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Perspectiva

En convención de la AFL-CIO, Biden cuenta con los sindicatos para imponer su programa de austeridad y guerra

El presidente Biden dio el principal discurso el martes en la convención constitucional de la federación sindical estadounidense AFL-CIO en Filadelfia. Las declaraciones de Biden, quien se autocalifica “el presidente más prosindical en la historia de EE.UU.”, demostraron la dependencia de su Gobierno en el aparato sindical para hacer frente a la resistencia de la clase trabajadora contra la inflación y los costos de las guerras cada vez más amplias con Rusia y China.

Eso es mucho que pedir del rejuntado de títeres patronales, agentes del Partido Demócrata y enemigos fervientes de la clase obrera que llegaron a Filadelfia esta semana. Tras décadas de traiciones de los sindicatos de la AFL-CIO, la mayoría de los trabajadores en EE.UU. ni siquiera sabía de la convención y no les podría importar menos.

El presidente Joe Biden se pronuncia en la convención de la AFL-CIO, 14 de junio de 2022, Filadelfia (AP Photo/Susan Walsh)

Los sindicatos perdieron a 240.000 miembros más en el último año y quedaron con 14 millones. Solo el 10,3 por ciento de los trabajadores estadounidenses pertenecían a un sindicato en 2021, incluyendo a solo 6,1 por ciento en el sector privado y 4,2 por ciento de los trabajadores de 24 o menos años. En un sentido muy real, los sindicatos le deben su existencia al patronazgo de una sección de la patronal y el Estado capitalista.

Biden dijo a los oficiales de la AFL-CIO que su Gobierno procura “animar a los sindicatos” y “hacer más fácil que los trabajadores se organicen”. Su programa de infraestructura y apoyo a las “asociaciones con los sindicatos” los fortalecería, afirmó. “No solo lo digo para ser prosindical. Lo digo porque soy proestadounidense”.

Biden aludió a los peligros del aumento de la militancia obrera y la necesidad de que los sindicatos sofoquen la lucha de clases. “Ustedes saben que si los banqueros inversores en EE.UU.—no todos son malos—… si hicieran huelga, no pasaría mucho. …Si el sindicato IBEW [de electricistas] hiciera huelga, todo se paralizaría”. Continuó, “No creo que ustedes aprecien lo críticamente importantes que son. No intento ser amigable; solo es un hecho”.

Efectivamente, el sindicato docente AFT, el automotor UAW, el comercial UFCW, el siderúrgico USW y otros de la AFL-CIO han sido instrumentales para obligar a los trabajadores a regresar a las escuelas, fábricas y otros lugares de trabajo infectados durante la pandemia. Esto ha significado miles de muertes, si no decenas de miles, de trabajadores que contrajeron COVID-19 en los recintos escolares, industriales, de tránsito y transporte, entre otros.

Biden presumió, “Reducimos las muertes por COVID en 90 por ciento. Abrimos las escuelas y los negocios que cerraron. Todo fomentó la mayor recuperación de empleos en la historia estadounidense”.

No temía que lo contradijeran estos ejecutivos sindicales, que están apartados de las consecuencias desastrosas de sus acciones. De hecho, Biden ha presidido más muertes (595.000) desde que llegó al poder que Trump (441.000). Las nuevas variantes del mortal virus están arrasando los lugares de trabajo y los barrios a pesar de los mejores esfuerzos de la Casa Blanca de declarar que la pandemia se acabó y dejar que se propague fuera de control en la población.

En cuanto al supuesto estado económico de Nirvana para los trabajadores, la mayor inflación en 40 años está devorándose de los sueldos de los trabajadores y volviendo imposible llegar a fin de mes. Al mismo tiempo, el presidente de la Reserva Federal bajo Biden aumentó las tasas de interés 0,75 por ciento el miércoles y está utilizando la amenaza del desempleo masivo para combatir las demandas de los trabajadores de que sus salarios aumenten con la inflación.

El presidente repitió su acusación de que el coste de vida de los trabajadores se está disparando debido a las “alzas de Putin”. Pero la inflación que hace estragos en la economía es el producto directo de los billones de dólares que ambos partidos capitalistas le obsequiaron a los mercados financieros desde la crisis de 2008. La crisis económica se ha agravado por las sanciones encabezadas por EE.UU. contra Rusia y el masivo rearme de Ucrania.

Biden dejó en claro que necesitaba el apoyo continuo de los sindicatos para intensificar el enfrentamiento con Rusia. “Amigos, vean, la guerra de Putin no solo ha intentado borrar la cultura de los ucranianos, decimar su gente y perpetrar innumerables crímenes de guerra, también previno que los granos, miles de toneladas de granos que están atrapados en esos graneros listos para ser exportados, pero que no pueden salir por el mar Negro porque serían bombardeados”.

Insinuó que EE.UU. y la OTAN tienen planes de transportar los granos por tren desde los puertos del mar Negro hacia los mercados europeos y mundiales. Este plan y otros sugeridos de romper el bloqueo ruso con buques de guerra de EE.UU. y la OTAN tan solo intensificará el conflicto con la potencia nuclear de Rusia. En una llamada con el presidente ucraniano el miércoles, Biden prometió $1 mil millones más en armas.

Biden sabe muy bien que su militarismo cuenta con el apoyo de la AFL-CIO, que ha respaldado todas las guerras imperialistas y golpes de Estado militares patrocinados por EE.UU. desde su fundación en 1955. Esto incluyó colaborar con los nacionalistas y neonazis ucranianos en el golpe de Estado de 2014 en Ucrania que derrocó al presidente prorruso y transformó el país en un testaferro militar del imperialismo estadounidense.

La primera sesión de la convención incluyó comentarios pronunciados por el profesor de Yale, Timothy Snyder, el principal propagandista académico de la guerra por delegación de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia. Hablando desde Austria, Snyder afirmó que la defensa de la democracia, desde Ucrania hasta los Estados Unidos, dependía de las acciones de los sindicatos, que, según él, estaban ahora “en el centro de la historia”. Los sindicatos, continuó, eran los mejores ejemplos de “sociedad civil” porque eran organizaciones que “se interponían entre el Gobierno y el pueblo”. Los sindicatos, además, daban a la “gente la práctica de representarse a sí misma” y de utilizar y defender su “derecho al voto”.

Estos comentarios se dirigieron a los funcionarios de los sindicatos que habitualmente pisotean la voluntad democrática de sus miembros, incluyendo el embarazo de urnas para imponer contratos favorables a la empresa.

En cuanto a la afirmación de que los sindicatos están “entre el Gobierno y el pueblo”, no deja de ser una mentira. La AFL-CIO es una subsidiaria de propiedad total del Estado capitalista estadounidense. Durante mucho tiempo ha recibido subvenciones del Fondo Nacional para la Democracia del Departamento de Estado de EE.UU. para subvertir los sindicatos en todo el mundo y proteger los intereses del imperialismo estadounidense. El Gobierno de Biden está proponiendo nuevas subvenciones y estructuras políticas para acercar aún más a los sindicatos a las operaciones nacionales y extranjeras del Gobierno estadounidense.

En su obra de 1940, “Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista”, León Trotsky, el fundador de la Cuarta Internacional, señaló la tendencia mundial de los sindicatos a integrarse en los gobiernos capitalistas.

El capitalismo monopolista está cada vez menos dispuesto a reconciliarse con la independencia de los sindicatos. Exige a la burocracia reformista y a la aristocracia obrera que recoge las migajas de su banquete, que se transformen en su policía política ante los ojos de la clase obrera. Si eso no se consigue, la burocracia obrera es expulsada y sustituida por los fascistas.

Trotsky escribía esto durante las primeras etapas de este proceso. La degeneración de los sindicatos en herramientas directas del Estado se completó a finales de los años 80 y principios de los 90, cuando, ante la globalización de la producción capitalista, la AFL-CIO y los sindicatos y partidos laboristas de base nacional de todo el mundo abandonaron cualquier resistencia a la ofensiva capitalista mundial contra la clase obrera. Los líderes de la AFL-CIO abandonaron cualquier discurso sobre el conflicto de clases como una noción anticuada y abrazaron el corporativismo, la doctrina de la colaboración de clases sin restricciones.

En la convención de la AFL-CIO se reunió una colección de burócratas engreídos y acomodados, la mayoría de los cuales ganan sueldos de seis cifras y están mucho más preocupados por el nivel de la bolsa de valores que por el precio de la gasolina y los alimentos. No escaseaban los millonarios en la multitud, incluida la presidenta del AFT, Randi Weingarten (cuyo ingreso anual es de casi 500.000 dólares), y que en sus propias declaraciones ni siquiera mencionó la pandemia de COVID-19 que ha matado y enfermado a miles de educadores mientras los sindicatos mantenían las escuelas abiertas.

La clase dominante estadounidense se encuentra en un terreno inestable si se ve obligada a recurrir a estas organizaciones corruptas y desacreditadas para frenar la marea de la lucha de clases, que está siendo impulsada por la crisis histórica del capitalismo estadounidense y mundial.

En las próximas semanas y meses, cientos de miles de estibadores de la costa oeste, trabajadores de la salud, maestros, trabajadores siderúrgicos, camioneros, de supermercados, telecomunicaciones y otros se enfrentan a luchas contractuales. Los trabajadores están decididos a revertir décadas de concesiones respaldadas por los sindicatos y a romper el límite salarial anual de facto del 2-4 por ciento que los sindicatos han impuesto en nombre de las grandes empresas y el Gobierno.

El desarrollo explosivo de la lucha de clases en Estados Unidos tiene lugar en el contexto de un movimiento internacional de trabajadores, que incluye, por nombrar solo algunos, una huelga inminente de decenas de miles de trabajadores ferroviarios y de otros sectores de la clase obrera en Reino Unido; huelgas de los trabajadores de las aerolíneas en toda Europa; las protestas masivas contra la austeridad y el aumento del coste de la vida en Sri Lanka; y las huelgas de los trabajadores de la salud en Turquía, Alemania, Francia, Nueva Zelanda y muchos otros países.

La promoción de los sindicatos por parte de Biden se debe al temor de que las organizaciones de base, que han sido creadas por muchos sectores de trabajadores para evitar que sus luchas sean reprimidas y aisladas, se conviertan en una red nacional e internacional. Esto es precisamente lo que hace falta.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional inició el año pasado la formación de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB) para unificar todas las diferentes luchas de los trabajadores, en todos los sectores y países. La construcción y expansión de la AIO-CB es necesaria para derrotar todos los esfuerzos de los sindicatos por sabotear las luchas de la clase obrera.

Los trabajadores estadounidenses, al igual que sus hermanos de clase de todo el mundo, están emergiendo como una fuerza poderosa. Cada vez recurren más al World Socialist Web Site y los Partidos Socialistas por la Igualdad de todo el mundo para construir nuevas organizaciones de lucha y la dirección revolucionaria necesaria para abolir el sistema de lucro capitalista.

(Publicado originalmente en inglés el 15 de junio de 2022)

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