de Biden, Pelosi ni su partido, pudo haber logrado quitar un tema incómodo de la agenda. Los demócratas deberían estar agradecidos”.

Yglesias señaló que los dos partidos de la oligarquía estadounidense apoyan la eliminación de la obligatoriedad de la mascarilla en el transporte público. “El Senado de EE.UU. votó el mes pasado sobre si debían eliminar esta orden y fue aprobado 57 a 40, con varios demócratas uniéndose a la bancada unánime republicana”, escribió. “Si se presentara para votación en la Cámara de Representantes, probablemente se aprobaría también ahí”.

A inicios de este año, el Gobierno de Biden aprovechó la ola de la variante ómicron del COVID-19 para desmantelar cualquier medida de salud pública restante, argumentando que “todos” se infectarán con COVID-19 y, por ende, no se deberían tomar medidas para contener su propagación.

La estrategia del Gobierno de Biden fue detallada por un artículo de Político en febrero, “Hasta luego, ómicron: la Casa Blanca pone la mira en la próxima fase de la pandemia”.

“El Gobierno de Biden está planeando una nueva fase de la pandemia” que busca “condicionar a los estadounidenses a vivir con” el COVID-19, según reportó Político. El Gobierno está planeando “un cambio consciente de su mensaje para que la gente se sienta cómoda con un escenario en que el virus se seguirá propagando”.

Con tal de “condicionar” al público y hacerlo “sentirse diferente” sobre la pandemia, el Gobierno de Biden ha decidido que “la mejor estrategia política es que no domine las noticias todos los días”, señaló Político.

Para este fin, el Gobierno de Biden ha buscado recortar sistemáticamente los informes diarios de COVID-19. En febrero, puso fin a los reportes de muertes por COVID-19 en los hospitales y luego animó a los estados a que dejaran de dar reportes diarios. Solo quedan siete estados que publican los reportes diarios de casos de COVID-19.

Como resultado, no hay ninguna manera seria para seguirle el rastro a la cantidad de infecciones de COVID-19 en EE.UU.

Como lo indicó Político en otro artículo el martes,

Algunos expertos que trabajan en la respuesta consideran que los conteos son más gravemente incompletos de lo que se ha reconocido públicamente. Un oficial de la Administración estimó que el Gobierno solo está registrando uno de cada seis casos. La brecha en los datos ha provocado preocupaciones internas sobre cómo debería el Gobierno comunicar públicamente la gravedad de la situación. “Dicen algo como, ‘No sabemos si esto es algo de lo que deberíamos estar preocupados o no’”, comentó una persona cercana a la Casa Blanca. “Pero no le puedes decir al público eso”.

Si existe alguna confusión del público sobre el peligro que representa la pandemia, es porque el Gobierno de Biden y la prensa estadounidense han mentido sistemáticamente y encubierto los casos para hacerle creer al público que la pandemia ya se acabó.

En su lucha por acabar con todas las medidas para detener la propagación de la pandemia, la Administración de Biden ha promovido todas las formas de atraso e individualismo nocivo. El año pasado, Biden declaró que Estados Unidos estaba “declarando nuestra independencia respecto a un virus mortal” cuando puso fin al uso obligatorio de la mascarilla en ese momento, mientras que la directora de los CDC, Rochelle Walensky, calificó la mascarilla como “la letra escarlata de esta pandemia.”

Las grotescas celebraciones de la elite política por el levantamiento de la exigencia de la mascarilla son una expresión del atraso que se ha cultivado sistemáticamente en Estados Unidos: El individualismo estadounidense ha alcanzado su pináculo más nocivo.

En oposición a la respuesta homicida de la Administración de Trump a la pandemia, hay millones de personas que votaron por Biden en las elecciones presidenciales de 2020 por su promesa de que “seguiría la ciencia” y “acabaría con la pandemia”. En cambio, ha sido incluso más agresivo en la aplicación del programa de Trump que el propio Trump.

Esta realidad básica confirma la evaluación hecha por el World Socialist Web Site, que la eliminación y la erradicación final del COVID-19 requieren “el desarrollo de un poderoso movimiento de masas internacional y unificado de la clase obrera. Solo un movimiento de masas que no esté impulsado por el afán de lucro y encadenado a la búsqueda obsesiva de la riqueza personal puede generar la fuerza social necesaria para obligar a un cambio de política”.

Si bien las medidas necesarias para salvar vidas obedecen a los intereses de la amplia masa de la población, están fundamentalmente en conflicto con los intereses de la oligarquía financiera capitalista y la sociedad que domina.

El 1 de mayo, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional celebrará un Mitin Internacional En Línea del Primero de Mayo, que luchará por una estrategia socialista para movilizar a la clase obrera contra las muertes masivas por la pandemia del COVID-19, la guerra y la desigualdad.

(Publicado originalmente en inglés el 19 de abril de 2022)

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